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Y entonces la película se rompió.<br />
El Universo tembló hasta quedarse parado y luego se desvaneció en una tenue niebla<br />
violácea. La temperatura y el sonido bajaron a cero. Rodney Furnell se quedó inmóvil, con los<br />
brazos extendidos a la mitad de un ademán y una copa de vino en la mano derecha. El<br />
parpadeo, el color violáceo, el descenso del todo al cero le atravesaron; pero mientras él<br />
también sentía que comenzaba a desvanecerse, una enorme y ardiente esperanza nació en su<br />
interior. Ávidamente, su propio fantasma se instaló en el antiguo Rodney. Se sintió lleno de<br />
una creciente confianza al ver que luchaba con éxito contra la anulación.<br />
La copa de vino desapareció de su mano. El profesor Regius se fue haciendo borroso y se<br />
esfumó. Reinaron las tinieblas. Rodney se volvió. Era un movimiento voluntario: no figuraba en el<br />
guión; estaba vivo, era libre.<br />
La burbuja del <strong>tiempo</strong> del siglo XX había estallado, dejándole vivo en el futuro. Se<br />
encontraba en una zona negra y desolada. Evidentemente, se había producido una pequeña<br />
explosión. Sobre su cabeza vio algo que parecía una grúa, pero que era tan grande como una<br />
locomotora. De su parte inferior asomaban varias chimeneas; de una de éstas salía humo.<br />
Indudablemente aquel armatoste era un proyector temporal o como se llamase y también era<br />
evidente se le había quemado una válvula.<br />
Sólo una simple e imprevisible casualidad había libertado al prisionero del Tiempo.<br />
La escena que le rodeaba atrajo de inmediato la atención de Rodney. Con satisfacción<br />
vio que el público que lo había estado contemplando se hallaba dominado por el pánico a causa<br />
de la repentina avería de aquel engendro. Todos gritaban y se empujaban y, en un extremo,<br />
se vapuleaban de lo lindo. Hombres y mujeres iban metidos del cuello a los tobillos en bolsas<br />
transparentes y lisas, que se ajustaban a sus cuerpos ¡Y pensar que habían tenido la osadía y la<br />
impertinencia de reírse de su pijama!<br />
Cautelosamente, Rodney se alejó. De momento, se sintió dominado por la idea de que<br />
estaba libre... Le costaba creer que estuviese libre. Luego fue comprendiendo cuan preciosa era<br />
aquella libertad, doblemente preciosa después de aquella terrible forma de cautiverio a que se<br />
había visto sometido. Debía defenderla con la huida. Se alejó corriendo de la zona donde se<br />
efectuaba la proyección, deteniéndose para leer un gran letrero en el que vio estas<br />
palabras:<br />
Cronoarqueología S. A. presenta:<br />
Los espectáculos de siglos pasados.<br />
¡Vengan a ver las extravagancias de nuestros<br />
antepasados!<br />
Nuestro lema es: Instruir deleitando<br />
Y debajo, en letra más pequeña: Consulte nuestro folleto.<br />
Con mano temblorosa, Rodney tomó un folleto de vivos colores de una pila y se lo metió<br />
en un bolsillo. Luego echó a correr.<br />
Su presunción de que aquello era una feria resultó acertada. Valeria y él no habían sido<br />
más que una versión algo ennoblecida de un número titulado «Lo que vio el mayordomo».<br />
Gigantescos barracones se alzaban por todos lados. Una alegre muchedumbre correteaba por el<br />
recinto o se detenía sin hacer el menor caso a Rodney. Vio ondear unos gallardetes, escuchó los<br />
compases de una música; en las inmediaciones, un rótulo luminoso proclamaba:<br />
Más allá, un cartelón anunciaba:<br />
La antigravedad: Un sueño hecho realidad<br />
¡Los siniestros venusianos llegaron ya!<br />
Por fortuna, la puerta de salida no estaba lejos.