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12.05.2013 Views

—No pierda usted el tiempo — dijo Lucecita al Gran Almirante, señalándole con el dedo mientras atravesaba los rayos R moribundos —. Se ha cortado la corriente. ¿No se lo he explicado con bastante claridad? —¿Adonde nos lleváis? — susurró Deeping. —Ustedes nos llevan a nosotros — le corrigió Abeja Triste. —¿No será... no será a la Tierra? Abeja Triste sonrió. —Creo advertir que la palabra «Tierra» tiene cierto valor emocional para ustedes. —¡Pues no lo va a tener! ¿No sabéis que es el único planeta que tuvimos que abandonar a los Boux, al comienzo de nuestra guerra con ellos? Pero se da el caso de que el Hombre es oriundo de la Tierra... éste es su planeta natal y cuando cayó... su caída significó el fin del Primer Imperio. Desde entonces nuestro poderío ha aumentado... pero aquella antigua región periférica de la Galaxia continúa estándonos vedada. Abeja Triste asintió despreocupadamente. —Ya nos hemos enterado de esto por el escrutinio que hemos realizado en la Base Principal. Esta región también está actualmente abandonada por los Boux. —¡Qué triste pensar cómo habrá ido decayendo durante todo este tiempo! — exclamó Deeping. —Desde luego, usted es tan estúpido como sus compañeros — dijo el Predicador con tono de reprobación —. La decadencia se ha producido entre ustedes. Sí, señor, todavía siguen aferrados a la maquinaria y sin poderse pasar sin ella. Acompañó a sus cuatro amigos hacia el Regalía. —Haremos el resto del viaje por nuestros propios medios — les dijo —. Estos soldados querrán volver a sus puestos. No veo por qué debemos retenerlos. Cuando llegaron ante la escotilla se detuvieron. El personal atrapado en la cubierta de Interrogación se veía pasmado y desvalido. Rhys-Barley se había sentado en un peldaño, y tenía la vista fija en la pared. El capitán se comía las uñas con gesto absorto. El oficial de Extranjeros se acercó a ellos y les dijo: —Podíais habernos enseñado lo que no sabemos. —Hay un conocimiento, distinto a casi todos los conocimientos que poseemos, que puede ser de utilidad para ustedes — dijo Aprit con indiferencia —. En su prisa por dejar la Tierra porque habían llegado a ella uno o dos Boux, el Hombre dejó abandonados en ella algunos semejantes suyos de ambos sexos. Éstos no podían defenderse de los Boux y por lo tanto los Boux no los atacaron. No tenían necesidad de ellos. Dicho de otra manera, se les ofreció la oportunidad de... celebrar uniones mixtas. —¿Uniones mixtas? — repitió estupefacto el oficial de Extranjeros. —Sí, señor — dijo el Predicador con solemnidad —. Ni ustedes ni sus máquinas han podido detectar esto. Así que ya ven, nosotros somos mestizos de Hombre y de Boux... —Desde luego, esta información tiene un valor inapreciable — dijo Deeping, pensativo. Calurmo les dirigió una sonrisa de despedida que abarcaba incluso al pingorotudo Almirante. —Me encantará que lo sea — dijo — pero no es más que una justa retribución a cambio del don inapreciable que hizo el Hombre a los Boux que fueron nuestros remotos antepasados: el don de la forma rígida. La fluidez demostró ser una maldición para los Boux. Las uniones

mixtas resultaron ventajosas para ambas partes. Me permito indicarles que traten de llegar a... una competición amorosa. Esta vez se acordó de cerrar las compuertas. El Regalía se deslizó, al parecer por voluntad propia, hasta la gran esclusa neumática del Pointer, y se perdió en el espacio. Cuando le faltaba poco para llegar a su destino, el capitán de la nave insignia estaba muy atareado apostrofando a su oficialidad, mientras el Gran Almirante Rhys-Bar-ley hablaba con la Base, tratando de disculparse. Entre tanto, Deeping contemplaba atónito algo que se había materializado en su mano: una acedilla, Oxalis acetosella. Una flor de la Tierra.

