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técnica bajo todas las formas y hace de la palabra, de la escritura, una técnica. Hasta aquí Blanchot, señala la impronta que hace de la palabra escrita, la técnica. Y sabemos que hay escrituras con mecanismos complejos, donde el sujeto que escribe coincide con el sujeto del enunciado, esta operación es una de las claves de la tecnología de la identidad, entonces designo así al conjunto de conocimientos, de procedimientos y de recursos que hacen entrar al sujeto, su historicidad, en la vida como agente transformador del cuerpo social a través de la palabra escrita. En un libro clásico Ecología de la libertad, Murray Bookchin 1 describe cómo la técnica desde las vanguardias históricas se había convertido en un artefacto cultural, además de mecánico, que abrumaba con sus exhortaciones tecnocráticas, corporizadas en el poder y en el control de la naturaleza; con los años '60, resurgen tradiciones más orgánicas, de tecnología suaves e industrias a pequeña escala. Surgen ante la alarma de la contaminación ambiental y otros sistemas destructivos de producción en masa. Lo que hoy conocemos bajo el rótulo de ecosistema concebido como holístico. Relacionada con la tekné helénica o sea, una obra de arte, esta imaginación técnica era libertaria y permitía pensar "ecológicamente", o sea cómo organismos, desde una economía que incluye a la naturaleza. De este modo naturaleza y cultura se interrelacionan desde distintos áreas. En un sentido similar, Bauman 2 propone crear la identidad del mismo modo que se crean las obras de arte, la identidad entendida como autodefinición y autoafirmación está de forma perpetua in statu nascendi, resultado –cita la definición de Claude Dubar- a la vez estable y provisional, individual y colectivo, subjetivo y objetivo, biográfico y estructurado, de diversos procesos de socialización que construyen a los individuos y al mismo tiempo definen a las instituciones. Esta socialización está entre la libertad y el deseo de aprobación de la comunidad de referencia. Todos los recursos y habilidades estarán puestos en la tarea de buscar/construir/reformar la identidad y a veces son pocos en este camino erizado de problemas, llámense dinero, ideología o inferioridad intrínseca. III 1 Bookchin, Murray, Ecología de la libertad, Buenos Aires, Altamira, 1993. 2 Bauman, Zygmunt, El arte de la vida –De la vida como obra de arte-, Buenos Aires, Paidós, 2010. 62

A esta altura es necesario retomar algunos conceptos que intervienen en la cuestión de la identidad personal: que el sexo no es algo natural, tributario de la anatomía, sino que es el efecto de una concepción de un sistema social marcado por la normativa de género. Gemma Vicente Arregui 1 dice al respecto que la pertinencia normativa de la diferencia sexual es el núcleo que fundamenta el pensamiento y la práctica de muchas épocas y culturas diferentes, es la gran invariante antropológica. Así “mujer” categorizada por sexo y género es un significante político que funciona como dispositivo productor de subjetividad. Esta subjetividad se inscribe en discursos. Y ¿cuáles son los discursos escritos privilegiados de la identidad? Tradicionalmente comprendían las memorias, la autobiografía, la correspondencia, el diario íntimo. Por supuesto, hablo de la instancia donde la subjetividad es discurso y si se constituye como discurso literario escrito se trata de una tecnología. Durante varios siglos estos escritos son puestos en función de la categoría de géneros literarios y tratándose de la identidad, los recursos tecnológicos condicionan a los géneros discursivos. En la literatura escrita hasta el siglo XX, se sabe que pasa de lo privado a lo público concedida la publicación, tanto los diarios íntimos como las cartas, hacían un guiño a la posteridad, resulta que el yo se inventa, se interpreta y se ubica en el mundo simbólico de la cultura 2 . La verosimilitud dada por la sinceridad del sujeto esta hipostasiada. El término acuñado por J. Butler, performatividad, daba espacio a las configuraciones alcanzadas por diversas tecnologías y su aplicación a la obra literaria, resignifica tanto por su nuevo lenguaje, que deja en el pasado la impugnación al sistema binario de géneros y sus arquetipos, cómo por presentar un sujeto pleno, legible por sus alianzas y legible por sus filiaciones más que por su identidad (dónde, por supuesto, los modos de presentaciones de cuestiones de género no están vinculadas con la orientación sexual). Esta legibilidad, me pregunto, pasa por el tema, por el plan de la obra como en El cuerpo Lesbiano de Monique Wittig, por las forma de representación como En la Frontera de Gloria Anzaldúa, por dispositivos retóricos como en el título del poema La hombre de la poeta helena, por instrucciones a los sujetos de la representación como en el caso de Malina de Ingeborg Bachmann, que no tienen identidad de género estabilizada, no es o es: él, ella, en todo caso no está supuesto. O pasa por algo tan delicado como la entonación, por ejemplo el susurro, o por la traducción, la apropiación, reducción o la transliteración, recordemos los puntos suspensivos en los poemas de Safo. O por la 1 Vicente Arregui, Gemma: “Las mujeres en la sociedad y en el derecho” en Pensar Iberoamérica (A.H. Andujar y S. Schimidt eds.), Buenos Aires, Prometeo Libros, 2009. 2 V. Reyes, Alfonso: “Estudio preliminar” en Literatura Epistolar, AAVV, México, CONACULTA- Océano, 1999. 63

