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aldiss, brian w - espacio y tiempo.pdf

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no lo tenían. Y esto incluso me evitó tener que emplear aquel argumento, pues no se hallaban<br />

presentes individuos que leyesen en las mentes ajenas.<br />

—¿De modo que aquella pequeña grabación que te metimos detrás de tu fea orejeta<br />

consiguió camelarlos?<br />

—Producía un efecto tan completamente auténtico, que yo casi creí que era verdad —<br />

dijo Stevens con entusiasmo —. Estoy convencido de que esa triquiñuela nos dio la victoria.<br />

Y entonces, perversamente, la sensación de triunfo que le había rebosado durante el<br />

viaje de regreso, le abandonó,. Aquella treta ya no le parecía astuta; el hecho de haber<br />

engañado a los Ultraseñores le dejó de pronto dominado únicamente por la decepción y el<br />

disgusto. Sorprendido pero indiferente al propio <strong>tiempo</strong> ante su reacción, se dijo que se conocía<br />

mucho menos de lo que suponía.<br />

Miró a la gibosa Tierra, que estaba a muy baja altura sobre las montañas de la Luna; vista<br />

desde allí, tenía el color del verdete.<br />

Entretanto, Sylvester no hacía más que charlar por los codos.<br />

—¡Caramba! ¡Te faltan al menos nueve de los diez años que yo he envejecido durante tu<br />

ausencia! ¿Cuando pronunciarán el veredicto. Dave?... ¿El terrible Sí o No?<br />

—Puede ser en cualquier momento a partir de ahora... pero estoy convencido de que<br />

los Ultraseñores se tragaron el anzuelo. Alguna de las orejas de elefante que se hallaban<br />

presentes debió de haber captado la voz.<br />

Sylvester aporreó de nuevo la espalda de Stevens. Luego se calmó y dijo:<br />

—Ahora tendremos que pensar en un medio de darles largas cuando vengan a<br />

pedirnos subradios portátiles. De todos modos, esto aún puede esperar; en realidad, ni<br />

siquiera les hemos dicho que las tenemos. Entre tanto, más valdrá que contengamos a<br />

los sabuesos de la prensa, que pugnan por entrevistarte... Los galácticos ya no pueden<br />

demostrar ser más idiotas. Luego el Presidente quiere verte... pero antes te esperan unas<br />

copas, y Edwina, que quiere brindar por tu éxito. —¡Vamos allá! — dijo Stevens. —De pronto<br />

te has puesto muy serio — comentó Sylvester —. Debes de estar cansado, ¿verdad? —Es que<br />

ha sido un gran esfuerzo... Mientras hablaban la puerta de la nave que le había<br />

transportado se cerró de golpe tras él y el aparato se elevó del suelo silenciosamente,<br />

impulsado por su motor cósmico. Stevens le hizo un solemne gesto de adiós y se alejó de allí<br />

rápidamente, empezando a recorrer a grandes zancadas en compañía de Sylvester, las<br />

cúpulas de Luna Primera. Nuevamente le iba dominando el desaliento.<br />

Nuestro Consejo de los Ultraseñores debe de tener la certidumbre de pronunciar un<br />

veredicto ecuánime y exacto cuando los examinados son sujetos como el extranjero Stevens;<br />

por consiguiente, debe tener telépatas presentes durante los juicios, ocultos entre el<br />

público. Lo único que se pide al reo es sinceridad y honradez... o sea integridad. Esta es la<br />

piedra de toque más sencilla; sin embargo, para muchos tan simple prueba es demasiado difícil.<br />

Los hombres de la Tierra se torturan persiguiendo a fantasmas, conjurando quimeras. Stevens<br />

era un hombre íntegro, pero no confiaba en su integridad. Y los que son convictos de fraude y<br />

engaño deben perecer; no tenemos lugar para ellos.<br />

La nave robot se apartó de la Luna y se dirigió a toda velocidad hacia la Tierra, mientras<br />

los motores de su cabeza explosiva pulsaban con expectación, contando los segundos que<br />

faltaban para la aniquilación del planeta.<br />

Y aquí, naturalmente, la historia debiera terminar... al menos en lo tocante a la Tierra.<br />

Nuestro planeta hubiera sido desintegrado, como es costumbre en tales casos tan escandalosos,<br />

pero Mordregón, a quien hizo gracia la treta de Stevens, decidió, que, después de todo, los<br />

cerebros maquiavélicos de los terrestres podrían servir para luchar con las mentes tortuosas de<br />

los seres que habitaban en la Undécima Galaxia, que entonces se encontraban en guerra con

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