Los conocedores Ciencias sociales 6 - Edelvives
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Más actividades<br />
“Palomas y gavilanes”<br />
1. Lean los siguientes fragmentos de la novela Palomas y gavilanes, escrita por<br />
Silverio Domínguez (bajo el seudónimo de Ceferino de la Calle) y publicada en<br />
Buenos Aires en 1886.<br />
V. Recuerdos amargos<br />
Don Ernesto gonzález López hacía unos seis años que vivía en Buenos Aires. (…)<br />
Su elegante casa de la calle de Maipú, indicaba una posición encumbrada (…).<br />
Manteniéndose fiel a sus principios políticos, y ajeno de fraudes y rastrearías, su<br />
opinión pesaba mucho en la balanza y con razón estaba considerado como uno<br />
de los hombres rectos y probos del teatro social argentino. (…)<br />
Don Ernesto, con su trabajo y con el gran valor que tomaron los campos, había<br />
conseguido una fortuna que representaban sus miles de vacas y sus muchas leguas<br />
de campo bien poblado. De noble carácter y desprendido, no tardó en ser<br />
unas de las principales figuras de su provincia, debido a lo cual llegó a Buenos<br />
Aires para representarla en el Senado, sin vinculaciones ni compromisos, y dándose<br />
uno de los caros ejemplos de elección verdaderamente popular, pues los<br />
recomendados por los gobiernos tuvieron que retirarse al ver la imposibilidad de<br />
luchar con una persona que encarnaba la verdadera opinión del pueblo y contra<br />
quien se estrellarían todas las artes y maquinaciones que, nuestra política rastrera,<br />
acostumbra a poner en ejecución en parecidos casos. Por esto, todos lo respetaban,<br />
porque era el senador independiente por temperamento y por elección.<br />
Cuidaba con prolijo esmero de su familia, (…) juntos iban siempre a Colón ocupando<br />
su palco; juntos a la Recoleta y Palermo, y juntos estaban fuera de los<br />
momentos que, a Don Ernesto, le robaban las sesiones; no quería alejarse del<br />
lado de su familia y hasta para ir a misa a la Merced lo hacían juntos. (…)<br />
VII. Palomas y serpientes<br />
La casa de inquilinato presentaba un cuadro animado, lo mismo en los patios que<br />
en los corredores. Confundidas las edades, las nacionalidades y los sexos, constituía<br />
una especie de gusanera, donde todos se revolvían, saliendo unos, entrando otros,<br />
cruzando los más, con esa actividad diversa del conventillo.<br />
Húmedos los patios, por allí se desparrama el sedimento de la población; estrechas<br />
las celdas, por sus puertas abiertas se ve el mugriento cuarto, lleno de catres y baúles,<br />
sillas desvencijadas, mesas perni-quebradas, (…) y ese peculiar desorden de la<br />
habitación donde duermen cuatro o seis, y en donde es preciso dar buena o mala<br />
colocación a todo lo que se tenga. (…)<br />
16 <strong>Los</strong> <strong>conocedores</strong>