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impelidas por una fervorosa ambición de poder aplazan los intereses colectivos en pos de beneficiar los individuales y a partir de ello signan el curso de una nación. Estos mecanismos apaciguan las voluntades individuales y las libres iniciativas; la libertad, en tanto la entendamos aquí como la admisión y participación de las personas en el espacio político-público, y la protección de una esfera inviolable de derechos individuales en el marco de un gobierno limitado, se vuelve nula. El asentamiento de los autoritarismos, que provoca irremediablemente una cierta inclinación de la sociedad hacia la domesticidad, una docilidad frente a lo impuesto, paraliza en el hombre sus más loables inclinaciones y obstruye a la personalidad el paso a sus más originales posibilidades. En estos ámbitos “el respeto a los convencionalismos injustos corrompe la conciencia moral y convierte a cada uno en cómplice de todos, y los caracteres débiles acaban obrando mal por no contrariar la maldad de los demás”. 1 La ética que Ingenieros edifica resulta fundamental para pensar las sociedades de estos días. Buscando alejarse de la sombra de los capciosos idealismos de la vieja metafísica y evitar su influencia, construye una ética funcional promovida por el empuje de las fuerzas morales y la puesta en escena de un idealismo ético en función de la experiencia social. Pero una ética nueva no implica necesariamente la adopción de una serie de normas originales, sino una nueva postura frente a los problemas de la vida humana, porque “determinar lo que puede hacer el hombre para su elevación moral, por cuáles medios, en qué medida, es más útil que teorizar sobre deberes imposibles y 2 finalidades extrahumanas.” Es imprescindible formarse un ideal que sea fruto de la experiencia propia y entregarse a él sin reservas. De esta manera, la practicidad de la ética que el autor propone no solo es incompatible con los ideales de la vieja metafísica, sino que también aparece como un claro intento de superación de la misma. Ingenieros descree de los sistemas y pensamientos edificados en torno a la aceptación y creencia en teorías absolutas, estáticas, invariables, ya que éstas no son más que “frías escorias dejadas por la fervorosa moralidad de culturas pretéritas.” 3 Las autoridades que uniforman, enmudecen y paralizan a los individuos extinguen toda posibilidad de progreso. Mas la experiencia social nos advierte que los conceptos, las normas y los valores se renuevan incesantemente, y que no es posible pensar sociedades bajo órdenes políticos estáticos, inmóviles, que perpetuándose en el poder y respondiendo más a una necesidad o interés individual que a la voz del pueblo, suspenden la prosperidad de la nación. Los intereses individuales priman por sobre los colectivos, y el rumbo que toma la sociedad no responde fidedignamente al segundo grupo de intereses mencionado. Perpetuar modelos, mantenerlos en la invariabilidad, resultan decisiones absurdas e hipócritas frente al eterno mudar de la naturaleza, frente a la inestable realidad social, y pone de manifiesto los peligros que acarrean la aceptación y posterior primacía de un pensamiento único, aceptación a partir de la cual tiende a quedar restringida, y hasta en algunos casos abolida, la diversidad y la inaplazable necesidad de 1 Ibídem: 91. 2 Ibídem: 94. 3 Ibídem: 15. 316

enovación. Con la instalación de un pensamiento que se quiere único y que consecuentemente delimita la variabilidad, las libertades comienzan a perder su espesor; la uniformidad en el pensamiento se convierte así en el cómplice perfecto para la imposibilidad de cualquier evolución. Estático, censura el progreso y debilita el desarrollo social, sume a los individuos en un peligroso letargo que no sólo adormece sus fuerzas morales, sino que también anula las capacidades. Cierto es que “la disciplina es indispensable para hacer eficaz toda obra común,” 1 pero tanto más lo es que “debe ser libremente aceptada como resultado de la competencia antes que impuesta como abuso del privilegio.” 2 Frente a la coerción ajena, será libre el hombre que tiene capacidad de iniciativa, el que se hace responsable de sus actos. La aceptación, la sumisión, el renunciamiento, agostan al hombre y le garantizan una vejez prematura. La inanidad de este comportamiento acarrea consecuencias gravísimas, ya que promueve la incapacidad de prever y de soñar, obstruye la expansión de la personalidad y la posibilidad de acometer grandes empresas. Los preceptos éticos que el autor expone en la obra estudiada implican una luz entre tanta oscuridad, una suerte de guía espiritual para los individuos en este tipo de sociedades. Por eso atrae su pensamiento en tanto alternativo, y es bajo esta condición que me ha interesado presentarlo. Como él mismo afirma, busca, a partir de esta obra, estimular a los jóvenes a descubrir sus propios ideales y hacer frente a la imposición de mandatos ajenos a sus voluntades. Para ello señala que el pensamiento debe ser inquieto, escurridizo, debe indagar y estar siempre en movimiento, creando. Su contracara la conforman los espíritus pasivos: mientras éstos han adquirido el reprochable hábito de confiar en iniciativas impropias e impuestas, adormeciendo de este modo el rigor y valor de sus fuerzas morales, el espíritu rebelde resulta determinante en el porvenir de una sociedad, en su desarrollo y crecimiento. La responsabilidad, por lo tanto, no es posible en quienes han perdido la confianza en sus propias fuerzas “y entregan su destino a la 3 complicidad de los demás”, ya que, de este modo, todo lo esperan y se han vuelto esclavos de la costumbre. La responsabilidad debe fundarse necesariamente en un así lo he querido yo, y no en un así lo han querido por mí. Los individuos de una sociedad, por lo tanto, deben encontrarse permanentemente impulsados por una marcada inclinación por la innovación, la creación y la libre iniciativa. Esto es propio de los espíritus rebeldes; solamente a partir de la propagación de los mismos es posible hablar en términos de un progreso efectivo. En ellos, y no en los espíritus quietistas, encuentra el autor la base adecuada para la transformación de una sociedad, para su prosperidad. En la acción, y no en la espera; en el aumento de la vida, y no en el reposo, en la actividad y no en la pasividad; en la voluntad de querer, porque el que quiere hace. Entiende José Ingenieros que el imperio de las fuerzas morales, a las 4 que caracteriza como plásticas, proteiformes, “es superior a la coacción y la violencia”; y 1 Ibídem: 37. 2 Ibídem: 37. 3 Ibídem: 34. 4 Ibídem: 13. 317

