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Número 65 completo - Portal del hispanismo

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Revista de Literatura<br />

Hispanoamericana


Esta revista fue impresa en papel alcalino • This publication was printed on acid-free paper<br />

that meets the minimum requirements of the American National Standard for Information<br />

Sciences-Permanence for Paper for Printed Library Materials, ANSI Z39.48-1984<br />

El Instituto de Investigaciones Literarias y Lingüísticas<br />

y sus publicaciones aparecen reseñados en:<br />

- Red Iberoamericana de Revistas Arbitradas de Comunicación y Cultura<br />

- Registro de Publicaciones Científicas y Tecnológicas <strong>del</strong> Fonacit<br />

- Registro y Catálogo de Publicaciones de Latindex<br />

- Revencyt. ULA<br />

© UNIVERSIDAD DEL ZULIA. 2012<br />

Revista de Literatura Hispanoamericana<br />

Instituto de Investigaciones Literarias y Lingüísticas<br />

ISSN: 0252-9017<br />

Depòsito legal: pp 197102ZU50<br />

Impreso en Ediciones Astro Data S.A.<br />

Maracaibo - Venezuela<br />

Telf: (0261) 7511905 / Fax: (0261) 7831345<br />

E-mail: edicionesastrodata@cantv.net


Instituto de Investigaciones Literarias y Lingüísticas<br />

Facultad de Humanidades y Educación<br />

Universidad <strong>del</strong> Zulia. Maracaibo, Venezuela<br />

Consejo Técnico<br />

Fátima Celis<br />

Directora<br />

Editora-Jefe de la Revista de Literatura Hispanoamericana<br />

Thaís Jiménez Flores<br />

Secretaria - Coordinadora<br />

Jesús David Medina<br />

Coordinador de Extensión<br />

Carlos I. Pérez<br />

Director de la Escuela de Letras<br />

Alicia Montero<br />

Coordinadora de la Maestría en Literatura Venezolana<br />

María Sandra Menella<br />

Coordinadora de la Maestría en Lingüística y Enseñanza <strong>del</strong> Lenguaje<br />

Godsuno Chela-Flores<br />

Editor-Jefe de la Revista Lingua Americana<br />

Investigadores: Enrique Arenas Capiello, Steven Bermúdez, Juan Pablo<br />

Boscán, Fátima Celis, Godsuno Chela-Flores, Margarita Figueroa, Nílibe<br />

Fleires Bastidas, Gloria Fuenmayor de Vílchez, Cósimo Mandrillo, Masiel<br />

Matera, Javier Meneses Linares, Alicia Montero Morillo, Leisie Montiel<br />

Splugla, Mario José Morales, Rosa Sánchez, Mayela Vílchez, José Gregorio<br />

Vílchez, Jesús D. Medina F., Thaís Jiménez, Yeriling Villasmil.<br />

Becas de empleo estudiantil: Daniela Sánchez.


Editora<br />

Fátima Celis<br />

Editores Asociados<br />

Jesús Medina<br />

Steven Bermúdez<br />

Marlon Rivas<br />

Comité Editorial<br />

Cosimo Mandrillo<br />

Orlando Chirinos<br />

Jesús Medina<br />

Marlon Rivas<br />

Carlos Ildemar Pérez<br />

Alicia Montero<br />

Thaís Jiménez<br />

Luis Moreno Villamediana<br />

A<strong>del</strong>so Yánez<br />

Steven Bermúdez Antúnez<br />

José Gregorio Vílchez<br />

Adriano Camacho<br />

Consejo Asesor<br />

Godsuno Chela Flores (Venezuela)<br />

Álvaro Márquez (Venezuela)<br />

Laura Antillano (Venezuela)<br />

Douglas Bohórquez (Venezuela)<br />

Luz Marina Rivas (Venezuela)<br />

Luis Barrera Linares (Venezuela)<br />

Antonio Isea (USA)<br />

Francoise Del Pratt (Francia)<br />

José María Paz Gago (España)<br />

Responsables de Publicación<br />

Milka García<br />

Rebeca Matos<br />

Fundador<br />

José Antonio Castro<br />

Diseño gráfico de portada<br />

Guillermo Roa<br />

Rubén Muñoz<br />

Javier Ortiz<br />

Revista de Literatura<br />

Hispanoamericana


Revista de Literatura Hispanoamericana<br />

No. <strong>65</strong>, Julio-Diciembre, 2012<br />

ISSN 0252-9017 ~ Dep. legal pp 197102ZU50<br />

Contenido<br />

Editorial. Steven Bermúdez Antúnez ........................................................................................7<br />

El Carnero: ¿Antecedente de la Narrativa Latinoamericana?<br />

El Carnero: Antecedent for the Latin American Narrative?<br />

Delsy Mora V............................................................................................................................9<br />

Si yo fuera Pedro Infante: Cartografía de la cultura popular Latinoamericana<br />

If I Were Pedro Infante: Mapping Latin American Popular Culture<br />

Enrique Plata Ramírez.............................................................................................................21<br />

Historia y literatura, los espacios vinculantes de la ficción. Para una relectura<br />

de El Arpa y la Sombra<br />

History and Literature, Connecting Spaces for Fiction. For a Re-reading of<br />

El Arpa y la Sombra<br />

Vanessa A. Márquez Vargas ...................................................................................................42<br />

Leer y escribir en el hogar y en la escuela<br />

Reading and Writing at Home and at School<br />

Margarita Figueroa Rodríguez y Romina De Rugeriis ...........................................................57<br />

El pachuco de Octavio Paz (1950): Una relectura en clave argumentativa<br />

y existencialista<br />

The Pachuco of Octavio Paz (1950): Re-Reading in an Argumentative<br />

and Existentialist Key<br />

Eugenia Houvenaghel .............................................................................................................67<br />

Gabriel García Márquez, La escritura comprometida<br />

Gabriel García Márquez, Committed Writing<br />

Luís Javier Hernández Carmona .............................................................................................86<br />

Aporte para la comprensión <strong>del</strong> discurso literario: la paradoja emocional<br />

A Contribution to Understanding Literary Discourse: The Emotional Paradox<br />

Steven Bermúdez Antúnez....................................................................................................102<br />

Índice Acumulado ...............................................................................................................121


No. <strong>65</strong>, Julio-Diciembre, 2012: 7-8<br />

ISSN 0252-9017 ~ Dep. legal pp 197102ZU50<br />

EDITORIAL<br />

Hace poco leía un breve ensayo de un crítico estadounidense sobre<br />

la muerte de la literatura. En esa categoría incluía la muerte <strong>del</strong> autor,<br />

la muerte <strong>del</strong> lector, la muerte <strong>del</strong> significado literario, entre<br />

otros. Después de aceptar como válidos muchos de sus argumentos,<br />

caí en cuenta de que, siendo así, aquellos que nos hemos dedicado a<br />

eso que se ha dado por denominar «estudios literarios», en realidad<br />

lo que hemos estado haciendo sería «estudios forenses». Esa idea me<br />

resultó grotesca y preocupante.<br />

«Matar» a la literatura, si seguimos esa línea argumentativa, generaría<br />

la implicatura lógica de que estaba «viva». Ahora bien, ¿en qué<br />

consistiría esa vivicidad? Es decir, ¿qué hizo que la literatura estuviera<br />

viva? Y de igual manera ¿qué pasó para que se muriera? También<br />

cabe otras preguntas: ¿lo que se murió fue el arte de escribir o la categoría<br />

abstracta en la que esos escritos han sido alojados? Nos inclinamos<br />

a acoger que el asunto está más dirigido hacia lo que plantea<br />

esta última interrogante.<br />

Como sabemos, la literatura como categoría socio-estética, apenas<br />

data de mediados <strong>del</strong> siglo dieciocho. Sin embargo, eso no impidió que<br />

antes y después se hayan producidos textos a los cuales les conferimos<br />

un relevante valor estético y por lo cual son considerados literarios. Y<br />

allí está en centro de la disputa: la literatura existe en la medida que<br />

hayan textos a los cuales se le adjudican características y relaciones<br />

distintas a otros textos que también hacen vida en el seno de las sociedades.<br />

El asunto de vieja data está (desde de que también se «mató» a<br />

la literariedad de los formalistas rusos) en determinar cuáles son esas<br />

características (universalmente válidas) y cuáles son esas relaciones<br />

(pragmáticamente visibles).<br />

Según sea las respuestas que se ofrezcan a los anteriores enigmas (y<br />

a otros correlacionadas con estos) nos conducirán, de manera irreductible,<br />

al cuestionamiento de los llamados «estudios literarios». Los «estudios<br />

literarios», son un área de indagación científica (usamos este<br />

término sin ningún tipo de prurito) que se ocupan de una parcela de las<br />

tantas existentes dentro de la producción semio-cultural <strong>del</strong> hombre en


Editorial<br />

8 Revista de Literatura Hispanoamericana No. <strong>65</strong>, 2012<br />

la vida social. Ellos reconocen que los textos considerados literarios recogen<br />

una variedad y compleja red de significaciones y que producen<br />

un impacto en las mentes de los hombres y por ello merecen (los textos<br />

literarios) la pena ser atendidos. La literatura es un producto cultural<br />

como tantos otros, que se materializa en los textos y que tiene en la<br />

imaginación de los autores y en la necesidad cognitiva-afectiva de los<br />

lectores sus puntos de anclaje fundamentales. Estudiar sistemática y<br />

coherente este proceso procura aportar en la hondura humana que las<br />

obras literarias, de por sí, resguardan. Sin embargo, y en mi opinión ,<br />

que no hayamos llegado a consensos perpetuos o que aparezcan nuevos<br />

textos con nuevas propuestas estéticas solo debe interpretarse como retos<br />

para los estudiosos antes que decepciones o incapacidades críticas<br />

(en el sentido kantiano <strong>del</strong> término).<br />

Creo que, causalmente, gran parte esa decepción frente el asunto<br />

de la literatura (su supuesta muerte) también ha alcanzado y embarrado<br />

a los estudios que se encargan de ella. En estos momentos, solo las<br />

universidades siguen siendo, todavía, el espacio en donde se realizan<br />

y financian estos estudios. La poca investigación literaria que realizamos<br />

en nuestro país, está, fundamentalmente apoyada por los centros<br />

e institutos que hacen vida académica dentro de las universidades. No<br />

obstante, esto no invisibiliza el hecho <strong>del</strong> decaimiento y el escaso vigor<br />

que se sigue percibiendo en torno a este campo. En Venezuela,<br />

por ejemplo, el Simposio de investigadores y docentes de la literatura<br />

venezolana ha caído en un letargo doloroso. En otros eventos académicos<br />

afines en los que los estudios literarios son aceptados dentro de<br />

las gamas de temas ofrecidos, las ponencias sobre investigaciones o<br />

crítica literarias presentadas suelen ser escasas y poco concurridas.<br />

Matar a la literatura no nos ayuda mucho. Ni siguiera a esos entusiastas<br />

perezosos que se encantan con el escepticismo y el relativismo absolutos<br />

y que dan por válida cualquier aproximación crítica en torno<br />

a su difunta.<br />

Esta realidad nos obliga, a todos aquellos que creemos en la literatura<br />

como un valioso aporte a la cultura de una sociedad (no en su<br />

sentido elitista, sino en el de construcción positiva y solidaria de bienes<br />

simbólicos) a hacer y mantener el trabajo de su examen, discusión<br />

y publicación. Esto implica apoyar más la exploración y la búsqueda<br />

ilusionadas que la autopsia.<br />

Esta revista sigue, número tras número, instalada en esa utopía.<br />

Dr. Steven Bermúdez Antúnez<br />

Docente-investigador de la Universidad <strong>del</strong> Zulia


Delsy Mora V.<br />

Revista de Literatura Hispanoamericana<br />

No. <strong>65</strong>, Julio-Diciembre, 2012: 9 - 20<br />

ISSN 0252-9017 ~ Dep. legal pp 197102ZU50<br />

El Carnero: ¿Antecedente de la Narrativa<br />

Latinoamericana?<br />

Universidad de Los Andes<br />

E-mail: <strong>del</strong>symora2002@hotmail. com<br />

Resumen<br />

La mezcla de matices de realidad y ficción presentes en El Carnero<br />

de Juan Rodríguez Freyle recalcan la antigüedad y vigencia de<br />

ambas categorías, en el desplazamiento de la estructura que permite al<br />

narrador <strong>del</strong> texto ensayar diferentes técnicas (imitando códigos aprendidos<br />

o heredados) y en el afán que domina a todo creador de llegar a<br />

expresarse plenamente a través de una forma: la vida préterita o presente,<br />

la historia, la tradición; todo se refleja en él. Cada narración, cada<br />

una de las moralizaciones a propósito <strong>del</strong> Nuevo Mundo constituye una<br />

forma de relatar. El texto por poseer temas como el <strong>del</strong> Descubrimiento,<br />

Conquista y Colonización ha hecho que no se le ubique dentro de<br />

una clasificación fija: crónica, relaciones, picaresca, celestinesco, histórico,<br />

crónica novelada, memorias, etc., por su variedad de posibilidades<br />

discursivas. Su sabor narrativo ficcional engloba la imagen de una sociedad<br />

santafereña no apacible (funcionarios deshonestos, mujeres y<br />

hombres arrastrados por sus pasiones, clérigos pocos santos, adulterios,<br />

etc.) bajo un tono de humor e ironía crítica.<br />

Palabras claves: Historia, cultura, hibridismo y mestizaje, latinoamérica, literatura,<br />

crónicas y cronistas.<br />

Recibido: 10-10-2012 Aceptado: 22-11-12


Delsy Mora V.<br />

10 Revista de Literatura Hispanoamericana No. <strong>65</strong>, 2012<br />

El Carnero: Antecedent for the Latin<br />

American Narrative?<br />

Abstract<br />

The mix between fiction and reality present in El Carnero by<br />

Juan Rodríguez Freyle emphasizes the antiquity and timeliness of both<br />

categories in the displacement of structure that allows the text narrator<br />

to try different techniques, imitating learned or inherited codes, and in<br />

the desire that dominates all artists to reach full expression through a<br />

form: past or present life, history, tradition everything reflected in it.<br />

Each narrative, every moralization for the purpose of the new<br />

world constitutes a way of telling. Because the text contains themes<br />

such as discovery, conquest and colonization, it has escaped a fixed<br />

classification of chronicle, narrative, picaresque, Celestinesque,<br />

historical, novel-like chronicle, or memoir, etc., due to its variety of<br />

discursive possibilities. Its fictional narrative flavor includes the image<br />

