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12.05.2013 Views

cual: “la conciencia es originariamente no un , sino un ”1. A partir de estas consideraciones se delinea una comprensión del cuerpo como potencia expresiva y como potencia motriz, que constituye un importante aporte para una comprensión del hombre en la cual la corporalidad no sea pensada ya como un aspecto concreto de la condición humana, sino como un rasgo distintivo de la subjetividad. Esta perspectiva que le atribuye al cuerpo potencialidades propias, destacando su aspecto constituyente y transformador, permite distinguir la mirada fenomenológica de otros estudios sobre el cuerpo, como es el caso de las teorías estructuralistas y posestructuralistas, que ponen de relieve el carácter determinado e históricamente construido de la corporalidad. En este sentido, la revalorización del cuerpo que tiene lugar en la fenomenología merleau-pontyana conduce a una redefinición del sujeto, esto es, proporciona un nuevo punto de partida para pensar lo humano en el cual la dimensión corporal aparece como constitutiva. III. A partir de este recorrido nos interesa recuperar aquellos elementos que dan lugar a una comprensión donde el cuerpo deja de ser un mero instrumento por el cual el sujeto se mueve y se expresa. El cuerpo ya no es más reducido a su condición de medio ni a una envoltura exterior del espíritu, y por tanto, tampoco es el espíritu una interioridad desencarnada guiando al cuerpo como un piloto en su nave. A raíz de todo lo dicho, al salirse de esta lógica dualista, los supuestos por los cuales pensamos la subjetividad se modifican. El sujeto ya no es más aquel cógito cartesiano, como así tampoco la indeterminación absoluta, intangible e inasible de la posmodernidad, es más bien un cuerpo que se vuelve sujeto, o una corporalidad que se traduce como subjetividad constituyéndose como una red de procesos, variables y contingencias, Esta posibilidad en cuanto a la comprensión de una subjetividad que efectivamente está siendo, y que se está haciendo en un transcurrir que se experimenta como procesual, dinámico, y por ello, mutable y contingente, quizás nos esté dando una pauta de cómo es que estas nuevas maneras de interpretar la dimensión del cuerpo nos invitan a pensar también a los mismos como posibilidad de resistencia o de fractura en modelos que ya se encuentran previamente establecidos, modelos y directivas que operan indicando e instituyendo los modos en los cuales los individuos deban verse y reconocerse a sí mismos y deban comunicarse. Es en estas relaciones y consideraciones donde la dimensión de la experiencia se vuelve clave y debe comprenderse en vinculación con lo procesual, tanto por los procesos que implica la vivencialidad de la experiencia, como la mutabilidad misma de dichas instancias experienciales que se nos presentan contingentes pero no por ello despreciables. 1 Merleau-Ponty, M. (1945) Pág. 154 164

En el marco de todo lo dicho entonces, comienza a cobrar sentido aquello de poder pensar a los cuerpos como espacios desde los cuales se podrían generar cambios a través de expresiones que no necesitan mediarse por el lenguaje oral o escrito, lo cual de por sí ya constituiría un elemento de quiebre en los modelos estandarizados de la comunicación, sin negar que de hecho haya expresiones de este tipo. Serán entonces todos estos elementos los que posibiliten una redefinición y una reconfiguración constantes sobre sí, y en función de ellos, que las prácticas que de estos se desprenden comienzan a generar intersticios, incomodidades, e inclusive, habilitando nuevas maneras de pensarnos como sujetos. Bibliografía Citro, S. (2009) Cuerpos significantes. Biblos. Buenos Aires. Escribano, X. (2004) Sujeto encarnado y expresión creadora. Prohom. Barcelona. Le Breton, D. (2010) Antropología del cuerpo y modernidad. Nueva Visión. Buenos Aires. Merleau-Ponty, M.(1945) Fenomenología de la percepción. Planeta. Barcelona. 165

cual: “la conciencia es originariamente no un , sino un ”1.<br />

A partir <strong>de</strong> estas consi<strong>de</strong>raciones se <strong>de</strong>linea una comprensión <strong>de</strong>l cuerpo<br />

como potencia expresiva y como potencia motriz, que constituye un importante aporte<br />

para una comprensión <strong>de</strong>l hombre en la cual la corporalidad no sea pensada ya como un<br />

aspecto concreto <strong>de</strong> la condición humana, sino como un rasgo distintivo <strong>de</strong> la<br />

subjetividad. Esta perspectiva que le atribuye al cuerpo potencialida<strong>de</strong>s propias,<br />

