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aldiss, brian w - espacio y tiempo.pdf

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terminaba automáticamente. Nos pasábamos el día sentados sin hacer nada, charlando, leyendo<br />

o visualizando en las excelentes bibliotecas que los Paulls habían instalado. El <strong>tiempo</strong> pasaba<br />

con bastante rapidez para nosotros, los escasos elegidos, pero de todos modos nos alegramos<br />

cuando finalmente llegamos.<br />

¡Digo que nos alegramos!<br />

La época de los Fracasados está a gran distancia en el futuro: a muchos cientos de millones<br />

de años de nosotros... o tal vez sean miles de millones; los Paulls nunca quisieron decirnos la<br />

cifra exacta. ¿Pero qué importa eso? Era a una fabulosa distancia en el futuro... Una época<br />

lejanísima... Como nadie podrá hacerse jamás idea.<br />

Pisamos por primera vez la Tierra de aquella época. Yo suponía, de manera infantil, ver al<br />

sol pegado en el horizonte, o de color morado, o el cielo lleno de lunas, o algo igualmente<br />

sensacional; pero no había ni una sombra sobre el hermoso paisaje. La Tierra no había<br />

envejecido ni un solo día. Era el hombre quien había envejecido.<br />

Los Fracasados diferían de nosotros anatómica y espiritualmente; fue lo primero que de<br />

momento nos sorprendió. Parecían un hatajo de abatidos fenómenos sentados entre montones<br />

de víveres, y nos produjeron risa. Los humoristas — que no faltaban entre nosotros — les<br />

aplicaron el remoquete de «los zombies»... Pero a los pocos días ya no quedaban humoristas<br />

entre nosotros.<br />

Los Fracasados no tenían manos en el sentido estricto de la palabra. De sus muñecas<br />

brotaban cinco largos dedos prensiles y el dedo medio se arrastraba por el suelo cuando ellos<br />

andaban, pues tenían el espinazo muy encorvado y la cabeza enormemente adelantada. Para<br />

contrarrestar los efectos de esta posición, sus cráneos se habían alargado adquiriendo una<br />

forma de nave..., escafocéfalos les llaman los sabios. No tenían cejas, pestañas, pelo ni vello,<br />

aunque los poros de su piel se destacaban como pequeñas excrecencias, dándoles un aspecto<br />

muy singular desde cierta distancia, como si estuviesen cubiertos de plumón.<br />

Cuando nos miraban, sus ojos eran inexpresivos totalmente: mostraban una indiferencia<br />

absoluta, como si estuviesen ahítos de experiencia y como si hubiesen readquirido una<br />

inocencia que resultaba horrible. Cuando nos dirigían la palabra, lo hacían con voz hueca y en<br />

frases tan breves y preñadas de dolor, como el dolor de muelas de un niño. No conseguimos<br />

entender su idioma sin ayuda de los traductores electrónicos que nos facilitaron los Paulls.<br />

Su aspecto era lamentable, pero al principio no nos inquietamos demasiado; no nos<br />

dábamos cuenta cabal de la verdadera naturaleza del problema. Además estábamos muy<br />

atareados desenterrando a una gran cantidad de hombres Fracasados.<br />

En la Tierra se habían establecido cuatro grandes centros de ayuda. Dos de las restantes<br />

cuatro razas que participaban en la empresa se ocupaban de la erección e instalación de<br />

pabellones y equipos sanitarios, otra del cuidado, alimentación y tutela de aquellos infelices y la<br />

cuarta de la comunicación, la rehabilitación y el enlace entre los distintos centros. Y nosotros, los<br />

«Niños", teníamos por misión exhumar y conducirlos a los centros de rehabilitación. ¡Una<br />

tarea sencilla para el grupo más sencillo! Entre todos los grupos teníamos que poner de nuevo<br />

en pie a la raza del hombre, para que continuase hacia adelante.<br />

En total, supongo que no habrá más de unos seis millones de Fracasados repartidos por<br />

toda la Tierra. Nosotros teníamos que buscarlos y desenterrarlos. Disponíamos de unos<br />

tractores con múltiples palas en la parte delantera que excavaban lentamente y con el mayor<br />

cuidado.<br />

Los Fracasados poseían unas zonas que nosotros llamábamos «cementerios»; nosotros les<br />

dábamos este nombre, si bien su propósito no correspondía al mismo. Aquello parecía una<br />

absurda pesadilla. Trabajando día y noche, avanzábamos d<strong>espacio</strong>, trazando surcos en la tierra<br />

como si fuese un campo de barbecho. De pronto, entre el mantillo, aparecía una cara, un<br />

brazo terminado por largos dedos, unas piernas, que surgían de nuevo a la luz. Entonces

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