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48 <strong>Letras</strong> <strong>Libres</strong> julio 2009<br />

Foto: Aura Aguirre


Nuevo elogio de la fugacidad<br />

UNa coNversacióN coN José emilio Pacheco<br />

D<br />

y<br />

el poema, la novela, el<br />

cuento y el artículo periodístico a la traducción,<br />

el ensayo y la antología, José Emilio Pacheco<br />

(ciudad de México, 1939) ha cultivado todos<br />

los géneros imaginables de la literatura. Sus<br />

casi treinta títulos, sometidos a un riguroso<br />

artesanado formal y a una limpieza extrema<br />

de sus contenidos, lo prueban como una de las<br />

voces más inconfundibles de las letras iberoamericanas<br />

contemporáneas.<br />

Además de su importante labor en el campo<br />

editorial, Pacheco posee una destacada trayectoria<br />

en el periodismo cultural de México. Ha<br />

sido catedrático en distintas universidades de<br />

México, Canadá, Estados Unidos y Gran<br />

Bretaña. Miembro de El Colegio Nacional<br />

de México desde 1986, ha recibido innumerables<br />

distinciones por su trabajo literario: el<br />

Premio Nacional de Lingüística y Literatura<br />

en 1992, el Premio José Asunción Silva 1996<br />

al mejor libro de poemas publicado entre 1990<br />

1995, el primer Premio Iberoamericano<br />

de <strong>Letras</strong> José Donoso en 2001, el Premio<br />

Internacional Octavio Paz de Poesía y Ensayo<br />

2003, el Premio Iberoamericano de Poesía<br />

Pablo Neruda y el Premio Internacional<br />

Alfonso Reyes en 2004, así como el Premio<br />

Internacional de Poesía Ciudad de Granada-<br />

Federico García Lorca 2005.<br />

La presente conversación tuvo lugar en su<br />

casa, dos días antes de ser galardonado con<br />

el prestigioso Premio Reina Sofía de Poesía<br />

Iberoamericana 2009.<br />

n<br />

En tu poema “Contraelegía” escribiste: “Mi<br />

único tema es lo que ya no está./ Sólo parezco<br />

hablar de lo perdido./ Mi punzante estribillo<br />

es nunca más.” La “estética de la desaparición”<br />

(Paul Virilio) que predican estos versos ha<br />

regido tu escritura desde hace más de medio<br />

siglo. Sin embargo, la presencia de tu obra en<br />

la literatura iberoamericana de hoy es evidente<br />

y sustancial. ¿Encuentras contradictoria esta<br />

deriva o, por el contrario, ha reforzado tu<br />

conciencia del mundo y la escritura en tanto<br />

creaciones efímeras e irrepetibles, en peligro<br />

de extinción?<br />

En la naturaleza efímera de las cosas no<br />

todo es negativo. Sería terrible que el<br />

mundo se hubiera detenido el 5 de mayo<br />

de 1862. Todo debe cambiar sin tregua.<br />

Estamos aquí porque desaparecieron<br />

los que estaban antes. Nos vamos para<br />

que otros ocupen nuestro lugar.<br />

Un paréntesis: ¿por qué escogiste ese día específico?<br />

Por la fecha de hoy: 5 de mayo, aniversario<br />

de la batalla de Puebla. En nuestra<br />

historia de humillaciones y derrotas es<br />

una gran excepción la victoria contra el<br />

ejército francés.<br />

De vuelta a la primera pregunta, ¿de qué<br />

manera caracterizas un trabajo como el tuyo<br />

que, aun reunido en una obra voluminosa pero<br />

estricta, retrata la disolución y el caos?<br />

Si divides la suma de las páginas<br />

entre medio siglo de trabajo, la obra<br />

(me parece muy arrogante hablar de<br />

“obra”) es todo menos voluminosa. No<br />

soy el inventor de la disolución y el caos.<br />

Además la poesía no es un manual de<br />

autoayuda. Más bien sirve para llamar la<br />

