PDF - Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento ...

Horacio Eduardo Ruiz (UBA)
horus1908@yahoo.com.ar
Desde los orígenes más remotos, a la autoridad, en sentido inabarcable o inexpresable –
ya que es un término comodín o buzzword- se la vincula con el marketineado liderazgo.
Desde luego, el vocablo autoritas, etimológicamente “augure”, significa aumentar: en esta
línea, Sartori (1989) cree que “los que están en posición de la autoridad hacen cumplir,
confirman o sancionan una línea de acción o de pensamiento”, falacia inatinente que peca
de petitio principi.
Ahora bien, ¿quiénes, sino los propios responsables de sus destinos se autoimponen la
presencia de un líder, más allá del “carisma” (Weber) de su representación? Wrong aduce
que existen dos relaciones asimétricas: la primera entre fuerza y manipulación y la
segunda entre persuasión y autoridad. Esta última me obliga a repensar una categoría
bastardeada: la del líder y su vinculación “deformada” con la autoridad, de hecho un
constructo hipersimplificador. Remito a las ínfimas obliteraciones de la historia (no a las
visibles o catastróficas) para dar un contraejemplo que sitúe esa vinculación en el plano
de la “fantasía”: los insignificantes “líderes” innominados, fantasmagóricos, que carecen
de autoridad –entendida como pregnancia/presencia- nimios aotorrefutadores de su
propia persuasión (¿antilíderes?).
De este modo, se rompe la circularidad (pese a que Kuhn niega que todos los círculos
sean viciosos) que impone como requisito sine qua non la instalación de un líder en el
constructo de la autoridad, y sobre todo, la del autoritarismo –polo complementario de mi
reflexión- En este talante, cabe preguntarse si los grandes “líderes” (o su exigencia ) no
son producto emergente de una necesidad que catapulta el deseo. De allí que no
solamente permanezco en la refutación, sino que ofrezco una alternativa que bien
conocen los orientales: el visionario alejado de todo rasgo de autoridad –como se
entiende ésta en Occidente- paladín de toda acción o pensamiento que se substrae a toda
clase de dimensionalidad autoritaria y ejerce, en recíproca complementareidad con el
“otro”, una especie de concordancia.
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Acción técnica, intervención y utopía
Mariana Santander (Usal)
santanderlucia@yahoo.com.ar
Partiendo de la idea de Andrew Feenberg según la cual la acción técnica es concebida y
medida a partir del impacto que la misma produce en el interior de un sistema al que su
agente pertenece, nos abocaremos a revisar el problema del feedback que, según el autor
en cuestión, se da entre el agente y el objeto/sistema de manera diferida, creando una
ilusión de trascendencia que esconde la finitud, incrementa la soberbia y deja fuera
cualquier posibilidad de un uso racional, responsable, democrático de las tecnologías.
Nuestro trabajo intenta discutir la tensión que el autor establece en vistas a reducir el
conflicto mediante un supuesto restablecimiento de la proporción “adecuada” que vendría
de la mano de la democracia. Pues, con Plessner y Rousseau, inscribimos este conflicto
en el acta de nacimiento de una especie que, perversión asumida, intenta incorporarse a
un sistema que lo excluye, mediante la acción proteica, que implica observación,
aprendizaje, imitación y vuelta de tuerca. Creemos que en su intento por adecuarse a una
naturaleza hostil el hombre “interviene”, de modo que utiliza, recrea, innova y transvalora
el sistema que lo vio nacer. Recrear el mundo, trabajar, sobrevivir y auto-salvarse, son
acciones que llevan al hombre a “extender los límites del imperio humano para efectuar
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