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Contra esa tesis declaro aquí, y lo declararé públicamente por doquier, como doctrina sana y cristianísima, que todas las naciones del mundo son hombres y el linaje de los hombres es uno. Todos son semejantes en su corazón y naturaleza. Todos los hombres del mundo tienen entendimiento y voluntad; por lo tanto son capaces de libre arbitrio y pueden ser adoctrinados y llevados al buen orden por la persuasión y el amor. En cambio la guerra y la violencia y toda otra forma de imposición pierden al hombre y destruyen la hermandad de los humanos (Ibídem, 221 - 222; Cfr. Bartolomé de las Casas, 1965-b: 1249 y ss) Frente a ambas posiciones se esboza una tercera comprensión del humanismo expresada a través de Frans, personaje que expresa la voz de los desposeídos del Tercer Mundo trayendo a colación el pensamiento de José Martí: "[e]n medio de la corrupción de la sociedad que ustedes han fundado, representa una nueva decencia, el decoro del hombre. Porque en el mundo debe haber cierta cantidad de decoro, como ha de haber cierta cantidad de luz. Cuando hay muchos hombres sin decoro, hay siempre otros que tienen el decoro de muchos hombres. Esos son los que se rebelan con fuerza terrible contra los que roban a los pueblos su libertad, que es robarles a los hombres su decoro. En esos hombres van miles de hombres, va un pueblo entero, va la dignidad humana... Así habló un Apóstol de estas tierras, y contra su palabra nada pueden ni podrán los teólogos de la esclavitud" (Ibídem, 220; Cfr. Martí, J., 1976: 305)1 "La negación y la afirmación del ser humano son hechos sociales que ocurren como consecuencia del enfrentamiento de los hombres a lo largo del tiempo" –expresa Salazar a través de Bartolomé– (Ibídem, 222). Precisamente, la introducción de la historicidad, como base de la comprensión del hombre y de lo humano, pone de manifiesto la diferencia entre aquellas formas de humanismo que sostienen una concepción esencialista del hombre, ya sea que admita grados superiores e inferiores en la naturaleza humana, o que defienda la igualdad sustantiva de los hombres; y aquel otro humanismo que reconoce que las diferentes formas de comprender al hombres se encuentran moldeadas por condiciones históricas cambiantes y, por tanto, concibe la posibilidad de transformación de las condiciones presentes en procura de una realización más plena de las disposiciones humanas. En esta línea se inscriben el humanismo de pensadores latinoamericanos como José Martí, Eugenio María de Hostos, José Carlos Mariátegui, y el mismo Salazar Bondy, entre otros. En el diálogo entre Bartolomé y Frans, en que también interviene Hatuey, se avanza hacia la formulación de un "nuevo humanismo" que constituye una superación dialéctica 1 Salazar reproduce textualmente un pasaje del texto de José Martí, “Tres Héroes”, incluido en La Edad de Oro, donde el cubano recuerda las figuras de Bolívar, Hidalgo y San Martín. 280
de la dominación y del humanismo paternalista. Frans señala a Bartolomé que si bien su doctrina permite desenmascarar la injusticia de la guerra, falla en dos puntos esenciales: el primero es no poner en cuestión la soberanía de los Reyes de España sobre territorios que pertenecen a otros pueblos, de modo que "la difusión la fe cristiana significa legitimar por la religión... el poder de un monarca extranjero y aceptar la imposición de conceptos y valores de una ideología que los pueblos invadidos no entienden" (Ibídem, 224). El segundo error consiste en creer que mediante la difusión de la doctrina cristiana, los indios lograran superar sus defectos, civilizarse y aproximarse al modelo europeo de humanidad; pero tal posición "es humanista sólo en apariencia o, en el mejor de los casos, imperfectamente" (Ibídem, 224), ya que no deja de percibir al otro como bárbaro. Se trata de una visión unilateral que violenta la naturaleza de los hombres, pues no basta con afirmar, como efectivamente los hace Bartolomé de las Casas, que "todas las naciones del mundo son hombres"; sino que es necesario completar la verdad de tan bella fórmula: “todos los pueblos del mundo, con sus propias maneras de ser, son hombres, y el hombre es todas esas maneras de ser" (Ibídem, 226). La perspectiva de análisis salazariano se apoya en un ejercicio dialéctico que aspira a la superación de los opuestos mediante la emergencia de una síntesis nueva, radicalmente diferente de los momentos anteriores, pero superadora de estos. Por el contrario lo que él caracteriza como “dialéctica de la dominación” es “el proceso de las contradicciones que surgen en el seno de colectividades humanas, en las agrupaciones de individuos o de pueblos. Este proceso, en todos los casos, está determinado por la lucha que se establece entre los dominados y los dominadores" (Ibídem, 226 - 227). Esta teoría enfrenta al hombre contra el hombre, como si la lucha fuera su estado natural. No busca una auténtica superación de los contrarios, sino que se conforma con