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aldiss, brian w - espacio y tiempo.pdf

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Ocultó el rostro entre las manos, con abatimiento.<br />

Su interlocutor le tocó en el hombro.<br />

—Yo no soy vulgar, amigo mío, ni el usurpador. Ni tú has sido un estúpido al confiar.<br />

Yo soy... digamos la mano de la justicia. A mi manera, amigo mío, me dedico a deshacer<br />

antiguos entuertos.<br />

—Olvidemos los antiguos: ahora, sácame de este apuro.<br />

—Eso no está en mi mano hacerlo. Tú debieras haber ido a Globadán. Entonces esto no<br />

hubiera ocurrido. Pero cuando se presentó esta ocasión... verás, amigo mío, tuve que<br />

aprovecharla. Resulta más conveniente que tú estés aquí.<br />

Muy débil, pero con dignidad, el rey se levantó, dominando con su alta estatura al<br />

hombrecillo, en la penumbra de la celda.<br />

—Entonces, te obligaré a que me ayudes. ¡Has de saber que he descubierto lo que<br />

eres!... ¡Eres un pseudohombre!<br />

Durante unos segundos Ojo de Ap continuó agazapado. De pronto, con un bufido, se levantó<br />

para preguntar con suavidad:<br />

—¿Y qué, amigo mío?<br />

—Si yo llamase a ese guardia del corredor para decirle que aquí conmigo está un pseudo<br />

hombre, te cogerían para echarte inmediatamente por la compuerta de la nave.<br />

—Y todo, únicamente, porque el hombre creó a mi especie dotándola de mayores<br />

poderes que los que él mismo posee... y luego se asustó, lamentando haber triunfado en aquel<br />

experimento. El éxito fue excesivo, ¿eh?<br />

—Fuimos indulgentes y no os exterminamos. En lugar de eso, os confinamos a Alfa del<br />

Centauro II, pero tú ya sabes que abandonar vuestro confinamiento equivale a cortejar una<br />

sentencia — dijo el rey con voz firme.<br />

—No me hables de aquel mundo espantoso...<br />

—De modo que no lo niegas, Ojo de Ap. ¿Llamo al guardia?<br />

El hombrecillo sostuvo la mirada del rey sin pestañear, dejando que la escasa luz cayese<br />

sobre sus facciones vulgares y abiertas, que muy poco tenían de inhumano. A los pocos<br />

instantes sonrió.<br />

—Valdrá más que lleguemos a un acuerdo, amigo mío. Volveré a visitarte mañana por<br />

la mañana.<br />

—Oh, no, nada de eso. Lo resolveremos ahora mismo. Llama al guardia y dile quien soy, o<br />

le llamaré yo para decirle quien eres.<br />

—No — dijo el hombrecillo, moviendo su cabeza cuadrada —. El asunto es más<br />

complicado de lo que imaginas, amigo mío. Pero volveré mañana por la mañana.<br />

—¿Y cómo lo sabré?<br />

Al hacer esta pregunta, la mirada del rey se cruzó con la de aquel ser y sintió la fuerza<br />

de aquellos grandes ojos implacables e inhumanos, pero que poseían algo que nunca se halla<br />

del todo en unos ojos humanos. Diríase que era una mirada justiciera.<br />

—Te espero mañana por la mañana — dijo roncamente, respondiéndose a sí mismo.<br />

Ojo de Ap asintió con indiferencia y silbó para llamar al guardia.<br />

—A propósito — preguntó, mientras aquel funcionario se acercaba caminando pesadamente<br />

—. ¿Cómo adivinaste... mi verdadera identidad?

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