La luz detras de la puerta.pdf - Biblioteca Mexiquense del ...
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El silencio que somos: el silencio ontológico<br />
Si bien <strong>la</strong>s voces son indiscernibles, siempre distingo a un pequeño<br />
sujeto al fondo <strong>de</strong> mí, que logro reconocer en esta polifonía mal amalgamada.<br />
Por su acento sé que es extranjero. Y ese pequeño sujeto que<br />
logro reconocer, no siempre pue<strong>de</strong> ser visto porque sólo se <strong>de</strong>sdob<strong>la</strong><br />
al momento <strong>de</strong> <strong>la</strong> escritura. Tal vez este empeño sea su búsqueda<br />
permanente. Aunque existan muchas voces cuando escribo, él siempre<br />
está allí, <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> todas, armonizándo<strong>la</strong>s como un director <strong>de</strong><br />
orquesta mediocre, quien a fuerza <strong>de</strong> fracasar <strong>de</strong>ja que cada instrumentista<br />
toque a favor <strong>de</strong> su propio lucimiento. Yo quería que ese<br />
pequeño sujeto se mostrara en <strong>la</strong> pa<strong>la</strong>bra hab<strong>la</strong>da, pero no, siempre<br />
al abrir <strong>la</strong> boca, yo terminaba eclipsado por mi torpeza; él permanecía<br />
escondido <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> mi garganta, abandonándome en un balbuceo<br />
ridículo. Recuerdo que algo así le sucedía a Rousseau. Él reveló<br />
en sus Confesiones: “Me gustaría <strong>la</strong> sociedad como a cualquier otro,<br />
si no tuviese <strong>la</strong> seguridad <strong>de</strong> aparecer en el<strong>la</strong>, no so<strong>la</strong>mente con <strong>de</strong>sventaja,<br />
sino completamente distinto <strong>de</strong> lo que soy. El partido que<br />
he tomado, <strong>de</strong> escribir y <strong>de</strong> ocultarme, es precisamente el que me<br />
convenía. Estando yo presente, jamás se hubiera sabido lo que valía<br />
y ni siquiera se hubiese sospechado”. 4 Nadie lo entien<strong>de</strong> a él mejor<br />
que yo. Mas <strong>de</strong>bo añadir que me aíslo en pos <strong>de</strong>l silencio para escribir,<br />
no sólo para <strong>de</strong>mostrar mi valía, es <strong>la</strong> única forma en que puedo<br />
hab<strong>la</strong>r cal<strong>la</strong>ndo.<br />
El silencio me habita, su siseo mudo provoca que <strong>la</strong>s voces aparezcan,<br />
es el momento <strong>de</strong> mi concepción y el <strong>de</strong>spués a mi muerte,<br />
el estado perpetuo <strong>de</strong> mi escritura, el inicio <strong>de</strong> todas <strong>la</strong>s cosas<br />
y el término <strong>de</strong> <strong>la</strong>s mismas, <strong>la</strong> suspensión aparente <strong>de</strong> todo juicio,<br />
el origen y el fin a don<strong>de</strong> todo retorna velozmente, <strong>la</strong> aparición <strong>de</strong><br />
<strong>la</strong>s cosas inteligibles que brotan <strong>de</strong> mis <strong>de</strong>dos hacia <strong>la</strong> pulcritud<br />
<strong>de</strong> <strong>la</strong> hoja en b<strong>la</strong>nco. No se trata so<strong>la</strong>mente <strong>de</strong> silencio físico, o el<br />
4 Juan Jacobo Rousseau, Confesiones, p.76.<br />
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