atención sobre las cosas menos agradables<br />

del mundo. Me parece asombrosa<br />

la capacidad de Neruda para celebrar<br />

lo grato y lo placentero. La dicha y el<br />

placer son mudos. Sólo la desgracia y<br />

el sufrimiento hablan.<br />

julio 2009 <strong>Letras</strong> <strong>Libres</strong> 49


En otro poema tuyo, titulado “Paisaje”, acuñaste<br />

la expresión “el museo de un segundo”.<br />

Así, la mirada poética está a cargo de la curaduría<br />

de las piezas y objetos del instante. Si<br />

para Neruda el instante es motivo de celebración<br />

de una Tierra, un hombre y un lenguaje<br />

inmediatos, en tu poesía permite advertir la<br />

descomposición súbita e irreversible de los tres.<br />

¿Obedece a este hecho el que tu poesía se haya<br />

ido tornando cada vez más despojada con el<br />

paso del tiempo? ¿Es ése el decurso de tu poesía:<br />

haber partido de la lírica para llegar a la<br />

confesionalidad?<br />

Nunca he hecho ni haré textos confesionales.<br />

No sé hablar de mí mismo, aunque<br />

es nuestra ocupación predilecta.<br />

Observa el éxito de los confesionarios,<br />

los bares y los consultorios psicoanalíticos.<br />

Me limito a escribir. Celebro la facilidad<br />

con que los escritores comentan e<br />

interpretan sus libros. Para mí tener una<br />

excesiva conciencia de lo que se escribe<br />

es paralizante. Siempre recuerdo la historia<br />

del ciempiés que se desplaza libre<br />

por la pared hasta que el entomólogo<br />

le pregunta cuál patita mueve primero.<br />

El ciempiés nunca lo había pensado. Al<br />

hacerse consciente queda inmóvil, cae<br />

al suelo y muere.<br />

El texto sabe lo que el autor ignora.<br />

Una ensayista norteamericana me<br />

envió un brillante análisis sobre cómo<br />

la novela Morirás lejos está compuesta<br />

sólo a base de fórmulas matemáticas<br />

que se ajustan como una suma. No le<br />

contesté, no me atreví a confesarle que<br />

fui el peor alumno en esta materia y sigo<br />

siendo torpísimo.<br />

La Historia es un fantasma que recorre obsesivamente<br />

tu obra, tanto en su reconstrucción<br />

como en su fabulación. La Historia es vista<br />

y juzgada desde diferentes perspectivas, como<br />

desde un panóptico, pero también abraza el<br />

principio físico de incertidumbre; es decir,<br />

los hechos humanos se modifican con su sola<br />

observación. ¿Dónde ocurre la Historia para<br />

la literatura? ¿En la tragedia, cuando sucede<br />

por primera vez?, ¿en la farsa, cuando se repite<br />

al infinito, o entre ambas?<br />

La Historia con mayúscula no tiene<br />

forma ni principio ni fin. Lo que llamamos<br />

Historia es la historiografía, su<br />

expresión escrita. Lo que no está escrito<br />

50 <strong>Letras</strong> <strong>Libres</strong> julio 2009<br />

es como si nunca hubiera sucedido. Y<br />

aquí se muestra en su verdadera dimensión<br />

la frase de que “una imagen vale<br />

más que mil palabras”. No es un proverbio<br />

chino como nos dicen, sino la<br />

idea de un publicista de Nueva York<br />

que la inventó para sostener su tesis de<br />

que la mejor propaganda para la Coca-<br />

Cola era presentar la imagen muda de la<br />

nueva botella que se lanzó a comienzos<br />

del siglo pasado. Un diseño maravilloso<br />

al que no hicieron falta elogios.<br />

El ejemplo contrario es la célebre<br />

fotografía de Jerónimo Hernández en<br />

el Archivo Casasola. Durante casi cien<br />

años la foto de esa mujer asomada a la<br />

puerta de un vagón pasó a representar a<br />

“La Adelita”, la compañera del revolucionario,<br />

