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124 ANÁLISIS DEL AÑO 2006 - Departamento de Sociología de la Universidad de Chile una línea de división por nuestra tradición de calificaciones con escala 1 a 7, donde el 4 es el inicio de la zona de aprobación. Pero hay un Pinochet que siempre vivirá políticamente en Chile. Es el mismo Pinochet que resucitó en su funeral, el Pinochet de la doctrina autoritaria de la lucha contra el caos. Eso mismo se apreció en el estudio cualitativo del 2005, donde de pronto aparece la reivindicación del rol autoritario de Pinochet. “yo soy de la juventud sufrida de ese tiempo porque si queríamos salir era de toque a toque. Ahora el toque te lo dan los delincuentes” “yo no podía gritar mis ideales o ir a una fiesta, es cierto, pero si no hubiera sido así la cosa no estaría organizada” “yo creo que nos hace falta otro gobierno militar, por la delincuencia”. En esta visión la violencia es organizadora, implantadora del orden y la seguridad. De hecho, señalan: “es cosa de ver cómo tratan a los profesores”,a lo que se responde: “en un gobierno militar eso no pasa”. Esta mirada autoritaria queda refrendada no sólo en gente de derecha, sino además en concertacionistas. En una entrevista a un ex sindicalista socialista, quien perdió dos hijos en dictadura, emerge la misma matriz que asocia la democracia con debilidad: “Yo pienso que la delincuencia es como un desquite del pueblo (…) en relación a los años que pasó de la dictadura, del hambre que pasó, las miserias que pasaron en tiempos de Pinochet, entonces ahora como que se quieren desahogar, entonces desgraciadamente en democracia es más permisible todo, entonces eso hace que el pueblo cometa errores”. En otra entrevista, un hablante ex comunista replica esta misma base autoritaria para mostrar como la ausencia de agresividad es un error. “por eso no te hablo de Allende como un gran presidente. Allende no fue un mal presidente… ¿sabes cuál fue el error de Allende? Mano dura no la tuvo nunca, demasiado conciliador con esto, con lo otro. ¿Conclusión? Al final hizo bien suicidándose, hombre, valiente yo lo admiro”. En este universo simbólico, el de la mano dura, es donde las formas de Lagos se ajustaron bien a la cultura política de nuestro país. Tanto Pinochet como Lagos interpretan a su modo esta visión de mundo, donde Chile necesita autoridad por su inmadurez y ausencia de capacidad para organizarse desde la horizontalidad. Sólo el mando, las órdenes y en definitiva la violencia son fuentes de orden social. Este
ALBERTO MAYOL MIRANDA - De Pinochet a Bachelet 125 Chile profundo es una fuente de conservadorismo clásico, de búsqueda de regulaciones de todo tipo. Un Chile difícil de interpretar, pues no es el Chile del libremercado, no es el Chile de la modernización cultural, no es el Chile reconstructor de democracia; sino más bien, es un Chile que reproduce un orden tradicional a partir de una serie de interpretaciones que le permiten pensar la realidad de esa manera, mientras el país se mueve en otras direcciones. Hay una fractura sociopolítica que se rellena de mitos cristianos y de historias de épica militar. Es un Chile culturalmente colonial, una especie de residuo permanente. Frente a la fractura sociopolítica que se produce entre un proceso de democratización sobre bases autoritarias, que se suma a la fractura que supone un modelo económico carente de legitimidad; la sociedad reacciona poniendo sentido sobre esas fracturas, haciendo ruta en el acantilado, entablando puentes. Pero ese sentido construido, esos puentes, son mitos unificadores basados en el dolor y la violencia, donde deambula el fantasma de la libertad y el pánico al caos por carencia de dominación. De este modo, las suturas de estas fracturas están hechas de historias con la forma colonial (militarismo y religión) como fundamento y sentido último. La política queda, así, reducida a rito legitimador, pues no hay rol alguno que cumplir en el proceso de evolución social, que operará con el automatismo de los tiempos (el mercado) y que luego será recodificado en las formas propias de las suturas de sentido existentes en este Chile profundo, esas suturas hechas de cristianismo (o cultura del dolor como virtud y unión) y deseo de violencia pacificadora (o militarismo). 4. PINOCHET Y EL ESPÍRITU DE LA DEMOCRACIA La fuerza reactiva de la reconquista democrática en Chile está, en definitiva, marcada por la huída y el apego al estandarte moral de esta democracia: Pinochet. Por estandarte moral no se debe llegar a pensar en una descripción llena de elogios. Se trata simplemente de que el origen moral de esta democracia está en la dictadura y que su figura consular es Pinochet. De este modo, el ex dictador es ‘espíritu’ de la dictadura, pero es también ‘espíritu’ de la democracia, ya sea como eje mediante el cual se mueven las conciencias rebeldes que quieren borrar al padre de esta democracia post-dictadura, o sea como punto de origen de un conjunto de continuidades que hoy se detectan en todas direcciones. El intento de Lagos fue en gran medida exitoso, pero no parece tener carácter de largo plazo. Lagos reemplazó al Padre durante un tiempo razonable, encarnó la figura espiritual que el chileno desea como núcleo de su nación y sus instituciones. Pero si acaso Pinochet se dirige a la extinción como figura mesiánica, probablemente Lagos perderá también sus poderes. Ser la antítesis de la figura central presentaba para Lagos una oportunidad de oro. Pero la figura central (Pinochet) se va esfumando y con Lagos fuera de La Moneda, su capacidad de persistir como opuesto se hace débil.
