aldiss, brian w - espacio y tiempo.pdf

aldiss, brian w - espacio y tiempo.pdf aldiss, brian w - espacio y tiempo.pdf

mar99tin.com.ar
from mar99tin.com.ar More from this publisher
12.05.2013 Views

Ella tomó en sus brazos al infante real y dijo: —Llévalo al campo, a casa de tu tía, según convinimos. Dile que le llame... ¡Swap! (1). ___________________ (1) Cambalache, trueque, cambio, en inglés familiar. (N. del T.) —Recuerda que esta noche tú y yo nos encontraremos en el puerto, amor mío. —¡Le veo a usted muy ansioso, señor! — dijo ella, coqueteando. —¿No faltarás, verdad, Ana? —Ten el motor en marcha para cuando yo llegue. —¡Recuerdo total! — gritó la voz de Ojo de Ap en sus oídos. De la inmensidad del espacio, de la inmensidad aun mayor de la memoria, Horacio regresó. El sol amarillento, la lenta hilera de animales que avanzaban detrás suyo con movimientos retardados, la llanura parda, los vistosos espectadores... volvieron a ocupar su lugar. Estaban llegando a la meta. —Él tuvo el motor en marcha pero ella no llegó. ¡Pobre muchacho! — dijo Ojo de Ap —. En realidad, ella se había enamorado de un hombrecillo feo que le prometió las estrellas. —¿No... no serías tú, acaso? —Sí, era yo... ¡Ay de mí! Vinimos a pasar la luna de miel aquí. Cuando yo, en un momento de locura, le confesé que era un pseudohombre... ella ingirió una pócima envenenada... Yo estaba demasiado enamorado... ella era demasiado orgullosa... pero de esto ya hace mucho tiempo, si no para mí, para la vida humana. Mas ahora confío en haber reparado finalmente las consecuencias de mi locura lo mejor posible. Este mundo no es perfecto, mi viejo amigo. ¿Cómo te encuentras? Él no pudo responder. Sabía que por último era libre, y aquella certidumbre le dejaba sin habla. Sólo les quedaban unos cuantos metros... habían ganado fácilmente. —¿Cómo te encuentras? — le preguntó otra vez Ojo de Ap —. ¿Ansioso por recuperar tu antiguo cuerpo? Horacio tragó saliva antes de responder (mejor dicho, hizo tragar saliva a Ojo de Ap). —Sí — consiguió articular —. Sí, mi viejo amigo. Mientras hablaba advirtió a la sacerdotisa Colinette Shawl palmoteando entre la multitud. En medio de una triunfal ovación, cruzaron la meta como una centella.

DISCO CRIMINAL Tengo que escribir todo esto con rapidez, mientras aun tenga tiempo. Veamos cómo empezó... Sí, el disco gramofónico y el smuf. Hace sólo dos días... que el lector no se moleste en buscar esa palabreja en el diccionario; la repetiré: smuf. Sí, sólo hace dos días... me llamo Curly Kelledew, se me olvidaba decirlo... Pero más valdrá que trate de poner orden en mis pensamientos. ¿Tiene el lector la suerte de conocer Cambridge? Uno de mis lugares favoritos de Cambridge es el Pasaje Curry. Posee tres prenderías muy parecidas y satisfactorias (sobre las tres puertas la palabra «prendería» se pronuncia ANTIGÜEDADES). La tarde del día de autos, realicé un hallazgo por pura casualidad. Acababa de comprar un junco chino de casi un metro de alto, con una proa elevada y una auténtica vela latina, con objeto de regalárselo a un sobrinito mío, y una lechera de porcelana del siglo XVIII que destinaba a mi solaz particular y ya me disponía a irme, cuando vi el montón de discos detrás de una cómoda. Dejando el junco y la figurilla de porcelana empecé a examinar los discos. Estaban muy mezclados; los había de 78 revoluciones y algunos de baja velocidad, vendidos probablemente por estudiantes del Colegio de la Trinidad a final de curso. Había algunos discos de jazz — varios de Louis Armstrong para quien le gustase — ballet, Stravinsky, uno resquebrajado con la Canción hindú y — ¡mi pulso se aceleró! — la Segunda Sinfonía de Borodin, aquel disco Coates que actualmente no figura en el catálogo. Allí estaba en un álbum, limpio y nuevo. Examiné el primer disco y lo encontré intacto, como si nunca lo hubiesen tocado. En la tienda no había tocadiscos y por lo tanto no podía probarlo, pero el precio que me pidieron era muy barato y como yo quería tener aquella sinfonía, pagué sin rechistar y me llevé el álbum con el junco y la figurilla de porcelana. ¡Así llegó a mi poder! Por la tarde del día siguiente, que era domingo, Harry Crossway vino a verme como siempre. Harry encaja con mi definición de un amigo: un hombre con el que uno trabaja toda la semana y se alegra de ver el domingo. Después de tomar una copa y de que él hubo admirado el pequeño busto de porcelana que con su turgencia parecía querer romper el corpiño de la lechera, saqué la sinfonía de Borodin. Tocamos el primer movimiento antes de que sacase el segundo disco de su funda. Inmediatamente noté algo raro, a pesar de que el disco ostentaba las correspondientes etiquetas rojas en el centro. Pero al tocarlas, se desprendieron con facilidad. Entonces quedó en mis manos un engendro de color achocolatado y de un grosor doble al de un disco corriente. Sólo uno de sus lados estaba grabado y los surcos que presentaba tenían un aspecto extraordinario. Por supuesto, debiera haber advertido aquella anomalía en la tienda, pero en mi excitación yo me limité a mirar las etiquetas sin hacer más averiguaciones. ¡Era evidente que me habían tomado el pelo! Manifesté mi irritación en términos inequívocos y pasé cinco minutos dando vueltas como un poseído por la habitación. Cuando estuve un poco más calmado, Harry me preguntó, sin ocultar su interés: —¿Te importaría que probásemos este disco en la platina, Curly? Harry y yo trabajamos al servicio de la mayor casa de radio de Cambridge, en la sección experimental. Discos, cintas magnetofónicas, onda corta, televisión — normal y en colores — la casa nos paga para que nos ocupemos de ello, y nos paga muy bien. La próxima vez que el lector oiga hablar de un inoculador de arrugas de las nuevas cámaras de televisión,