el símbolo de la lucha del pueblo<br />

mexicano contra la tiranía. El gran<br />

investigador Miguel Ángel Morales la<br />

encontró y la publicó en su totalidad hace<br />

dos años: la “Adelita” no es una revolucionaria<br />

¡sino una cocinera del ejército<br />

con que, Victoriano Huerta, el futuro<br />

golpista y asesino de Madero, salió a<br />

combatir a los rebeldes del norte! ¿Qué<br />

sucedió? No estábamos leyendo bien la<br />

imagen sino ilustrando con ella en nuestro<br />

interior las novelas de la revolución.<br />

Dar testimonio a partir de los grandes acontecimientos<br />

históricos o de los aparentemente<br />

nimios en la biografía de un hombre cualquiera<br />

es una impronta de tus narraciones, poemas y<br />

artículos. Pero ¿quién testimonia por el testigo,<br />

como sugería Paul Celan? ¿Quién testimonia<br />

por ti?<br />

Por mí sólo pueden testimoniar, para<br />

absolverme o condenarme, mis propios<br />

escritos, que no tienen la menor pretensión<br />

a este respecto. Escribo lo que puedo<br />

y todo está determinado por el año atroz<br />

de mi nacimiento: 1939. Es increíble todo<br />

lo que he visto desaparecer, por ejemplo<br />

la ciudad de México. Me alegra que<br />

muchos jóvenes rechacen la piedra funeraria<br />

que me oprimió por muchos años:<br />

la de ser un escritor “nostálgico”.<br />

La nostalgia es la invención de un<br />

falso pasado. A ella se opone la mirada<br />

crítica. Estoy en contra de la idealización<br />

de lo vivido pero totalmente a favor<br />

de la memoria.<br />

La maduración de una experiencia sentimental<br />

o intelectual colabora decisivamente en la elección<br />

de un género determinado. ¿Cómo escoges,<br />

por tanto, entre el verso y la prosa?<br />

No puedo hacer planes sobre escribir<br />

en verso o en prosa. La idea que se me<br />

ocurre trae consigo su forma. No tengo<br />

una mentalidad teórica y otra razón por<br />

la que me disgustan mis entrevistas, en<br />

modo alguno las entrevistas, es porque<br />

me avergüenza repetir siempre las mismas<br />

cosas.<br />

A los seis o siete años me llevaron<br />

al Circo Atayde. Me fascinó a tal punto<br />

que pedí regresar el otro domingo. Mi<br />

decepción fue muy honda: todos los<br />

actos eran iguales a los de la semana<br />

anterior. Lo mismo me pasa al ser entrevistado.<br />

Gracias a que el espectáculo se repitió sin<br />

variantes al domingo siguiente, ¿qué costumbres<br />

humanas descubriste ahí? El circo es el<br />

tema de dos relatos en El viento distante<br />

(1963), “Parque de diversiones” y el que da<br />

título al libro, además de los poemas que integran<br />

la sección “Circo de noche”, incluido<br />

en El silencio de la luna (1994).<br />

Tienes razón y no lo había pensado.<br />

Esa experiencia remota debe de ser el<br />

origen de esos dos cuentos y el ciclo<br />

de poemas. Ahora ni bajo amenaza de<br />

muerte iría a un circo ni a una corrida<br />

de toros.<br />

Al revés de James Joyce y su artista adolescente,<br />

Stephen Dedalus, el protagonista y narrador<br />

en primera persona de Las batallas en el<br />

desierto, Carlos, no sale al encuentro de la<br />

manifestación espiritual del mundo, sino que<br />

se topa con puras revelaciones materiales –y,<br />

por ello, transitorias– de cuanto lo rodea. En<br />

Las batallas... lo encontrado es lo perdido<br />

desde siempre. ¿Toda epifanía trae consigo<br />

una acta de defunción?<br />

Tal vez para escribir ese libro fue necesaria<br />

otra de las muchas muertes de la<br />