of a Santa Fe Bogota society that is not gentle (dishonest officials,<br />

women and men dragged along by their passions, unholy clergy,<br />

adulterers, etc) with a tone of humor and critical irony.<br />

Keywords: History, culture, hybridism and racial mixing, Latin America,<br />

literature, chronicle and chroniclers.<br />

[...]Visto el pasado pudiera servir para<br />

iluminarnos el presente, en ello tal vez, nos<br />

vaya nuestro destino de hombres libres.<br />

(José Juan Arrom)<br />

A. Proceso histórico cultural<br />

Si consideramos que las narraciones<br />

coloniales plasmaron una visión<br />

<strong>del</strong> mundo con múltiples posibilidades,<br />

desmesura, heterogeneidad,<br />

etc.; es ese hibridismo la constante<br />

que va a construir nuestra novelística<br />

latinoamericana actual.<br />

En la mayoría de los cronistas <strong>del</strong><br />

nuevo mundo, la fantasía colorea los<br />

relatos, lo real -maravilloso sobresale<br />

a lo descriptivo-objetivo y produce<br />

la transformación de la realidad<br />

tal como lo diría Fernández Echeverría<br />

o en palabras de O’Gorman, se<br />

inventa a América.<br />

En el siglo XVII los grandes virreinatos<br />

se convirtieron en centro<br />

de lujo y ostentación, su interés se<br />

encuentra en el desarrollo <strong>del</strong> Barroco<br />

Americano en las artes en general.<br />

Se crea la necesidad de nom-


El Carnero: ¿Antecedente de la Narrativa Latinoamericana? 11<br />

brar y representar, es el Nuevo<br />

Mundo un producto <strong>del</strong> lenguaje, requiere<br />

estructurarse en una escritura<br />

sólida, esta escritura no sólo por su<br />

temática, sino también por su variabilidad,<br />

se convierte en objeto documental<br />

de la imaginación, revelando<br />

lo que Julio Ortega ha llamado la<br />

primera producción americana de<br />

una escritura.<br />

En este período de la estabilización<br />

se consolidan, pues, las instituciones<br />

coloniales, se establecen las<br />

categorías étnicas y diálogos entre<br />

los distintos sectores, hay una reconcentración<br />

demográfica, el sistema<br />

colonial se consolida internamente:<br />

es un período de denuncias, de transformaciones,<br />

de superposiciones de<br />

estilos, de contradicciones, es el siglo<br />

XVII manifestación de complejidad,<br />

“siglo de profundos cambios” al decir<br />

de José Juan Arrom.<br />

La narrativa colonial transgrede<br />

la norma metropolitana, las formas<br />

obnubiladas conllevan al misterio y<br />

el misterio convoca a la fe; describir<br />

y proponer serán las intenciones<br />

dominantes de los sectores influyentes<br />

que entran en crisis de valores<br />

con la época.<br />

La ruptura de una estructura tradicional<br />

para dar paso a una estructura<br />

ambigua se constituye en la clave de<br />

El carnero, texto-crónica importante<br />

que antecede lo que será posteriormente<br />

nuestra narrativa latinoameri-<br />

cana, con su nueva manera de mirar<br />

y apreciar la realidad.<br />

El autor-narrador, rompiendo con<br />

una lógica y yuxtaponiendo los planos<br />

temporales, contribuye a crear<br />

una visión sub-real <strong>del</strong> mundo, hace<br />

de la ambigüedad una estructura que<br />

establece la búsqueda de nuevas relaciones<br />

de reelaboración de lenguajes,<br />

el saber-decir fluye en un sentido<br />

de funcionalidad <strong>del</strong> texto.<br />

El hablante básico se convierte en<br />

un sujeto colectivo, productor de<br />

una tradición cultural que evoluciona,<br />

sujeto operador o <strong>del</strong> hacer que<br />

recupera un pasado a través de una<br />

perspectiva y punto de vista particular<br />

para actualizar su presencia en el<br />

discurso narrativo de una forma crítica.<br />

En el siglo XVII, en la Nueva<br />

Granada, se comienza a gestar una<br />

literatura que revela la existencia de<br />

una actividad literaria, lo podemos<br />

apreciar en Lucas Fernández de Piedrahita,<br />

Fray Pedro Simón, Juan de<br />

Castellanos, la Madre Castillo, entre<br />

otros. Se trata de una literatura con<br />

raíces en la metrópoli que de manera<br />

embrionaria comienza a presentar<br />

características americanas propias.<br />

Resultaría imposible comprender<br />

la organización colonial de esa época<br />

sino tenemos en cuenta la influencia<br />

dominante que ejerció la<br />

Iglesia en todos los aspectos, pero<br />

en especial, en la cultura donde su<br />

dominio fue muy significativo; es


Delsy Mora V.<br />

12 Revista de Literatura Hispanoamericana No. <strong>65</strong>, 2012<br />

ella la que realiza la labor de educación<br />

en ese choque violento que representó<br />

el mestizaje; lo religioso<br />

funciona de forma moralizante en el<br />

texto, esta actitud lleva al autor-narrador<br />

a buscar explicaciones a los<br />

procesos sociales, concepciones<br />

como la moral y el honor, valores típicamente<br />

españoles:<br />

Y están luchando conmigo la razón y la<br />

verdad. La razón me dice que no me<br />

meta en vida ajenas; la verdad me dice<br />

que diga la verdad. Ambas dicen muy<br />

bien, pero valga la verdad…la misma razón<br />

me da licencia que lo diga, que peor<br />

es que lo hayan hechos ellos que lo escriba<br />

yo (1979:3).<br />

Se predica un mundo regido por<br />

las ascéticas, pero se presenta con<br />

insistencia el vínculo con lo susurral,<br />

lo inconfesable. Se presenta<br />

una manera de ser y vivir nuevo<br />

mundano, hibridizada entre lo europeo-americano,<br />

el vínculo constante<br />

entre España y su colonia:<br />

Corría como tengo dicho, en esta ciudad,<br />

la fama de Riqueza que llevaba de este<br />

reino el Márquez de Sófraga (1979:12).<br />

Sus conflictos administrativos:<br />

Llámose a este tiempo el siglo dorado,<br />

que aunque es Verdad en él hubo las revueltas<br />

y los bullicios de las Audiencias<br />

y visitadores (1979:16).<br />

Y a pesar de que la sociedad era<br />

marcadamente religiosa, Rodríguez<br />

Freyle describe más la codicia, las<br />

disputas y la habilidad de los sacerdotes<br />

que su santidad. El santafereño<br />

interpreta y confronta los valores<br />

de su tiempo, se hace portavoz de<br />

una visión <strong>del</strong> mundo que corresponde<br />

a un determinado grupo social,<br />

fundado en la falsa conciencia,<br />

al afirmar en apariencia artísticamente,<br />

la crisis y el mal estado de la<br />

sociedad: desorden y corrupción e<br />

igualmente el querer de los criollos<br />

por regir sus propios destinos, aun<br />

cuando la violencia que dramatiza<br />

rivalidades y conflictos no impide el<br />

establecimiento de las bases de una<br />

sociedad cuyo ideario se mantiene<br />

hasta el triunfo de la revolución política<br />

que causa la guerra de la independencia.<br />

El autor-narrador establece una<br />

dialéctica en términos como:<br />

Mundo de los Blancos<br />

VS Mundo de los Naturales<br />

_____________ _____________<br />

Españoles/Criollos Indios/Negros<br />

Desde sus comienzos la prosa<br />

surgida en América, revela la importancia<br />

que tuvo la realidad social<br />

americana. Rodríguez Freyle quiere<br />

mostrar en base a los casos, que la<br />

vida de los habitantes <strong>del</strong> Nuevo<br />

Reino de Granada le interesó más<br />

que las hazañas históricas de los capitanes,<br />

las conductas escandalosas,<br />

los celos, las traiciones, las venganzas,<br />

etc.; más que la fundación de<br />

ciudades, la deshonestidad de los


El Carnero: ¿Antecedente de la Narrativa Latinoamericana? 13<br />

funcionarios coloniales. Silvia Benso<br />

(1977:95-1<strong>65</strong>), en su importante<br />

y cuidadoso trabajo sobre El Carnero,<br />

considera que el autor presenta<br />

una visión de la sociedad santafereña<br />

y destaca como rasgos significativos<br />

para comprender la época y la<br />

situación colonial cuatro funciones<br />

que son constante en el texto: intrusión,<br />

engaño, daño y castigo.<br />

B. Presencia de la ficción en<br />

El Carnero<br />

El texto se basa en la construcción<br />

de la imaginación sobre los datos<br />

que ofrece lo real, es decir, frente<br />

a la situación misma de la estructura,<br />

la forma contribuye en su desarrollo<br />

manifestando el mundo <strong>del</strong><br />

escritor, en el sentido de que la escritura<br />

es -como lo diría Barthes<br />

(1973)- eso que comienza cuando el<br />

habla se hace imposible o con la<br />

búsqueda de una literatura posible.<br />

El trabajo de escritura en el texto,<br />

parte de una necesidad y deseo de<br />

reconstrucción paródica <strong>del</strong> pasado<br />

colonial santafereño, esta estrategia<br />

discursiva pertenece a la familia de<br />

la intertextualidad, donde a través de<br />

un saber-contar, signos e imágenes<br />

forman su estructura significativa.<br />

En el hablante existen distintas<br />

vocaciones: el de historiador, novelador,<br />

cronista y moralista; estas<br />

cuatro vocaciones quedaron fusionadas<br />

o confluyeron en el texto, única<br />

producción <strong>del</strong> autor. Para su realización<br />

utilizó dos años:<br />

Hasta la hora presente que esto se escribe,<br />

que corre el año de 1636, <strong>del</strong> nacimiento<br />

de nuestro Jesúscristo (1979:2).<br />

Y al final aclara:<br />

Cien años son cumplidos de la conquista<br />

de este Nuevo Reino de Granada, porque<br />

tantos años ha que entró en Él el a<strong>del</strong>antado<br />

Gonzalo Jiménez de Quesada, con<br />

sus Capitanes y soldados. Hoy corre el<br />

año de 1638 (1979:373).<br />

De Juan Rodríguez Freyle es<br />

poco lo que se sabe, él mismo notifica<br />

sobre su vida en algunos apartes<br />

<strong>del</strong> texto:<br />

Nací en esta ciudad de Santa Fé, y al<br />

tiempo que escribo Esto me hallo en<br />

edad de setenta años, que los cumplo. La<br />

noche que estoy escribiendo este capítulo<br />

(1979:22).<br />

El autor-narrador se presenta<br />

como un simple recopilador y atribuye<br />

el valor de su obra a la inspiración<br />

divina, la palabra como medio de salvación<br />

devuelve la voz a seres ya<br />

muertos, asumiendo la palabra este<br />

autor-relator simula una realidad,<br />

¿acaso no está haciendo ficción?<br />

El texto apenas conocido, es una<br />

cadena de enunciados que en función<br />

múltiple se proyecta e interactúa con<br />

su tiempo, abierto ante la pluralidad<br />

de voces, ha sido conocido con el título<br />

abreviado de El Carnero, pero<br />

su original título ha sido objeto de


Delsy Mora V.<br />

14 Revista de Literatura Hispanoamericana No. <strong>65</strong>, 2012<br />

varias y diferentes hipótesis, bajo el<br />

extenso título descriptivo, el texto<br />

pretende ser historia bajo la tradición<br />

de la crónica, con característica<br />

informativa al reflejar las intenciones<br />

<strong>del</strong> autor-relator tanto por lo que<br />

prometerá contar o por lo contrario,<br />

sujeto así de la narración que se enfrenta<br />

a la historia.<br />

El título funciona como incentivador<br />

de lecturas, dando aparentemente<br />

importancia a lo histórico, lo cual<br />

predominará en los primeros capítulos<br />

y reaparecerá al final con los catálogos<br />

de ciudades, capitanes, gobernadores,<br />

presidentes, visitadores,<br />

arzobispos y prebendados que poblaron<br />

el Nuevo Reino de Granada.<br />

El aspecto histórico-cronístico es<br />

desplazado por el interés artístico-literario<br />

de “algunos casos sucedidos<br />

en este reino” (1979:8), que se enuncian<br />

sin importancia, pero que irónicamente<br />

es parte fundamental <strong>del</strong><br />

texto, pues con ello se intentará satisfacer<br />

la urgencia comunicativa de la<br />

cual hablábamos al comienzo de estas<br />

páginas, de un autor-narrador que<br />

busca agradar a sus lectores.<br />

Así desde el punto de vista literario<br />

los casos o “histórielas” resultarán de<br />

un gran interés, manipulados de tal<br />

forma que en éstos residirá lo sustancioso<br />

para futuros estudios en detalle.<br />

Se nombra entonces bajo un título:<br />

conquista, descubrimiento o desencuentro,<br />

fundación, costumbres,<br />

guerras, casos. La indicación espa-<br />

cial <strong>del</strong> texto es un proceso que va<br />

desde lo general a lo particular, de la<br />

historia universal a la Neogranadina,<br />

por ello a partir de este elemento obtenemos<br />

una cantidad de datos que<br />

va hacia un tiempo y un espacio <strong>del</strong>imitado:<br />

Tiempo=1539/ 1636<br />

Espacio= Nuevo Reino de Granada<br />

El trastocamiento y abigarramiento<br />

de datos serán marcas propias <strong>del</strong><br />

barroco americano, el autor aparece<br />

en la síntesis o programa de base<br />

para respaldar la veracidad de la narración<br />

y justificar su oficio de cronista,<br />

así mismo se establece la correlación<br />

entre el Juan Rodríguez<br />

Freyle que vive en su época y el<br />

Juan Rodríguez Freyle que escribe<br />

sobre una época, bajo una visión ortodoxa,<br />

presentándose como un descriptor<br />

en el marco de la narración.<br />

La dedicatoria comporta un enunciado<br />

narrativo de comunicación,<br />

donde solo se manifiesta el sujeto de<br />

estado, es decir, el destinatario:<br />

“Rey Don Felipe, nuestro Señor”,<br />

luego el fin comunicado:<br />

“dirijo esta obra a vuestra majestad por<br />

dos cosas: la una, por darle noticia de<br />

este Nuevo Reino de Granada, porque<br />

nadie lo ha hecho; la otra, por librarla de<br />

algún áspid venenoso, que no la muerda<br />

viendo a quien va dirigida” (1979: 3).<br />

Toda la continuación <strong>del</strong> texto<br />

deberá evaluarse a partir de ese pro-


El Carnero: ¿Antecedente de la Narrativa Latinoamericana? 15<br />

grama narrativo, su realización o<br />

des-realización.<br />

En el prólogo se da el marco conceptual<br />

general <strong>del</strong> texto, el hablante<br />

implícito refiere su concepción y<br />

propósito <strong>del</strong> texto, dar a conocer la<br />

verdad, justificar la elección de los<br />

casos atribuyéndoles un fin moral y<br />

ejemplarizante, transmitir una memoria<br />

referente a la noticia de hechos<br />

pasados y predisponer e introducir<br />

al lector en la estructuración,<br />

participación y conducción de la<br />

lectura <strong>del</strong> texto.<br />

Expone:<br />

Los hombres aprovechándose de esta<br />

doctrina, fueron siempre dando al mundo<br />

noticia de lo acontecido en sus tiempos<br />

(1979: 5).<br />

Responde a la pregunta cómo<br />

contar en una forma autocrítica:<br />

Y aunque en tosco estilo, será la relación<br />

suscinta y verdadera, sin el ornato retórico<br />

que piden las historias, ni tampoco llevarán<br />

ficciones poéticas (1979: 6).<br />

Pero, observaremos luego que<br />

hay una desviación de este propósito<br />

al decorar la narración con “joyas<br />

prestadas o ropas prestadas, para<br />

que salga a la vista; y de los mejores<br />

jardines coger la más agraciadas flores<br />

para la mesa” (1979:40).<br />

El tono crítico se mantendrá durante<br />

todo el relato, se compara en<br />

relación con otros:<br />

Digo que aunque el padre Fray Pedro Simón<br />

en sus estudios y noticias y el padre<br />

Juan de Castellanos, en los suyos trata<br />

ron de lo acontecido en este Nuevo Reino,<br />

por lo cual me animé yo a decirlo<br />

(1979: 5).<br />

Presentados bajo el nombre de<br />

“Excursus”, intervenciones directas<br />

<strong>del</strong> autor-narrador, se ponen de manifiesto<br />

los temas éticos-religiosos<br />

en el texto, son interrupciones en el<br />

curso <strong>del</strong> relato para moralizar sobre<br />

el vicio, poder, codicia, honor, celos,<br />

hechizos, adulterio y la perniciosa<br />

hermosura femenina.<br />

El narrador no se limita a transmitir<br />

una información acerca de los<br />

sucesos ni asume todo el tiempo la<br />

perspectiva de objetividad, así además<br />

de intervenir en las digresiones<br />

filosóficas y moralizantes, el narrador<br />

asumiendo conciencia y comprometido<br />

con el acontecer, traba relación<br />

directa con el lector, dirigiéndole<br />

apelaciones y estableciendo<br />

con él una comunicación que busca<br />

captar su atención. Hay un dominio<br />

absoluto sobre el narratario que se<br />

plasma en las suspensiones de la narración,<br />

de la invitación al descanso<br />

o a la atención.<br />

Las combinaciones de los puntos<br />

de vista <strong>del</strong> narrador (de la 1ª a la 3ª<br />

persona) determinan lo complejo de<br />

la estructura <strong>del</strong> texto, es decir, el<br />

narrador cambia sucesivamente de<br />

posición, describiendo o narrando


Delsy Mora V.<br />

16 Revista de Literatura Hispanoamericana No. <strong>65</strong>, 2012<br />

los acontecimientos desde su punto<br />

de vista o desde el punto de vista de<br />

un personaje; así por ejemplo, al narrar<br />

uno de los episodios de la conquista,<br />

los españoles son presentados<br />

desde la perspectiva asombrada<br />

de la naturaleza:<br />

Y por la parte de Vélez habían entrado<br />

unas gentes nunca vista ni conocida, que<br />

tenían muchos pelos en la cara, y que algunos<br />

de ellos venían encima de unos<br />

animales muy grandes, que sabían hablar<br />

y daban grandes voces (1979:32).<br />

Hay un afán de demostrar la verdad,<br />

el narrador cita sutilmente las<br />

fuentes documentales de donde consta<br />

los hechos: se remite a los autores,<br />

aunque se basa más en la memoria y<br />

en las relaciones orales eminentemente<br />

colectivas que lo llevan a la<br />

naturalidad y selectividad para su narración<br />

de los sucesos de mayor relevancia<br />

que al transcribirlos se convierten<br />

en ficción, centrados principalmente<br />

en la acción más que en la<br />

descripción psicológica o configuración<br />

externa de los personajes.<br />

El narrador con su humor irónico<br />

y la introspección que lo caracteriza<br />

construye sus relatos o histórielas<br />

estableciendo relación directa con el<br />

narratario, manejando la trama, la<br />

tensión y el suspenso, aplazando la<br />

información, haciendo uso de la dialogicidad,<br />

cambiando puntos de vista,<br />

manipulando datos, utilización<br />

perfecta <strong>del</strong> lenguaje, <strong>del</strong> ritmo y <strong>del</strong><br />

