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PDF - Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento ...

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horizontes <strong>de</strong>l mismo mundo. El otro se me aparece como ya estando conmigo y lo<br />

primero que encuentro es un comportamiento y no una conciencia. Esto es lo que me<br />

permite acercarme a él y <strong>de</strong>scubrir que su modo <strong>de</strong> habitar el mundo es igual al mío; en<br />

su comportamiento se traslucen sentidos que puedo compren<strong>de</strong>r e incluso integrar a los<br />

míos y lo mismo suce<strong>de</strong> a la inversa sin prioridad <strong>de</strong> uno por sobre el otro. Por lo tanto, lo<br />

que posibilita la intersubjetividad es la carne, es la pertenencia al mismo ser carnal<br />

igualmente abierto para ambos; al establecerse el vínculo primero a nivel corporal se<br />

habla aquí <strong>de</strong> una intercorporeidad. A su vez acontece un <strong>de</strong>scentramiento <strong>de</strong>s<strong>de</strong> ambas<br />

partes: la aparición <strong>de</strong> un semejante opera una suerte <strong>de</strong> reor<strong>de</strong>namiento <strong>de</strong>l mundo sin<br />

per<strong>de</strong>r mi subjetividad. Es esa alteridad y participación en el mismo ser, esta ambigüedad,<br />

lo que caracteriza la intercorporeidad entendida según Merleau-Ponty.<br />

A diferencia <strong>de</strong> planteos como los <strong>de</strong> Sartre, el otro no anula mi subjetividad, no me<br />

convierte en un en sí. En Merleau-Ponty el otro me muestra aquello mío que se me<br />

mantiene oculto, funciona como el espectador <strong>de</strong> lo que no alcanzo a percibir y como<br />

disparador <strong>de</strong> nuevas perspectivas <strong>de</strong>l mundo y <strong>de</strong> mi mismo. En esta relación hay un<br />

intercambio e institución conjunta <strong>de</strong> sentidos que se llevan a cabo ya <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> una<br />

cultura, <strong>de</strong> una historia, <strong>de</strong> un lenguaje, es <strong>de</strong>cir, se trata <strong>de</strong> una <strong>de</strong>formación <strong>de</strong> lo<br />

sedimentado llevada a cabo por los individuos inmersos en esta intercorporeidad. En otras<br />

palabras, no se trata <strong>de</strong> una nueva capa que se adhiere a la esfera <strong>de</strong> lo existente, sino<br />

que cada nuevo sentido permite volver a lo original y repensarlo en este movimiento <strong>de</strong> lo<br />

instituido-instituyente.<br />

Por lo tanto es la concepción <strong>de</strong>l cuerpo como poseedor <strong>de</strong> un esquema corporal,<br />

como expresión <strong>de</strong> la carne lo que ofrece ese suelo común sobre el que pensar la<br />

intercorporeidad. Surge así, una corriente <strong>de</strong> expresiones y experiencias no clausuradas<br />

ni atomizadas sino que es, por el contrario, lo que posibilita ese suelo común <strong>de</strong> la<br />

comunicación <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> una cultura gracias a una ontología homogénea. En palabras <strong>de</strong><br />

Merleau-Ponty: “no existe aquí el problema <strong>de</strong>l alter ego porque no soy yo ni él los que<br />

vemos, porque a ambos nos inva<strong>de</strong> una visibilidad anónima, una visión en general, en<br />

virtud <strong>de</strong> esa propiedad primordial <strong>de</strong> la carne por la que, estando aquí y ahora, se irradia<br />

por todas partes y siempre, y, siendo individuo, es también dimensional y universal” 1<br />

.<br />

Conclusión<br />

Así, al consi<strong>de</strong>rar el encuentro prerreflexivo y no tético <strong>de</strong> los cuerpos - mediado por el<br />

comportamiento y los gestos- la naturaleza resulta el ámbito <strong>de</strong> encuentro primario <strong>de</strong><br />

dichos cuerpos, la cuna <strong>de</strong> la intercorporeidad, base y sostén permanente <strong>de</strong> la cultura,<br />

<strong>de</strong> los sentidos que <strong>de</strong> ésta emergen, quedando <strong>de</strong> esta manera anulada la antigua<br />

dicotomía entre naturaleza y cultura. El cuerpo en tanto entrelazo <strong>de</strong> lo natural y lo cultural<br />

es el primer objeto cultural, sobre y mediante el cual se instauran sentidos, sin olvidar su<br />

origen natural. “No hay duda <strong>de</strong> que la expresión marca el paso <strong>de</strong>l mundo sensible al <strong>de</strong><br />

la cultura, pero sólo hay cultural porque lo físico incorpora y transfiere el espíritu y porque<br />

el cuerpo es ya ‘simbolismo natural’, o simbolismo tácito <strong>de</strong> indivisión o evi<strong>de</strong>ncia<br />

precientífica en la que se funda todo simbolismo y toda razón.” 2<br />

La intercorporeidad en tanto pliegue <strong>de</strong>l ser carnal es el vehículo que permite concebir<br />

la reversibilidad entre la naturaleza y la cultura, siendo ambas expresiones <strong>de</strong>l mismo Ser<br />

requiriendo ser abordadas mediante una hiperdialéctica que siempre dé cuenta <strong>de</strong> sus<br />

1 Merleau-Ponty, Maurice. Op. Cit. pág. 177<br />

2 López Sáenz, Carmen Intersubjetividad como intercorporeidad…, pág.62<br />

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