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Argentina Copyleft - Fundación Vía Libre

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| ARGENTINA COPYLEFT<br />

otra pila rectangular más de papel industrialmente manchado y encuadernado.<br />

Porque en realidad es esto último, el libro, el objeto, lo que la industria<br />

editorial produce y vende, no obras, que son un mero insumo de su<br />

actividad. Un libro que contiene una obra popular venderá más ejemplares<br />

que otro que contiene una menos conocida, pero el precio al público<br />

no depende de las cualidades de la obra, sino de las características<br />

físicas del objeto: la calidad del papel, la impresión y el encuadernado.<br />

Un libro de tapas blandas cuesta siempre mucho menos que uno de tapas<br />

duras con la misma cantidad de páginas, independientemente de la<br />

obra que contengan.<br />

¿Libros electrónicos?<br />

Una vez identificada la naturaleza del libro como objeto industrial,<br />

el nombre “libro electrónico”, que hasta recién nomás nos sonaba perfectamente<br />

natural, se vuelve muy disonante. ¿Cómo puede ser “electrónico”<br />

un libro, si la esencia misma del libro es ser tangible, concreto,<br />

industrial, escaso? ¿Por qué mantener la palabra “libro” en el nombre<br />

de algo que elimina al libro mismo de la ecuación?<br />

En principio, un “libro electrónico” no sería otra cosa que un archivo<br />

digital en el que se encuentra codificada una obra. No es un objeto<br />

concreto, no requiere infraestructura ni grandes inversiones de capital<br />

para producirlo ni distribuirlo. Una vez producido el primer ejemplar<br />

de una obra en soporte digital, producir nuevas copias y ponerlas al alcance<br />

de todo el mundo a través de redes P2P tiene un costo despreciable.<br />

El soporte informático permite usos que un libro no: el dispositivo<br />

que se usa para acceder a la obra puede presentarla de distintas maneras<br />

a distintos lectores: personas ciegas pueden leerla en Braille o hacer<br />

que el sistema se las lea en voz alta; personas con visión disminuida<br />

pueden leerla en letras particularmente grandes, o de alguna otra manera<br />

adaptada a su discapacidad; personas con percepciones estéticas<br />

muy delicadas pueden leer el texto en su tipo de letra y esquema de diagramación<br />

favoritos; estudiantes e investigadores pueden aplicar herramientas<br />

automáticas para hacer análisis del texto que serían<br />

prohibitivos de hacer en papel.<br />

Llamar “libros electrónicos” a estos archivos digitales es como llamar<br />

“triciclos alados” a los jets transatlánticos de pasajeros: en cierta<br />

forma los describe, pero los subestima groseramente. Esa subestimación<br />

es útil a las editoriales: pensar en términos de “libros electrónicos” limita<br />

nuestra imaginación respecto de qué podemos esperar de ellos.<br />

Libros que no son libros, por dinero que sí es dinero<br />

Cuando la industria editorial habla de “libros electrónicos,” en efecto,<br />

no habla de obras, ni de archivos digitales, habla simplemente el único<br />

lenguaje que le es propio: el de las unidades de comercialización.<br />

Frente a la perspectiva de una importante reducción del rol de sus pro-

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