detallismo. Esta forma paródica-irónica,<br />

es un elemento composicional<br />

importante <strong>del</strong> texto, que lleva al<br />

lector a una percepción y luego una<br />

reacción, es en cierta forma, como<br />

lo aclara Wayne Booth (1986) descodificar,<br />

descifrar, mirar detrás de<br />

una máscara.<br />

De esta manera si la intención expuesta<br />

desde el prólogo no es literaria,<br />

sí lo es en su realización, los casos<br />

se convierten en la materia viva<br />

<strong>del</strong> texto, en ellos el esquema narrativo<br />

se torna como el referente principal<br />

de la escritura; en la ambigüedad<br />

de los relatos, que son casi<br />

siempre un suceso o situación desgraciado<br />

que termina con el ajustamiento<br />

de los culpables, en los razonamientos<br />

filosóficos, morales y en<br />

la historia de Nueva Granada.<br />

Las mutaciones <strong>del</strong> lenguaje convierten<br />

el referente de la historia en<br />

un referente si se quiere de segundo<br />

plano, al cumplirse ese cambio, ha<br />

de brotar en los casos o histórielas,<br />

la estructura que consagra en toda su<br />

plenitud el signo literario <strong>del</strong> discurso;<br />

es la ficción la unidad que resume<br />

y ordena imaginativamente el<br />

espacio historiable.<br />

Es necesario ver el texto como<br />

una estructura englobante, la imagen<br />

que presenta el texto de la sociedad<br />

santafereña no es apacible.<br />

El texto presenta tres ejes: los razonamientos<br />

filosóficos-morales,<br />

la historia de Nueva Granada y el


El Carnero: ¿Antecedente de la Narrativa Latinoamericana? 17<br />

relato de los casos; manipulando estos<br />

tres ejes, el narrador ofrece un<br />

texto lleno de posibilidades literarias,<br />

una visión particular <strong>del</strong> mundo<br />

granadino. La historia se transfigura<br />

y Nueva Granada y sus personajes<br />

son camuflajes que nos remiten a temas<br />

universales: la lucha entre el<br />

bien y el mal.<br />

El esquema de lo general a lo particular<br />

le permite al narrardor subvertir<br />

el orden colonial: Conquista,<br />

descubrimiento y colonización, los<br />

esquemas historiográficos se rompen,<br />

el narrador cubre y enmascara su narración.<br />

La violencia develada por la<br />

inclusión de los casos o flores tal<br />

como él los llama, muestran el resquebrajamiento<br />

<strong>del</strong> orden social y las<br />

injusticias <strong>del</strong> orden colonial santafereño,<br />

el narrador otorgando identidad<br />

a su patria, opina y censura. La integración<br />

y desintegración de los diversos<br />

ejes estructurales resulta en un<br />

texto lleno de virtualidades estéticas.<br />

Se trata de una obra que por su<br />

dimensión y diversidad discursiva<br />

ha dado origen a calificaciones y<br />

lecturas distintas por parte de la crítica<br />

literaria.<br />

La mayoría de la crítica, quizá<br />

llevándose por la veracidad que el<br />

autor intenta dejar plasmada desde<br />

el comienzo <strong>del</strong> texto, se ha mostrado<br />

preocupada por el aspecto histórico<br />

como su mérito y ha descuidado,<br />

en cierta medida, el aspecto literario,<br />

el que lo circunscribe como<br />

uno de los antecedentes de la narrativa<br />

latinoamericana, caracterizado<br />

por la actitud <strong>del</strong> narrador al proyectarse<br />

en el texto y relatar los hechos<br />

y los episodios, a través de su óptica<br />

superando y desvirtuando entonces,<br />

lo ficticio a lo histórico.<br />

Es sabido que lo que se ha llamado<br />

Modernidad y que según Habermas<br />

puede fijar sus inicios hacia el<br />

1500, iniciará una transformación<br />

notoria de lo real, la verdad y el sentido;<br />

creará una fisura en la certeza<br />

de la similitud y la semejanza y la<br />

conformación de una conciencia crítica<br />

de la diferencia.<br />

Juan de Orosco (y mucho antes<br />

con los escritos ingeniosos de Colón,<br />

primer cronista de las Indias),<br />

Bernal Díaz <strong>del</strong> Castillo, Bernardo<br />

de Balbuena, el Inca Garcilaso de la<br />

Vega, Guamán Poma de Ayala,<br />

Alonso Carrió de la Vandera y Juan<br />

Rodríguez Freyle pudieran ser algunos<br />

de los ejemplos que sumados a<br />

otros, fundarán todo un tipo de literatura<br />

tendiente a la configuración<br />

de lo que años más tarde, exactamente<br />

en los albores <strong>del</strong> siglo XIX<br />

con la aparición <strong>del</strong> Periquillo Sarniento,<br />

se constituya o sea visto<br />

como el inicio o los gérmenes de<br />

nuestra narrativa latinoamericana y<br />

reflejo de las realidades <strong>del</strong> continente<br />

americano.<br />

A pesar de los múltiples aportes<br />

en el campo de los estudios literarios<br />

latinoamericanos, faltan los que


Delsy Mora V.<br />

18 Revista de Literatura Hispanoamericana No. <strong>65</strong>, 2012<br />

se ocupen con detalle de estudiar estos<br />

tipos de textos, como El carnero,<br />

que anticipan o anteceden lo que<br />

luego será el proceso de la narrativa<br />

latinoamericana.<br />

Así los orígenes <strong>del</strong> arte de novelar<br />

pudieran estar en el Barroco de los<br />

cronistas <strong>del</strong> siglo XVII, y aun cuando<br />

algunas narraciones quedaron casi<br />

inéditas y se lean ahora y otras fueron<br />

extensamente conocidas, la narrativa<br />

que aparece a partir de 1816 ya había<br />

manifestado cierta latencia en antecedentes<br />

como los crónicas con sus características<br />

artísticas literarias y sus<br />

aportes al proceso de la narrativa ficcional<br />

de la colonia tal como lo plasmara<br />

Jean Franco (1982) en su artículo<br />

“Cultura hispanoamericana en la<br />

época colonial”.<br />

En este proceso, se da importancia<br />

a la recuperación desde ese entonces,<br />

de los vestigios de culturas<br />

como la negra, la popular, la oral y<br />

la masiva, que fueron inferiorizadas<br />

en el interior de los sistemas eruditos<br />

y cuyos fragmentos rememorizados<br />

por la voz <strong>del</strong> narrador son ahora<br />

re-articulados con resultados válidos<br />

universalmente.<br />

Terminaremos parafraseando a<br />

Zilá Bernd (1995), quien afirmara<br />

muy asertivamente que después de<br />

haber presentado la necesidad de<br />

que los estudios literarios entre las<br />

Américas se desarrollen de modo<br />

no-secuencial, concibiéndose a los<br />

autores y a las obras en régimen de<br />

comunión de un hipertexto virtual y<br />

heterogéneo, cabría además apuntar<br />

los puntos de convergencia que resultaron<br />

<strong>del</strong> uso <strong>del</strong> hipertexto común,<br />

dibujando lo que podrá venir a<br />

constituir las maletas de un comparativismo<br />

interamericano.<br />

El lector emprenderá el desvelamiento<br />

de esos puntos a partir de un<br />

contrato de lectura que tenga por<br />

base la existencia en estos autores-arriba<br />

señalados- y sus obras, de un<br />

sentimiento americanizado, necesariamente<br />

heterogéneo y de una poética<br />

americana, así llamada por<br />

Edouard Glissant (1995), necesariamente<br />

múltiple e imprevisible.<br />

Se destaca también en El Carnero,<br />

la heteroglosia, pues hay la variedad<br />

lingüística que diferencia el<br />

español peninsular <strong>del</strong> español americano<br />

emanando un discurso paródico,<br />

polifónico y carnavalizado. Al<br />

invertir el foco, el narrador también<br />

logra mostrar la impresión equivocada<br />

de los europeos sobre la tierra<br />

y la población que en ella habitaba.<br />

En la contemporaneidad y visto<br />

con ojos <strong>del</strong> siglo XXI, las confluencias<br />

entre la ficción, la historia<br />

y la memoria, posibilitan que la literatura<br />

latinoamericana se torne un<br />

espacio privilegiado de estas tantas<br />

otras posibilidades de leer y reencontrarnos<br />

con nuestro pasado.<br />

Las lecturas de estos gérmenes de<br />

literatura, produjeron especialmente<br />

a partir <strong>del</strong> Boom <strong>del</strong> siglo pasado


El Carnero: ¿Antecedente de la Narrativa Latinoamericana? 19<br />

(década de los 70) obras que se volvieron<br />

referencia para la llamada<br />

nueva novela histórica y las metaficciones<br />

historiográficas. Destacan en<br />

esta temática las obras de Alejo Carpentier,<br />

Antonio Benítez Rojo, Alejandro<br />

Paternain, Abel Posse, Carlos<br />

Fuentes, Augusto Roa Bastos, entre<br />

otros. En este mismo contexto de renovación<br />

y fundación de una narrativa<br />

propia latinoamericana mientras<br />

Mario de Andrade creaba la rapsodia<br />

de Macunaíma, Miguel Ángel<br />

Bibliográfia<br />

Asturias construía la novela caleidoscopio<br />

que es Señor Presidente,<br />

el mismo impulso de revaloración<br />

hizo nacer la obra de Gabriel García<br />

Márquez o de Joao Guimaraes Rosa.<br />

Los gérmenes de literatura contribuyeron<br />

a que los conceptos de mestizaje<br />

e hibridación generados en<br />

nuestras culturas plurales, pasaran a<br />

sustituir en las prácticas escriturales<br />

latinoamericanas los preceptos europeos<br />

anteriores de unidad y pureza<br />

tan celosamente impuestos a nuestras<br />

artes.<br />

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No. <strong>65</strong>, Julio-Diciembre, 2012: 21 - 41<br />

ISSN 0252-9017 ~ Dep. legal pp 197102ZU50<br />

Si yo fuera Pedro Infante: Cartografía de la<br />

cultura popular Latinoamericana 1<br />

Enrique Plata Ramírez<br />

Instituto de Investigaciones Literarias<br />

“Gonzalo Picón Febres”.<br />

Facultad de Humanidades y Educación.<br />

Universidad de Los Andes, Mérida.<br />

E-mail: plataenr@ula.ve<br />

Resumen<br />

La narrativa latinoamericana ha vivido, los dos últimos siglos, un<br />

fuerte y continuo proceso de maduración, que la ha llevado a búsquedas<br />

insospechadas. A partir de los años sesenta <strong>del</strong> siglo veinte, en plena<br />

efervescencia <strong>del</strong> llamado “Boom Narrativo”, cierta cantidad de autores<br />

retoman el discurso musical popular latinoamericano, para desde allí<br />

contar las vivencias <strong>del</strong> sujeto que habita en los márgenes, en la periferia,<br />

y con ellos cartografiar a la cultura continental. En Si yo fuera Pedro<br />

Infante, novela <strong>del</strong> venezolano Eduardo Liendo, se encuentran, en<br />

su reticulado, los discursos paródicos, humorísticos, irónicos, eróticos,<br />

musicales, abyectos, etc., estableciendo un juego pendular entre la realidad<br />

y la ficción, cuestionando desde las alteridades, al sujeto periférico,<br />

rutinario, y conformando todo un imaginario de lo popular latinoamericano.<br />

Así, desde el pastiche, producto de los distintos trasvasamientos<br />

discursivos, en especial desde la hibridez narrativa que asume<br />

lo musical y lo cinematográfico, se parodia la vida <strong>del</strong> cantante y ci-<br />

Recibido: 14-10-12 Aceptado: 14-11-12<br />

1 Este trabajo ha sido posible gracias a la colaboración <strong>del</strong> CDCHTA, de la Universidad<br />

de Los Andes, Mérida CODIGO: H-794-04-06-B.


Enrique Plata Ramírez<br />

22 Revista de Literatura Hispanoamericana No. <strong>65</strong>, 2012<br />

neasta mexicano de mediados <strong>del</strong> siglo XX, Pedro Infante, llamado<br />

también “El Charro de Oro” o “El Milamores”. La novela narra dos<br />

historias que se van pespunteando una a la otra a partir de distintos intertextos<br />

musicales, la de Perucho Contreras y la de su alter ego, Pedro<br />

Infante. La segunda deviene <strong>del</strong> deseo <strong>del</strong> primero de reconocerse<br />

como otro, de enmascararse y asumir la identidad de “El Milamores”.<br />

Serán estos los motivos que se aborden en el presente trabajo, intentando<br />

mostrar con ellos la articulación de la narrativa venezolana, en el<br />

proceso literario latinoamericano de finales <strong>del</strong> siglo XX.<br />

Palabras clave: Narrativa venezolana, Eduardo Liendo, música popular.<br />

Si yo fuera Pedro Infante: Mapping Latin American<br />

Popular Culture<br />

Abstract<br />

During the last two centuries, the Latin American narrative has<br />

experienced a strong, continuous maturation process that has led to<br />

unexpected searches. Since the 1960s, at the height of the “Narrative<br />

Boom,” a certain number of authors took up popular Latin American<br />

musical discourse to recount the experiences of subjects living on the<br />

margins, the periphery, and using them to map the continental culture.<br />

In Si yo fuera Pedro Infante, a novel by the Venezuelan Eduardo<br />

Liendo, its structure includes speeches that are parodies, humorous,<br />

ironic, erotic, musical, abject, and so on, establishing a pendular<br />

movement between reality and fiction, questioning the peripheral and<br />

routine subject from otherness, and forming a collective consciousness<br />

of popular Latin America. Thus, from this pastiche, product of different<br />

discursive decantings, especially from the narrative hybrid that takes on<br />

what is musical and cinematographic, the life of the mid-twentieth<br />

century Mexican singer and filmmaker, Pedro Infante, also called “El<br />

Charro de Oro” or“ The ”El Milamores" is parodied. The novel tells<br />

two stories stitched one after the other based on different musical<br />

intertexts, that of Perucho Contreras and his alter ego, Pedro Infante.<br />

The second comes out of the desire of the first to be recognized as<br />

another, to wear a mask and assume the identity of “El Milamores.”<br />

These will be the motives addressed in this paper, trying to show with<br />

them the connection of the Venezuelan narrative with the Latin<br />

American literary process of the late twentieth century.<br />

Keywords: Venezuelan narrative, Eduardo Liendo, popular music.