<strong>de</strong>stacando su aspecto constituyente y transformador, permite distinguir la mirada<br />

fenomenológica <strong>de</strong> otros estudios sobre el cuerpo, como es el caso <strong>de</strong> las teorías<br />

estructuralistas y posestructuralistas, que ponen <strong>de</strong> relieve el carácter <strong>de</strong>terminado e<br />

históricamente construido <strong>de</strong> la corporalidad. En este sentido, la revalorización <strong>de</strong>l cuerpo<br />

que tiene lugar en la fenomenología merleau-pontyana conduce a una re<strong>de</strong>finición <strong>de</strong>l<br />

sujeto, esto es, proporciona un nuevo punto <strong>de</strong> partida para pensar lo humano en el cual<br />

la dimensión corporal aparece como constitutiva.<br />

III.<br />

A partir <strong>de</strong> este recorrido nos interesa recuperar aquellos elementos que dan lugar a<br />

una comprensión don<strong>de</strong> el cuerpo <strong>de</strong>ja <strong>de</strong> ser un mero instrumento por el cual el sujeto se<br />

mueve y se expresa. El cuerpo ya no es más reducido a su condición <strong>de</strong> medio ni a una<br />

envoltura exterior <strong>de</strong>l espíritu, y por tanto, tampoco es el espíritu una interioridad<br />

<strong>de</strong>sencarnada guiando al cuerpo como un piloto en su nave. A raíz <strong>de</strong> todo lo dicho, al<br />

salirse <strong>de</strong> esta lógica dualista, los supuestos por los cuales pensamos la subjetividad se<br />

modifican. El sujeto ya no es más aquel cógito cartesiano, como así tampoco la<br />

in<strong>de</strong>terminación absoluta, intangible e inasible <strong>de</strong> la posmo<strong>de</strong>rnidad, es más bien un<br />

cuerpo que se vuelve sujeto, o una corporalidad que se traduce como subjetividad<br />

constituyéndose como una red <strong>de</strong> procesos, variables y contingencias,<br />

Esta posibilidad en cuanto a la comprensión <strong>de</strong> una subjetividad que efectivamente<br />

está siendo, y que se está haciendo en un transcurrir que se experimenta como<br />

procesual, dinámico, y por ello, mutable y contingente, quizás nos esté dando una pauta<br />

<strong>de</strong> cómo es que estas nuevas maneras <strong>de</strong> interpretar la dimensión <strong>de</strong>l cuerpo nos invitan<br />

a pensar también a los mismos como posibilidad <strong>de</strong> resistencia o <strong>de</strong> fractura en mo<strong>de</strong>los<br />

que ya se encuentran previamente establecidos, mo<strong>de</strong>los y directivas que operan<br />

indicando e instituyendo los modos en los cuales los individuos <strong>de</strong>ban verse y<br />

reconocerse a sí mismos y <strong>de</strong>ban comunicarse. Es en estas relaciones y consi<strong>de</strong>raciones<br />

don<strong>de</strong> la dimensión <strong>de</strong> la experiencia se vuelve clave y <strong>de</strong>be compren<strong>de</strong>rse en<br />

vinculación con lo procesual, tanto por los procesos que implica la vivencialidad <strong>de</strong> la<br />

experiencia, como la mutabilidad misma <strong>de</strong> dichas instancias experienciales que se nos<br />

presentan contingentes pero no por ello <strong>de</strong>spreciables.<br />

1 Merleau-Ponty, M. (1945) Pág. 154<br />

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