Argentina Copyleft - Fundación Vía Libre
Argentina Copyleft - Fundación Vía Libre
Argentina Copyleft - Fundación Vía Libre
You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
96<br />
| ARGENTINA COPYLEFT<br />
otra pila rectangular más de papel industrialmente manchado y encuadernado.<br />
Porque en realidad es esto último, el libro, el objeto, lo que la industria<br />
editorial produce y vende, no obras, que son un mero insumo de su<br />
actividad. Un libro que contiene una obra popular venderá más ejemplares<br />
que otro que contiene una menos conocida, pero el precio al público<br />
no depende de las cualidades de la obra, sino de las características<br />
físicas del objeto: la calidad del papel, la impresión y el encuadernado.<br />
Un libro de tapas blandas cuesta siempre mucho menos que uno de tapas<br />
duras con la misma cantidad de páginas, independientemente de la<br />
obra que contengan.<br />
¿Libros electrónicos?<br />
Una vez identificada la naturaleza del libro como objeto industrial,<br />
el nombre “libro electrónico”, que hasta recién nomás nos sonaba perfectamente<br />
natural, se vuelve muy disonante. ¿Cómo puede ser “electrónico”<br />
un libro, si la esencia misma del libro es ser tangible, concreto,<br />
industrial, escaso? ¿Por qué mantener la palabra “libro” en el nombre<br />
de algo que elimina al libro mismo de la ecuación?<br />
En principio, un “libro electrónico” no sería otra cosa que un archivo<br />
digital en el que se encuentra codificada una obra. No es un objeto<br />
concreto, no requiere infraestructura ni grandes inversiones de capital<br />
para producirlo ni distribuirlo. Una vez producido el primer ejemplar<br />
de una obra en soporte digital, producir nuevas copias y ponerlas al alcance<br />
de todo el mundo a través de redes P2P tiene un costo despreciable.<br />
El soporte informático permite usos que un libro no: el dispositivo<br />
que se usa para acceder a la obra puede presentarla de distintas maneras<br />
a distintos lectores: personas ciegas pueden leerla en Braille o hacer<br />
que el sistema se las lea en voz alta; personas con visión disminuida<br />
pueden leerla en letras particularmente grandes, o de alguna otra manera<br />
adaptada a su discapacidad; personas con percepciones estéticas<br />
muy delicadas pueden leer el texto en su tipo de letra y esquema de diagramación<br />
favoritos; estudiantes e investigadores pueden aplicar herramientas<br />
automáticas para hacer análisis del texto que serían<br />
prohibitivos de hacer en papel.<br />
Llamar “libros electrónicos” a estos archivos digitales es como llamar<br />
“triciclos alados” a los jets transatlánticos de pasajeros: en cierta<br />
forma los describe, pero los subestima groseramente. Esa subestimación<br />
es útil a las editoriales: pensar en términos de “libros electrónicos” limita<br />
nuestra imaginación respecto de qué podemos esperar de ellos.<br />
Libros que no son libros, por dinero que sí es dinero<br />
Cuando la industria editorial habla de “libros electrónicos,” en efecto,<br />
no habla de obras, ni de archivos digitales, habla simplemente el único<br />
lenguaje que le es propio: el de las unidades de comercialización.<br />
Frente a la perspectiva de una importante reducción del rol de sus pro-