Si yo fuera Pedro Infante: Cartografía de la cultura popular Latinoamericana 23<br />

En la narrativa latinoamericana y<br />

caribeña - y con ella la venezolana -<br />

publicada entre 1963 y 2012, se inserta<br />

como un hecho de ficcionalización<br />

un discurso paradójico, paródico, pleno<br />

de distintos enunciados que configuran<br />

un código de lo popular, mostrando<br />

el fenómeno de la postmodernidad<br />

y las llamadas teorías postcoloniales,<br />

en cuanto hechos de reflexión<br />

acerca de las culturas venezolana, caribeña<br />

y latinoamericana.<br />

Es éste un discurso híbrido, transfronterizo,<br />

lleno de múltiples voces,<br />

que manifiesta la naturaleza dialógica<br />

de diversos textos u obras literarias<br />

que sostienen entre sí un diálogo<br />

fluido, permanente, una intertextualidad<br />

inagotable y una intensa<br />

polifonía. En su reticulado narrativo<br />

se dan cita una multiplicidad de<br />

mundos, volitivos, porosos, que de<br />

alguna manera resignifican los procesos<br />

constructivos de la narrativa<br />

latinoamericana y caribeña de finales<br />

<strong>del</strong> siglo XX.<br />

Nos referimos a lo que la crítica<br />

más reciente (Báez: 1986; Giménez,<br />

1990; González Silva: 1993; López:<br />

1998; Torres: 1998) ha dado en lla-<br />

“Me cubrí la cara con la almohada<br />

como avergonzado por mi flaqueza y,<br />

sin saber por qué, mi boca pronunció<br />

una frase de conmiseración: ´Dios mío,<br />

si yo fuera Pedro Infante’”.<br />

Eduardo Liendo: Si yo fuera Pedro Infante.<br />

I<br />

mar “Narrativa de lo musical popular”,<br />

o a través de variantes significativas<br />

como “Narrativa <strong>del</strong> bolero”,<br />

“Narrativa musical caribeña”, “Narrativa<br />

<strong>del</strong> tango”, y en un ámbito<br />

mayor, “Narrativa de la música popular<br />

latinoamericana”, como si a<br />

partir de la articulación entre la literatura<br />

y la música popular, alterna y<br />

paradójicamente se sacralizaran y desacralizaran,<br />

tanto la música como la<br />

literatura. Así mismo, la narrativa<br />

que aborda el deporte, el erotismo o<br />

las distintas pulsiones humanas, lo<br />

neopolicial, la nueva novela histórica,<br />

la novela femenina, etc., como si<br />

en esa imbricación textual, en esas<br />

transversalidades y correlaciones significativas,<br />

hubiese más un encuentro<br />

erótico, pulsional, que cultural. Todo<br />

ello para dar cuenta <strong>del</strong> sujeto que<br />

habita en los bordes, en la periferia,<br />

en los márgenes…<br />

Ciertamente, la canción popular,<br />

como apunta Vicente Francisco Torres<br />

(1998), deviene en religión para<br />

el latinoamericano, en donde el altar<br />

es el aparato de sonido -la radio, la<br />

televisión, los equipos de música,<br />

las rocolas o velloneras, etc.- y los


Enrique Plata Ramírez<br />

24 Revista de Literatura Hispanoamericana No. <strong>65</strong>, 2012<br />

supremos sacerdotes los ídolos, que<br />

tienen en sí mismos todo aquello<br />

que carecen la mayoría de los habitantes<br />

de estos espacios periféricos.<br />

Los escritores de esta tendencia literaria<br />

devienen, a más de cronistas de<br />

lo cotidiano, en intermediarios,<br />

como los santos u orishas que conectan<br />

a los fieles - los lectores -<br />

con sus deidades musicales populares,<br />

con sus areítos, bembés o moyubas,<br />

a través de distintos textos sagrados<br />

cuyos títulos se asumen desde<br />

diversos intertextos musicales.<br />

Lo anterior permite, como apuntó<br />

Luis Rafael Sánchez en entrevista<br />

concedida a Eduardo Lago (Lago:<br />

1992: 4-5) que la música popular<br />

propicie una biografía <strong>del</strong> Caribe,<br />

que cohesione y acerque las dispares<br />

historias de los países latinoamericanos:<br />

“La música popular propicia<br />

una biografía <strong>del</strong> continente (...). En<br />

esas músicas - guaracha, bolero, tango,<br />

ranchera, merengue - parece radicar<br />

el posible elemento de cohesión<br />

para nuestros países dispares y<br />

dispersos por sus respectivas aventuras<br />

históricas”. Este encuentro,<br />

musical y literario, ha permitido que<br />

el resultado discursivo, las obras narrativas,<br />

haya sido visto no en cuanto<br />

fenómeno de lo musical-literario,<br />

sino como parte de la profunda resemantización<br />

de la realidad cultural<br />

<strong>del</strong> continente.<br />

Los intertextos musicales posibilitan<br />

esa fluida relación entre litera-<br />

tura y música popular, difuminando<br />

con ello la frontera entre lo “culto”<br />

y lo “popular”, manteniendo el diálogo<br />

y la compenetración entre la<br />

alta cultura y la cultura popular, entre<br />

la cultura letrada y la cultura popular<br />

de masas.<br />

Esta difuminación fronteriza, este<br />

acercamiento dialógico entre las culturas<br />

popular y letrada, establece el<br />

culto al ídolo, al cantante que pasea<br />

su voz por todo el continente, haciendo<br />

de su vida un mito, permitiendo<br />

al escritor ficcionalizarla,<br />

quien tomará como referente textual<br />

a uno de aquellos cantantes: Benny<br />

Moré, Felipe Pirela, Pedro Infante,<br />

Daniel Santos, Celia Cruz, etc., para<br />

desde ellos resemantizar la historia<br />

y la cultura latinoamericanas y cuestionar<br />

los discursos hegemónicos<br />

existentes, adquiriendo así la literatura<br />

un nuevo sentido, desde la interrelación<br />

entre el discurso de la crónica<br />

narrativa, las nociones <strong>del</strong> melodrama,<br />

los momentos de diáspora,<br />

la conciencia de una perifericidad y<br />

la estética de lo cotidiano, como señala<br />

Michel Maffesoli (Maffesoli:<br />

1979, 1990, 1996 y 1997), proponiendo<br />

a su vez una mirada otra,<br />

más interior, desde sí misma, sobre<br />

Latinoamérica, que borra las fronteras<br />

entre lo “culto” y lo “popular”,<br />

lo eurocentrista y lo marginal, y deviene,<br />

para decirlo con Lulú Giménez<br />

(1990), en un sentimiento de<br />

pertenencia a un territorio nuevo, a


Si yo fuera Pedro Infante: Cartografía de la cultura popular Latinoamericana 25<br />

un determinado orden sociocultural,<br />

que de alguna manera constituye o<br />

forma parte de los nuevos imaginarios<br />

latinoamericanos, reconstruidos<br />

y/o resemantizados, precisamente,<br />

por la música popular.<br />

Hay, en estos discursos, una desacralización<br />

paródica de lo mágicomaravilloso,<br />

<strong>del</strong> discurso <strong>del</strong> boom,<br />

a través de esa frecuente intertextualidad<br />

con lo musical-popular que establece<br />

un dialogismo narrativo por<br />

todo el Caribe. Hay, igualmente, una<br />

nueva manifestación de lo urbano<br />

pues, como anota Héctor López<br />

(1998), esta narrativa resemantiza a<br />

los barrios latinoamericanos, a sus<br />

espacios habitables por el día o por<br />

la noche: el bar, la calle, la plaza, el<br />

cine etc. Es también, una diégesis<br />

que imbrica diversos correlatos: erotismo,<br />

hedonismo, perversión, música<br />

popular, individualidad, ejercicio<br />

En Si yo fuera Pedro Infante<br />

(1993), novela <strong>del</strong> venezolano<br />

Eduardo Liendo, se encuentran, en<br />

su reticulado, los discursos paródicos,<br />

humorísticos, irónicos, eróticos,<br />

musicales, abyectos, etc., estableciendo<br />

un juego pendular entre la<br />

realidad y la ficción, cuestionando<br />

desde las alteridades, al sujeto periférico,<br />

rutinario, y conformando<br />

todo un imaginario de lo popular latinoamericano.<br />

II<br />

<strong>del</strong> poder, seducción, lo melodramático,<br />

lo societal y la manifestación<br />

de la falta de ansias de trascendencia<br />

por la instauración de la cotidianidad.<br />

Encontramos en ellos, la mixtura<br />

de géneros, lo transfronterizo, la<br />

hibridez discursiva, el pastiche, desde<br />

la reescritura de la memoria hasta<br />

las recurrencias a relatos orales, a<br />

escenas cinematográficas, a lo epistolar,<br />

los desplazamientos <strong>del</strong> centro<br />

hacia las periferias y el impacto de<br />

los mass-media. En definitiva, hablamos<br />

<strong>del</strong> discurso de la postmodernidad,<br />

que de alguna manera<br />

contrapuntea la realidad y sus meandros,<br />

sus intersticios, que se detiene<br />

en la intertextualidad rítmica y en la<br />

sonoridad musical caribeña.<br />

Dentro de este amplio panorama<br />

finisecular se inscribe la novela Si yo<br />

fuera Pedro Infante (Caracas, 1989),<br />

<strong>del</strong> venezolano Eduardo Liendo.<br />

La novela narra una noche rocambolesca<br />

en que Perucho Contreras<br />

no puede conciliar el sueño a<br />

causa de la alarma desquiciante de<br />

un automóvil. El personaje, que acaba<br />

de sufrir un estúpido accidente<br />

por el cual se rompe un brazo, desea<br />

ser Pedro Infante para realizar aquellas<br />

cosas que en su vida rutinaria no<br />

se atreve, entre otras, acallar aquella<br />

alarma. A través de la memoria, Perucho<br />

recupera a los amigos de su


Enrique Plata Ramírez<br />

26 Revista de Literatura Hispanoamericana No. <strong>65</strong>, 2012<br />

adolescencia a la vez que va ficcionalizando<br />

la vida <strong>del</strong> gran ídolo popular<br />

de la canción mexicana.<br />

Así, desde el pastiche, producto<br />

de los distintos trasvasamientos discursivos,<br />

en especial desde la hibridez<br />

narrativa que asume lo musical<br />

y lo cinematográfico, se parodia la<br />

vida <strong>del</strong> extraordinario cantante y<br />

cineasta mexicano de mediados <strong>del</strong><br />

siglo XX, Pedro Infante, llamado<br />

también “El Charro de Oro” o “El<br />

Milamores”. La novela narra dos<br />

historias que se van pespunteando<br />

una a la otra a partir de distintos intertextos<br />

musicales, la de Perucho<br />

Contreras y la de su alter ego, Pedro<br />

Infante. La segunda deviene <strong>del</strong> deseo<br />

<strong>del</strong> primero de reconocerse<br />

como otro, como “El Milamores”:<br />

“Si yo fuera Pedro Infante tendría<br />

otra historia y vería la vida con ojos<br />

de Milamores” (Liendo, 1993:12).<br />

Perucho Contreras, un gris oficinista<br />

que acaba de sufrir un estúpido<br />

accidente (se enredó en el estacionamiento<br />

con unas cadenas, cayendo y<br />

rompiéndose un brazo y en una larga<br />

noche de insomnio en la que no<br />

para de sonar endemoniadamente la<br />

alarma de un automóvil devorándole<br />

la poca cordura que aún le queda)<br />

aprovechando que Fabiola, su mujer,<br />

se encuentra en Chile visitando<br />

a sus parientes, nos narra desde sus<br />

evocaciones de adolescente y de las<br />

viejas películas rancheras de Pedro<br />

Infante, su abrupto deseo por instau-<br />

rarse como el ídolo mexicano, inventándose<br />

su propia ficción, reconociéndose<br />

como un héroe, como un<br />

otro, capaz de realizar cualquier hazaña<br />

que permita tachar o anular la<br />

vida anodina y simple de Perucho<br />

Contreras: “La verdad es que yo por<br />

Pedro Infante si me cambiaría, porque<br />

él es uno de nosotros” (Liendo,<br />

1993: 12). La silueta gris y opacada<br />

de Perucho Contreras, desea rebelarse<br />

para reconocerse como una figura,<br />

como una silueta triunfante, resplandeciente,<br />

luminosa.<br />

El personaje adopta un carácter<br />

nostálgico, al rememorar los días de<br />

su adolescencia en una ciudad bucólica<br />

- la Caracas de los techos rojos<br />

-, lamentándose por haber perdido -<br />

o por haber dejado pasar - unos momentos,<br />

unos instantes y una época<br />

muy valiosa, que nunca más volverían.<br />

Quizás por ello al final celebre<br />

su aproximación a las distopías,<br />

como si con ello estuviese aproximándose<br />

a su muerte.<br />

El juego memorístico, a partir <strong>del</strong><br />

cual se reescribe la vida de Pedro<br />

Infante y la realidad cotidiana de Perucho<br />

Contreras, le permite a este<br />

último reencontrarse con su antiguo<br />

grupo de amigos, los de la pandilla o<br />

la pata, la tribu afectual con la cual<br />

solía compartir sus cotidianidades y<br />

sus naderías: las frecuentes visitas al<br />

cine “Jardines” para ver las películas<br />

de charros o de vaqueros <strong>del</strong> oeste,<br />

emborrachándose en el bar o en


Si yo fuera Pedro Infante: Cartografía de la cultura popular Latinoamericana 27<br />

la plazoleta, piropeando a las mujeres,<br />

o discutiendo eternamente acerca<br />

de quién había sido el mejor charro,<br />

si Jorge Negrete (Serna: 1993,<br />

Barajas Sandoval: 2001 y Negrete,<br />

D: 1987) o Pedro Infante: “Ahí, en<br />

la plazoleta, bajo la luz <strong>del</strong> poste, todavía<br />

sigue la discusión sobre quien<br />

es el mejor cantante: Pedro Infante o<br />

Jorge Negrete. Paraulata porfía que<br />

Negrete es más charro” (Liendo,<br />

1993: 12). La obra será una remembranza,<br />

que comienza en los barrios<br />

periféricos caraqueños y mexicanos,<br />

para culminar en la gloria <strong>del</strong> cine,<br />

de las intertextualidades, la polifonía,<br />

la eternidad y la nadería de<br />

aquella gris silueta de oficinista:<br />

“Porque a nadie puede interesarle la<br />

historia de un día cualquiera en la<br />

vida de Perucho Contreras ¿o sí?”<br />

(Liendo, 1993: 75).<br />

La narración permite mostrar la<br />

figura de un Pedro Infante pleno de<br />

virtudes y defectos, como un mortal<br />

más y no como la intachable y rutilante<br />

estrella de la radio, el cine, la<br />

televisión y la música, que se paseara<br />

por Latinoamérica suscitando las<br />

más encontradas emociones y opiniones.<br />

La novela, por tanto, deviene<br />

en representación cinematográfica<br />

- a causa <strong>del</strong> constante fluir <strong>del</strong><br />

discurso, el imaginario y la imagen<br />

<strong>del</strong> cine mexicano -, reflejando, en<br />

su entramado, las distintas lecturas<br />

de la realidad continental, desde lo<br />

político, económico, social y cultu-<br />

ral; mostrando, igualmente, la irrupción<br />

<strong>del</strong> ídolo que emerge de los estratos<br />

sociales más humildes y que,<br />

a fuerza de tenacidad, logra triunfar<br />

y ser reconocido. “Yo nunca tuve<br />

tiempo para ir a la escuela. Fui niño<br />

mandadero y muy temprano trajiné<br />

en la vida para subsistir” (Liendo,<br />

1993: 12).<br />

Por otra parte, desde su propio título<br />

hay ya la instauración de un deseo<br />

que a su vez enuncia una alteridad. La<br />

frase “si yo fuera...” lleva implícitas<br />

ambas connotaciones, la <strong>del</strong> deseo y<br />

la otredad, que se refuerzan con el<br />

nombre <strong>del</strong> sujeto que se desea, en<br />

este caso el ídolo de la canción popular<br />

mexicana, Pedro Infante, por todo<br />

cuanto significó para el pueblo latinoamericano:<br />

excelente cantante, buen<br />

actor que mostraba al sujeto parrandero,<br />

machista, mujeriego, bebedor, peleonero<br />

y toda una variedad de adjetivos<br />

que, curiosamente, apasionaban a<br />

los hombres que querían imitarlo y a<br />

las mujeres que lo soñaban como el<br />

prototipo <strong>del</strong> macho ideal: “a mí un<br />

hombre me gusta (...), yo prefiero que<br />

sea muy viril, que por encima de la<br />

ropa se le vea que es macho, ¿tú me<br />

entiendes, Perucho? No machos de<br />

esos que le pegan a la mujer, sino<br />

muy hombre, pero que también sea<br />

simpático, comprensivo y responsable”<br />

(Liendo, 1993: 21). Por ello Perucho<br />

Contreras exclama: “¡Dios mío,<br />

si yo fuera Pedro Infante!” (Liendo,<br />

1993: 9).


