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Ahora bien, una sociedad, como entidad que persigue promover el bien común de todos y de cada uno de sus miembros, debe cautelar que la entrega de derechos y deberes sean asignados equitativamente, así como también debe hacerse una entrega equitativa de los beneficios propios de la cooperación social. Esto porque cada uno de los asociados se pone a disposición de la sociedad en la medida que también los otros lo hagan. Esta reciprocidad debe estar regida de tal manera que cautele la equidad entre los asociados, y eso se consigue en virtud de un criterio de justicia que asigne a cada uno derechos y deberes imparcialmente. Si la distribución no fuera equitativa, la sociedad no podría subsistir, porque lo que la funda y conserva es un sentido de cooperación mutua. Bajo este respecto, se puede observar una prioridad del derecho por sobre el bien, determinada por una concepción de sujeto racional, que se hace participe de la comunidad política con el fin de defender y procurar sus derechos e intereses, entendiendo que ellos son constitutivos esenciales de la capacidad de determinar lo que es bueno para cada uno. Rawls señala que junto a la condición de racional del sujeto aparece el carácter de razonable que permite aplicar consideraciones de justicia en el marco de la cooperación social, así la propuesta rawlseana se funda en la capacidad deliberativa del sujeto. Esta capacidad deliberativa acerca de lo que es bueno para mí, genera, no solo grandes desigualdades sociales, sino que además un renegar de la política, en tanto que la reduce a un simple conjunto de "procedimientos", dejando de lado todo el sustrato político que ella implica. Tomar en consideración únicamente el carácter racional del sujeto, es una impronta evidentemente kantiana en el pensamiento de Rawls, significa, dejar de lado elementos fundamentales para la constitución de identidades. Considerando que la sociedad política está constituida por una pluralidad, resulta casi inimaginable pretender establecer un consenso racional sin que este implique marginación y antagonismo. Concebir la democracia como un estado de consenso y reconciliación supone una bondad e inocencia en el ser humano, donde violencia y hostilidad, son percibidas como fenómenos superados gracias al establecimiento del contrato y del diálogo entre los individuos racionales, que permiten evolucionar al estado democrático, tal como lo señala Kant “El medio del que se sirve la Naturaleza para llevar a cabo el desarrollo de todas sus disposiciones es el antagonismo de las mismas dentro de la sociedad en la medida que ese antagonismo acaba por convertirse en la causa de un orden legal de aquellas disposiciones” 1 . Siguiendo el mismo texto el filósofo de Königsberg, admite que el anhelo de constituir una sociedad esta presente en el origen de la naturaleza humana, sin embargo admite también una constante coacción que pone en riesgo la constitución de la sociedad, determinada por la condición constitutiva de hostilidad de la humanidad. De modo que, no se puede desconocer que la naturaleza social del ser humano esta sustentada en fenómenos opuestos, es decir, hostilidad y reciprocidad no están apartadas. Ahora bien, desde esta perspectiva, las instituciones que constituyen la sociedad política deben velar porque estos conflictos se disuelvan. De acuerdo a lo planteado por Rawls, una sociedad democrática esta fundada y posibilitada por la justicia, como virtud propia del cuerpo social esto significa que las instituciones deben buscar y procurar la justicia para cuidar la libertad e igualdad, de modo que la sociedad es justa porque las instituciones son justas, de este modo se dará origen a una ciudadanía justa. Así el criterio de validez aplicable a leyes e instituciones es la justicia, con lo cual Rawls intenta dar un paso fuera del utilitarismo, por cuanto la eficiencia y el orden, si bien son necesarios, no son suficientes para legitimar una ley o una institución si éstas no son justas. “Una teoría, por muy atractiva y esclarecedora que sea, tiene que ser rechazada o 1 I. Kant, Ensayos sobre la Paz, Progreso y el Ideal Cosmopolita, Cátedra, Madrid, 2010, p. 37. 286
evisada si no es verdadera; de igual modo, no importa que las leyes e instituciones estén ordenadas y sean eficientes: si son injustas han de ser reformadas o abolidas” 1 . Como hemos señalado anteriormente la concepción de justicia de Rawls esta sustentada en la elección racional de principios, con cuyas consecuencias están dispuestos a vivir todos los sujetos sea cual sea la generación o circunstancias. Se trata pues de principios a priori, generales, universales, públicos y definitivos, esto conlleva una concepción trascendental de la subjetividad, que en modo alguno admite el carácter diverso y pluralista propio de la comunidad política. Esta suerte de racionalismo individual niega justamente el espacio político, en donde el sujeto es el que en definitiva resuelve sus problemas cotidianos llenos de un contenido vital, alejado de la consideración de un estado. El carácter deliberativo de la propuesta de Rawls pretende reconstruir el vínculo entre moralidad y política, mediante un consenso moral racional que permita la libre discusión, pero siempre con la intensión de llegar a un acuerdo final que todos consienten. En este sentido se supera la discordia y la democracia se establece como el estado de total acuerdo entre personas racionales. Ahora bien, determinar cual es el objeto de la democracia, como forma de convivencia colectiva, exige una distinción fundamental entre el ámbito de lo político y lo social. Lo político debe ser entendido no como la practica de las “cuestiones políticas”, sino como aquello que constituye la esencia de la sociedad civil. “Si quisiéramos expresar dicha distinción de un modo filosófico, podríamos decir, tomando el vocabulario de Heidegger, que la política se refiere al nivel ‘ontico’, mientras que lo político tiene que ver con el nivel ‘ontológico’” 2 . Se trata pues, del juego político habitual versus la condición fundante