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cuyos réditos se debía fundar una beca o pensión escolar
para uno o dos estudiantes de teología en el Colegio del
Rosario o de moral y liturgia en el de Ordenados, encargando
de su cumplimiento en su orden a Miguel y a José María,
autorizándoles pagarse por sus gestiones con un descuento de
diez pesos anuales del rédito. Dejaba, en esa misma cláusula,
ciento diez pesos para los hijos estudiantes de sus hermanos
Francisco y Germán, acotando que a los hijos de Francisco
por su pobreza serviría también para latinidad y fi losofía.
Esa beca sólo vino a constituirse diez años más tarde, el
27 de mayo de 1844, cuatro días antes de la muerte de Miguel
Valenzuela a quien había confi ado el encargo. Algo similar
ocurrió con la distribución de su biblioteca repartida entre
sus hermanos y el Colegio del Rosario (Cláusula 13), con clara
advertencia de que reprueba y contradice toda conmutación
y traspaso, “pues si no los necesita puede venderlos y adquirir
otros”, anotando inmediatamente que “la remisión queda a
cargo y oportunidad del Albacea...”. De este legado solamente
llegó al Claustro rosarista una biblia políglota en cuatro tomos,
entregada en el año de 1838 132 .
La vida fue trazando sus líneas de fortuna y de pobreza, de
honor y de miseria en donde cada cual encontró su espacio:
Rafael Novoa terminó siendo acusado por malos manejos
en la escribanía de Girón 133 . Una hija de Antonio Navarro, el
amigo y apoderado de Micaela que había retado a los gironeses
a lanzarle la primera piedra, fue la esposa de Ulpiano Valenzuela.
Miguel Valenzuela reunió una importante fortuna.
Residenciado en Bucaramanga desde 1832, fue recaudador
de diezmos, ejerció su profesión de abogado, manejó los
132 María Clara Guillén de Iriarte, Nobleza e Hidalguía en el Nuevo Reino de Granada,
TII, Bogotá, Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosado, Instituto Colombiano de
Cultura Hispánica, 1994, pág. 501.
133 AHR, Santander. Notariales, Girón, Caja No. 6, f105.
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