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POR EL SENDERO DEL SVADHARMA 163<br />
Cuarenta y siete<br />
Mi corazón se ha endurecido. Había estado más pendiente <strong>de</strong><br />
los dioses que <strong>de</strong> mi hijo. Ahora él ya no vive y yo no quiero<br />
rezar más. Pierdo la conciencia. Me visitan los médicos. Me dan<br />
inyecciones que me <strong>de</strong>jan somnolienta. Yo pido el sueño eterno.<br />
No me torturéis con la vida.<br />
Junto a mí, yaciendo en el lecho, está Ninu. Tu amante, tu<br />
amiga, tu novia, Ninu. Cuánto amor <strong>de</strong>sperdiciado. ¿Qué va a<br />
ser <strong>de</strong> ella? No sé qué palabras la consolarán. Mi corazón se<br />
encoge ante su juventud y su <strong>de</strong>stino. Todavía no es consciente<br />
<strong>de</strong> lo que ha pasado. ¿Cómo piensas que voy a ayudarte a criar<br />
a tus hijos si yo misma estoy sin vida? Mistermama y tus<br />
hermanos también andan errabundos, incapaces <strong>de</strong> consolarse<br />
mutuamente.<br />
¡Ojalá alguien nos <strong>de</strong>spertara <strong>de</strong> esta pesadilla! Ahora<br />
recuerdo a aquel ayudante <strong>de</strong> Patan, Jeet Bahadur, que llegó a<br />
casa sin saber que tú te habías casado. Entonces quiso conocer a<br />
Ninu y tú subiste corriendo a la habitación y la bajaste cubierta<br />
con un velo. Todos estábamos con la boca abierta. Jeet Bahadur<br />
no se lo podía creer y retrocedió. Le habías dicho a Ninu que<br />
era un tío <strong>de</strong>l pueblo y ella trataba <strong>de</strong> mostrarle todos los<br />
respetos como si fuera efectivamente <strong>de</strong> la familia. Todos nos<br />
reímos con aquella situación. Como cuando le pediste el menú<br />
al camarero y le or<strong>de</strong>naste que te trajera todos los platos que allí<br />
había. Encerrabas al abuelo en el servicio o te disfrazadas <strong>de</strong>