Enrique Plata Ramírez<br />

28 Revista de Literatura Hispanoamericana No. <strong>65</strong>, 2012<br />

El deseo por querer ser otro, por<br />

asumirse desde una alteridad, presume<br />

de alguna manera la presencia<br />

<strong>del</strong> doble que, como apunta Víctor<br />

Bravo (1993a), se genera desde la<br />

soledad <strong>del</strong> personaje, llenando de<br />

temores al yo, poniendo de manifiesto<br />

sus fisuras, sus miedos, sus<br />

odios. Perucho se quiere reconocer<br />

desde la silueta triunfante <strong>del</strong> Mil<br />

Milamores. El sujeto deviene entonces,<br />

como afirma Otto Rank (1976),<br />

en una dualidad: el hombre y el<br />

alma, la persona y su sombra, la figura<br />

y su silueta. El doble será el espejo<br />

o el retrato desde donde el sujeto<br />

muestre su cobardía, su egoísmo;<br />

desde donde se oculte o se disfrace<br />

para descifrar su realidad y esconder<br />

sus miedos patológicos.<br />

En este sentido Gianni Vattimo<br />

(1989a) afirma que el disfraz es<br />

asumido para combatir un estado de<br />

temor, de debilidad. El hombre<br />

toma la máscara para ocultar su inseguridad,<br />

su vacío y su frustración.<br />

Así, el doble es mostrado<br />

como la evasión de una realidad urticante,<br />

que golpea el rutinario existir<br />

y enuncia la problematización<br />

<strong>del</strong> sujeto, que intenta darle un sentido<br />

otro a su vida desde su enmascaramiento,<br />

de su alteridad, como<br />

una forma de escapar o esconder el<br />

fracaso, el miedo, la soledad, el desamparo<br />

y la rutina.<br />

III<br />

Este deseo por querer ser otro nos<br />

sitúa primero ante el sujeto que desea,<br />

es decir, ante Perucho Contreras,<br />

aquel insípido y gris oficinista<br />

cuya torpeza le lleva a sufrir un accidente<br />

por el cual le han enyesado<br />

uno de sus brazos y que, en medio<br />

de una larga noche de insomnio,<br />

sueña con reconocerse como el<br />

Otro, como Pedro Infante, aquella<br />

figura mítica y legendaria para, desde<br />

esta asunción, atreverse a realizar<br />

las cosas y los actos que en su realidad<br />

no se atreve: entre otras, bajar y<br />

apagar la desquiciante alarma <strong>del</strong><br />

automóvil que, a lo largo de aquella<br />

noche funambulesca, no ha cesado<br />

de sonar ensordecedoramente, ante<br />

la indiferencia e insensatez <strong>del</strong> dueño<br />

que posiblemente ha de ser el<br />

único que duerma tranquilo: “esa<br />

corneta no va a parar nunca y seguramente<br />

el único que ahora duerme<br />

a pata tendida es el propietario <strong>del</strong><br />

automóvil” (Liendo, 1993: 10).<br />

Ese deseo instaura también la impotencia<br />

y la frustración, permitiéndole<br />

a Perucho ironizar acerca de la<br />

poca valentía de los citadinos, que<br />

no se atreven a callar aquel demoníaco<br />

aparato. Esa situación de impotencia,<br />

frustración, ironía y enfermedad,<br />

sitúa a la ciudad, según Josep<br />

Ramoneda (1989), como el espacio<br />

o lugar propicio para los horrores,<br />

las angustias y los miedos:


Si yo fuera Pedro Infante: Cartografía de la cultura popular Latinoamericana 29<br />

“Pero los seres domesticados siempre<br />

aguantan el corneteo (...), aquí<br />

tutili mundi se queda pataleando en<br />

su cama” (Liendo, 1993: 10-11). Al<br />

emitir aquel angustioso deseo,<br />

“¡Dios mío, si yo fuera Pedro Infante!”,<br />

Perucho se reconoce en tanto<br />

sujeto que desea, e instaura al Milamores<br />

como objeto de sus deseos.<br />

Desplaza sus anhelos por cambiarse<br />

de gris oficinista a una de las figuras<br />

emblemáticas <strong>del</strong> folklore mexicano,<br />

asumiendo su silueta exitosa,<br />

que le permite ocultar la suya, oscura,<br />

débil e insignificante.<br />

En este sentido, siguiendo a<br />

Jacques Derrida (1975) hay un deseo<br />

implícito de reconocerse como otro a<br />

partir de una imagen primera, pues la<br />

instauración <strong>del</strong> doble deviene de una<br />

imagen, <strong>del</strong> deseo de imitación y representación,<br />

y el deseo de Perucho es<br />

reconocerse como imagen o figura de<br />

Pedro Infante. Michel Foucault<br />

(1968) dice que el deseo y la representación<br />

se reconocen por la presencia<br />

de un Otro que deviene en objeto<br />

de ese deseo.<br />

“El deseo según el otro siempre<br />

es el deseo de ser Otro”, (Girard.<br />

1985: 78) de reconocerse como a<br />

quien se deifica y con quien se sueña.<br />

De esta manera, asumiendo la<br />

máscara <strong>del</strong> otro, el sujeto realiza lo<br />

que desde su realidad no se ha atrevido.<br />

Perucho reafirma aquel deseo<br />

inicial cuando, desde la recupera-<br />

ción de la memoria - que le regresa<br />

su grupo de amigos, el cine Jardines<br />

a donde iban para ver las películas<br />

<strong>del</strong> charro, las calles, las plazas, los<br />

bares <strong>del</strong> barrio -, manifieste el por<br />

qué de su deseo de ser Otro al decir:<br />

Parece que no hay un hombre arrecho en<br />

este país, por lo menos en esta urbanización<br />

porque un hombre macho bajaría ahora<br />

con una lata de gasolina y le prendería<br />

fuego a ese monstruo con ruedas: Eso haría<br />

yo si fuera Pedro Infante y seguramente todos<br />

los habitantes se asomarían a los balcones,<br />

para aplaudirme, gritarían vivas y<br />

hurras, y yo para hacerles olvidar la mala<br />

noche les cantaría “Las mañanitas”: “Despierta<br />

mi bien despierta/, mira que ya amaneció/<br />

ya los pajaritos cantan/ la luna ya se<br />

metió” (Liendo, 1993: 10).<br />

El querer ser Pedro Infante, es<br />

también desear y asumir sus cualidades<br />

y virtudes, aquella voz bien<br />

timbrada, acariciante, para arremeter<br />

con un repertorio inagotable de boleros<br />

sentimentales, cuyos intertextos<br />

se mostrarán en su reticulado, a<br />

través de los cuales apasione los esquivos<br />

corazones femeninos y conquiste<br />

a la mujer amada, deseada,<br />

soñada; para cantar y bailar un vals<br />

o un huapango: “Fue en aquellos<br />

años de película cuando conocí a<br />

Sandra. La muchacha más linda <strong>del</strong><br />

barrio” (Liendo, 1993: 18); o lanzarse<br />

hacia laberínticas y peligrosas<br />

aventuras, apropiándose también de<br />

una honestidad sin tacha y de un


Enrique Plata Ramírez<br />

30 Revista de Literatura Hispanoamericana No. <strong>65</strong>, 2012<br />

rostro querendón; retar al destino<br />

desde la cabina de una avioneta y<br />

posar para la eternidad con un gesto<br />

resignado ante el ineludible deber de<br />

dar vida a un mito: “y te voy a enseñar<br />

a querer/ como nunca has querido”<br />

(Liendo, 1993: 15).<br />

Ser Pedro Infante, le permite a<br />

Perucho transformar aquella noche<br />

de insomnio y pesadilla, en una celebración<br />

ilimitada de momentos<br />

fulgurantes, a través de los cuales<br />

sacude la modorra de su cotidianidad<br />

de burocratizado oficinista. Le<br />

permite también, entre las melodías<br />

<strong>del</strong> charro inmortal, rescatar su vida,<br />

su adolescencia, habitada por amores<br />

imposibles, amigos que encanecieron,<br />

tomaron otros rumbos o murieron,<br />

a la vez que retrata memorísticamente<br />

las ciudades de Caracas y<br />

México de mediados de siglo. “Eran<br />

los años cincuenta, lentos, como una<br />

serpiente despertando. Días de infancia<br />

vividos en una Caracas apacible,<br />

donde desaparecían las estrechas<br />

calles y casas conocidas, y surgían<br />

repentinamente amplias avenidas”<br />

(Liendo, 1993: 63).<br />

El discurso se hace aporístico - y<br />

aquí seguimos la noción de aporía<br />

que recoge José Ferrater Mora<br />

(1978: 38), presentándola como una<br />

paradoja que sostiene la afirmación<br />

luego de haberse negado a sí misma,<br />

y también a la inversa -, pues Perucho<br />

se establece en principio como<br />

un gris oficinista, que se niega y se<br />

tacha, para reconocerse como Pedro<br />

Infante, y regresar, al final, sobre su<br />

propia identidad de Perucho Contreras.<br />

Es decir, se afirma, se niega y se<br />

reafirma. Este juego aporístico contrapunteará<br />

la narración, pues además<br />

de Perucho y de Pedro, deviene<br />

en anónimo Contreras y en Ninguno<br />

Contreras. La tachadura de la identidad<br />

instaura las angustias <strong>del</strong> sujeto<br />

y termina por reconocerlo en su nadería.<br />

En medio de la soledad en que<br />

se encuentra, con el brazo roto y<br />

aquella alarma que no cesa, sueña<br />

pues con instaurarse como el otro,<br />

para abordar otras realidades, las <strong>del</strong><br />

charro cantor, por ello toma la decisión<br />

de cambiar de identidades, negándose<br />

para reconocerse en Pedro<br />

Infante: “Perucho Contreras no es<br />

un mal tipo, pero me tiene hasta<br />

aquí. Desde ahora en a<strong>del</strong>ante soy ni<br />

más ni menos que el charro de oro”<br />

(Liendo, 1993: 35).<br />

Al instaurar el deseo por ser otro,<br />

como apunta Carlos Baptista (1998),<br />

Perucho presenta una actitud negativa<br />

de sí mismo, saliendo a flote, por<br />

sus fisuras, atisbos que muestran<br />

una personalidad escindida, plena de<br />

fracasos y momentos grises que lo<br />

llevan a desear reconocerse como<br />

aquel ídolo, cantante y actor cinematográfico.<br />

Jacques Lacan (1977 y<br />

1984) afirma que, desde el inconsciente,<br />

afloran y se revelan las manifestaciones<br />

de la personalidad que el<br />

sujeto ha llevado escondidas por


Si yo fuera Pedro Infante: Cartografía de la cultura popular Latinoamericana 31<br />

años, haciendo eclosión durante un<br />

momento de crisis. Crisis que vive<br />

Perucho aquella noche insoportable,<br />

de ruidos, imposturas y cobardías.<br />

Por ello desea esconderse tras la<br />

máscara de Pedro Infante, fabricarse<br />

un nuevo rostro, una nueva figura<br />

con la cual enfrentar los dilemas de<br />

su vida, apropiarse de una silueta<br />

más contorneada, mejor construida,<br />

que le permita recorrer exitosamente<br />

el mundo.<br />

Quizás esa alteridad le permita esconder<br />

algo monstruoso que no quiere<br />

revelar, pues según René Girard<br />

(1983: 110) “no hay doble que no esconda<br />

su monstruosidad secreta”, o<br />

como apunta Octavio Paz (1973: 36)<br />

“el monstruo es la proyección <strong>del</strong><br />

otro que me habita”, y Perucho Contreras<br />

tiene algo que no muestra, que<br />

quisiera llevar a cabo, quizás llevarse<br />

en su caballo negro de charro aquel<br />

amor infinito por Sandra, o por la<br />

propia Fabiola, reconociendo en ello<br />

cierta sensibilidad melodramática,<br />

pues no hay que olvidar, como manifiesta<br />

el propio Paz (1976) que lo<br />

monstruoso, paradójicamente y en el<br />

vértice dinámico de su eternidad, es<br />

supremamente bello, como lo bello<br />

resulta monstruoso.<br />

Por otra parte, al parodiar a Pedro<br />

Infante, volviendo a Carlos Baptista<br />

(1998), el autor lo muestra como<br />

una rapsodia de su propia vida, desmitificándolo<br />

y resignificándolo en<br />

toda la importancia de su inserción<br />

en las raíces populares. Así, la novela,<br />

según Garmendia (1998: A-4) se<br />

hace bifronte, un sueño de dos mitades<br />

superpuestas, de dos caras que<br />

se yuxtaponen y se sustituyen constantemente<br />

una a la otra, la de Perucho<br />

Contreras y la de Pedro Infante.<br />

El primero reconstruye su vida desde<br />

la fantasía, los sueños, las imposturas<br />

y los deseos, por ello se inventa<br />

una vida como la de Pedro Infante,<br />

pero se la inventa en silencio, a<br />

lo largo de una solitaria y larga noche<br />

de insomnio.<br />

Una vez instaurado como el charro,<br />

no sólo podrá quemar aquel automóvil<br />

cuya alarma no lo deja dormir,<br />

sino que podrá dar serenatas,<br />

ser admirado y, jugando con el melodrama,<br />

la parodia, el humor y la<br />

ironía, presentarse en un programa<br />

de aficionados, cubierto con una<br />

máscara resplandeciente que no revele<br />

su identidad, “como la de ´El<br />

Santo’, el enmascarado de plata”<br />

(Liendo, 1993: 14), pero eso sí, cantando<br />

como Pedro Infante, para ir<br />

ganando cada eliminatoria semanal,<br />

mientras se acrecienta en el público<br />

la duda acerca <strong>del</strong> cantante enmascarado,<br />

y ayudar con ello a las disímiles<br />

elucubraciones en el imaginario<br />

popular <strong>del</strong> televidente o <strong>del</strong> radioescucha:<br />

que si se trata de un<br />

hombre con el rostro muy feo; que<br />

una cicatriz, producto de un horrible<br />

navajazo le cruza todo su rostro; que<br />

tiene el rostro desfigurado a causa


Enrique Plata Ramírez<br />

32 Revista de Literatura Hispanoamericana No. <strong>65</strong>, 2012<br />

de un accidente; que si se trataba de<br />

este o aquel, es decir, la instauración<br />

de la máscara como algo que oculta<br />

lo monstruoso pero que, paradójicamente,<br />

permite la adoración, la glorificación.<br />

En este sentido, es ir<br />

acrecentando una silueta radiante,<br />

vertiginosa, inspiradora. Y en su febril<br />

imaginación cree escuchar cada<br />

comentario, hasta el grandioso y<br />

memorable día de la final en que sea<br />

declarado ganador absoluto, cantando<br />

divinamente “Y te voy a enseñar<br />

a querer/ como tú no has querido/”,<br />

o como lo haría más a<strong>del</strong>ante cantando<br />

“Cucurrucucú paloma”, un<br />

bolero dedicado a Miroslava en la<br />

película “Escuela de Vagabundos”.<br />

Se imagina a todos, sorprendidos,<br />

tensos, ante aquel cantante enmascarado,<br />

cuando el animador, ante la<br />

histeria colectiva, declarara: “El<br />

cantante anónimo es... ¡Perucho<br />

Por otra parte, el juego de la verosimilitud<br />

se hace presente. Ficción<br />

y realidad contrapuntean los<br />

meandros <strong>del</strong> discurso. El lector va<br />

descubriendo la vida de Perucho<br />

en la medida en que va armando,<br />

como un gran mosaico, la vida <strong>del</strong><br />

ídolo mexicano. Perucho le cede la<br />

voz a Pedro Infante, o quizás sea a<br />

la inversa, se apropia de la voz de<br />

éste, para armar, mitad fábula y<br />

mitad realidad, ambas vidas. La<br />

voz <strong>del</strong> cantante referirá su naci-<br />

IV<br />

Contreras!” (Liendo, 1993: 15), y la<br />

secretaria <strong>del</strong> jefe, que estaba bien<br />

buena y que jamás le había hecho<br />

caso alguno, con la boca abierta, y<br />

el jefe mismo que pega un brinco y<br />

grita: “¡Carajo! Quién se podía imaginar<br />

que Contreras es el fantasma<br />

de Pedro Infante” (Liendo, 1993:<br />

15), y al día siguiente se presentaría<br />

en la oficina, cubierto con el manto<br />

de la gloria y el triunfo, su silueta<br />

bañada por el éxito lisonjero, para<br />

darse el gusto de renunciarle al jefe.<br />

Así, la obra es rica en recursos humorísticos,<br />

irónicos, satíricos, paródicos,<br />

que le permiten mostrar el estado<br />

de frustración y de fisuras <strong>del</strong> hombre<br />

postmoderno, que si bien vive renegando<br />

<strong>del</strong> sistema que lo somete,<br />

nada hace para salir de él, por cobardía<br />

y porque realmente no le interesa.<br />

Por ello mismo desea desdoblarse en<br />

otro y comenzar a correr aventuras.<br />

miento en Mazatlán, la infancia en<br />

Guamúchil, los apremios y necesidades<br />

padecidos, y finalmente la<br />

conquista de la fama, la gloria y la<br />

fortuna: “yo nací en Mazatlán pero<br />

salí muy escuincle de la tierra de los<br />

venados y fui a vivir en Guamúchil,<br />

adonde me llevaron mis padres (...).<br />

Pero desde niño tuve el sueño de remontar<br />

alto” (Liendo, 1993: 12-13).<br />

La narrativa se hace entonces un<br />

tejer y destejer. La historia va y viene<br />

<strong>del</strong> presente al pasado y <strong>del</strong> pasa-


Si yo fuera Pedro Infante: Cartografía de la cultura popular Latinoamericana 33<br />

