PDF - Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento ...
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Deleuze apoya la versión foucaultiana <strong>de</strong> Nietzsche diciendo que la muerte <strong>de</strong>l<br />
hombre es el tema <strong>de</strong> Feuerbach (a quien Nietzsche conocía), y que consi<strong>de</strong>rando el<br />
tema <strong>de</strong> la muerte <strong>de</strong> Dios como una vieja historia, “lo que le interesa [a Nietzsche] es la<br />
muerte <strong>de</strong>l hombre” (1987; 167). Hemos sido marcados por esta lectura <strong>de</strong> Nietzsche,<br />
tomándola como una interpretación más radical que aquella que, en una aparente<br />
superficie <strong>de</strong> literalidad, entendía por la muerte <strong>de</strong> Dios el fin <strong>de</strong> la era <strong>de</strong> la religión en<br />
sentido clásico: el fin <strong>de</strong>l clericalismo <strong>de</strong> conventos, <strong>de</strong> dominios teológicos y <strong>de</strong><br />
invocaciones ultramundanas <strong>de</strong>l Dios cristiano. Hei<strong>de</strong>gger la interpretó como la<br />
<strong>de</strong>saparición <strong>de</strong> la ontología <strong>de</strong>l fundamento, tesis que <strong>de</strong> alguna manera recupera y<br />
prosigue Foucault. ¿Pero dice Nietzsche lo que Foucault nos relata? Nos quedan algunas<br />
dudas acerca <strong>de</strong> <strong>de</strong>terminados aspectos <strong>de</strong> su interpretación.<br />
Foucault afirma, lo citábamos arriba, que la muerte <strong>de</strong> Dios y el último hombre han<br />
partido unidos. “¿Acaso no es el último hombre el que anuncia que ha matado a Dios? –<br />
se pregunta Foucault– dado que ha matado a Dios”, prosigue, y concluye aseverando que<br />
Nietzsche anuncia el fin <strong>de</strong>l asesino <strong>de</strong> Dios: “el estallido <strong>de</strong>l rostro <strong>de</strong>l hombre”. La<br />
afirmación encerrada en la primera pregunta es discutible. ¿Se da el último hombre en<br />
Nietzsche como la figura que ha matado a Dios?<br />
Friedrich Nietzsche proclamó más <strong>de</strong> una vez la muerte <strong>de</strong> Dios, comenzando por el<br />
parágrafo Nº 118 <strong>de</strong> La gaya ciencia. Poco más a<strong>de</strong>lante, en la misma obra mencionada,<br />
“El hombre loco” <strong>de</strong>clara a gritos en la plaza pública a plena luz <strong>de</strong>l día el asesinato <strong>de</strong><br />
Dios a manos <strong>de</strong> los hombres. A Dios lo han matado (lo hemos matado) los hombres,<br />
incluso los hombres <strong>de</strong>l mercado muchos <strong>de</strong> los cuales “no creían en Dios”. En esta<br />
segunda formulación <strong>de</strong>l problema, Nietzsche precisa que Dios ha muerto (y permanece<br />
muerto) bajo el cuchillo <strong>de</strong> sus cazadores: nosotros mismos. En Así habló Zaratustra la<br />
historia no es exactamente la misma.<br />
Zaratustra sabe que Dios ha muerto y lo comunica al inicio <strong>de</strong>l primer libro, cuando<br />
baja <strong>de</strong> la montaña. Nietzsche menciona aquí otra causa <strong>de</strong> muerte que habría afectado a<br />
Dios: esa forma <strong>de</strong>gradada <strong>de</strong>l amor que es su compasión a los hombres (cf. “De los<br />
compasivos”). El autor vuelve sobre este pasaje <strong>de</strong>l Libro II en el Libro IV <strong>de</strong> la misma<br />
obra (cf. “El grito <strong>de</strong> socorro” y “El mago”). Zaratustra confirma, en conversación con el<br />
Papa jubilado, ese tipo <strong>de</strong> muerte: “fue la compasión la que le estranguló; vio cómo el<br />
hombre pendía <strong>de</strong> la cruz, y no soportó que el amor al hombre se convirtiese en su<br />
infierno y finalmente en su muerte” (2007; 349).<br />
Poco más a<strong>de</strong>lante, el más feo <strong>de</strong> los hombres, el asesino <strong>de</strong> Dios, confiesa el<br />
crimen y confirma el testimonio <strong>de</strong>l Papa: “Su compasión carecía <strong>de</strong> pudor (…) El Dios<br />
que veía todo, también al hombre: ¡ese Dios tenía que morir! El hombre no soporta que tal<br />
testigo viva” (2007; 357). La compasión que mata a Dios es al mismo tiempo el anzuelo<br />
con que la religión atrapa al hombre: no olvi<strong>de</strong>mos que la figura <strong>de</strong> Jesús <strong>de</strong> Nazaret era<br />
para Nietzsche (2008) la seducción en su forma más inquietante, la trampa milenaria, el<br />
cebo que al mor<strong>de</strong>r nos <strong>de</strong>svía hacia la moral <strong>de</strong> los esclavos, hacia la compasión por el<br />
crucificado. Lo que aquí nos interesa es que el asesino <strong>de</strong> Dios es “el más feo <strong>de</strong> los<br />
hombres”. Éste no es un ejemplar <strong>de</strong> los últimos hombres (los hombres <strong>de</strong>l mercado<br />
[Markt]), sino uno <strong>de</strong> los hombres superiores que Zaratustra invita a su caverna. El más<br />
feo <strong>de</strong> los hombres asesinó a Dios porque no soportó su mirada, porque lo avergonzaba y<br />
no lo <strong>de</strong>jaba en paz: la mirada implacable <strong>de</strong> Dios convierte al hombre en nada, en<br />
pecador, en error, en miserable.<br />
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