de la vida civil, que en definitiva va constituir la sociedad. En el espacio político de la vida diaria se presentan distintas alternativas, que casi siempre son opciones contrarias y exigen la toma de dedición por parte del sujeto, esto significa que se establece una relación antagónica entre los individuos de la sociedad civil, se trata pues de la naturaleza pluralista del mundo social. Si bien el liberalismo admite la concepción pluralista, en tanto es condición necesaria del ejercicio de la libertad individual y la búsqueda de la perfección de la democracia, sin embargo no ofrece opción en la comprensión del sentido de libertad, igualdad y diferencia, ya que siempre al final de la discusión debe primar el consenso como resultado de la racionalidad. La dimensión pluralista es constitutiva de toda comunidad política, en tanto que alberga la diversidad de intereses, proyectos, ideales, etc., con esto se abre el espacio de lo político, que se devela en las relaciones sociales mediante el vínculo antagónico nosotros/ellos. Mouffe entiende este antagonismo como una relación de adversarios. “Personas que son amigas porque comparten un espacio simbólico común, pero que también son enemigas porque quieren organizar este espacio simbólico común de un modo diferente” 3 . Esto deja de manifiesto el vínculo que existe entre lo social y lo político. La política articula y otorga sentido a la dimensión social del sujeto. 1 Rawls, John, Teoría de la Justicia, Fondo de Cultura Económica, México, 1985, p. 19. 4 Ch. Mouffe, En Torno a lo Político, Fondo de Cultura Económica, Argentina, 2007, p. 15. 3 Ch. Mouffe, La Paradoja Democrática, Gedisa, 2003, p., 30. 287
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evisada si no es verda<strong>de</strong>ra; <strong>de</strong> igual modo, no importa que las leyes e instituciones estén<br />
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Como hemos señalado anteriormente la concepción <strong>de</strong> justicia <strong>de</strong> Rawls esta sustentada<br />
en la elección racional <strong>de</strong> principios, con cuyas consecuencias están dispuestos a vivir<br />
todos los sujetos sea cual sea la generación o circunstancias. Se trata pues <strong>de</strong> principios<br />
a priori, generales, universales, públicos y <strong>de</strong>finitivos, esto conlleva una concepción<br />
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El carácter <strong>de</strong>liberativo <strong>de</strong> la propuesta <strong>de</strong> Rawls preten<strong>de</strong> reconstruir el vínculo entre<br />
moralidad y política, mediante un consenso moral racional que permita la libre discusión,<br />
pero siempre con la intensión <strong>de</strong> llegar a un acuerdo final que todos consienten. En este<br />
sentido se supera la discordia y la <strong>de</strong>mocracia se establece como el estado <strong>de</strong> total<br />
acuerdo entre personas racionales.<br />
Ahora bien, <strong>de</strong>terminar cual es el objeto <strong>de</strong> la <strong>de</strong>mocracia, como forma <strong>de</strong> convivencia<br />
colectiva, exige una distinción fundamental entre el ámbito <strong>de</strong> lo político y lo social. Lo<br />
político <strong>de</strong>be ser entendido no como la practica <strong>de</strong> las “cuestiones políticas”, sino como<br />
aquello que constituye la esencia <strong>de</strong> la sociedad civil. “Si quisiéramos expresar dicha<br />
distinción <strong>de</strong> un modo filosófico, podríamos <strong>de</strong>cir, tomando el vocabulario <strong>de</strong> Hei<strong>de</strong>gger,<br />
que la política se refiere al nivel ‘ontico’, mientras que lo político tiene que ver con el nivel<br />
‘ontológico’” 2<br />
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vida civil, que en <strong>de</strong>finitiva va constituir la sociedad.<br />
En el espacio político <strong>de</strong> la vida diaria se presentan distintas alternativas, que casi<br />
siempre son opciones contrarias y exigen la toma <strong>de</strong> <strong>de</strong>dición por parte <strong>de</strong>l sujeto, esto<br />
significa que se establece una relación antagónica entre los individuos <strong>de</strong> la sociedad<br />
civil, se trata pues <strong>de</strong> la naturaleza pluralista <strong>de</strong>l mundo social. Si bien el liberalismo<br />
admite la concepción pluralista, en tanto es condición necesaria <strong>de</strong>l ejercicio <strong>de</strong> la libertad<br />
individual y la búsqueda <strong>de</strong> la perfección <strong>de</strong> la <strong>de</strong>mocracia, sin embargo no ofrece<br />
opción en la comprensión <strong>de</strong>l sentido <strong>de</strong> libertad, igualdad y diferencia, ya que siempre<br />
al final <strong>de</strong> la discusión <strong>de</strong>be primar el consenso como resultado <strong>de</strong> la racionalidad.<br />
La dimensión pluralista es constitutiva <strong>de</strong> toda comunidad política, en tanto que alberga la<br />
diversidad <strong>de</strong> intereses, proyectos, i<strong>de</strong>ales, etc., con esto se abre el espacio <strong>de</strong> lo político,<br />
que se <strong>de</strong>vela en las relaciones sociales mediante el vínculo antagónico nosotros/ellos.<br />
Mouffe entien<strong>de</strong> este antagonismo como una relación <strong>de</strong> adversarios. “Personas que son<br />
amigas porque comparten un espacio simbólico común, pero que también son enemigas<br />
porque quieren organizar este espacio simbólico común <strong>de</strong> un modo diferente” 3<br />
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otorga sentido a la dimensión social <strong>de</strong>l sujeto.<br />
1 Rawls, John, Teoría <strong>de</strong> la Justicia, Fondo <strong>de</strong> Cultura Económica, México, 1985, p. 19.<br />
4 Ch. Mouffe, En Torno a lo Político, Fondo <strong>de</strong> Cultura Económica, Argentina, 2007, p. 15.<br />
3 Ch. Mouffe, La Paradoja Democrática, Gedisa, 2003, p., 30.<br />
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