Silvia Colunga Santo.. - Dr. Luis Alberto Montero Cabrera ...

Silvia Colunga Santo.. - Dr. Luis Alberto Montero Cabrera ... Silvia Colunga Santo.. - Dr. Luis Alberto Montero Cabrera ...

karin.fq.uh.cu
from karin.fq.uh.cu More from this publisher
12.05.2013 Views

parcial, aunque el carácter de los vínculos entre estas formas específicas de autovaloración relacionadas con una esfera en particular, permanece sin ser develado. Todo lo anterior, resulta válido para las investigaciones sobre la autoestima. En el presente trabajo, aunque se hace énfasis como unidades de análisis en la autoestima general, la referida al rendimiento escolar y la autoestima personal (que corresponden a las formas más afectadas en el diagnóstico inicial), se tienen en cuenta, además, las esferas social (incluida la moral), familiar y física o corporal de la estima de sí, en los sujetos-objeto de estudio. En la literatura especializada acerca de la temática, se alude a los rasgos propios de las personas con una autoestima elevada. Autores como B. B. Young, N. Branden y J. V. Bonet 77 describen qué particularidades poseen los sujetos que se autoestiman suficientemente. De lo expresado por estos autores se deriva, que una autoestima alta y positiva no significa un estado de éxito total y permanente y el reconocimiento único de los valores y potencialidades de la persona. Por el contrario, supone también reconocer las propias limitaciones y debilidades y aceptarse a pesar de errores, derrotas y fracasos. Esta aceptación permite a cada individuo ser su propia autoridad y hacerse cargo de su vida de una manera consciente. El nivel de autoestima que caracteriza a las personas no tiene un carácter estático. La estima de sí se desarrolla y se modifica a través de la ontogénesis única y peculiar de cada individuo. La autoestima se adquiere primariamente en el seno de la familia en que a cada persona le corresponde crecer. Esta experiencia de aprendizaje de sí mismo va afectando de manera decisiva su existencia, en forma constructiva o destructiva y en los diferentes ámbitos en que se desarrolla el sujeto: familia, escuela y entorno social. Por tanto, la autoestima es una actitud que se aprende, que fluctúa y que se puede mejorar. Esto fundamenta el papel de intervenciones educativas y/o programas escolares destinados a incidir sobre la misma en los niños, sus padres y maestros. Sin embargo, la creación de programas o estrategias no puede erigirse en la manera única de influir en el aumento de la autoestima de los escolares. Para ello se requiere una concepción diferente del proceso docente-educativo y una nueva mentalidad de los encargados de su conducción. Si los educadores no tienen conocimientos exactos

acerca de esta y de cómo formarla en los infantes, no pueden accionar consciente y planificadamente en su desarrollo. Como se ha corroborado en numerosas investigaciones, la manera equivocada en que padres y maestros asumen los fracasos escolares de un niño, lastran aún más el rendimiento escolar de este. La autoimagen infantil y las vivencias de inadecuación e incompetencia en la escuela de infantes con dificultades para aprender, parecen depender estrechamente del clima familiar, las actitudes paternas y las estrategias educativas que utilizan los padres dentro del hogar. Por otra parte se constata, que el maestro comunica sus actitudes y esperanzas respecto al alumno por vías muy diversas, con lo cual apoya o entorpece su aprendizaje y a la vez su imagen de sí y la visión del mundo que se forja. J. V. Bonet 78 se refiere, a partir de resultados investigativos concretos, a conductas diversas mediante las cuales los maestros comunican sus actitudes hacia aquellos estudiantes de los que esperan poco en términos de aprendizaje: les dan menos tiempo a esos alumnos para responder a las preguntas, o les dan ellos mismos las respuestas, o los ignoran preguntándole a estudiantes más aventajados; les responden de manera poco informativa, con menos afecto y contacto visual; les critican más sus fallas y alaban menos sus éxitos e interactúan menos con ellos, entre otras. En resumen, los educadores tienden a prestar menos interés a los alumnos con dificultades para aprender, lo que a su vez refuerza el bajo rendimiento escolar de estos niños, porque menoscaba su autoestima. Según D. Corkille 79 , la autoestima puede enseñarse a partir de: 1) Adquirir cada vez más conocimientos de sí mismos, es decir, conocer acerca de nuestro cuerpo, nuestros sentimientos, deseos, pensamientos, aptitudes... 2) Promover la autoaceptación, o lo que es lo mismo, aprender a no rechazar su experiencia y a no rivalizar con uno mismo. 3) Potenciar la autoafirmación, que es igual a decir aprender a expresarse en la acción diaria. Este punto de vista es compartido por la autora y tomado en consideración en el programa interventivo puesto en práctica. Quiere decir entonces que cuando en la práctica educativa se promueven acciones encaminadas al autoconocimiento, la

parcial, aunque el carácter de los vínculos entre estas formas específicas de<br />

autovaloración relacionadas con una esfera en particular, permanece sin ser develado.<br />

Todo lo anterior, resulta válido para las investigaciones sobre la autoestima. En el<br />

presente trabajo, aunque se hace énfasis como unidades de análisis en la autoestima<br />

general, la referida al rendimiento escolar y la autoestima personal (que corresponden a<br />

las formas más afectadas en el diagnóstico inicial), se tienen en cuenta, además, las<br />

esferas social (incluida la moral), familiar y física o corporal de la estima de sí, en los<br />

sujetos-objeto de estudio.<br />

En la literatura especializada acerca de la temática, se alude a los rasgos propios de<br />

las personas con una autoestima elevada. Autores como B. B. Young, N. Branden y J. V.<br />

Bonet 77 describen qué particularidades poseen los sujetos que se autoestiman<br />

suficientemente. De lo expresado por estos autores se deriva, que una autoestima alta y<br />

positiva no significa un estado de éxito total y permanente y el reconocimiento único de<br />

los valores y potencialidades de la persona. Por el contrario, supone también reconocer<br />

las propias limitaciones y debilidades y aceptarse a pesar de errores, derrotas y<br />

fracasos. Esta aceptación permite a cada individuo ser su propia autoridad y hacerse<br />

cargo de su vida de una manera consciente.<br />

El nivel de autoestima que caracteriza a las personas no tiene un carácter estático. La<br />

estima de sí se desarrolla y se modifica a través de la ontogénesis única y peculiar de<br />

cada individuo.<br />

La autoestima se adquiere primariamente en el seno de la familia en que a cada<br />

persona le corresponde crecer. Esta experiencia de aprendizaje de sí mismo va<br />

afectando de manera decisiva su existencia, en forma constructiva o destructiva y en los<br />

diferentes ámbitos en que se desarrolla el sujeto: familia, escuela y entorno social.<br />

Por tanto, la autoestima es una actitud que se aprende, que fluctúa y que se puede<br />

mejorar. Esto fundamenta el papel de intervenciones educativas y/o programas<br />

escolares destinados a incidir sobre la misma en los niños, sus padres y maestros. Sin<br />

embargo, la creación de programas o estrategias no puede erigirse en la manera única<br />

de influir en el aumento de la autoestima de los escolares. Para ello se requiere una<br />

concepción diferente del proceso docente-educativo y una nueva mentalidad de los<br />

encargados de su conducción. Si los educadores no tienen conocimientos exactos

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!