Ella tomó en sus brazos al infante real y dijo:<br />

—Llévalo al campo, a casa de tu tía, según convinimos. Dile que le llame... ¡Swap! (1).<br />

___________________<br />

(1) Cambalache, trueque, cambio, en inglés familiar. (N. del T.)<br />

—Recuerda que esta noche tú y yo nos encontraremos en el puerto, amor mío.<br />

—¡Le veo a usted muy ansioso, señor! — dijo ella, coqueteando.<br />

—¿No faltarás, verdad, Ana?<br />

—Ten el motor en marcha para cuando yo llegue.<br />

—¡Recuerdo total! — gritó la voz de Ojo de Ap en sus oídos.<br />

De la inmensidad del <strong>espacio</strong>, de la inmensidad aun mayor de la memoria, Horacio<br />

regresó. El sol amarillento, la lenta hilera de animales que avanzaban detrás suyo con<br />

movimientos retardados, la llanura parda, los vistosos espectadores... volvieron a ocupar su<br />

lugar. Estaban llegando a la meta.<br />

—Él tuvo el motor en marcha pero ella no llegó. ¡Pobre muchacho! — dijo Ojo de Ap —. En<br />

realidad, ella se había enamorado de un hombrecillo feo que le prometió las estrellas.<br />

—¿No... no serías tú, acaso?<br />

—Sí, era yo... ¡Ay de mí! Vinimos a pasar la luna de miel aquí. Cuando yo, en un<br />

momento de locura, le confesé que era un pseudohombre... ella ingirió una pócima<br />

envenenada... Yo estaba demasiado enamorado... ella era demasiado orgullosa... pero de esto<br />

ya hace mucho <strong>tiempo</strong>, si no para mí, para la vida humana. Mas ahora confío en haber<br />

reparado finalmente las consecuencias de mi locura lo mejor posible. Este mundo no es<br />

perfecto, mi viejo amigo. ¿Cómo te encuentras?<br />

Él no pudo responder. Sabía que por último era libre, y aquella certidumbre le dejaba sin<br />

habla. Sólo les quedaban unos cuantos metros... habían ganado fácilmente.<br />

—¿Cómo te encuentras? — le preguntó otra vez Ojo de Ap —. ¿Ansioso por recuperar<br />

tu antiguo cuerpo?<br />

Horacio tragó saliva antes de responder (mejor dicho, hizo tragar saliva a Ojo de Ap).<br />

—Sí — consiguió articular —. Sí, mi viejo amigo.<br />

Mientras hablaba advirtió a la sacerdotisa Colinette Shawl palmoteando entre la multitud.<br />

En medio de una triunfal ovación, cruzaron la meta como una centella.

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!