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al Dr Valenzuela, protestándole una fi delidad que no
había tenido, yo confi eso que el encerramiento podía ser
perpetuo... pero castigarla con una pena indefi nida por
un exceso hijo de la fragilidad del sexo, de circunstancias
particulares y no de la depravación inveterada de la
voluntad, arrancarla para siempre de la sociedad de
los virtuosos y sumergirla en una cárcel en compañía
de otras mujeres homicidas, envenenadoras, sacrílegas
o ladronas... no puede compararse con ninguna
determinación de las que han dictado los tribunales hasta
ahora...
En su defensa, que se extiende en más de diez folios,
impugna como injusto y nulo el dictamen y señala la pena
perpetua como “...muy grave, inhumana e ilegal..., porque
ninguna pena debe tener el carácter de perpetua y por el
contrario, deben aplicarse con carácter de revocables para
estimular la enmienda”. Recuerda además que “...es el primer
defecto en que incurre después de muchos años de casada
y de haber sufrido en su corazón todo el rigor del destino
que la había unido con un hombre de quien estaba segura
no le guardaba toda la fi delidad conyugal...”. Enfatizaba, con
fi no instinto, en que siendo “…la única mancha que puede
atribuírsele en toda su vida, así estando soltera como casada,
su deshonra es el mayor castigo que puede aplicarse a una
mujer de sus principios y educación...”.
Se remitió una vez más a las cartas en que Valenzuela
expresaba su perdón y lo acusó de conformaría causa después
de haber recibido de su mujer los cinco mil novecientos dos
pesos del capital y gananciales.
En el momento de responder a esta habilísima defensa, la
posición de Miguel Valenzuela se había debilitado pues José
Ignacio Ordóñez Rubira, electo alcalde de Bucaramanga, no
podía continuar llevando su representación. Por otra parte,
mientras el juicio se había adelantado en Girón, él residiendo
en Bogotá mantenía una conveniente distancia, pero ahora
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