Rob Roy Walter Scott - Ataun
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días sin ser descubiertos, lo cual no deja de ser útil en casos dados. ¡Ah!, un castillo de aquella clase nos falta sobre alguna de las crestas de monte Royston, pero los pobres montañeses deben contentarse con sus bosques y sus cavernas. —Y.., supongo que Su excelencia estaría en el secreto del primer accidente acaecido a... Dudando yo en pronunciar el nombre: —A Morris, ¿no es eso?—continuó Rob Roy sin inmutarse, pues estaba demasiado acostumbrado a escenas violentas para que la emoción experimentada de momento durara mucho—. ¡Ah! A menudo he reído de muy buena gana recordando aquella treta: ahora no siento el valor de reírme, después del maldito accidente del lago. No, no: Su Excelencia nada ha sabido de la farsa preparada únicamente por nosotros dos, es decir, por Rashleigh y por mí. Lo que subsiguió es mucho más tremendo. Por de pronto, la picardía de Rashleigh en hacer que recaigan las sospechas contra vos, objeto de
su inquina, desde el primer momento; luego miss Die, que barre de un golpe nuestras telas de araña y os libra de las garras de la justicia; después el cobarde Morris, aturdido de miedo y fuera de sí al ver entrar al verdadero culpable cabalmente cuando estaba acusando al inocente extranjero; y, por fin, aquel escribano perillán y aquel juez borrachín... ¡Ah!, sí: muchas veces he reído recordando el lance... Lo único que puedo ahora hacer en favor del pobre diablo es encargar misas para descanso de su alma. —Y ¿sabéis cómo tuvo miss Vernon influencia bastante sobre Rashleigh y sus cómplices para frustrar el plan que habíais combinado? —¿Mi plan? No procedía de mí. No se me echará en cara el ser hombre que eche su peso sobre las espaldas de otro. Pero la verdad es que Rashleigh fue quien lo imaginó todo. Por lo tocante a influencia, claro es que la chica ejercía mucha sobre ambos por efecto del cariño que profesa Su Excelencia, no menos que por cono-
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su inquina, desde el primer momento; luego<br />
miss Die, que barre de un golpe nuestras telas<br />
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después el cobarde Morris, aturdido de miedo<br />
y fuera de sí al ver entrar al verdadero culpable<br />
cabalmente cuando estaba acusando al inocente<br />
extranjero; y, por fin, aquel escribano perillán y<br />
aquel juez borrachín... ¡Ah!, sí: muchas veces he<br />
reído recordando el lance... Lo único que puedo<br />
ahora hacer en favor del pobre diablo es encargar<br />
misas para descanso de su alma.<br />
—Y ¿sabéis cómo tuvo miss Vernon influencia<br />
bastante sobre Rashleigh y sus cómplices<br />
para frustrar el plan que habíais combinado?<br />
—¿Mi plan? No procedía de mí. No se me<br />
echará en cara el ser hombre que eche su peso<br />
sobre las espaldas de otro. Pero la verdad es<br />
que Rashleigh fue quien lo imaginó todo. Por lo<br />
tocante a influencia, claro es que la chica ejercía<br />
mucha sobre ambos por efecto del cariño que<br />
profesa Su Excelencia, no menos que por cono-