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habitar en un mundo donde habita el grafiti, para los que entienden y para lxs que no también, para interpretar y reflexionar, para abrirse al diálogo con aquellxs que no vemos, pero sí escuchamos. Interroga, funciona como disparador, pregunta e invade… Irrumpe en el tiempo y el espacio del otrx, de quien lo mira, de quien lo deja… En una sociedad como la nuestra, desbaratada por un modelo y un sistema, que pareciera que nos ofrece al mundo como un gran globo que debe ser consumido, donde se nos venden las recetas para ser felices, midiendo nuestra felicidad en relación a lo que consumimos. En una sociedad en la que las ideas se venden y se compran, y que se define en términos de un sistema de producción, es de fundamental importancia que seamos portadores de un pensamiento crítico, y junto con él desarrollemos ciertas capacidades, como las de observar, escuchar, participar, entre otras, que nos permitan concebir e intercambiar con la complejidad del mundo. El arte callejero, el grafiti, el esténcil, las manifestaciones callejeras… Todas colaboran y hacen, desde el lugar que ocupan, que la sociedad de alguna manera se vea interrumpida, colaborando a la apertura…. Todas éstas se han convertido en la puesta en práctica, en la puesta en acción de las ideas de los planteos de género que se requerían; todas son el ejemplo de cómo el planteos se plasma real. Quizá, sólo con ello no alcance pero, como ya hemos dicho, sin ello tampoco se lograría. Bibliografía Butler, J., El género en disputa. El feminismo y la subversión de la identidad, Paidós, Barcelona, 2007. Derrida, J., La verdad en pintura, Paidós, Buenos Aires, 2001. Foucault, M., Historia de la sexualidad. 1- la voluntad del saber, Siglo Veintiuno Editores, Buenos Aires, 2006. Heidegger, M., Conferencias y Artículos, Odós, Barcelona, 1994. 198
Nietzsche, Foucault y la presunta muerte del hombre 199 Leandro Drivet CIFPE-UNER, CONICET En las primeras páginas de Las palabras y las cosas, antes de pasar a la maravillosa exposición de la crisis de la representación que toma como andadera a Las meninas de Velázquez, Foucault advierte el carácter perecedero del hombre. La tesis va cobrando forma, rastreando continuidades e inflexiones. Cuando queremos entender qué interpretación hace de la sentencia “Dios ha muerto”, con seguridad deberíamos remontarnos a la conferencia que en 1943 Heidegger ofrecía bajo el título “La frase de Nietzsche 'Dios ha muerto'”. La ambivalencia del concepto de nihilismo, la profundidad abismal de las consecuencias de la muerte de un Dios que era el cristiano pero que al mismo tiempo arrastraba a Platón y a la entera metafísica son temas que encuentran un eco singular en la prosa de Foucault. El origen nietzscheano de la hipótesis sobre la desaparición del hombre es revelado poco a poco. Hacia la mitad del libro, Foucault expresa que “[Nietzsche] Retomó el fin de los tiempos para hacer de ello la muerte de Dios y el errar del último hombre; retomó la finitud antropológica, pero para dar el salto prodigioso del superhombre; retomó la gran cadena continua de la Historia, pero para curvarla en el infinito del retorno” (2003; 257). El adelanto es breve pero revelador, porque nos deja ver tras los pasos de quién camina. Hacia el final de la obra, Foucault confiesa la proveniencia de esta idea que señalaría el ocaso del hombre: “En nuestros días –y Nietzsche señala aquí también el punto de inflexión–, lo que se afirma no es tanto la ausencia o la muerte de Dios, sino el fin del hombre (…); se descubre entonces que la muerte de Dios y el último hombre han partido unidos: ¿acaso no es el último hombre el que anuncia que ha matado a Dios, colocando así su lenguaje, su pensamiento, su risa en el espacio del Dios ya muerto, pero dándose también como aquel que ha matado a Dios y cuya existencia implica la libertad y la decisión de este asesinato? Así, el último hombre es a la vez más viejo y más joven que la muerte de Dios; dado que ha matado a Dios, es él mismo quien debe responder de su propia finitud; pero dado que habla, piensa y existe en la muerte de Dios, su asesino está avocado él mismo a morir; dioses nuevos, los mismos, hinchan ya el Océano futuro; el hombre va a desaparecer. Más que la muerte de Dios –o más bien, en el marco de esta muerte y de acuerdo con una profunda correlación con ella–, lo que anuncia el pensamiento de Nietzsche es el fin de su asesino; es el estallido del rostro del hombre” (2003; 373-374).
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todas son el ejemplo <strong>de</strong> cómo el planteos se plasma real. Quizá, sólo con ello no alcance<br />
pero, como ya hemos dicho, sin ello tampoco se lograría.<br />
Bibliografía<br />
Butler, J., El género en disputa. El feminismo y la subversión <strong>de</strong> la i<strong>de</strong>ntidad, Paidós,<br />
Barcelona, 2007.<br />
Derrida, J., La verdad en pintura, Paidós, Buenos Aires, 2001.<br />
Foucault, M., Historia <strong>de</strong> la sexualidad. 1- la voluntad <strong>de</strong>l saber, Siglo Veintiuno Editores,<br />
Buenos Aires, 2006.<br />
Hei<strong>de</strong>gger, M., Conferencias y Artículos, Odós, Barcelona, 1994.<br />
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