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El compromiso familiar del atribulado tío sólo cesaría al ver a sus sobrinos “bien colocados” y, por tanto, su mayor aspiración era que tornaran estado adecuadamente. En 1793 Bonifacia ingresó como novicia al convento de las Clarisas y allí profesó el 15 de junio de 1794, previa entrega de una dote de 2.000 pesos y de renunciar, en favor de su madre, a todos sus otros bienes 18 . José también tomó estado en esos años fi nales del siglo cuando escogió como esposa a Nieves Navas Calderón, hija de los acaudalados gironeses Ignacio Navas Mantilla y Xaviera Calderón Estrada. Aunque aprobaron su elección, tanto el tío como la madre del novio hubieran querido demorar la boda pues consideraban que consentir en ella siendo el novio “...tan tierno y sin experiencias, sería exponer a la niña a una suerte trabajosa desde principios del matrimonio… que sería mejor dilatarlo... hasta ver si José sabía manejarse por si...” No lograron su propósito y con este matrimonio se renovaron vínculos de parentesco que, reforzados por nuevos enlaces, tendrían consecuencias en la historia por venir. Mientras las niñas adelantaban “en cristiandad y habilidades”, Sinforoso, quien previa autorización del virrey se había vinculado a los trabajos botánicos, los abandonó y se dedicó a “dormir, comer y pasear... expuesto a gravísimos peligros… en un país donde domina la corrupción de la juventud, donde los peligros se cruzan y los vicios se convidan...”, como lo expresaba con preocupación el tío. Los temores que manifestaba diciendo “...el tiempo está muy crítico y yo debo precaver los desbarros de ese niño…”, no eran de ninguna manera infundados. En el mes de agosto del confl ictivo año de 1794, cuando el virrey Mendinueta acentuaba la severidad contra las personas comprometidas en “…los indicios de sublevación, las máximas de libertad, los escritos sediciosos, las juntas clandestinas, los actos repetidos de inobediencia, los levantamientos efectivos, los proyectos de Constituciones republicanas, los planes y conciertos...”, 18 AGN, Colonia. Notaría 1a. Santafé, f 219r-221v. 34
terminaron en prisión algunos estudiantes implicados en la denominada “Rebelión de los Pasquines”; entre ellos, Miguel Valenzuela y Sinforoso Mutis. Algunos, como Valenzuela, obtuvieron prontamente su libertad, mientras que otros como Sinforoso, mucho más comprometidos, fueron deportados a un presidio en Cádiz. De una carta de don José Celestino se extrae su amarga refl exión sobre el asunto: ...De Sinforoso no he querido escribir asta ver en que paran estas calamidades. Déxome aora de hacer refl ex. sobre esta desgraciada suerte de ese ingrato a quien Dios está castigando las desobediencias a su tío... Al Sr. Dr. Valenzuela mis expres. y que tanto he sentido la prisión de su Hermo. como la de mi sobrino; y aun pudiera decir qe. mas conociendo las prendas de este joven, de qn. he asegurado a mis amigos qe. no ha dado motivo a esta tropelía... A los 22 años Sinforoso Mutis partía rumbo al presidio español, mientras Facundo, dos años menor, ya vinculado a los tejemanejes del gobierno provincial y en posesión de su herencia paterna, adelantaba planes matrimoniales, sobre los cuales opinaba don José Celestino en carta de 1795: …Yo solo repruebo estas precipitaciones; porque no debo oponerme a que se casen cuando ya pueden hacerlo cristiana y honradamente... Yo ignoro todas las circunstancias de la novia y familia, que Vmd. debe tener presentes; y si fueren tales como Vmd. debe apetecerlas, sin respeto a algunas desazones de poca monta, parece mejor condecender que negar absolutamente la licencia... Pese a sus consejos, doña María Ignacia negó su autorización por estimar que la elegida, Antonia Amaya Castillo, no reunía las adecuadas condiciones de nobleza; la insistencia de su hijo —¿amor o terquedad?— promovió un juicio que se extendió durante siete años y en el cual intervinieron más de veinte 35
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