ciudad de México: la apertura en 1977-<br />

1978 de los llamados “ejes viales” que no<br />

sirvieron sino para enriquecer aún más<br />

a los ladrones que en aras de la codicia<br />

han hecho de verdad inhabitable este<br />

lugar. Coincidió con que en la exposición<br />

Recuerdos de Vicente Rojo me


preguntó Armando Ponce, el jefe de la<br />

sección cultural de Proceso, qué pensaba<br />

de los amores infantiles. Le contesté<br />

con una frase de Graham Greene que<br />

me ha impresionado desde que la leí:<br />

“Los verdaderos amores trágicos son los<br />

amores de los niños y de los viejos porque<br />

no tienen esperanza.” A partir de<br />

la conversación con Armando Ponce se<br />

me ocurrió todo lo que narra Las batallas<br />

en el desierto. El ambiente es real pero la<br />

historia es por completo imaginaria. No<br />

tuve una adolescencia tan interesante<br />

como la de Carlos, su protagonista. En<br />

toda actividad humana hay algo horrible<br />

y en este caso es que ya no puedo<br />

disculparme ante mis padres porque<br />

muchas personas que me hacen el favor<br />

de leer el libro creen que fueron como<br />

los padres de Carlos, cuando en realidad<br />

eran todo lo contrario.<br />

Y contra tus expectativas, se convirtió en tu<br />

obra más leída y reeditada...<br />

Eso te demuestra que nadie puede buscar<br />

el éxito. Pensé que Las batallas en el<br />

desierto sólo iba a interesar a las personas<br />

que fueran mis contemporáneas y<br />

hubiesen vivido en la colonia Roma.<br />

Sin embargo, la inmensa mayoría de sus<br />

lectores han sido jóvenes y muchachas.<br />

Supongo que había algo en el aire de la<br />

época. Una chica española me habló de<br />

algo en lo que no pensé jamás: las coincidencias<br />

entre mi libro y las series de<br />

televisión Los años maravillosos y Cuéntame<br />

cómo pasó, cuyo protagonista se llama<br />

también Carlos.<br />

Aunque es muy anterior, dudo<br />

sinceramente de que sus guionistas<br />

lo hayan leído. Mi libro se difundió<br />

en España y en Estados Unidos pero<br />

no tuvo ningún éxito. Le fue mucho<br />

mejor en Francia y en Italia, aunque<br />

en términos bastante modestos. No me<br />

representa Carmen Balcells, no pertenezco<br />

al boom ni al crack, no publican<br />

mi narrativa las grandes y poderosas<br />

editoriales. En Francia Las batallas en<br />

el desierto ha vuelto a salir este año en<br />

libro de bolsillo, en España está fuera de<br />

circulación desde hace muchos años, en<br />

Estados Unidos lo convirtieron pronto<br />

en pasta de papel.<br />

En lo tocante a las reediciones, cada nueva<br />

salida de tus títulos lleva detrás un arduo e<br />

interminable proceso de corrección. ¿A qué<br />

se debe? Ramón López Velarde afirmaba que<br />

“retocar el pasado es superchería”.<br />

Mi práctica de corregir y aun reescribir<br />

algunos libros (no todos) y mi idea de la<br />

versión poética me han hecho tolerante<br />

de las opiniones extremas. No hay<br />

manera de congraciarse y llegar a un<br />

nivel medio de acuerdo. Las aceptas o<br />

las rechazas como adoras a los gatos<br />

o te alejas de ellos horrorizado.<br />

No creo en el autor intocable. Si<br />

puedo mejorar lo que escribo lo haré<br />

como se mejoran y actualizan los libros<br />

de texto. Muchos autores lo hacen, pocos<br />

se dan el valor de confesarlo. Tienen<br />

razón porque muchas personas creen<br />

que la reescritura las agrede: “No corregiste<br />

el texto, me traicionaste a mí.”<br />