—No pierda usted el <strong>tiempo</strong> — dijo Lucecita al Gran Almirante, señalándole con el dedo<br />

mientras atravesaba los rayos R moribundos —. Se ha cortado la corriente. ¿No se lo he<br />

explicado con bastante claridad?<br />

—¿Adonde nos lleváis? — susurró Deeping.<br />

—Ustedes nos llevan a nosotros — le corrigió Abeja Triste.<br />

—¿No será... no será a la Tierra?<br />

Abeja Triste sonrió.<br />

—Creo advertir que la palabra «Tierra» tiene cierto valor emocional para ustedes.<br />

—¡Pues no lo va a tener! ¿No sabéis que es el único planeta que tuvimos que<br />

abandonar a los Boux, al comienzo de nuestra guerra con ellos? Pero se da el caso de que el<br />

Hombre es oriundo de la Tierra... éste es su planeta natal y cuando cayó... su caída significó<br />

el fin del Primer Imperio. Desde entonces nuestro poderío ha aumentado... pero aquella antigua<br />

región periférica de la Galaxia continúa estándonos vedada.<br />

Abeja Triste asintió despreocupadamente.<br />

—Ya nos hemos enterado de esto por el escrutinio que hemos realizado en la Base<br />

Principal. Esta región también está actualmente abandonada por los Boux.<br />

—¡Qué triste pensar cómo habrá ido decayendo durante todo este <strong>tiempo</strong>! — exclamó<br />

Deeping.<br />

—Desde luego, usted es tan estúpido como sus compañeros — dijo el Predicador con tono de<br />

reprobación —. La decadencia se ha producido entre ustedes. Sí, señor, todavía siguen<br />

aferrados a la maquinaria y sin poderse pasar sin ella.<br />

Acompañó a sus cuatro amigos hacia el Regalía.<br />

—Haremos el resto del viaje por nuestros propios medios — les dijo —. Estos soldados<br />

querrán volver a sus puestos. No veo por qué debemos retenerlos.<br />

Cuando llegaron ante la escotilla se detuvieron. El personal atrapado en la cubierta de<br />

Interrogación se veía pasmado y desvalido. Rhys-Barley se había sentado en un peldaño, y<br />

tenía la vista fija en la pared. El capitán se comía las uñas con gesto absorto.<br />

El oficial de Extranjeros se acercó a ellos y les dijo:<br />

—Podíais habernos enseñado lo que no sabemos.<br />

—Hay un conocimiento, distinto a casi todos los conocimientos que poseemos, que<br />

puede ser de utilidad para ustedes — dijo Aprit con indiferencia —. En su prisa por dejar la<br />

Tierra porque habían llegado a ella uno o dos Boux, el Hombre dejó abandonados en ella<br />

algunos semejantes suyos de ambos sexos. Éstos no podían defenderse de los Boux y por lo<br />

tanto los Boux no los atacaron. No tenían necesidad de ellos. Dicho de otra manera, se les<br />

ofreció la oportunidad de... celebrar uniones mixtas.<br />

—¿Uniones mixtas? — repitió estupefacto el oficial de Extranjeros.<br />

—Sí, señor — dijo el Predicador con solemnidad —. Ni ustedes ni sus máquinas han<br />

podido detectar esto. Así que ya ven, nosotros somos mestizos de Hombre y de Boux...<br />

—Desde luego, esta información tiene un valor inapreciable — dijo Deeping, pensativo.<br />

Calurmo les dirigió una sonrisa de despedida que abarcaba incluso al pingorotudo<br />

Almirante.<br />

—Me encantará que lo sea — dijo — pero no es más que una justa retribución a cambio<br />

del don inapreciable que hizo el Hombre a los Boux que fueron nuestros remotos antepasados:<br />

el don de la forma rígida. La fluidez demostró ser una maldición para los Boux. Las uniones

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