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Silvia Colunga Santo.. - Dr. Luis Alberto Montero Cabrera ...

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Anexo No. 33<br />

Lectura terapéutica<br />

“ La reflexión de Robertico.”<br />

- ¡ Caramba! -, exclamó Robertico al tropezar con una piedra.<br />

Realmente caminaba distraído. La prueba de Matemáticas estaba al doblar la esquina y él en las<br />

nubes.<br />

- Nada, que no nací para eso, ¡ vaya! , que los números son un coco para mí, tú vas a ver que voy a<br />

repetir y mamá se alará los pelos, ¿ qué hago ?<br />

- ¡ Hey jovencito! , ¡ oye, muchacho !<br />

- Es un viejito, ¿ qué querrá?, tan fastidiado como estoy con esto de la prueba. Veamos.<br />

- Sí, abuelo, ¿ qué desea?<br />

- Ayúdame con esta jaba, no te molestaré mucho. Vivo cerca, al doblar la esquina.<br />

- Así mismo está mi prueba de Matemáticas.<br />

- ¿ Decías? -, interrogó el anciano.<br />

- Nada, abuelo, nada, venga que lo ayudo.<br />

Mientras caminaba, Robertico le cuenta al abuelo Mario ( así le dijo que se nombraba ), sus<br />

preocupaciones. Al verlo tan nervioso, el anciano le aconsejó que se relajara con el siguiente<br />

proverbio: “Tu capacidad para relajarte, es directamente proporcional a tu habilidad para confiar en<br />

ti”.<br />

El niño quedó pensativo, al rato replicó:<br />

- Sé que aunque estudie, no aprobaré. Martica sí es buena en Matemática, pero yo soy lo que se dice<br />

un zurdo para los números.<br />

- Debes confiar en tus posibilidades para salir adelante. Y además, recuerda siempre esta expresión<br />

del padre de la Lengua Española Miguel de Cervantes y Saavedra, - aconsejó el anciano - “ no es un<br />

hombre más que otro, si no hace más que otro”.<br />

- Mira, yo vivo aquí, cuando pases por mi puerta puedes tocar, siempre hallarás una mano amiga,<br />

pero toca también la puerta del estudio, él estará a tu disposición, es un buen amigo.<br />

Más de siete días transcurrieron sin que el abuelo Mario viera a Robertico, pero ese jueves la risa<br />

infantil lo obligó a asomarse. Era él.<br />

- ¡ Hey muchacho, Robertico! , ¿ cómo te fue con la Matemática?- , preguntó el anciano.<br />

- Le saqué noventa y dos, Mario, noventa y dos -, contestó alegre el pequeño. - Aprendí con usted y<br />

me fue muy bien, cuando uno quiere es capaz de todo.<br />

El abuelo Mario pasó su mano por los castaños cabellos del muchacho, mientras por su mente<br />

pasaba la misma escena de cuando él era un joven y el alfabetizador lo enseñó a leer. El niño se alejó y<br />

una gota salada rodó por las mejillas del abuelo Mario. Había realizado una obra, había salvado a un<br />

niño, se sintió feliz.<br />

Preguntas para el debate :<br />

1)- ¿ De qué trata la lectura?

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