Mi idea es muy sencilla: si publico<br />

ahora, digamos, La sangre de Medusa no<br />

pienso que van a releer este libro quienes<br />

lo leyeron en nuestra juventud. Hay<br />

cada vez más libros y menos tiempo.<br />

Trabajo para quien se acerca a él por<br />

vez primera. Sin embargo, persisto sin<br />

esperanza, acepto que la reescritura es<br />

una causa perdida. Te esfuerzas mucho<br />

por hacer un poco mejor lo escrito y<br />

siempre hay alguien que te dice: “Me<br />

gusta más tu versión original. Tenía<br />

mucha frescura.” No es algo voluntario:<br />

me releo y no puedo evitar el impulso de<br />

cambiarlo. Me encantaría preguntarle<br />

al joven que fui qué piensa de las modificaciones<br />

que le he hecho a su trabajo.<br />

Cada generación traduce a sus clásicos, pero un<br />

autor maduro es la suma de las generaciones por<br />

las que ha atravesado y que coexisten en él.<br />

En la literatura ¿existe el pasado?, ¿todo<br />

es presente? Ningún taller de escritura<br />

dramática podría enseñarle hoy a nadie<br />

una construcción tan actual y tan perfecta<br />

como la estructura en espiral de<br />

Edipo rey. Siempre he tenido el temor<br />

de que la destrucción del mundo clásico<br />

fue tan brutal que nada más sobrevivieron<br />

las obras de las que los copistas<br />

habían hecho gran cantidad de ejemplares,<br />

es decir los best sellers. A lo mejor<br />

hubo autores más grandes que Sófocles<br />

josé emilio pacheco / entrevista<br />

y Virgilio que se perdieron para siempre.<br />

Pero lo que tenemos es un tesoro<br />

inabarcable y no alcanza la vida entera<br />

para acercarse a él.<br />

He concluido, y espero publicar en<br />

2010, la última versión de Aproximaciones<br />

que empieza con los epigramas griegos<br />

y termina con los haikús japoneses.<br />

En medio están los románticos y los<br />

poetas del siglo xx. Es un libro que se<br />

ha llevado medio siglo. Empecé con<br />

las traducciones escolares y he seguido<br />

con todo lo que me interesa leer atentamente.<br />

La mejor forma de hacerlo<br />

es traducirlo.<br />

Sufrí un trauma severo con el fracaso<br />

de mis labores de dos décadas en los Cuatro<br />

cuartetos, las versiones inéditas que siguen<br />

a la que conoces y publicó el Fondo de<br />

Cultura Económica en 1989. No podrá<br />

publicarse por conflictos que me son del<br />

todo ajenos. José Ramón Ruisánchez asegura<br />

que no existe ni siquiera en inglés<br />

una edición crítica como la que intenté en<br />

español. Octavio Paz fue un gran defensor<br />

de esta versión. Dejé de escribir varios<br />

libros por dedicarme tan obstinadamente<br />

a Eliot tantos años.<br />

Trabajos de amor perdidos.<br />

¿A qué obedece la comunión tan especial que<br />

surgió entre el último Eliot y tú? Uno podría<br />

pensar que tu poesía, monumento fúnebre al<br />

tiempo, se corresponde más con el primer Eliot,<br />

el autor de La tierra baldía (1922), que con el<br />

de Cuatro cuartetos, convertido a la gracia<br />

de la fe anglicana y en un espíritu monárquico,<br />

un clásico autoproclamado.<br />

Extrañeza suprema de la poesía: nos<br />

puede encantar aunque estemos totalmente<br />

en contra del autor y sus ideas.<br />

Me fascinan los Cuatro cuartetos y El Aleph<br />

y Ficciones y los poemas finales de Borges<br />

pero no me sentaría a la misma mesa con<br />

sus autores. Eliot en persona me parece<br />

casi tan abominable como el espantoso<br />

Borges que emerge del libro arrasador<br />

y finalmente suicida de Bioy Casares.<br />

