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Las Gafas de Bulu

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POR EL SENDERO DEL SVADHARMA 199<br />

Su pulso estaba muy acelerado. Apagamos la tele y nos<br />

dispusimos a ir al hospital. Le quitamos el oxígeno y le puse<br />

cenizas ben<strong>de</strong>cidas en la cabeza. Mi marido se había ya levantado.<br />

Munu salía <strong>de</strong> la habitación cuando su padre le dijo que le<br />

llevara, que él no podía bajar solo. En el coche vino también<br />

Mukta.<br />

- Papá, ¿te encuentras bien? – le preguntó. - ¿Estás bien?<br />

¡Corre, Munu!<br />

Al llegar al hospital ya respiraba con mucha dificultad. Los<br />

médicos hicieron todo lo que pudieron. Yo le pedí a Ninu que<br />

trajera agua bendita <strong>de</strong>l Ganges y hojas <strong>de</strong> basil. Seguro que esas<br />

hojas le ayudaban a sacar el alma.<br />

Al fin, expiró. Quise acercarme pero mis hijos me lo<br />

impidieron. Su cuerpo al fin <strong>de</strong>scansaba. Le acaricié y puse mi<br />

cabeza a sus pies. Sesenta años <strong>de</strong> unión y ni siquiera se ha<br />

<strong>de</strong>spedido. En realidad nos comportamos como diablos en esta<br />

época <strong>de</strong> Kalki. Los diablos pedían en su meditación ser fuertes<br />

y no sabían que así lo que alargaban era su agonía. Gastamos<br />

<strong>de</strong>masiada energía en prolongar agonías. La ciencia, al fin y al<br />

cabo, siempre crece en la guerra y no en la paz.

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