Rob Roy Walter Scott - Ataun

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12.05.2013 Views

El objeto de la trascrita carta causóme viva contrariedad, pues parecía remitir a un lugar y a una época lejanos el servicio que creyera yo recibir inmediatamente de Campbell. Consolador era, no obstante, saber que continuaba éste interesándose en favor mío, toda vez que, sin él, ninguna esperanza podía abrigar yo de recobrar los papeles de mi padre. Al cabo y al fin, no me quedaba otro recurso que conformarme con sus instrucciones y mantenerme reservado en mis tratos con los extraños, procurándome por conducto de la mesonera, instrucciones acerca del medio de reunirme a mi misterioso corresponsal. Antes era indispensable dar con Andrés, a quien llamé reiteradas veces, sin obtener respuesta. Registré, tea en mano, la cuadra en todas direcciones, no sin peligro de pegar fuego en ella si la cantidad de légamo y de estiércol mojado no hubiese preservado a las escasas gavillas de paja y de heno puestas allí.

—¡Andrés Fairservice! —grité—. ¡Andrés! ¡Bestia estúpida, animal!... ¿por dónde andas? —¡Por aquí! —gimió, al fin, una plañidera voz, que hubiera podido pasar por la del mismo duende. Guiado por el sonido, dirigíme hacia un camaranchón, donde encontré al valeroso Andrés, agazapado entre la pared y un barril lleno de plumas, de toda la volatería sacrificada, de un mes a aquella parte, para el bien público. Mitad de grado y mitad por fuerza, decidióse a salir mi hombre al aire libre. —¡Señor, soy hombre honrado! —fueron sus primeras palabras. —¿Quién diablo pretende lo contrario? — dije—. ¡Cómo si se tratara de esto! La cena nos aguarda y necesito de vos. —Sí, soy hombre honrado, digaloquequierael bayle—repitió mostrando trazas de no haberme entendido—. Es muy posible que tenga el espíritu aficionado, con algún exceso, al mundo y a sus obras, como tantos otros; pero,

—¡Andrés Fairservice! —grité—. ¡Andrés!<br />

¡Bestia estúpida, animal!... ¿por dónde andas?<br />

—¡Por aquí! —gimió, al fin, una plañidera<br />

voz, que hubiera podido pasar por la del mismo<br />

duende.<br />

Guiado por el sonido, dirigíme hacia un<br />

camaranchón, donde encontré al valeroso Andrés,<br />

agazapado entre la pared y un barril lleno<br />

de plumas, de toda la volatería sacrificada, de<br />

un mes a aquella parte, para el bien público.<br />

Mitad de grado y mitad por fuerza, decidióse a<br />

salir mi hombre al aire libre. —¡Señor, soy<br />

hombre honrado! —fueron sus primeras palabras.<br />

—¿Quién diablo pretende lo contrario? —<br />

dije—. ¡Cómo si se tratara de esto! La cena nos<br />

aguarda y necesito de vos.<br />

—Sí, soy hombre honrado, digaloquequierael<br />

bayle—repitió mostrando trazas de no<br />

haberme entendido—. Es muy posible que tenga<br />

el espíritu aficionado, con algún exceso, al<br />

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