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68 La luz detrás de la puerta se escribe. Probablemente las literaturas también están en la capacidad de cada lector para “novelar”. En el terreno de la escritura y la lectura se juega la búsqueda de una verdad, alguna significación, irremediablemente subjetiva. Por eso, quien escribe, lee, y quien lee también escribe, aunque éste no siempre lo haga sobre papel. El sujeto se divide en el texto escrito y durante el acto mismo de escribir. Mi escritura es la temporalidad y el silencio que abren espacios propios sustraídos del tiempo cronológico, un tiempo que se difiere estático en el cual un instante de abstracción consuma el adefesio de palabras. Mi escritura es la corriente silenciosa y sin sentido que busca acomodo armónico en ese pasaje entre lo simbólico y lo real. ¿Qué son las literaturas sino el residuo que cae entre ambos? Escribir es inscribirse en el lenguaje callando. Las literaturas son lo contrario al nombre que quedó atrapado en la punta de la lengua: es el nombre encontrado después de mirar de frente al silencio para invocarlo. Cuando el acontecimiento de la escritura ocurre no puede pararse ni contenerse, hay un goce indescriptible al escucharlo, “nunca está el lenguaje más cerca de su verdad que cuando sueña una alucinación”. 24 Todo aquel que ha puesto atención a la escucha del silencio, descubre la fuerza del lenguaje que los Minotauros precisan cuando escriben. Nunca olvidemos que es el lenguaje quien nos habla, y no al revés. El silencio ontológico adviene en el silencio contemplativo que ellos le ofrecen como dádiva para que les convide un pedazo de hilo. Los Minotauros huyen por el pasaje más oscuro del laberinto, sin embargo, también les gusta volver, de repente 24 P. Quignard, “Pequeño tratado sobre la Medusa”, p. 50.
El horizonte del acontecimiento: el silencio contemplativo asoman su hocico por la salida. Cuando lo hacen, salen del laberinto aunque nadie pueda distinguirles. Son mundanos. Incluso tienen un cariz insignificante. Pero uno a uno se reconocen, porque habitan la comunidad del silencio, hablan sin mover los labios. Cada Minotauro puede abrir al por venir. Es su pensar y su escucha alejada de la logística, y la razón que calcula y contabiliza, lo que apropia su pensamiento. Es un pensar distinto: Los que piensan con el raciocinio están distraídos. Los que piensan con la emoción están durmiendo, los que piensan con la voluntad están muertos. Yo, sin embargo, pienso con la imaginación, y todo cuanto en mí debería ser razón o aflicción o impulso se me reduce a algo indiferente y distante, como este lago muerto entre las rocas sobre el que se cierne en retirada lo que queda del sol. 25 La vida de los h(n)ombres me reclama. 25 F. Pessoa, El libro del desasosiego, p. 354. 69
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68 <strong>La</strong> <strong>luz</strong> <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> <strong>la</strong> <strong>puerta</strong><br />
se escribe. Probablemente <strong>la</strong>s literaturas también están en <strong>la</strong> capacidad<br />
<strong>de</strong> cada lector para “nove<strong>la</strong>r”.<br />
En el terreno <strong>de</strong> <strong>la</strong> escritura y <strong>la</strong> lectura se juega <strong>la</strong> búsqueda <strong>de</strong> una<br />
verdad, alguna significación, irremediablemente subjetiva. Por<br />
eso, quien escribe, lee, y quien lee también escribe, aunque éste<br />
no siempre lo haga sobre papel.<br />
El sujeto se divi<strong>de</strong> en el texto escrito y durante el acto mismo<br />
<strong>de</strong> escribir. Mi escritura es <strong>la</strong> temporalidad y el silencio que abren<br />
espacios propios sustraídos <strong>de</strong>l tiempo cronológico, un tiempo<br />
que se difiere estático en el cual un instante <strong>de</strong> abstracción consuma<br />
el a<strong>de</strong>fesio <strong>de</strong> pa<strong>la</strong>bras. Mi escritura es <strong>la</strong> corriente silenciosa<br />
y sin sentido que busca acomodo armónico en ese pasaje entre lo<br />
simbólico y lo real. ¿Qué son <strong>la</strong>s literaturas sino el residuo que cae<br />
entre ambos? Escribir es inscribirse en el lenguaje cal<strong>la</strong>ndo. <strong>La</strong>s<br />
literaturas son lo contrario al nombre que quedó atrapado en <strong>la</strong><br />
punta <strong>de</strong> <strong>la</strong> lengua: es el nombre encontrado <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> mirar <strong>de</strong><br />
frente al silencio para invocarlo. Cuando el acontecimiento <strong>de</strong> <strong>la</strong><br />
escritura ocurre no pue<strong>de</strong> pararse ni contenerse, hay un goce in<strong>de</strong>scriptible<br />
al escucharlo, “nunca está el lenguaje más cerca <strong>de</strong> su verdad<br />
que cuando sueña una alucinación”. 24<br />
Todo aquel que ha puesto atención a <strong>la</strong> escucha <strong>de</strong>l silencio, <strong>de</strong>scubre<br />
<strong>la</strong> fuerza <strong>de</strong>l lenguaje que los Minotauros precisan cuando<br />
escriben. Nunca olvi<strong>de</strong>mos que es el lenguaje quien nos hab<strong>la</strong>, y<br />
no al revés. El silencio ontológico adviene en el silencio contemp<strong>la</strong>tivo<br />
que ellos le ofrecen como dádiva para que les convi<strong>de</strong> un<br />
pedazo <strong>de</strong> hilo. Los Minotauros huyen por el pasaje más oscuro<br />
<strong>de</strong>l <strong>la</strong>berinto, sin embargo, también les gusta volver, <strong>de</strong> repente<br />
24 P. Quignard, “Pequeño tratado sobre <strong>la</strong> Medusa”, p. 50.