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La luz detras de la puerta.pdf - Biblioteca Mexiquense del ...

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98 <strong>La</strong> <strong>luz</strong> <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> <strong>la</strong> <strong>puerta</strong><br />

paralizante, nos convertimos en objetos <strong>de</strong> crítica y juicio <strong>de</strong>l otro,<br />

nos transformamos en el monstruo <strong>de</strong> <strong>la</strong>s dos cabezas jaloneándose<br />

torpemente hacia <strong>de</strong>stinos diferentes.<br />

Este texto lo empecé a escribir días antes <strong>de</strong> que Ximena me<br />

abandonara. Llevaba días rec<strong>la</strong>mándome mi ais<strong>la</strong>miento, <strong>la</strong>s<br />

noches en ve<strong>la</strong>, <strong>la</strong> forma en que fumo. Le preocupaba que me<br />

l<strong>la</strong>maran <strong>la</strong> atención en el trabajo porque me quedaba dormido<br />

en <strong>la</strong> biblioteca. Ximena lloraba porque creía que mi comportamiento<br />

era muestra <strong>de</strong> <strong>de</strong>samor. Si quería humil<strong>la</strong>rme,<br />

tomaba el lugar <strong>de</strong> aquel maestro <strong>de</strong> secundaria y se mofaba<br />

<strong>de</strong> mis <strong>de</strong>seos <strong>de</strong> ser escritor. Una noche, <strong>de</strong>vorado por <strong>la</strong> furia,<br />

le exigí que cada quien viviera en su casa. El<strong>la</strong> terminó <strong>la</strong> re<strong>la</strong>ción<br />

por completo. Sé que sus amigos le dan <strong>la</strong> razón y piensan<br />

que estoy lleno <strong>de</strong> soberbia, misantropía y locura. Pero<br />

juro que, como el Minotauro <strong>de</strong> “<strong>La</strong> casa <strong>de</strong> Asterión”, <strong>la</strong>s<br />

<strong>puerta</strong>s <strong>de</strong> mi casa están abiertas día y noche a los hombres y<br />

a los animales, que entre quien quiera.<br />

<strong>La</strong> urgencia <strong>de</strong> silencio y ais<strong>la</strong>miento <strong>la</strong> tengo <strong>de</strong>s<strong>de</strong> niño. Mis<br />

padres me instaban a salir a jugar con los vecinos, cuando lo<br />

único que yo quería era quedarme en mi cuarto pensando lunas<br />

y soles, leyendo, escribiendo, hab<strong>la</strong>ndo en silencio con los personajes<br />

que había creado. Sólo Marco tenía acceso a ese mundo y<br />

me alentaba a seguir escribiendo. Recuerdo mis cumpleaños, <strong>la</strong><br />

vergüenza que sufría en el momento en que todos me cantaban<br />

<strong>La</strong>s mañanitas y ap<strong>la</strong>udían. Invariablemente yo ocultaba el rostro<br />

en el regazo <strong>de</strong> mi madre y le pedía que no me miraran. No sé si<br />

se trataba <strong>de</strong> una timi<strong>de</strong>z exacerbada o si mi carácter poco a poco<br />

ya se iba <strong>de</strong>lineando. Pero mi condición no es única. <strong>La</strong> he visto<br />

en otros <strong>la</strong>dos. Y no somos locos incapaces <strong>de</strong> re<strong>la</strong>cionarnos con<br />

el mundo.

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