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El corrector de la Historia – Gabriel Guralnik (PDF - Los Revelados

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<strong>El</strong> Corrector <strong>de</strong> <strong>la</strong> <strong>Historia</strong> <strong>Gabriel</strong> <strong>Guralnik</strong><br />

una persona que se hiciera cargo <strong>de</strong> difundir estas páginas, que<br />

ahora estoy terminando.<br />

Le envié un correo electrónico, ofreciéndole el bosquejo <strong>de</strong> una<br />

nove<strong>la</strong>. A <strong>Guralnik</strong> parece gustarle <strong>la</strong> ciencia-ficción. Le ac<strong>la</strong>ré<br />

que mi historia no era <strong>de</strong> ese género, pero que se podía leer como<br />

si lo fuera. No le dije, en el correo, que el autor tendría que ser él.<br />

No era el momento.<br />

Respondió al día siguiente. Me dijo que ya no editaba, pero que<br />

igual escucharía mi proyecto con gusto. Como todos los editores<br />

le respon<strong>de</strong>n a los autores <strong>de</strong>sconocidos que ya no editan, acordé<br />

una cita con él.<br />

Nos conocimos en un bar <strong>de</strong> Caballito. En el rato en que<br />

estuvimos juntos lo vi mirar por los ventanales a <strong>la</strong>s mujeres que<br />

pasaban, más cuando se iban que cuando venían. A los pocos<br />

minutos <strong>de</strong> char<strong>la</strong> me contó que también él escribía, como si me<br />

reve<strong>la</strong>se algo que no estaba <strong>de</strong>stinado a cualquiera. También me<br />

dijo que hacía un tiempo que le costaba escribir. Culpó a su<br />

trabajo <strong>de</strong> ese vacío, que una persona normal hubiese atribuido a<br />

sus propias limitaciones. Me cayó bien que no intentara<br />

mostrarme nada. No habría tenido más remedio que leerlo.<br />

Nos <strong>de</strong>spedimos en una esquina, él asegurando que leería mis<br />

notas en cuanto <strong>la</strong>s tuviese listas, yo convencido <strong>de</strong> que <strong>la</strong>s<br />

<strong>de</strong>jaría olvidadas en una montaña <strong>de</strong> basura. Le di <strong>la</strong> mano,<br />

mientras los ojos se le perdían en <strong>la</strong>s asenta<strong>de</strong>ras <strong>de</strong> una chica<br />

que podría haber sido su hija. Eso fue en marzo, cuando recién<br />

comenzaban <strong>la</strong>s c<strong>la</strong>ses. Lo recuerdo porque <strong>la</strong> chica tenía<br />

uniforme <strong>de</strong> colegio privado.<br />

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