impelidas por una fervorosa ambición <strong>de</strong> po<strong>de</strong>r aplazan los intereses colectivos en pos <strong>de</strong><br />

beneficiar los individuales y a partir <strong>de</strong> ello signan el curso <strong>de</strong> una nación. Estos<br />

mecanismos apaciguan las volunta<strong>de</strong>s individuales y las libres iniciativas; la libertad, en<br />

tanto la entendamos aquí como la admisión y participación <strong>de</strong> las personas en el espacio<br />

político-público, y la protección <strong>de</strong> una esfera inviolable <strong>de</strong> <strong>de</strong>rechos individuales en el<br />

marco <strong>de</strong> un gobierno limitado, se vuelve nula. El asentamiento <strong>de</strong> los autoritarismos, que<br />

provoca irremediablemente una cierta inclinación <strong>de</strong> la sociedad hacia la domesticidad,<br />

una docilidad frente a lo impuesto, paraliza en el hombre sus más loables inclinaciones y<br />

obstruye a la personalidad el paso a sus más originales posibilida<strong>de</strong>s. En estos ámbitos<br />

“el respeto a los convencionalismos injustos corrompe la conciencia moral y convierte a<br />

cada uno en cómplice <strong>de</strong> todos, y los caracteres débiles acaban obrando mal por no<br />

contrariar la maldad <strong>de</strong> los <strong>de</strong>más”. 1<br />

La ética que Ingenieros edifica resulta fundamental para pensar las socieda<strong>de</strong>s <strong>de</strong><br />

estos días. Buscando alejarse <strong>de</strong> la sombra <strong>de</strong> los capciosos i<strong>de</strong>alismos <strong>de</strong> la vieja<br />

metafísica y evitar su influencia, construye una ética funcional promovida por el empuje <strong>de</strong><br />

las fuerzas morales y la puesta en escena <strong>de</strong> un i<strong>de</strong>alismo ético en función <strong>de</strong> la<br />

experiencia social. Pero una ética nueva no implica necesariamente la adopción <strong>de</strong> una<br />

serie <strong>de</strong> normas originales, sino una nueva postura frente a los problemas <strong>de</strong> la vida<br />

humana, porque “<strong>de</strong>terminar lo que pue<strong>de</strong> hacer el hombre para su elevación moral, por<br />

cuáles medios, en qué medida, es más útil que teorizar sobre <strong>de</strong>beres imposibles y<br />

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finalida<strong>de</strong>s extrahumanas.” Es imprescindible formarse un i<strong>de</strong>al que sea fruto <strong>de</strong> la<br />

experiencia propia y entregarse a él sin reservas. De esta manera, la practicidad <strong>de</strong> la<br />

ética que el autor propone no solo es incompatible con los i<strong>de</strong>ales <strong>de</strong> la vieja metafísica,<br />

sino que también aparece como un claro intento <strong>de</strong> superación <strong>de</strong> la misma. Ingenieros<br />

<strong>de</strong>scree <strong>de</strong> los sistemas y pensamientos edificados en torno a la aceptación y creencia en<br />

teorías absolutas, estáticas, invariables, ya que éstas no son más que “frías escorias<br />

<strong>de</strong>jadas por la fervorosa moralidad <strong>de</strong> culturas pretéritas.” 3<br />

Las autorida<strong>de</strong>s que uniforman, enmu<strong>de</strong>cen y paralizan a los individuos extinguen<br />

toda posibilidad <strong>de</strong> progreso. Mas la experiencia social nos advierte que los conceptos,<br />

las normas y los valores se renuevan incesantemente, y que no es posible pensar<br />

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respondiendo más a una necesidad o interés individual que a la voz <strong>de</strong>l pueblo,<br />

suspen<strong>de</strong>n la prosperidad <strong>de</strong> la nación. Los intereses individuales priman por sobre los<br />

colectivos, y el rumbo que toma la sociedad no respon<strong>de</strong> fi<strong>de</strong>dignamente al segundo<br />

grupo <strong>de</strong> intereses mencionado. Perpetuar mo<strong>de</strong>los, mantenerlos en la invariabilidad,<br />

resultan <strong>de</strong>cisiones absurdas e hipócritas frente al eterno mudar <strong>de</strong> la naturaleza, frente a<br />

la inestable realidad social, y pone <strong>de</strong> manifiesto los peligros que acarrean la aceptación y<br />

posterior primacía <strong>de</strong> un pensamiento único, aceptación a partir <strong>de</strong> la cual tien<strong>de</strong> a quedar<br />

restringida, y hasta en algunos casos abolida, la diversidad y la inaplazable necesidad <strong>de</strong><br />

1 Ibí<strong>de</strong>m: 91.<br />

2 Ibí<strong>de</strong>m: 94.<br />

3 Ibí<strong>de</strong>m: 15.<br />

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