Rob Roy Walter Scott - Ataun
Rob Roy Walter Scott - Ataun Rob Roy Walter Scott - Ataun
—¡Protesto!... Es un atentado cruel, un asesinato... un acto abominable... Dios tomará venganza de él en su lugar y tiempo. Elena lanzó contra él una mirada fulminante, e inmediatamente le preguntó: —¿No teméis seguirle? —Prima —respondió el bayle—, nadie corta voluntariamente el hilo de su existencia antes de que la canilla haya devanado hasta el fin... Si la muerte me deja tiempo, algo bueno me queda por hacer en este mundo en cosas públicas y privadas, como particular y como magistrado.., sin contar a los que me necesitan, como Mattie, la pobre huérfana.., prima segunda del laird de Limmerfield. De modo que, bien pensado y reflexionado, todo cuanto posee un hombre lo cede en cambio de la vida. —Y si os devolviera la libertad —replicó la imperiosa dama—, ¿qué nombre dierais a la anegación de aquel perro sajón? —¡EJem, ejem! —respondió mi amigo, tosiendo para despejar su voz—. ¡Ejem!, me es-
forzaría en hablar de ello lo menos posible: quien calla no falta. Pero si se os interrogara en justicia, conforme decís vosotros, ¿qué responderíais? Maese Jarvie desvió los ojos de uno a otro lado, como buscando medio e evadirse, y, no dando con ninguno, replicó en el tono de quien se aventura a hacer frente al peligro: —¡Vaya!, queréis meterme en un atolladero, pero acabo de contestaros ya, prima, buenamente y según mi deber. Preguntadle a vuestro marido (que buena falta está haciendo ahora, tanto por él como por mí), preguntadle a esa pobre criatura de Dougal, si Nicolás Jarvie sabe o no, como otro cualquiera, hacer la vista gorda, tratándose de debilidades de un amigo; y sabed, además, prima, que mi lengua no ha faltado jamás a mi conciencia. Sí: en vez de afirmar que el desventurado que está allá en el fondo del lago ha sido legalmente ejecutado, preferiría ir a acompañarle.., aunque, en concepto mío, seríais la primera montañesa que
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—¡Protesto!... Es un atentado cruel, un asesinato...<br />
un acto abominable... Dios tomará<br />
venganza de él en su lugar y tiempo.<br />
Elena lanzó contra él una mirada fulminante,<br />
e inmediatamente le preguntó:<br />
—¿No teméis seguirle?<br />
—Prima —respondió el bayle—, nadie corta<br />
voluntariamente el hilo de su existencia antes<br />
de que la canilla haya devanado hasta el fin... Si<br />
la muerte me deja tiempo, algo bueno me queda<br />
por hacer en este mundo en cosas públicas y<br />
privadas, como particular y como magistrado..,<br />
sin contar a los que me necesitan, como Mattie,<br />
la pobre huérfana.., prima segunda del laird de<br />
Limmerfield. De modo que, bien pensado y<br />
reflexionado, todo cuanto posee un hombre lo<br />
cede en cambio de la vida.<br />
—Y si os devolviera la libertad —replicó la<br />
imperiosa dama—, ¿qué nombre dierais a la<br />
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—¡EJem, ejem! —respondió mi amigo, tosiendo<br />
para despejar su voz—. ¡Ejem!, me es-