introducir variaciones en el ejercicio del poder. Salazar propone, en cambio una auténtica superación dialéctica, es decir, la cancelación histórica de las relaciones de dominación. Primer momento en la dialéctica de la dominación consiste en la agresión del dominador que instala por la fuerza una relación estructural cuyos elementos esenciales son, de un lado, “un foco de poder que permite la acumulación de bienes ...; y, de otro lado, un margen en que se acumula la escasez y la pena del trabajo. El dominador postula esa estructura como "natural", defiende ese sistema como expresión y garantía del "orden social" ... en estas condiciones, ambos, dominado y dominador, se alienan y malogran su humanidad" (Ibídem, 227 - 228). El segundo momento de la dialéctica de la dominación acontece cuando, frustrado en su ser, insatisfecho y dolido, el dominado quiere cancelar la dominación y arrojar al dominador de la posición que detenta. Este no profundo del dominado emerge como factor dinámico de la historia. Aun cuando esa emergencia social es sofocada, obliga al dominador a hacer concesiones tendientes a conseguir la integración del dominado, postulando una igualdad formal, legitimada mediante apelaciones a instrumentos como las ideologías, las religiones, el arte, el lenguaje, a través de los que se expresan las formas paternalistas y/o ambiguas del humanismo (Cfr. Ibídem, 229). 281
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por lo tanto son capaces <strong>de</strong> libre arbitrio y pue<strong>de</strong>n ser adoctrinados y llevados<br />
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los humanos (Ibí<strong>de</strong>m, 221 - 222; Cfr. Bartolomé <strong>de</strong> las Casas, 1965-b: 1249 y<br />
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Frente a ambas posiciones se esboza una tercera comprensión <strong>de</strong>l humanismo<br />
expresada a través <strong>de</strong> Frans, personaje que expresa la voz <strong>de</strong> los <strong>de</strong>sposeídos <strong>de</strong>l Tercer<br />
Mundo trayendo a colación el pensamiento <strong>de</strong> José Martí:<br />
"[e]n medio <strong>de</strong> la corrupción <strong>de</strong> la sociedad que uste<strong>de</strong>s han fundado,<br />
representa una nueva <strong>de</strong>cencia, el <strong>de</strong>coro <strong>de</strong>l hombre. Porque en el mundo<br />
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luz. Cuando hay muchos hombres sin <strong>de</strong>coro, hay siempre otros que tienen el<br />
<strong>de</strong>coro <strong>de</strong> muchos hombres. Esos son los que se rebelan con fuerza terrible<br />
contra los que roban a los pueblos su libertad, que es robarles a los hombres<br />
su <strong>de</strong>coro. En esos hombres van miles <strong>de</strong> hombres, va un pueblo entero, va la<br />
dignidad humana... Así habló un Apóstol <strong>de</strong> estas tierras, y contra su palabra<br />
nada pue<strong>de</strong>n ni podrán los teólogos <strong>de</strong> la esclavitud" (Ibí<strong>de</strong>m, 220; Cfr. Martí,<br />
J., 1976: 305)1<br />
"La negación y la afirmación <strong>de</strong>l ser humano son hechos sociales que ocurren como<br />
consecuencia <strong>de</strong>l enfrentamiento <strong>de</strong> los hombres a lo largo <strong>de</strong>l tiempo" –expresa Salazar<br />
a través <strong>de</strong> Bartolomé– (Ibí<strong>de</strong>m, 222). Precisamente, la introducción <strong>de</strong> la historicidad,<br />
como base <strong>de</strong> la comprensión <strong>de</strong>l hombre y <strong>de</strong> lo humano, pone <strong>de</strong> manifiesto la<br />
diferencia entre aquellas formas <strong>de</strong> humanismo que sostienen una concepción<br />
esencialista <strong>de</strong>l hombre, ya sea que admita grados superiores e inferiores en la naturaleza<br />
humana, o que <strong>de</strong>fienda la igualdad sustantiva <strong>de</strong> los hombres; y aquel otro humanismo<br />
que reconoce que las diferentes formas <strong>de</strong> compren<strong>de</strong>r al hombres se encuentran<br />
mol<strong>de</strong>adas por condiciones históricas cambiantes y, por tanto, concibe la posibilidad <strong>de</strong><br />
transformación <strong>de</strong> las condiciones presentes en procura <strong>de</strong> una realización más plena <strong>de</strong><br />
las disposiciones humanas. En esta línea se inscriben el humanismo <strong>de</strong> pensadores<br />
latinoamericanos como José Martí, Eugenio María <strong>de</strong> Hostos, José Carlos Mariátegui, y el<br />
mismo Salazar Bondy, entre otros.<br />
En el diálogo entre Bartolomé y Frans, en que también interviene Hatuey, se avanza<br />
hacia la formulación <strong>de</strong> un "nuevo humanismo" que constituye una superación dialéctica<br />
1 Salazar reproduce textualmente un pasaje <strong>de</strong>l texto <strong>de</strong> José Martí, “Tres Héroes”, incluido<br />
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