A esta altura es necesario retomar algunos conceptos que intervienen en la cuestión <strong>de</strong><br />

la i<strong>de</strong>ntidad personal: que el sexo no es algo natural, tributario <strong>de</strong> la anatomía, sino que<br />

es el efecto <strong>de</strong> una concepción <strong>de</strong> un sistema social marcado por la normativa <strong>de</strong><br />

género. Gemma Vicente Arregui 1<br />

dice al respecto que la pertinencia normativa <strong>de</strong> la<br />

diferencia sexual es el núcleo que fundamenta el pensamiento y la práctica <strong>de</strong> muchas<br />

épocas y culturas diferentes, es la gran invariante antropológica. Así “mujer”<br />

categorizada por sexo y género es un significante político que funciona como dispositivo<br />

productor <strong>de</strong> subjetividad.<br />

Esta subjetividad se inscribe en discursos. Y ¿cuáles son los discursos escritos<br />

privilegiados <strong>de</strong> la i<strong>de</strong>ntidad? Tradicionalmente comprendían las memorias, la<br />

autobiografía, la correspon<strong>de</strong>ncia, el diario íntimo. Por supuesto, hablo <strong>de</strong> la instancia<br />

don<strong>de</strong> la subjetividad es discurso y si se constituye como discurso literario escrito se<br />

trata <strong>de</strong> una tecnología. Durante varios siglos estos escritos son puestos en función <strong>de</strong><br />

la categoría <strong>de</strong> géneros literarios y tratándose <strong>de</strong> la i<strong>de</strong>ntidad, los recursos tecnológicos<br />

condicionan a los géneros discursivos.<br />

En la literatura escrita hasta el siglo XX, se sabe que pasa <strong>de</strong> lo privado a lo público<br />

concedida la publicación, tanto los diarios íntimos como las cartas, hacían un guiño a la<br />

posteridad, resulta que el yo se inventa, se interpreta y se ubica en el mundo simbólico<br />

<strong>de</strong> la cultura 2<br />

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La verosimilitud dada por la sinceridad <strong>de</strong>l sujeto esta hipostasiada.<br />

El término acuñado por J. Butler, performatividad, daba espacio a las configuraciones<br />

alcanzadas por diversas tecnologías y su aplicación a la obra literaria, resignifica tanto<br />

por su nuevo lenguaje, que <strong>de</strong>ja en el pasado la impugnación al sistema binario <strong>de</strong><br />

géneros y sus arquetipos, cómo por presentar un sujeto pleno, legible por sus alianzas y<br />

legible por sus filiaciones más que por su i<strong>de</strong>ntidad (dón<strong>de</strong>, por supuesto, los modos <strong>de</strong><br />

presentaciones <strong>de</strong> cuestiones <strong>de</strong> género no están vinculadas con la orientación sexual).<br />

Esta legibilidad, me pregunto, pasa por el tema, por el plan <strong>de</strong> la obra como en El cuerpo<br />

Lesbiano <strong>de</strong> Monique Wittig, por las forma <strong>de</strong> representación como En la Frontera <strong>de</strong><br />

Gloria Anzaldúa, por dispositivos retóricos como en el título <strong>de</strong>l poema La hombre <strong>de</strong> la<br />

poeta helena, por instrucciones a los sujetos <strong>de</strong> la representación como en el caso <strong>de</strong><br />

Malina <strong>de</strong> Ingeborg Bachmann, que no tienen i<strong>de</strong>ntidad <strong>de</strong> género estabilizada, no es o<br />

es: él, ella, en todo caso no está supuesto. O pasa por algo tan <strong>de</strong>licado como la<br />

entonación, por ejemplo el susurro, o por la traducción, la apropiación, reducción o la<br />

transliteración, recor<strong>de</strong>mos los puntos suspensivos en los poemas <strong>de</strong> Safo. O por la<br />

1<br />

Vicente Arregui, Gemma: “Las mujeres en la sociedad y en el <strong>de</strong>recho” en Pensar Iberoamérica<br />

(A.H. Andujar y S. Schimidt eds.), Buenos Aires, Prometeo Libros, 2009.<br />

2<br />

V. Reyes, Alfonso: “Estudio preliminar” en Literatura Epistolar, AAVV, México, CONACULTA-<br />

Océano, 1999.<br />

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