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análisis del año 2006 - Facultad de Ciencias Sociales - Universidad ...

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ALBERTO MAYOL MIRANDA - De Pinochet a Bachelet<br />

127<br />

Esta característica central <strong>de</strong> la violencia y el dolor ponen problemas a la<br />

construcción <strong>de</strong> espacios públicos. El dolor es un ‘activo político’ que pue<strong>de</strong> ser <strong>de</strong><br />

grupos, pero que llega hasta los individuos. Debemos esperar siempre que el sujeto<br />

se pronuncie sobre su sufrimiento para saber el valor <strong>de</strong> las i<strong>de</strong>as, el valor <strong><strong>de</strong>l</strong> colectivo,<br />

el valor <strong><strong>de</strong>l</strong> proyecto, el valor <strong>de</strong> la sociedad. O son los dolientes los que se<br />

transforman en propietarios <strong>de</strong> lo público o son los violentistas organizados queriendo<br />

reconstruir la historia. Esas dos ecuaciones parecen ser un atavismo, don<strong>de</strong> la paz<br />

social es un punto intermedio entre la violencia organizadora y el dolor legitimante.<br />

Pues bien, veremos cómo sigue apareciendo en el Chile <strong>de</strong> Bachelet esta lógica <strong>de</strong><br />

nuestra historia.<br />

5. BACHELET: EL LADO NEGADO DE LA TRINIDAD<br />

En la cultura cristiana la trinidad es formada por el padre, el hijo y el espíritu<br />

santo. El elemento negado es la madre, reemplazada por el principio vivificante que<br />

procreó al hijo <strong>de</strong> Dios. La consumación <strong><strong>de</strong>l</strong> carácter patriarcal, don<strong>de</strong> la madre es<br />

envase, receptáculo, transporte, alimento y/o apoyo, se plasma con total evi<strong>de</strong>ncia<br />

en esta cultura. Los avatares <strong>de</strong> este Chile totémico naciente en Pinochet y renovado<br />

en Lagos encuentran en Bachelet una disrupción, un ruido o quizás otra forma <strong>de</strong><br />

reencuentro.<br />

Al llegar al <strong>2006</strong>, nos encontramos con Michelle Bachelet como nueva presi<strong>de</strong>nta<br />

<strong>de</strong> Chile. Fue ella la primera mujer en acce<strong>de</strong>r a tal honor. Fue ella la que se enfrentó<br />

a las condicionantes objetivas que complican a una mujer a la hora <strong>de</strong> aceptar dicho<br />

cargo, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> las más pe<strong>de</strong>stres hasta las más sofisticadas. Pero esas condicionantes<br />

eran mucho mayores que lo pensado. Muchos pensaron que el éxito <strong>de</strong> Bachelet era<br />

resultado <strong>de</strong> un cambio cultural. Sin embargo, no era así. Bachelet se impuso por<br />

razones distintas. De algún modo era la liberación <strong>de</strong> la violencia y la autoridad<br />

como motor <strong>de</strong> nuestra política. Bachelet apeló al otro lado <strong>de</strong> esta base tradicional:<br />

el dolor. Es la energía vital <strong><strong>de</strong>l</strong> cristianismo el sitio don<strong>de</strong> Bachelet quedó puesta. Y<br />

es la energía básica <strong>de</strong> nuestra legitimidad. No es frecuente en nuestra cultura política<br />

que la energía legitimadora <strong><strong>de</strong>l</strong> dolor se transforme en la energía gobernante, que<br />

suele ser la violencia autoritaria. Pero así ha sido. Se ha buscado gobierno en el dolor.<br />

Este tema ya se analizó, sin mucho <strong>de</strong>talle, en las páginas <strong>de</strong> esta revista, en su<br />

edición <strong><strong>de</strong>l</strong> <strong>año</strong> anterior. Mostramos cómo los estudios cualitativos revelan a Bachelet<br />

como el símbolo <strong><strong>de</strong>l</strong> dolor, <strong><strong>de</strong>l</strong> pa<strong>de</strong>cimiento, <strong><strong>de</strong>l</strong> sufrimiento. Vimos cómo su<br />

ecuación era simple y clara: ella es doctora (sabe <strong><strong>de</strong>l</strong> dolor), ella fue <strong>de</strong>tenida y<br />

torturada (ha vivido el dolor), su padre murió viendo el dolor <strong>de</strong> otros (su vida está<br />

ro<strong>de</strong>ada <strong>de</strong> dolor). En medio <strong>de</strong> esta ecuación, interviene un elemento central <strong>de</strong><br />

nuestra cultura: ser <strong><strong>de</strong>l</strong> pueblo implica ser el dolor. Todo buen cristiano encarna su<br />

dolor en la cruz. Y eso se acredita en la pobreza cotidiana. Ser parte <strong><strong>de</strong>l</strong> pueblo, ser

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