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POR EL SENDERO DEL ASRAMA 67<br />
Catorce<br />
Al día siguiente empecé a arreglar todas mis cosas. A la hija <strong>de</strong>l<br />
jamindar que había vivido en Patna, Calcuta y Varanasi no le<br />
podía faltar nada en la dote. Había muchos saris <strong>de</strong> Varanasi y<br />
joyas <strong>de</strong> Calcuta. Al abrir el joyero sonaba una leve música. Era<br />
una caja <strong>de</strong> marfil llena <strong>de</strong> cajoncitos y que a<strong>de</strong>más tenía luz.<br />
Para guardar el cepillo y el peine tenía otra caja <strong>de</strong> plata que<br />
llevaba mi nombre grabado. Todos los baúles que portaban mis<br />
ropas iban envueltos en una tela <strong>de</strong> seda carmesí. Todo ello<br />
causó una gran sensación.<br />
Pero en una casa brahmín las noveda<strong>de</strong>s no eran bien<br />
recibidas. A mi suegra no le gustaba aparentar ni ostentar lujos.<br />
Sus costumbres se remontaban a tiempos ancestrales. Cuando<br />
aquella mañana mostré todos aquellos regalos a mis cuñadas,<br />
noté algo <strong>de</strong> envidia en sus rostros. De repente, me levanté<br />
enseguida al oír la voz <strong>de</strong> mi suegro.<br />
- Oye, nuera, aquí no es costumbre hacer ostentación <strong>de</strong> lo<br />
que uno tiene. Eso solo significa orgullo y no nos gusta.<br />
¿Entien<strong>de</strong>s? Saca sólo lo que necesites y guarda lo <strong>de</strong>más.<br />
El susto fue enorme. No entendía nada. Sólo estaba<br />
colocando mis cosas. Yo estaba acostumbrada a ponerme un<br />
vestido al levantarme, otro para ir a la escuela, luego para salir<br />
<strong>de</strong> paseo y otro para dormir. Al final <strong>de</strong>l día me había cambiado<br />
<strong>de</strong> ropa cuatro o cinco veces. Y aquí, por lo que veía, era normal<br />
llevar el mismo vestido todo el día y no cambiárselo hasta la<br />
mañana siguiente.<br />
Uno <strong>de</strong> aquellos primeros días mi suegra me dijo: