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aldiss, brian w - espacio y tiempo.pdf

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Tú debes de recordar mejor que yo la primera vez que los Paulls aparecieron en nuestra<br />

época, pues tú estás en el sitio donde eso sucedió. Yo entonces estaba en mi país, desempeñando<br />

una tranquila ocupación; si no hubiese sido tan tranquila, yo tal vez no me hubiera ofrecido<br />

voluntario para la Cruz Roja Intertemporal. ¡Qué polvareda se levantó! La excitación y el<br />

entusiasmo iban acompañados de una buena dosis de pánico. Sí, en aquella ocasión<br />

demostramos que merecíamos el nombre de Niños. También lo demostramos por el modo<br />

adulón y servil con que recibimos a los Paulls mientras éstos visitaban las principales capitales<br />

del mundo. Durante los tres meses que tuvieron que esperar mientras nosotros organizábamos<br />

los envíos de vituallas y hombres, debieron de hallarse dominados por una verdadera<br />

impaciencia por marcharse; sin embargo, nada demostraron, dedicándose a pronunciar sus<br />

sencillas disertaciones sobre la triste situación en que se encontraban los Fracasados y a sonreír<br />

ante las cámaras tridimensionales.<br />

Entre tanto, el dinero para la causa afluía a raudales, los alimentos en conserva y los<br />

medicamentos se amontonaban en las bodegas de la enorme nave. Éramos como niños<br />

arrojando créditos a unos mendigos callejeros: abarrotamos la nave con montones de cosas<br />

inservibles. ¿Quieres decirme qué haría un Fracasado con una lavadora o una máquina<br />

ciclovisora? Por último nos fuimos, mientras todas las bandas de música del mundo atronaban<br />

el aire y la nave partía con un fragor tan espantoso que ahogó todo aquel estrépito y alborotó<br />

tus gallinas... e iniciamos nuestro viaje a la época de los hombres que fracasaron.<br />

—Ahora te acepto esa bebida que me ofreciste antes — dijo Surrey a la chinita,<br />

interrumpiendo momentáneamente la narración.<br />

—En seguida.<br />

Ella extendió el brazo e hizo chasquear los dedos... Su mano quedó iluminada por la luz<br />

que venía del restaurante. Su rostro, en la penumbra, seguía vuelto hacia él, mirándole a los<br />

ojos.<br />

—Pero los Paulls ya te dijeron que la empresa era muy ardua, ¿verdad?<br />

—Sí. Antes de abandonar el presente, ellos nos sometieron a un riguroso adiestramiento<br />

mental. Muchos de los candidatos fueron rechazados entonces. Pero yo conseguí pasar y me<br />

eligieron timonel. El de mayor categoría entre los pertenecientes a esta clase.<br />

Surrey guardó silencio un momento, sorprendido ante aquella nota de orgullo en su voz.<br />

¡Que todavía le quedase orgullo, después de lo que había pasado! Sin embargo, aquello no era<br />

propiamente orgullo; no era más que la voz que seguía por un camino trillado, el alma desnuda<br />

agazapada en el antiguo cascarón de su personalidad.<br />

Le sirvieron la bebida que había pedido. La joven también bebió un refresco en un vaso<br />

largo y empañado; dejó el laúd a un lado para beber.<br />

Surrey tomó un sorbo de su copa y prosiguió su relato.<br />

¡Viajábamos hacia el futuro! Aquello era el sueño de mis años escolares hecho realidad.<br />

Sin embargo, nuestra excitación no tardó en verse embotada por la monotonía. El viaje por el<br />

<strong>tiempo</strong> no es instantáneo, como muchos se imaginan. Necesitamos dos meses (<strong>tiempo</strong> de la<br />

nave) para llegar a la época de los Paulls. Allí todos ellos, con excepción de uno, nos dejaron para<br />

que prosiguiésemos solos nuestro viaje hacia el futuro.<br />

Nos dijeron que ellos tenían que vigilar otras épocas y atender a numerosos problemas<br />

de su gran organización; sin embargo, a veces me pregunto si no utilizaban aquellos<br />

problemas como una excusa, para no tener que vigilar la época de los que fracasaron. Tal vez<br />

nos consideraron menos sensibles que ellos y por tanto más aptos para desempeñar aquella<br />

misión.<br />

Entonces continuamos solos nuestro viaje. El cargo de timonel era casi honorífico, y mi<br />

única misión consistía en accionar un conmutador que paraba los motores, cuando el viaje

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