Qué horrible ver cómo suelen terminar<br />

las amistades. Preferiría no haberlo<br />

leído. Pocas cosas me han causado tanta<br />

tristeza y tan amarga impresión sobre lo<br />

que somos todos los seres humanos, no<br />

sólo los escritores.<br />

julio 2009 <strong>Letras</strong> <strong>Libres</strong> 51


Habrá más de un lector convencido del fondo<br />

autobiográfico de tus relatos y novelas...<br />

Todas mis narraciones son imaginarias,<br />

sólo en algunos poemas como en “La<br />

Niña de Plata” me he dado valor para<br />

enfrentar episodios autobiográficos y<br />

aun así están muy ficcionalizados. Por<br />

supuesto, parten de mi experiencia, la<br />

única que tengo, pero nada es literalmente<br />

verídico. No tengo ninguna esperanza<br />

de sobrevivencia. Nadie se acordará de<br />

mí al día siguiente de mi muerte. Si por<br />

azar alguien lo hiciera le rogaría que en<br />

vez de aumentar con inéditos cada edición<br />

las disminuyera hasta dejar libros<br />

de muy pocas páginas.<br />

Sin embargo, tus libros de narrativa son tempranos.<br />

Una de tus primeras publicaciones fue<br />

“Tríptico del gato”, en 1956.<br />

Es una iniciación rara porque casi todos<br />

comienzan escribiendo versos aunque<br />

no vuelvan a hacerlo. Mi proceso fue<br />

distinto. Desde niño me gustaba mucho<br />

la poesía y la miraba con gran respeto<br />

por la extrema dificultad que hay en<br />

escribirla, mejor dicho en hacerlo bien.<br />

Es, como diría Beckett, algo al mismo<br />

tiempo fácil e imposible.<br />

Vuelvo a lo que llamó Scott Fitzge-<br />

rald “el incomunicable pasado”. Nadie<br />

en tu generación ni en las posteriores<br />

se imaginaría que en los años cuarenta<br />

la radio era una máquina de contar historias,<br />

un gran instrumento narrativo.<br />

No sólo trasmitían radionovelas, sino<br />

cuentos, adaptaciones de los clásicos,<br />

leyendas de las calles de México y obras<br />

hechas específicamente para ese medio<br />

con autores y actores que ya no encontraron<br />

cabida en la televisión.<br />

Por otra parte, si no la poesía, el verso<br />

era algo cotidiano. Nuestros padres y<br />

abuelos solían improvisarlos sin ninguna<br />

pretensión literaria para referirse<br />

al acontecer local y nacional. Todos los<br />

periódicos publicaban epigramas, algunos<br />

tan certeros e injustos como el de<br />

Tomás Perrín sobre los boy scouts:<br />

Es, si al vestuario tan sólo me ciño,<br />

un pobre niño vestido de bobo<br />

al que dirige con celo y arrobo<br />

un pobre bobo vestido de niño.<br />

52 <strong>Letras</strong> <strong>Libres</strong> julio 2009<br />

Me duele ver en qué terminaron las<br />

“calaveras”, los epigramas del día de<br />

muertos que hoy se practican con un<br />

desconocimiento absoluto del metro<br />

y de la rima. Claro, en las escuelas se<br />

enseñaba declamación. Yo era malísimo<br />

para ella y sigo siendo un pésimo lector<br />

en voz alta. Pero declamar te daba<br />

vocabulario y un sentido del idioma que<br />

ya perdimos.<br />

He escrito muy pocos versos rimados<br />

y nunca he hecho un buen soneto<br />

pero defiendo estas cosas con base en mi<br />

experiencia de haber vivido en el puerto<br />

de Veracruz, donde hasta hoy se hacen<br />

décimas perfectas incluso por autores<br />

que no saben leer ni escribir. Mi trabajo<br />

debe mucho a mis años de Veracruz y a<br />

la cultura del verso oral.<br />

En la rima el niño descubre la magia<br />

del lenguaje. En vez de las órdenes,<br />

