Silvia Colunga Santo.. - Dr. Luis Alberto Montero Cabrera ...
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De igual manera considero que la función principal de estas intervenciones es la prevención educativa, entendida esta como un conjunto de actuaciones dirigidas a la institución escolar, y a través de ella, a la familia y al entorno social, y encaminadas a modificar las condiciones que generan el fracaso del alumno y por extensión de la propia escuela. La intervención educativa debe garantizar el establecimiento de las orientaciones psicopedagógicas para la escuela y la familia que sean necesarias, desde una óptica que asegure sus posibilidades de aplicación. El trabajo con las familias ha de permitir la orientación a los padres para que estos puedan dar continuidad sistemática a la labor educativa de la escuela y asumir responsablemente la educación de sus hijos, crear las condiciones que le posibiliten un óptimo desarrollo psicológico y social. Para el logro de este fin han de promoverse iniciativas de formación de los padres que les faciliten los recursos necesarios para hacer factible lo anterior. En cuanto al trabajo en la institución escolar, este debe consistir en colaborar con el claustro de la organización, calificándolo para asumir una función de tutoría respecto al alumnado, proporcionándole recursos que le permitan responder a los requisitos básicos y apremiantes de su labor educativa. Lo expuesto atestigua que en este proceso es preciso integrar todos los elementos que influyen en la evolución del niño, con la finalidad de favorecer al máximo su aprendizaje autónomo y óptimo, así como el desarrollo armónico de todos los alumnos en el campo intelectual, social y afectivo. Se han descrito diferentes principios que deben orientar las intervenciones educativas. Entre estos alude Argyris 95 a la necesidad de garantizar la involucración afectiva de los participantes. Esto significa, desde la óptica de la autora, que las propias instituciones, en calidad de sistemas, deben estar comprometidas con la estrategia a aplicar, deben participar activa y responsablemente en la planeación del cambio y en la solución de los problemas de mayor envergadura. Las escuelas deben ser consideradas como sistemas abiertos, constituidas por grupos y basadas en las interacciones personales. Como tales sistemas, sostienen una relación continua con otros de su contexto, a través de la cual se intercambian informaciones y contactos.
En tal sentido es necesario comprender, que las personas con las cuales trabajan los interventores, forman parte ellas mismas de sistemas o subsistemas diversos que les influyen y les marcan. Así, un maestro es a la par miembro de su claustro y de un ciclo dentro de una escuela, a la vez que tiene su propia historia personal. Igualmente, el alumno que presenta dificultades en el aprendizaje, es un elemento integrante de su grupo de clase dentro de una institución docente determinada y también es hijo de una familia con una historia y con características solo inherentes a ella. Durante mucho tiempo las intervenciones psicopedagógicas escolares se basaron en los instrumentos que se habían creado y empleado en alta escala para el marco clínico, extrapolándose de una manera mecánica el modelo clínico de trabajo en salud mental a la escuela, mientras en cierta manera se ignoraban las características propias de la institución escolar. Sin embargo, como acertadamente señala R. Burden 96 , resulta necesario tratar los problemas de los individuos dentro de su contexto. Los problemas del ámbito escolar tienen una naturaleza interactiva y no pueden ser analizados al margen del escenario en que se producen. Desde mi punto de vista, las intervenciones educativas tienen que acomodarse a las demandas de la comunidad escolar. Y por ende no pueden ignorar las necesidades sentidas por los niños, sus maestros y familias, como paso previo al proceso de transformaciones esenciales orientadas a los primeros. Sin minimizar el papel de los objetivos correctivos individuales en procesos de intervención de esta índole, considero que estos no pueden renunciar a una transformación institucional (incluso “extrainstitucional”, y en tal sentido aludo a las influencias sobre la familia y otros sectores, grupos e instituciones de la comunidad), más global. Por tanto coincido con E. Bassedas cuando afirma que la intervenciones psicopedagógicas no deben arrinconarse “a un espacio correctivo con una escasa capacidad transformadora del sistema educativo.” 97 Por supuesto, estas intervenciones deben satisfacer las necesidades y exigencias concretas de atención a casos individuales, pero tienen que trascender estas y articular respuestas que apunten a una modificación más abarcadora de las situaciones educativas en que se patenticen estos casos particulares. Lo más exacto, entonces,
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Se han descrito diferentes principios que deben orientar las intervenciones educativas.<br />
Entre estos alude Argyris 95 a la necesidad de garantizar la involucración afectiva de los<br />
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Las escuelas deben ser consideradas como sistemas abiertos, constituidas por grupos<br />
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