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Las Gafas de Bulu

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LAS GAFAS DE BULU<br />

Luego fuimos a Nueva York, don<strong>de</strong> vivía el tío Shail. Nos<br />

quedamos allí casi ocho días. Shail nos llevó a ver las Torres<br />

Gemelas y la se<strong>de</strong> <strong>de</strong> la O.N.U. don<strong>de</strong> trabajaba. Su casa estaba<br />

muy cerca <strong>de</strong> Manhattan.<br />

Teníamos muchas ganas <strong>de</strong> conocer Disney World así que<br />

marchamos a Florida. Allí todo parecía irreal. Nos montamos<br />

en un submarino y paseando por aquellas avenidas <strong>de</strong> cine, nos<br />

cruzamos con una mujer <strong>de</strong> ochenta años que iba en una silla <strong>de</strong><br />

ruedas. Llevaba la cara maquillada y toda cubierta <strong>de</strong> joyas. Al<br />

lado tenía un cilindro que le suministraba oxígeno. Pensé en que<br />

esa era la forma <strong>de</strong> disfrutar <strong>de</strong> la vida.<br />

En Florida vivían unos sobrinos. Estuvimos con ellos una<br />

semana. Paseamos por las playas <strong>de</strong> Miami y visitamos un<br />

campamento-safari. Allí, en coche, pudimos recorrer todo aquel<br />

terreno lleno <strong>de</strong> animales que se acercaban a saludarnos.<br />

También visitamos la NASA y el Kennedy Space Center. Nos<br />

pusimos hasta un traje espacial.<br />

Luego nos fuimos a Washington D.C. don<strong>de</strong> <strong>de</strong> tantos<br />

nepalíes como vivían allí, a veces parecíamos estar ya en<br />

Katmandú. A mí me gustó más que Nueva York. El primo<br />

Sharada y su mujer vinieron <strong>de</strong> Franklin, Virgina, a buscarnos.<br />

La autopista era enorme y todo era prístino. A nadie se le ocurría<br />

tirar por la ventanilla nada. Apenas salía humo <strong>de</strong> los coches y<br />

todos parecían recién salidos <strong>de</strong> la fábrica. Franklin era un sitio<br />

tranquilo y lleno <strong>de</strong> naturaleza. Allí nos quedamos otra semana.<br />

Nos llevaron a Norfok don<strong>de</strong> vimos una laguna iluminada.<br />

Y regresamos a Nueva York. Shail tenía 8 años menos que<br />

yo pero aún recordaba muchas cosas <strong>de</strong> la casa materna.<br />

- Didi, ¿por qué lloraste tanto en tu boda? Nos apenaste a<br />

todos. Yo llegué a <strong>de</strong>cirle a papá que enviáramos al marido a<br />

turbantes según la costumbre oriental. Yahan no pudo resistirse y<br />

<strong>de</strong>senvolviendo su turbante <strong>de</strong>jó a la vista el diamante. Nadir, al verlo,<br />

exclamó: ¡Kho-i-noor!, que quiere <strong>de</strong>cir “Montaña <strong>de</strong> luz”. Años <strong>de</strong>spués<br />

regresaría <strong>de</strong> nuevo a India don<strong>de</strong> los ingleses se apo<strong>de</strong>ran <strong>de</strong> él a través<br />

<strong>de</strong> la Compañía East Indian Oriental y se lo ofrecen a la reina Victoria en<br />

1850. La piedra entonces pesaba 186 quilates. La Reina la retalló y la dio<br />

su forma oval <strong>de</strong> 109 quilates, poniendo una cláusula en el testamento<br />

para evitar que perteneciera al Rey, pues según se pensaba, traía el<br />

infortunio a quien lo poseyera.

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