regaños, lecciones y consejos en prosa<br />

(“Cómete eso”, “Lávate las manos”,<br />

“Ya duérmete”), un día escuchan que<br />

su idioma canta y danza, sirve también<br />

para decir:<br />

A un panal de rica miel<br />

dos mil moscas acudieron<br />

que, por golosas, murieron<br />

presas de patas en él...<br />

Dijiste que de niño tocabas, mal que bien, el<br />

piano. Sin embargo, has confesado tu melomanía<br />

en poemas como “La primera canción<br />

de Agustín Lara”, “Mozart: Quinteto para<br />

clarinete y cuerdas en ‘la’ mayor, K. 581”,<br />

“Ragtime” y “Sobre las olas”, un homenaje al<br />

vals de Juventino Rosas. ¿Tu relación con la<br />

música ha sido la más plena o ideal que has<br />

tenido con las artes?<br />

Tuve clases de piano que me sirvieron<br />

para mostrar mi absoluta falta de talento.<br />

Digamos que soy un ignorante de la<br />

música apasionado por ella. Tampoco<br />

he podido escribir libretos ni letras<br />

de canciones. La melodía del verso es<br />

una reminiscencia de la música que lo<br />

acompañaba antes de la aparición de<br />

la imprenta. Ahora estamos volviendo<br />

a los orígenes. Sea como fuere, para mí<br />

un poema es también una experiencia<br />

visual y auditiva. Tengo plena conciencia<br />

de ser, insisto, un pésimo lector<br />

en voz alta. Escucho, eso sí, muy bien<br />

en silencio y no me gusta que declamen<br />

mis poemas. Juan José Arreola era un<br />

gran lector público porque cumplía el<br />

requisito esencial: le encantaba escucharse<br />

a sí mismo. Yo detesto hacerlo<br />

al punto de que ni siquiera me he atrevido<br />

a poner los discos que he grabado.<br />

Menos todavía me gusta ver mis<br />

fotos. De modo que estoy perdido en<br />

el mundo de los medios y al mismo<br />

tiempo no puedo esquivar mi participación<br />

en ellos.<br />

Llama la atención que prácticamente todos<br />

tus libros están dedicados a la memoria<br />

de parientes, amigos y “compañeros de<br />

viaje”: Luis Cernuda, José Carlos Becerra,<br />

Efraín Huerta, Luis Cardoza y Aragón,<br />

Enrique Lihn, Jaime García Terrés, Paz,<br />

José Agustín Goytisolo, Rulfo y tu madre,<br />

Carmen Berny Abreu, por citar sólo a<br />

algunos. Tus dedicatorias construyen una<br />

rotonda personal de hombres ilustres, un<br />

memorial de palabras...<br />

Los muertos se volvieron famosos<br />

cuando ya hacía tiempo que les había<br />

dedicado el texto. Ahora en efecto<br />

las dedicatorias parecen una rotonda<br />

pero sólo es cuestión de haber compartido<br />

viejos tiempos y antiguos<br />

espacios. Al entregar los dos nuevos<br />

libros, Como la lluvia y La edad de las<br />

tinieblas, suprimí las dedicatorias no<br />

por ingratitud sino por acumulación<br />

fúnebre. Cuando llegas a esta edad no<br />

pasa una semana sin que te avisen de<br />

la muerte o la enfermedad mortal de<br />

alguien cercano.<br />

Contra la máxima de La Rochefoucauld<br />

que Swift consideró el texto más vil del<br />

mundo y la más grave afrenta contra<br />

la humanidad (“De mi gran amigo la<br />

mayor desdicha/ me causa en el fondo<br />

regocijo y dicha”), no pienso: “Qué alivio,<br />

me salvé, al menos por ahora no fui<br />

yo.” Al contrario, tengo la certeza de ser<br />

el próximo en la lista. ¿Te acuerdas de<br />

lo que decía el actor George C. Scott?:<br />

“Cada mañana lo primero que hago es<br />

leer los obituarios y si mi nombre no<br />

aparece en ellos entonces me levanto<br />

de la cama.” ~<br />

– Hernán Bravo varela

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