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La luz detras de la puerta.pdf - Biblioteca Mexiquense del ...

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El horizonte <strong>de</strong>l acontecimiento: el silencio contemp<strong>la</strong>tivo<br />

un nombre perteneciente a <strong>la</strong> lengua que yo hablo, aunqu e tiene<br />

<strong>la</strong> misma ca<strong>de</strong>ncia. Portugués, sí, ahora recuerdo, es un nombre<br />

portugués, o más bien es su apellido. Sé poco <strong>de</strong> él, únicamente se<br />

presenta en el espacio <strong>de</strong>l no-tiempo <strong>de</strong> <strong>la</strong> escritura. En el trance<br />

suspendido entre toda expresión y ninguna. En ese rincón diminuto<br />

que se oculta al final <strong>de</strong> los caracoles. ¿Han logrado asomarse?<br />

No al caracol, sino al fondo <strong>de</strong> su espiral, allí don<strong>de</strong> no se alcanza<br />

a ver ya nada, don<strong>de</strong> no hay más ais<strong>la</strong>miento que el ais<strong>la</strong>miento<br />

mismo; don<strong>de</strong> el silencio juega a ser murmullo que susurra; don<strong>de</strong><br />

se escon<strong>de</strong> el autista funcional que camina, come, orina y respira<br />

sin ser parte <strong>de</strong> este mundo. Ése es el amigo escribano, quien<br />

camina al mismo tiempo que tropieza, aquél que camina sin ver<br />

los rostros a su alre<strong>de</strong>dor. No obstante, sí los ve, aunque <strong>de</strong>s<strong>de</strong> otro<br />

lugar, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> un rostro abierto a todos los rostros, a través <strong>de</strong> una<br />

mirada en <strong>la</strong> cual se reflejan todas <strong>la</strong>s miradas. A pesar <strong>de</strong> que el<br />

rostro se <strong>de</strong>sdibuja en <strong>la</strong> arena <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> cada oleada, aparece<br />

nuevamente como marca in<strong>de</strong>leble. A pesar <strong>de</strong> que <strong>la</strong> mirada se ha<br />

fugado en un vórtice, vuelve iridiscente en luces <strong>de</strong> colores. Todo<br />

lo anterior ocurre en medio <strong>de</strong>l camino, entre el primer vocablo<br />

y el último, no en lo escrito, sino en el camino recorrido para<br />

llegar a ellos.<br />

Mi escritura respira el c<strong>la</strong>mor <strong>de</strong> una caricia dulce que no posee<br />

significado y se arropa en el disfraz <strong>de</strong> <strong>la</strong> pa<strong>la</strong>bra. Escribo para sentir<br />

esa caricia. Escribo para acariciar al otro mientras lee los enunciados<br />

<strong>de</strong> mi <strong>de</strong>svelo. Persigo a <strong>la</strong> pa<strong>la</strong>bra por los pasadizos <strong>de</strong>l<br />

<strong>la</strong>berinto. <strong>La</strong> veo ocultarse en los recovecos mientras me pregunto:<br />

¿cuál será el hilo que me ayudará a no per<strong>de</strong>r<strong>la</strong>? Entonces me doy<br />

cuenta que no es <strong>la</strong> pa<strong>la</strong>bra escrita <strong>la</strong> que me mueve, sino <strong>la</strong> otra,<br />

<strong>la</strong> que huye veloz por los pasadizos. Porque es el instante cuando<br />

escribo lo que en realidad me importa. Es el ba<strong>la</strong>nceo <strong>de</strong>l péndulo<br />

que viaja entre una pa<strong>la</strong>bra y <strong>la</strong> otra. <strong>La</strong> erotización <strong>de</strong> <strong>la</strong> hoja en<br />

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