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LAS GAFAS DE BULU<br />
me matricularon en una escuela india. No querían que yo<br />
aprendiera la lengua ni la cultura inglesa. Si había <strong>de</strong> casarme en<br />
Nepal ¿cómo podían <strong>de</strong>jar que aprendiera a portarme como las<br />
mujeres inglesas? Pero mejor será <strong>de</strong>jar lo <strong>de</strong>l matrimonio para<br />
más a<strong>de</strong>lante.<br />
A mi tío le gustaba mucho viajar. Cada verano, durante las<br />
vacaciones, nos íbamos a alguna estación <strong>de</strong> montaña: a veces a<br />
Simla, a veces a Masoorie y a veces a Nainital. Aunque fuera<br />
solo por dos meses nos escapábamos <strong>de</strong>l calor. En el viaje no se<br />
escatimaban gastos. Nos acompañaban todos los <strong>de</strong> la casa:<br />
ayudantes, cocineros, nodrizas… Alquilábamos los mejores<br />
alojamientos. Y en las al<strong>de</strong>as <strong>de</strong> alre<strong>de</strong>dor no se <strong>de</strong>jaba <strong>de</strong><br />
murmurar sobre nuestra ascen<strong>de</strong>ncia real. Yo siempre disponía<br />
<strong>de</strong> un poni para salir <strong>de</strong> paseo.<br />
En aquel tiempo no había automóviles en las montañas. <strong>Las</strong><br />
familias ricas tenían sus rikshaws privados que funcionaban sin<br />
motor. En su interior cabían tres personas y se necesitaban<br />
cuatro para empujarlos. Cada vez que recuerdo el uniforme <strong>de</strong><br />
aquellos hombres no puedo evitar que se me escape una sonrisa.<br />
Estaba hecho <strong>de</strong> un tejido amarillo o azul y se remataba con un<br />
gorro puntiagudo que tenía una banda alre<strong>de</strong>dor. Una cinta<br />
ro<strong>de</strong>aba sus piernas y sus zapatos acababan en punta y sin<br />
cordones. ¡Qué divertidos eran aquellos zhampani!<br />
Uno <strong>de</strong> aquellos veranos fuimos a Nainital. En la casa <strong>de</strong>l<br />
Gobernador sólo podían alojarse los ingleses. Era una preciosa<br />
casa ro<strong>de</strong>ada <strong>de</strong> jardines con un mullido césped. De pequeña<br />
siempre me quedaba absorta contemplando paisajes así. Un día,<br />
al salir a las nueve <strong>de</strong> la mañana con mi poni, le pedí a mi<br />
ayudante que me llevara a esos jardines. Al subir la colina todo<br />
era muy ver<strong>de</strong> como si una alfombra persa se hubiera colocado<br />
en su falda. Allí me crucé con unas monjas inglesas que llevaban<br />
hábitos claros.<br />
- ¡Hola pequeña! ¿Eres acaso alguna princesa fugitiva?<br />
Yo no les entendía. Mi ayudante les explicó que era la hija<br />
<strong>de</strong>l rajababu nepalí. <strong>Las</strong> monjas nos invitaron a seguirles hasta<br />
la escuela. Yo me sentía feliz y confiada. La escuela, en realidad,<br />
era un convento. En la puerta, mi ayudante se puso muy<br />
nervioso: