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El 27 de julio de 2012, millones de
aficionados estarán listos para
ver el arranque de los Juegos
Olímpicos de Londres. Pero…
¿cuál sería su reacción si vieran
que el fuego olímpico volviera a encenderse
en China?
Ese escenario puede ser posible. La
causa es la multicitada crisis, que empezó
poco antes de la inauguración en Beijing y
que llevó a caídas estrepitosas a las bolsas
de valores en todo el mundo.
También propició la quiebra de muchos
bancos y países, como Islandia. Esto le dio
un strike a los deportes. Para Londres,
que sentía orgullo por ser la sede de este
evento, el sueño se volvió pesadilla.
En mayo de 2008, Ashling O’Connor,
corresponsal de las olimpiadas, ya anunciaba
la fragilidad británica para invertir
en estadios, seguridad y todo lo que
conlleva haber ganado a Madrid, Moscú,
Nueva York y París.
Cuando los ojos estaban puestos en
la capital de Inglaterra, las reacciones no
fueron tan buenas. ¿Cómo podría Londres
superar los juegos en China?
Tessa Jowell, ministra de los juegos
olímpicos, declaró que si el primer minis-
tro británico, Gordon Brown, hubiera sabido
lo que iba a pasar, nunca habría pujado
para que Londres fuera el organizador de
las olimpiadas.
En un principio, continúa Jowell, “los
juegos deseaban hacerse en Inglaterra
para que hubiera inversión, pero sólo se
convirtió en una inversión contra cíclica.
Además, ayudaría a regenerar el este de
Londres. Hoy, parece que se quiere tirar el
dinero en una gran fiesta estúpida”.
Foto AP
El primer ministro de
Inglaterra, Gordon
Brown (derecha),
ya siente la presión
de que su país sea la
sede de los Juegos
Olímpicos 2012.
Los rumores llevaron a la gente a pensar
que tal vez no había sido la mejor decisión.
Alice Miles, reportera del Times,
escribió en noviembre de 2008 sobre el
rumor lo que muchos pensaron desde el
colapso financiero: “¿Por qué los juegos
no pueden volver a ser en Beijing?”.
China tardó casi siete años en estar
lista. Invirtieron en renovación urbana,
ampliación de infraestructura y la construcción
de instalaciones olímpicas.