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Chile profundo es una fuente <strong>de</strong> conservadorismo clásico, <strong>de</strong> búsqueda <strong>de</strong><br />
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libremercado, no es el Chile <strong>de</strong> la mo<strong>de</strong>rnización cultural, no es el Chile reconstructor<br />
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manera, mientras el país se mueve en otras direcciones. Hay una fractura sociopolítica<br />
que se rellena <strong>de</strong> mitos cristianos y <strong>de</strong> historias <strong>de</strong> épica militar. Es un Chile<br />
culturalmente colonial, una especie <strong>de</strong> residuo permanente. Frente a la fractura<br />
sociopolítica que se produce entre un proceso <strong>de</strong> <strong>de</strong>mocratización sobre bases<br />
autoritarias, que se suma a la fractura que supone un mo<strong><strong>de</strong>l</strong>o económico carente <strong>de</strong><br />
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ruta en el acantilado, entablando puentes. Pero ese sentido construido, esos puentes,<br />
son mitos unificadores basados en el dolor y la violencia, don<strong>de</strong> <strong>de</strong>ambula el fantasma<br />
<strong>de</strong> la libertad y el pánico al caos por carencia <strong>de</strong> dominación. De este modo, las<br />
suturas <strong>de</strong> estas fracturas están hechas <strong>de</strong> historias con la forma colonial (militarismo<br />
y religión) como fundamento y sentido último. La política queda, así, reducida a rito<br />
legitimador, pues no hay rol alguno que cumplir en el proceso <strong>de</strong> evolución social,<br />
que operará con el automatismo <strong>de</strong> los tiempos (el mercado) y que luego será<br />
recodificado en las formas propias <strong>de</strong> las suturas <strong>de</strong> sentido existentes en este Chile<br />
profundo, esas suturas hechas <strong>de</strong> cristianismo (o cultura <strong><strong>de</strong>l</strong> dolor como virtud y<br />
unión) y <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> violencia pacificadora (o militarismo).<br />
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La fuerza reactiva <strong>de</strong> la reconquista <strong>de</strong>mocrática en Chile está, en <strong>de</strong>finitiva,<br />
marcada por la huída y el apego al estandarte moral <strong>de</strong> esta <strong>de</strong>mocracia: Pinochet.<br />
Por estandarte moral no se <strong>de</strong>be llegar a pensar en una <strong>de</strong>scripción llena <strong>de</strong> elogios.<br />
Se trata simplemente <strong>de</strong> que el origen moral <strong>de</strong> esta <strong>de</strong>mocracia está en la dictadura<br />
y que su figura consular es Pinochet. De este modo, el ex dictador es ‘espíritu’ <strong>de</strong> la<br />
dictadura, pero es también ‘espíritu’ <strong>de</strong> la <strong>de</strong>mocracia, ya sea como eje mediante el<br />
cual se mueven las conciencias rebel<strong>de</strong>s que quieren borrar al padre <strong>de</strong> esta <strong>de</strong>mocracia<br />
post-dictadura, o sea como punto <strong>de</strong> origen <strong>de</strong> un conjunto <strong>de</strong> continuida<strong>de</strong>s que<br />
hoy se <strong>de</strong>tectan en todas direcciones.<br />
El intento <strong>de</strong> Lagos fue en gran medida exitoso, pero no parece tener carácter<br />
<strong>de</strong> largo plazo. Lagos reemplazó al Padre durante un tiempo razonable, encarnó la<br />
figura espiritual que el chileno <strong>de</strong>sea como núcleo <strong>de</strong> su nación y sus instituciones.<br />
Pero si acaso Pinochet se dirige a la extinción como figura mesiánica, probablemente<br />
Lagos per<strong>de</strong>rá también sus po<strong>de</strong>res. Ser la antítesis <strong>de</strong> la figura central presentaba<br />
para Lagos una oportunidad <strong>de</strong> oro. Pero la figura central (Pinochet) se va esfumando<br />
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