do regresa al presente, lo que Gerard<br />

Genette (1989) denomina anacronías,<br />

específicamente analepsis,<br />

cuando el sujeto se marcha <strong>del</strong> presente<br />

hacia el pasado, insertando<br />

otra narración, para regresar con<br />

posterioridad a su presente. Perucho<br />

viaja constantemente hacia su pasado,<br />

hacia su adolescencia, para rescatar<br />

a los miembros de lo que llama<br />

“la pandilla”, sus amigos, la tribu<br />

afectual que menciona Michel<br />

Maffesoli (1990); pero viaja también<br />

hacia el pasado musical y cinematográfico<br />

desde donde rescata la<br />

vida <strong>del</strong> ídolo, las películas que filmó,<br />

las canciones que cantó y que lo<br />

hicieron famoso: “Sabes, Perucho,<br />

anoche me acosté otra vez tarde,<br />

porque pasaron una película divertidísima,<br />

Escuela de Música, con Pedro<br />

Infante y Libertad Lamarque”<br />

(Liendo, 1993: 19).<br />

Ese ir y venir, ese tejer y destejer,<br />

flujo y reflujo, va armando la narración<br />

desde un mosaico architextual,<br />

lo que Julia Kristeva (1978) denomina<br />

la menipea. Los intertextos<br />

musicales mexicanos mantienen la<br />

sátira, el pastiche y la parodia. Se<br />

está, siguiendo a Víctor Bravo<br />

(1993b), desde el discurso de la parodia,<br />

reescribiendo la vida de Pedro<br />

Infante a través de la mirada y los<br />

deseos de un anodino oficinista caraqueño.<br />

La indeterminación será<br />

otro de sus rasgos sobresalientes, ya<br />

que la voz narrativa se disemina a<br />

través de varias voces, para mantener<br />

aquel contrapunteo narrativo entre<br />

las vidas de Perucho y Pedro Infante,<br />

sosteniendo un intenso diálogo<br />

entre ambos personajes que van<br />

contándose sus logros, sus victorias,<br />

sus derrotas, sus amores y desamores,<br />

los amigos y los parientes más<br />

cercanos. Estos espacios de indeterminación,<br />

estos intersticios, contrapuntean<br />

los mundos posibles de Perucho<br />

y Pedro, poniéndolos en una<br />

manifiesta interrelación con el mundo<br />

<strong>del</strong> autor y con el mundo <strong>del</strong> lector.<br />

Permiten, a su vez, que el lector<br />

reconozca el estado de <strong>del</strong>irio en<br />

que ha caído Perucho: “Y uno tiene<br />

que ser un tipo medio tarado, para<br />

estar pensando tales pajuatadas a<br />

esta hora de la madrugada” (Liendo,<br />

1993: 15).<br />

Ciertamente, en sus <strong>del</strong>irios, Perucho<br />

sueña con un caballo negro y<br />

un par de pistolas, para salir cabalgando<br />

desde Caracas hasta Santiago<br />

de Chile y rescatar a su esposa, si al<br />

dictador Pinochet se le ocurriera hacerle<br />

algo - aprovechando para emitir<br />

juicios críticos acerca de las distintas<br />

dictaduras latinoamericanas -<br />

o simplemente para ir por toda Latinoamérica<br />

haciendo revoluciones,<br />

por el mero placer de hacerlas: “Si<br />

yo fuera Pedro Infante me montaría<br />

en mi caballo negro y haría revoluciones<br />

yo solo, o quizás acompaña-


Enrique Plata Ramírez<br />

34 Revista de Literatura Hispanoamericana No. <strong>65</strong>, 2012<br />

do de mi compadre Aguilar para divertirme<br />

todavía más” (Liendo,<br />

1993: 11).<br />

Estamos, como indica Gianni<br />

Vattimo (1989b: 36), ante la presencia<br />

<strong>del</strong> soñador que tiene conciencia<br />

de su sueño, pues Perucho Contreras<br />

se instaura como “el hombre que<br />

sabe seguir soñando sabiendo que<br />

sueña”, el sujeto de las imposturas y<br />

los deseos. El discurso se hace cada<br />

vez más lúdico. La máscara que asume<br />

el personaje envuelve también al<br />

lector; pues al hacerse el discurso<br />

más paródico, el lector no dilucida,<br />

no <strong>del</strong>imita fielmente dónde comienza<br />

la ficción de Perucho y dónde<br />

termina la realidad de Pedro Infante,<br />

oalainversa, puesto que en<br />

ese discurso paródico, uno y otro<br />

son a su vez, el envés y el revés <strong>del</strong><br />

mismo personaje. La frontera entre<br />

uno y otro se torna más elusiva, más<br />

difusa, hasta que el sujeto <strong>del</strong> deseo<br />

asuma plenamente la identidad <strong>del</strong><br />

otro, <strong>del</strong> ídolo, y comience a reconocerse<br />

como tal. Por ello Perucho<br />

Contreras, en ese lenguaje aporístico<br />

que ya señaláramos, afirma:<br />

Lo que sucede es que Perucho Contreras<br />

no es Perucho Contreras. Es decir, no<br />

existe. (...). Soy ninguno. Y ninguno no<br />

tiene biografía. Ninguno es el soldado<br />

desconocido. Lo único que puede hacer<br />

Ninguno para ser Alguien es robarse una<br />

forma. Si Ninguno le roba la identidad a<br />

Alguien en la realidad, todos se reirán <strong>del</strong><br />

disfraz y será ridiculizado. Pero si Nin-<br />

guno se transforma en ídolo, dentro de sí<br />

mismo, nadie advertirá el trueque. Por<br />

eso, lo mejor es que Ninguno Contreras<br />

se busque un ídolo popular auténtico, y<br />

secretamente se meta en su piel. Se apodere<br />

de su espíritu y de su ángel. (Liendo,<br />

1993: 72).<br />

Perucho se convierte a sí mismo<br />

en un ser de la negación. Se niega<br />

como tal sujeto, se tacha o se anula,<br />

para irrumpir desde el discurso ficcional<br />

como otro, alguien capaz de<br />

sustituir al ídolo de multitudes, asumiendo<br />

entonces la vida toda <strong>del</strong> sujeto<br />

deseado. Sujeto éste que, en<br />

otras tantas noches de insomnio de<br />

Perucho, ha ido cambiando de nombre<br />

y de roles, pues antes de Pedro<br />

Infante se han instaurado Robin<br />

Hood, Simbad el Marino o Ezequiel<br />

Zamora, ratificando desde ellos<br />

aquella mirada de George Steiner<br />

(1980) de que el hombre no es más<br />

que un gran impostor. Sólo que<br />

aquella noche de insomnio, con su<br />

brazo roto y la alarma <strong>del</strong> automóvil<br />

sonando incansablemente, descubre<br />

que “treinta años después, es cuando<br />

vengo a caer en cuenta que, en toda<br />

mi existencia no he tenido más ídolo<br />

que aquel Pedro Infante, el rey de<br />

los charros” (Liendo, 1993: 9).<br />

En este sentido, el disfraz que Perucho<br />

pretende asumir será una muestra<br />

de sus encontrados sentimientos y<br />

actitudes, de su desencanto frente a la<br />

forma de vida actual, frente a las sensibilidades,<br />

naderías y frivolidades


Si yo fuera Pedro Infante: Cartografía de la cultura popular Latinoamericana 35<br />

contemporáneas, que cada día que<br />

pasa sumergen más al individuo en<br />

un mundo mecanicista e informatizado,<br />

asumiendo las distopías y las<br />

nostalgias por su mundo juvenil, en<br />

donde el “Charro de Oro” era el<br />

centro de la discusión de los amigos<br />

de la pandilla. Así, Perucho se reconoce<br />

como Pedro Infante Cruz, asume<br />

su vida toda y con ella la paternidad<br />

de las distintas películas realizadas<br />

por el ídolo, revive cada uno<br />

de los amores cinematográficos - y<br />

reales - que mantuviera el “Milamores”<br />

con distintas estrellas <strong>del</strong> firmamento<br />

femenino <strong>del</strong> México de entonces,<br />

y por ello le recalca a los<br />

amigos que Pedro Infante “se echó a<br />

la Lupita, la Tongolele, la Sandra (la<br />

mujer de fuego), la Torrentera; la<br />

Quintana y todas las mejores hembras<br />

de México y <strong>del</strong> continente”<br />

(Liendo, 1993: 12), reafirmando con<br />

ello la imagen de macho <strong>del</strong> ídolo,<br />

pero manifestando tal carencia en su<br />

realidad de Perucho Contreras.<br />

El resquebrajamiento de la identidad<br />

le permite amar y ser amado.<br />

Puede entonces, desde el ámbito de lo<br />

dionisíaco, asumir el amor que durante<br />

años mantuvo escondido por Sandra,<br />

la vecina, que poblaba sus sueños<br />

eróticos de la adolescencia, y contar<br />

desde allí la vez en que estuvo en un<br />

bar, despechado por Sandra que se<br />

había casado y esperaba ya trillizos.<br />

Ese día se puso a bailar con una pros-<br />

tituta que lo hacía con tal voluptuosidad,<br />

con tanta sensualidad, que él<br />

creyó llenar la sala de baile con su<br />

semen ante la protesta de las demás<br />

personas. Cito in extenso:<br />

Marqué el I-26, y la voz de Pedro Infante<br />

se enseñoreó en el recinto (...). La gana<br />

me dio de bailar esa pieza. Entre las coloreadas<br />

sombras, observé un vestido escarlata<br />

que dejaba una blanca espalda desnuda.<br />

La mujer estaba recostada de la barra.<br />

Envalentonado, la abordé vaso en mano.<br />

(...) Sentí como su cuerpo tallado se apretaba<br />

firmemente contra el mío. Me estremecieron<br />

sus lentas contorsiones de boa.<br />

(...) Sus muslos, parecían ventosas adheridas<br />

a mis flacas piernas. Su sexo un imán<br />

poderoso que generaba radiaciones eléctricas.<br />

Cuando terminaba la pieza me sacudió<br />

un temblor, de mi maravilloso pájaro<br />

irrumpió un torrente de caliente semen<br />

que se desbordó por los bordes de mis<br />

calzoncillos, se precipitó por las piernas<br />

peludas y empapó mis felices zapatos. (...)<br />

Yo continué regando semen hasta llegar a<br />

la mesa (...). Un tipo se resbaló en la pista<br />

y, al ver el piso anegado de esperma, dijo:<br />

“Deberían masturbarse en el baño, no<br />

joda, ¡aquí cualquiera se puede matar!”<br />

(Liendo, 1993: 88-89).<br />

Las abyecciones, lo grotesco, lo<br />

ominoso, las disonancias y lo fragmentario,<br />

como se aprecia, serán<br />

otros de los recursos narrativos que<br />

se dan cita en el entramado de la novela.<br />

Las abyecciones se unen a la<br />

hipérbole para resignificar un mo-


Enrique Plata Ramírez<br />

36 Revista de Literatura Hispanoamericana No. <strong>65</strong>, 2012<br />

mento, como el anteriormente mencionado.<br />

Las disonancias y las fragmentaciones<br />

estarán dadas a lo largo<br />

de la narración, no hay una linealidad<br />

narrativa ni se respeta la temporalidad,<br />

por lo cual se va y se viene<br />

constantemente <strong>del</strong> presente al pasado,<br />

interrumpiendo el hilo narrativo<br />

para insertar otro suceso, sosteniendo<br />

así las disonancias y lo fragmentario<br />

o lo que con anterioridad mencionáramos,<br />

siguiendo a Genette,<br />

como las anacronías.<br />

El discurso conlleva una multiplicidad<br />

de puntos de vista y distintas<br />

modalidades expresivas. Así, encontramos<br />

una rica panoplia estilística,<br />

la antinomia <strong>del</strong> pasado, apreciada<br />

desde la vida fabulada de Pedro Infante,<br />

que cobra una intensa vigencia<br />

en la actualidad de Perucho Contreras;<br />

la parodia en donde personaje<br />

e ídolo se confunden, se mezclan, se<br />

mimetizan para reescribirse, reactualizarse<br />

y resignificarse uno en el<br />

otro; el pastiche o la imitación de<br />

géneros discursivos, más propiamente<br />

desde el ámbito de lo musical<br />

- aunque no únicamente, pues encontramos<br />

constantes referencias,<br />

citas y alusiones a distintas obras literarias<br />

universales, a la cinemato-<br />

Interesante resulta la mirada <strong>del</strong><br />

ídolo, pues no sólo será manifestada<br />

desde el deseo de Perucho para ins-<br />

V<br />

grafía hollywoodense y al kitsch en<br />

sus variadas manifestaciones artísticas<br />

-, desde cuyos intertextos se asume<br />

y se muestra la cotidianidad de<br />

Perucho, y el refulgente ascenso <strong>del</strong><br />

Charro de Oro.<br />

Desde allí se asume también la<br />

ironía y el humor, pues Pedro Infante<br />

- o Perucho Contreras - puede parodiar<br />

uno de sus grandes boleros<br />

rancheros al pasar <strong>del</strong> conocido<br />

“Sombras nada más, entre tu vida y<br />

la mía” al jocoso “Moscas nada<br />

más, entre tu vida y la mía”, (Liendo,<br />

1993: 57), que sitúan otra de las<br />

identidades de Perucho, la <strong>del</strong> hombre<br />

mosca: “Mosca con las motocicletas,<br />

mosca en los semáforos,<br />

mosca con los tombos, mosca con<br />

los perros cojos, mosca con esas bellas<br />

transformistas, (...)” (Liendo,<br />

1993: 55-57). La parodia funciona<br />

entonces como un catalizador que<br />

pone en escena al humor, que a su<br />

vez funge como tranquilizador, no<br />

sólo de la vida de Perucho sino también<br />

la <strong>del</strong> propio Pedro Infante, e<br />

incluso en la actuación misma <strong>del</strong><br />

lector, quien se va haciendo cómplice<br />

de las diversas historias y fustiga<br />

de cuando en cuando al texto, al esbozar<br />

alguna sonrisa.<br />

taurarse como su alteridad, sino que<br />

será asumida desde el grupo de amigos,<br />

“la pandilla” o “la pata”, que


Si yo fuera Pedro Infante: Cartografía de la cultura popular Latinoamericana 37<br />

suele reunirse en la esquina, en la<br />

plaza o en el bar, para desde allí ir<br />

hasta el cine “Jardines” y <strong>del</strong>eitarse<br />

con aquellas míticas figuras de la cinematografía<br />

latinoamericana, inclinándose<br />

por uno u otro: Jorge Negrete,<br />

quien a lo largo de la narración<br />

va contrapunteando con Pedro<br />

Infante en el favor <strong>del</strong> público; Alfredo<br />

Sa<strong>del</strong>, el tenor favorito de Venezuela;<br />

Chelique Sarabia, compositor<br />

<strong>del</strong> bolero aquel que le diera la<br />

vuelta al mundo, “Ansiedad, de tenerte<br />

en mis brazos, musitando palabras<br />

de amor”; los Aguilar, Antonio<br />

y Luis; Miguel Aceves Mejías; Javier<br />

Solís; todos éstos charros <strong>del</strong><br />

cine mexicano; Julio Jaramillo; Daniel<br />

Santos; María Félix; La Lupe;<br />

Agustín Lara; La Tongolele y la inigualable<br />

Toña La Negra, en una sucesión<br />

que se haría interminable.<br />

Asimismo, vale detenerse, a causa<br />

<strong>del</strong> peso gravitacional que sostiene<br />

a lo largo de la narración, en la<br />

pandilla o la tribu afectual para decirlo<br />

con Maffesoli, es decir, la libre<br />

asociación de individuos, autónomos<br />

y unidos entre sí por algún<br />

vínculo societal, en este caso, por el<br />

gusto cinematográfico y musicalpopular.<br />

Estos amigos se reúnen<br />

para hablar sobre boleros, películas<br />

y, desde luego, sus amores. Así, Perucho<br />

rescata, desde el ejercicio de<br />

la memoria, a los integrantes de<br />

aquella “pata”, con sus apodos respectivos<br />

“María Purísima” - “Re-<br />

cordé al Catire María Purísima (así<br />

lo bautizamos desde el día que la<br />

vieja Teotiste, al salir de la bodega<br />

”La última trinchera", después de<br />

mirarle el enorme miembro mientras<br />

orinaba contra el poste, se santiguó<br />

y dijo: ¡Ave María Purísima!"<br />

(Liendo, 1993: 9) -; Daniel, Negrura,<br />

Paraulata, Roberto, Cara e’coñazo,<br />

Parapara, Medianoche y Peruchín<br />

Contreras entre otros asomados.<br />

Recupera también, a las muchachas:<br />

Sandra, Anabella, Luisana,<br />

Rumilda, Amanda, Consuelo, Ruperta,<br />

la coqueta Chabela Rodríguez,<br />

y hasta la profesora de francés<br />

que tenía unas nalgas redonditas y<br />

perturbadoras.<br />

Otro motivo de reflexión, igualmente<br />

por el enorme peso gravitacional<br />

<strong>del</strong> discurso, lo representan<br />

los múltiples intertextos musicales.<br />

Remiten generalmente al cancionero<br />

popular mexicano, aunque no falta<br />

algún bolero caribeño. Cada vez que<br />

desde una cita o una alusión se remite<br />

a un bolero o a una ranchera,<br />

hay un motivo, oculto o manifiesto,<br />

que sostiene tal referencia. Así, Perucho,<br />

al asumir la identidad de Pedro<br />

Infante y bajar y prenderle fuego<br />

al automóvil para tranquilizar a las<br />

personas asomadas a los balcones,<br />

les canta “Las Mañanitas”: “Despierta<br />

mi bien, despierta/ mira que<br />

ya amaneció/(...)” (Liendo, 1993:<br />

10); o al recordar la vida de pobreza<br />

<strong>del</strong> ídolo, entona “Tú y la Nubes”:


Enrique Plata Ramírez<br />

38 Revista de Literatura Hispanoamericana No. <strong>65</strong>, 2012<br />

“Yo no nací pa’pobre/ me gusta<br />

todo lo bueno/ y tú tendrás que quererme/<br />

o en la batalla me muero”,<br />

(Liendo, 1993: 12), que iba ya gestando,<br />

perfilando, la imagen, la figura<br />

o la silueta <strong>del</strong> macho que se enfrenta<br />

a todo para lograr el éxito, la<br />

fama, la fortuna, la gloria y el amor<br />

de las mujeres.<br />

Recuerda también las películas en<br />

donde Pedro Infante interpreta a un<br />

humilde boxeador, Pepe el Toro,<br />

quien deberá enfrentarse a Kid Malacara<br />

para sacar a<strong>del</strong>ante a su familia;<br />

a su mujer, La Chorreada, a quien le<br />

canta “Amorcito Corazón”: “Amorcito<br />

corazón, yo tengo tentación de<br />

un beso”, (Liendo, 1993: 17), que<br />

Pedro Infante le cantara también a<br />

María Luisa, la que fuera su primera<br />

esposa. Asimismo, en sus cercanías<br />

continuas a Sandra, en ese amor silencioso<br />

que arrastra consigo, ella le<br />

cuenta sobre una de las películas <strong>del</strong><br />

ídolo que retransmitió la televisión y<br />

donde éste canta un tango con sabor<br />

a bolero ranchero: “Un viejo amor”:<br />

“Por unos ojazos negros/ igual que<br />

penas de amores”, (Liendo, 1993:<br />

20), porque Sandra sería siempre el<br />

recuerdo de lo más hermoso en la<br />

vida de Perucho, pero también de lo<br />

más lúdico, de lo más erótico, de lo<br />

más imposible:<br />

Fue en aquellos años de película cuando<br />

conocí a Sandra. La muchacha más linda<br />

<strong>del</strong> barrio, que me aventajaba como en<br />

cinco años de edad. (...) quedé atontado<br />

por su encanto apenas al descubrirla. Es<br />

algo inexplicable, como si de pronto al<br />

verla me hubiera paralizado una dulce<br />

puntada en el ombligo. (...) Yo pienso<br />

que no existía nada tan estimable en el<br />

mundo como su virguito; merecía estar<br />

dentro de un cofre de oro macizo, sobre<br />

un cojincito de terciopelo, como una joya<br />

invalorable. (Liendo, 1993: 18-19).<br />

Aquellas lubricidades avivan el<br />

despecho y la nostalgia de Perucho,<br />

quien asume su guayabo cantando<br />

los inolvidables éxitos de Pedro Infante,<br />

llorando su decepción por<br />

Sandra, arrastrando una vida de pulsiones<br />

y deseos reprimidos, creyéndose,<br />

como se titula uno de los boleros,<br />

un “Loco”: “Que abrazado de<br />

un árbol/ le platico mis penas/ y le<br />

cuento a la luna/ lo que sufro por ti”<br />

(Liendo, 1993: 77). En algún instante<br />

piensa que Fabiola lo abandona,<br />

decidiendo quedarse en Chile sin<br />

comunicarle nada, aquello le lacera<br />

los sentidos, los sueños, y canta: “Y<br />

si A<strong>del</strong>ita se fuera con otro/ la seguiría<br />

por tierra y por mar”, (Liendo,<br />

1993: 40); considera que su vida<br />

seguiría derrumbándose, que dormiría<br />

en cama de piedra: “De piedra ha<br />

de ser la cama/, de piedra la cabecera”<br />

(Liendo, 1993: 52). Se imagina<br />

entonces escribiéndole la carta <strong>del</strong><br />

adiós: “Cuando recibas esta carta sin<br />

razón/ Eufemia (perdón, Fabiola) ya<br />

sabrás/ que entre nosotros todo terminó”<br />

(Liendo, 1993: 35), y para<br />

reafirmar su condición de macho


Si yo fuera Pedro Infante: Cartografía de la cultura popular Latinoamericana 39<br />

que no puede ser despreciado por<br />

una mujer, le cantará: “Ya me despido<br />

de tu amor me voy cantando/ Tus<br />

Así, desde los intertextos musicales,<br />

la obra se multiplica en recursos<br />

humorísticos, irónicos, satíricos, paródicos<br />

y polifónicos. En su discurrir<br />

irá mostrando la estética de la<br />

banalidad, la frivolidad y la sociología<br />

de la cotidianidad. Revaloriza y<br />

resemantiza la cultura de los sujetos<br />

y los espacios periféricos, desde la<br />

resignificación de momentos festivos<br />

o amargos, el carnaval musical<br />

caribeño, el sincretismo religioso,<br />

deportivo, erótico, dionisíaco; el<br />

pensamiento <strong>del</strong> sujeto postmoderno,<br />

que obvia los problemas de la<br />

vida para detenerse en las banalidades<br />

y desde allí sacar a flote sus carencias,<br />

sus frustraciones, mantener<br />

la ambigüedad y lo aporístico, pues<br />

si bien en algún momento afirma<br />

que tampoco es tan malo ser Perucho<br />

Contreras, regresando a su realidad<br />

de anodino oficinista, al final,<br />

ya amaneciendo, cuando se apaga la<br />

corneta, retomando su oscura y débil<br />

silueta y presintiendo que Fabiola<br />

llamará esa mañana, vuelve sobre la<br />

idolatría al afirmar que, desde la<br />

VI<br />

lindos ojos no me verán caer” (Liendo,<br />

1993: 32).<br />

pantalla <strong>del</strong> cine, “desde aquel pequeño<br />

trozo de tela blanca, me sonríe<br />

y guiña un ojo, mi gran amigo<br />

Pedro Infante” (Liendo, 1993: 96).<br />

Es decir, persiste en sus imposturas,<br />

en sus fallidos ocultamientos, en la<br />

asunción de la máscara.<br />

Con esta novela creemos señalar<br />

la articulación de la cultura popular<br />

en América Latina y el Caribe – y<br />

desde luego, en Venezuela -, su resemantización<br />

y resignificación pluricultural<br />

en los albores de un siglo<br />

que se presume incierto y ambiguo a<br />

la vez. Con ello, igualmente,<br />

creemos dar cuenta <strong>del</strong> sujeto periférico<br />

que se asume desde el vacío<br />

ideológico y cultural, de un tiempo<br />

que ha sido denominado como postmoderno;<br />

de su sincretismo y desterritorialización.<br />

Finalmente, apuntar que estos<br />

discursos paródicos, porosos y fronterizos,<br />

que estas obras narrativas,<br />

reconfiguran las letras latinoamericanas,<br />

su noción literaria, al ser una<br />

nueva expresión y una nueva cartografía<br />

de la literatura y de la cultura<br />

venezolana, caribeña y continental.


Enrique Plata Ramírez<br />

40 Revista de Literatura Hispanoamericana No. <strong>65</strong>, 2012<br />

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Revista de Literatura Hispanoamericana<br />

No. <strong>65</strong>, Julio-Diciembre, 2012: 42 - 56<br />

ISSN 0252-9017 ~ Dep. legal pp 197102ZU50<br />

Historia y literatura, los espacios vinculantes<br />

de la ficción. Para una relectura de<br />

El Arpa y la Sombra<br />

Vanessa A. Márquez Vargas<br />

Universidad de Los Andes, Mérida- Venezuela<br />

Facultad de Humanidades y Educación<br />

Escuela de Educación<br />

Departamento de Medición y Evaluación<br />

E-mail: vanessaamvargas@yahoo.es<br />

Resumen<br />

En las siguientes páginas haremos notar algunas cuestiones que<br />

resultarán importantes al momento de establecer juicios de valor sobre<br />

la propuesta estética y narrativa presente en la novela El arpa y la sombra,<br />

<strong>del</strong> escritor cubano Alejo Carpentier. Por tanto, las reflexiones que<br />

se presentarán a continuación servirán de apuntes para realizar una relectura<br />

de la novela siguiendo propuestas tanto teóricas, como críticas<br />

que permiten comprender la intrínseca relación entre la historia y la literatura<br />

como espacios vinculantes de la ficción. Asimismo, permitirá<br />

al lector sacar sus propias conclusiones acerca de la evolución de los<br />

subgéneros de la novela, denominados novela histórica y nueva novela<br />

histórica, donde algunos críticos han enmarcado el texto narrativo de<br />

Carpentier seleccionado como corpus.<br />

Palabras clave: Historia, literatura, ficcionalización de la historia.<br />

Recibido: 18-10-12 Aceptado: 26-11-12


Historia y literatura, los espacios vinculantes de la ficción 43<br />

History and Literature, Connecting Spaces for<br />

Fiction. For a Re-reading of El Arpa y la Sombra<br />

Abstract<br />

In the following pages, a number of questions will be pointed out<br />

that are important when establishing value judgments about the aesthetics<br />

and narrative in the novel, El Arpa y la Sombra (The Harp and the<br />

Shadow), by the cuban writer, Alejo Carpentier. The thoughts that follow<br />

will function as notes for a careful re-reading of that novel, according to<br />

theoretical and critical proposals that make it possible to understand the<br />

intrinsic relationship between history and literature as connecting spaces<br />

for fiction. Likewise, this will allow the reader to reach his/her own<br />

conclusions about the evolution of the novel subgenres, called historical<br />

novel and new historical novel, where some critics have categorized<br />

Carpentier’s narrative text, chosen here as corpus.<br />

Keyword: History, literature, fictionalization of history.<br />

Es de suma importancia tener<br />

presente que para todo pensamiento<br />

crítico -más aún para aquel que dilucida<br />

acerca de conceptos, vagos y<br />

generales en distintas ramas <strong>del</strong> saber,<br />

buscando definir la historia,<br />

mostrándola como una preocupación<br />

filosófica, en primera instancia<br />

y en el marco de procesos de asimilación<br />

cultural-, cuanto se diga conduce<br />

a seguir pensando en nuevos<br />

problemas y, por tanto, nunca hay<br />

un comienzo desde cero, o un comienzo<br />

único <strong>del</strong> cual se parta para<br />

dar sentencias definitivas.<br />

En tal sentido, cuando decimos<br />

que historia y literatura están en una<br />

dimensión vinculante, lo hacemos<br />

siguiendo las reflexiones e interpretaciones<br />

que críticos y filósofos se<br />

han planteado sobre la evolución y<br />

representación discursiva en cada<br />

uno de los espacios mencionados.<br />

Son de especial interés para este trabajo<br />

los aportes de Hyden White<br />

(1992), Fernando Ainsa (1997),<br />

Hans Georg Gadamer (2003) y Paul<br />

Ricoeur (2004).<br />

Gadamer, por ejemplo, al plantearse<br />

el problema de la definición<br />

de la historia desde el pensamiento<br />

filosófico, afirma: “el horizonte de<br />

nuestra propia conciencia histórica<br />

no es el desierto infinito […] esto<br />

significa que la historia es lo que<br />

fuimos y lo que somos. Es la dimen-


Vanessa A. Márquez Vargas<br />

44 Revista de Literatura Hispanoamericana No. <strong>65</strong>, 2012<br />

sión vinculante de nuestro destino”<br />

(p. 136). Ello puede entenderse<br />

como un efecto de continuidad incesante<br />

que de inmediato nos remite a<br />

los enigmas <strong>del</strong> tiempo y, desde luego,<br />

nos advierte sobre la conciencia<br />

y la importancia <strong>del</strong> lenguaje como<br />

campo expresivo en el que se manifiesta<br />

la esencia <strong>del</strong> pensamiento <strong>del</strong><br />

hombre, su hacer en la historia.<br />

La historia, como concepto, reúne<br />

una amplia gama de significados en<br />

función de toda disciplina o actividad<br />

representativa de un valor individual<br />

o colectivo; lo que de inmediato<br />

nos confirma que hay, sin<br />

duda, necesidad de la historia como<br />

fuente alimentaria de la memoria, y<br />

viceversa, ya que la historia deviene<br />

de la experiencia <strong>del</strong> sujeto en instancias<br />

temporales.<br />

El tiempo hace su aparición y se<br />

instala como el regidor de las acciones<br />

<strong>del</strong> sujeto para matizar la definición<br />

de una historia que, como<br />

apunta Ricoeur, “no es el pasado, ni<br />

el tiempo; son los hombres en el<br />

tiempo” (p. 220). En este sentido, es<br />

el tiempo, edificante y destructor, el<br />

que <strong>del</strong>imita la historia, rige los espacios<br />

de la memoria y, también, el<br />

que encara la lucha ardua <strong>del</strong> “Ser”<br />

contra el olvido.<br />

Es precisamente la batalla contra<br />

el olvido lo que nos mueve a penetrar<br />

regiones tan vastas como el imaginario<br />

puesto de manifiesto en un<br />

texto literario, con el fin de recono-<br />

cer la existencia <strong>del</strong> “Ser” a través<br />

de la palabra escrita. De esta manera<br />

la literatura se ve integrada al amplio<br />

espectro que abarca la historia y<br />

adquiere mayor importancia en<br />

cuanto objeto de estudio.<br />

La historia, entendida como la relación<br />

de hechos significativos, huella<br />

de la vida de los pueblos <strong>del</strong> mundo<br />

en el tiempo cronológico; entendida<br />

también como hechos distintivos<br />

que justifican, en muchos casos, la<br />

conducta <strong>del</strong> sujeto social apuntando<br />

hacia una conformación identitaria,<br />

ve a la literatura como un espacio de<br />

confluencia de dos o más realidades,<br />

donde es posible que el lector se encuentre<br />

con historias y personajes<br />

que le son familiares a partir de su<br />

conocimiento de la cultura, pero que<br />

son matizados por la ficción. A partir<br />

de estas interpretaciones un estudioso<br />

como Hayden White reflexiona, siguiendo<br />

a Barthes, sobre cuestiones<br />

fundamentales referentes a las interrelaciones<br />

entre los universos de<br />

sentido creados partiendo <strong>del</strong> entendimiento<br />

de la narrativa –narrativización-<br />

como “metacódigo universal<br />

humano sobre cuya base pueden<br />

transmitirse mensajes transculturales<br />

acerca de la naturaleza de una realidad<br />

común” (p. 17).<br />

Bajo esta premisa también se<br />

plantea la ficción, específicamente<br />

el carácter ficcional <strong>del</strong> texto, como<br />

una problemática de la tipología textual<br />

por medio de la cual se busca


Historia y literatura, los espacios vinculantes de la ficción 45<br />

aclarar la relación interdiscursiva de<br />

la historia y la literatura.<br />

En primera instancia se entenderá<br />

por ficción un universo de autoreferecialidad<br />

<strong>del</strong> lenguaje en cualquier<br />

orden de la vida y el arte, un acto de<br />

representación. En palabras de Benjamín<br />

Harshaw, “la ficción puede<br />

describirse como aquel lenguaje que<br />

ofrece proposiciones sin pretensión<br />

de valores de verdad en el mundo<br />

real” (p. 125). Sin embargo, en la literatura<br />

la ficción se establece a partir<br />

de la ficcionalidad 1 como “representación<br />

formal de la creatividad<br />

humana” (Iser, 1997: 54) que expresada<br />

en la escritura, involucra todo<br />

proceso creativo –manifestado en<br />

forma de texto–, con la realidad empírica<br />

<strong>del</strong> escritor y <strong>del</strong> lector, estableciendo<br />

en la construcción narrativa<br />

estructuras de sentido paradójicas,<br />

en cuanto a las distintas posibilidades<br />

de significación y representación de<br />

temas y motivos que resultan, para el<br />

lector, un punto de interés.<br />

Asumimos, de igual forma, como<br />

una propuesta fundamentada en la<br />

cuestión que nos interesa: la interpretación<br />

de Walter Mignolo (1986)<br />

sobre los postulados de Martínez<br />

Bonati respecto a los fundamentos<br />

de la ficción y las “situaciones comunicativas<br />

imaginarias” (p. 60).<br />

Para Mignolo los textos se clasifican,<br />

entre otras cosas, por su carácter<br />

ficcional, lo cual los define<br />

como situaciones comunicativas con<br />

un doble sentido. Por una parte representaciones<br />

de una situación comunicativa<br />

imaginaria; y por otra<br />

parte como descripciones de tales situaciones<br />

hasta el punto de representar<br />

un mundo habitado por “entidades<br />

que crea el productor de un<br />

discurso ficcional, también por entidades<br />

que existen independientemente<br />

de tal discurso” (p. 68).<br />

En atención a lo expuesto, el texto<br />

ficcional, en tanto que universo de<br />

sentido, se ve comprometido como<br />

alternativa de un discurso serio, oficial,<br />

ese que detenta en todo caso la<br />

historia, discurso alternativo cuyo<br />

propósito es la creación de mundos<br />

paralelos nuevos; detenta la creación<br />

de un estado de cosas posibles, desde<br />

la verosimilitud, donde esas entidades<br />

que lo habitan pueden depender,<br />

o no, de los prototipos reales –sujetos<br />

que a pesar de ser mera representación<br />

<strong>del</strong> imaginario, se hacen sujetos<br />

posibles por habitar el mundo ficcional<br />

<strong>del</strong> texto–.<br />

1 El valor de estas proposiciones no depende en última instancia <strong>del</strong> lenguaje mismo, en<br />

gran medida de las convenciones que rigen la interacción discursiva. Un enunciando<br />

inicialmente concebido como no ficcional puede ser leído “en clave” de ficción y viceversa.<br />

En consecuencia, la ficcionalidad es algo más que una cualidad <strong>del</strong> texto.


Vanessa A. Márquez Vargas<br />

46 Revista de Literatura Hispanoamericana No. <strong>65</strong>, 2012<br />

Esta creación de mundos posibles<br />

o de ficción, como los denominara<br />

Pavel (1995), es ilimitada, variada y<br />

accesible desde “el mundo real”;<br />

frente a la posibilidad de establecer<br />

relaciones intermundos y de crear<br />

nuevos espacios ficcionales a partir<br />

<strong>del</strong> “llenado de huecos” 2 . Al mismo<br />

tiempo se reafirma las nociones de<br />

transtextualidad e intertextualidad<br />

propuestas por Genette (1989) que<br />

nos sirven de apoyo al momento de<br />

acercarnos a la propuesta estética de<br />

la narrativa que asume la “Historia<br />

oficial” como materia manipulable<br />

de la ficción literaria.<br />

Estética que la crítica literaria<br />

hispanoamericana ha venido estudiando<br />

bajo la clasificación de novela<br />

histórica y nueva novela histórica,<br />

generando polémica entre los investigadores<br />

de la historia y la literatura,<br />

pues al momento de comparar<br />

la historia ficcionalizada con la<br />

“Historia oficial”, en muchos casos<br />

la primera tiende a ser más verosímil<br />

que la segunda.<br />

Ambos discursos, el de la historia<br />

y el de la literatura, aunque distintos,<br />

están mediados por el efecto verosímil<br />

que según Kristeva (1970)<br />

es “una cuestión de relación entre<br />

discursos […] un poner juntos dos<br />

discursos, uno de los cuales se proyecta<br />

sobre el otro que le sirve de<br />

espejo y se identifica con él por encima<br />

de la diferencia” (p. 63). Es<br />

decir, que lo verosímil nace en el<br />

efecto de la similitud como rasgo semántico<br />

<strong>del</strong> complejo universo ficcional<br />

que es el texto literario, pues<br />

cada texto es un mundo, un estado<br />

de cosas posibles acerca de la ficción<br />

y la ficcionalidad literaria (Pavel,<br />

1995; Dolezel, 1997).<br />

Es preciso mencionar que estos<br />

mundos ficcionales son tan posibles<br />

como in<strong>completo</strong>s e incluso irresolubles,<br />

pero “si bien la incompleción<br />

es una ‘deficiencia´ lógica de los<br />

mundos ficcionales, también es un<br />

factor importante de su eficacia estética”<br />

(Pavel, p. 85). Como bien lo<br />

da a comprender Iser (1997) cuando<br />

trata <strong>del</strong> llenado de huecos (p. 43-<br />

<strong>65</strong>), es decir, la posibilidad de crear<br />

nuevos mundos a partir de un espacio<br />

que quedó vacío. Estos espacios<br />

vacíos serán habitados y contados<br />

desde nuevas perspectivas apuntando<br />

a diferentes interpretaciones de<br />

lo verosímil.<br />

2 Este término fue postulado por las teorías fenomenológicas de la lectura, según Iser<br />

(1989), para determinar que a partir de un texto ficcional, o de acontecimientos relevantes<br />

en la “historia oficial”, pueden surgir nuevos textos de carácter ficcional, según<br />

los intereses de los autores por complementar ciertos detalles de una obra, o un contexto<br />

que ha servido de inspiración en otra.


Historia y literatura, los espacios vinculantes de la ficción 47<br />

Es preciso mencionar, brevemente,<br />

en este espacio algunas referencias<br />

acerca de la aparición de las<br />

concepciones estéticas de la novela<br />

histórica y nueva novela histórica.<br />

La novela histórica, en Europa,<br />

se consolida en el siglo XIX con escritores<br />

de la talla de Walter Scott,<br />

con la publicación de su primera novela<br />

Waverley (1814), Víctor Hugo<br />

con su obra cumbre, Los Miserables<br />

(1862), o Alexander Dumas (padre)<br />

con El caballero de Harmental<br />

(1843), La Dama de Monsoreau<br />

(1846). Ellos vieron en el pasado<br />

histórico de sus naciones un recurso<br />

estético de altísimo valor <strong>del</strong> que se<br />

sirvieron para demostrar su erudición<br />

y su capacidad crítica <strong>del</strong> presente<br />

que vivieron. Sin embargo, los<br />

inicios propiamente dichos de la novela<br />

histórica están en tiempos antiguos,<br />

ligados al drama y la comedia<br />

grecolatina que dieron paso a las<br />

primeras concepciones de la novela<br />

como género en la escritura literaria.<br />

Posteriormente con el advenimiento<br />

de guerras e imperios, la novela histórica<br />

estableció una especie de<br />

acuerdo entre lo histórico y lo ficcional,<br />

resaltando los valores de la<br />

historia con un fin pedagógico.<br />

La evolución de la novela histórica<br />

desde ese pasado monumental está recogida,<br />

en gran parte, en el texto de<br />

Georg Lukács la novela histórica<br />

(1970), en el cual apunta que este tipo<br />

de novela tiene como propósito prin-<br />

cipal ofrecer una visión verosímil de<br />

una época histórica preferiblemente<br />

lejana al presente <strong>del</strong> escritor. Narración<br />

enfocada en hechos verídicos<br />

que dan cuenta de un sistema de<br />

valores y creencias de un tiempo<br />

posterior, aunque los personajes por<br />

lo general no sean figuras legendarias<br />

de la historia conocida.<br />

Podemos decir también con Luis<br />

Veres (2003) que la novela histórica<br />

se presenta como un discurso semejante<br />

a la historia, que pretende ser<br />

una versión lo más fidedigna posible<br />

de los procesos, acontecimientos o<br />

personajes <strong>del</strong> pasado histórico,<br />

pero que, justamente, a causa de su<br />

naturaleza ficcional, resulta más legítimo<br />

y más creíble que la desacreditada<br />

historia.<br />

Es notable, hasta ahora, que ha<br />

existido en el transcurrir de la historia<br />

occidental la necesidad de interpretar<br />

y contar, desde distintas perspectivas,<br />

hechos pasados que actualicen o justifiquen<br />

las acciones presentes, cambios<br />

sociales y procesos culturales.<br />

Este interés por novelar la historia<br />

y sus personajes se da también<br />

en toda América, motivado, principalmente<br />

en el período colonizador,<br />

por la necesidad <strong>del</strong> hombre europeo<br />

de relatar sus fantásticas experiencias<br />

en ultramar y en la “nueva”<br />

tierra firme, dando paso a la aparición<br />

de las famosas Crónicas de Indias.<br />

Eran textos concebidos distintos<br />

a la novela, pero que recogían


Vanessa A. Márquez Vargas<br />

48 Revista de Literatura Hispanoamericana No. <strong>65</strong>, 2012<br />

toda la información necesaria para<br />

dar a conocer el “nuevo continente”<br />

a quienes no tenían la posibilidad de<br />

cruzar el Atlántico, “los datos aportados,<br />

con espontaneidad o con doblez,<br />

por los “cronistas de Indias”,<br />

se recibieron en Europa con el más<br />

vivo interés. Pudieron convertirse,<br />

algunas veces, en tema de controversia,<br />

pero nunca dejaron de ser<br />

objeto de reflexión” (León Portilla,<br />

1989. p. 154). Se les tomaba como<br />

reportes militares que dejaban por<br />

sentado las actividades realizadas<br />

por los exploradores, desde luego<br />

cargadas con elementos autobiográficos<br />

y fantásticos. Describían la<br />

geografía, los rasgos culturales más<br />

sorprendentes de los grupos aborígenes<br />

que topaban a su paso por los<br />

vastos campos y montañas, yamanera<br />

de crítica, si se quiere, hacían<br />

comparaciones con sus formas de<br />

vida y creencias religiosas.<br />

De esta manera la crónica es un<br />

antecedente de la novela histórica<br />

hispanoamericana que apareció en<br />

el siglo XIX con algunas publicaciones<br />

anónimas y otras de autor que<br />

trataban de seguir la temática de la<br />

picaresca española como El Periquillo<br />

Sarniento (1816) <strong>del</strong> mexicano<br />

José Joaquín Fernández de Lizardi,<br />

o Los mártires de Anáhuac<br />

(1870) de Eligio Ancona, La hija<br />

<strong>del</strong> judío de Justo Sierra OReilly 3 ,<br />

narraciones sobre la situación política<br />

y religiosa durante las campañas<br />

colonizadoras, entre muchas otras<br />

que aparecieron durante todo el siglo<br />

para mostrar, desde el plano literario,<br />

la crisis de los paradigmas políticos<br />

y sociales que incentivaron la<br />

emancipación de los pueblos de<br />

América Latina.<br />

Ya en el siglo XX la novela histórica<br />

hispanoamericana comienza a<br />

ser estudiada en profundidad como un<br />

producto cultural de la literatura que<br />

se remonta en el tiempo histórico <strong>del</strong><br />

continente, antes y después <strong>del</strong> llamado<br />

“descubrimiento”, “choque de culturas”,<br />

o “encuentro”. Todo ello para<br />

dar cuenta de las importantes manifestaciones<br />

culturales heredadas de la<br />

época colonial y poscolonial.<br />

Este enfoque de estudio sobre la<br />

novela histórica hispanoamericana<br />

también acierta en mostrar que las<br />

manifestaciones artísticas y literarias<br />

de nuestros pueblos, están básicamente<br />

rodeadas de interrogantes<br />

que apuntan a la existencia de una<br />

identidad pluricultural a partir de<br />

procesos de transculturación entre<br />

civilizaciones y culturas pasadas y<br />

presentes; justificando, de algún<br />

modo, el conocimiento de la historia<br />

3 Esta última fue publicada, originalmente, como folletín de entregas en el periódico El<br />

Fénix de Campeche, entre 1848 y 1849.


Historia y literatura, los espacios vinculantes de la ficción 49<br />

que se adquiere a través de la producción<br />

literaria.<br />

En la primera mitad <strong>del</strong> siglo XX<br />

la concepción de la novela histórica<br />

hispanoamericana se sustenta en la<br />

estética <strong>del</strong> realismo mágico y lo<br />

real maravilloso americano con novelas<br />

como El señor presidente<br />

(1946), Hombres de maíz (1949) de<br />

Miguel Ángel Asturias, Ecué-yamba-O<br />

(1933), El reino de este mundo<br />

(1949), de Alejo Carpentier, Las lanzas<br />

coloradas (1931), Camino de El<br />

Dorado (1947), de Arturo Uslar Pietri,<br />

Cubagua (1931), de Enrique Bernardo<br />

Núñez; de un lote extenso de<br />

publicaciones en toda Latinoamérica.<br />

Según Oscar Zambrano Urdaneta<br />

y Domingo Miliani (1999):<br />

“A diferencia <strong>del</strong> regionalismo que se<br />

proponía retratar objetivamente la naturaleza…los<br />

nuevos narradores sondean la<br />

convivencia de épocas históricas distanciadas<br />

en las cronologías oficiales de la<br />

historia, pero isócronas en la realidad cotidiana<br />

de América. Esa convivencia tiene<br />

carácter de confluencias históricas<br />

insólitas pero no fortuitas, sino fisiológicamente<br />

reales en nuestro acontecer de<br />

pueblo” (p. 281).<br />

Seymour Menton (1993) en sus<br />

estudios sobre la nueva novela histórica<br />

hispanoamericana afirma que<br />

la publicación <strong>del</strong> Reino de este<br />

mundo, de Alejo Carpentier ha dado<br />

pie a la revisión <strong>del</strong> concepto de novela<br />

histórica y más aún a la revi-<br />

sión de las características que definen<br />

la novela histórica hispanoamericana,<br />

en vista de que el texto tiene<br />

una finalidad distinta a la señalada<br />

por Lukács.<br />

En la temática de las novelas que<br />

se han publicado en los últimos cincuenta<br />

años está presente el referente<br />

histórico como un ámbito particular<br />

donde la ficción plantea un juego discursivo<br />

en el que predomina la polifonía,<br />

la alteración temporal, la intertextualidad,<br />

la distorsión consciente de la<br />

historia mediante omisiones, exageraciones<br />

y anacronismos, además de la<br />

ficcionalización de personajes históricos<br />

reales. Son un claro ejemplo novelas<br />

como: Daimón (1978), de Abel<br />

Posse, El arpa y la sombra (1979), de<br />

Alejo Carpentier, El mar de las lentejas<br />

(1979), de Antonio Benítez Rojo,<br />

Crónica <strong>del</strong> descubrimiento (1980),<br />

de Alejandro Paternain, Los perros<br />

<strong>del</strong> Paraíso (1983), de Abel Posse,<br />

Vigilia <strong>del</strong> Almirante (1992), de Augusto<br />

Roa Bastos, El entenado<br />

(1983), de Juan José Saer, Lope de<br />

Aguirre, príncipe de libertad (1979),<br />

de Miguel Otero Silva, El misterio de<br />

San Andrés (1996), de Dante Liano,<br />

Un baile de máscaras (1995), de Sergio<br />

Ramírez, Réquiem en Castilla <strong>del</strong><br />

Oro (1996), de Julio Valle-Castillo,<br />

entre muchas otras.<br />

Aunado a la producción narrativa<br />

que ha procurado un acercamiento a<br />

la historia para transgredirla, han<br />

proliferado numerosos estudios teó-


Vanessa A. Márquez Vargas<br />

50 Revista de Literatura Hispanoamericana No. <strong>65</strong>, 2012<br />

ricos y críticos que también son de<br />

suma importancia, pues buscan dar<br />

con el origen y las características<br />

que prefiguran el texto como nueva<br />

crónica, novela histórica o nueva<br />

novela histórica hispanoamericana.<br />

Destacan para nosotros las apreciaciones<br />

de Enrique Anderson Imbert<br />

(1952), George Lukács (1970),<br />

Seymour Menton (1993), María<br />

Cristina Pons (1996), Fernando Aínsa<br />

(1997), Luis Veres, (2003), Luis<br />

Brito García (2004); entre otros.<br />

Estos estudiosos apuntan a la configuración<br />

y afianzamiento estético<br />

de los discursos que vuelven sobre la<br />

“historia oficial” de los pueblos <strong>del</strong><br />

continente para ficcionalizarla y así<br />

mostrar una versión distinta de un<br />

mismo hecho histórico o de un personaje,<br />

con la intención de recoger<br />

múltiples perspectivas <strong>del</strong> pasado,<br />

con todas sus consecuencias en el<br />

presente y el futuro. Así se hace posible<br />

hablar de un fenómenos estético<br />

narrativo que para Brito García<br />

(2004) “es enteramente contemporáneo<br />

[que implica, pudiésemos decir]<br />

una mirada sobre el pasado no necesariamente<br />

verdadera, pero sí inevitablemente<br />

actual” (p. 5).<br />

A propósito de esto, Fernando<br />

Aínsa (1997) analiza la reconstrucción<br />

de la historia desde la literatura<br />

como un discurso que logra mostrar<br />

de una manera mucho más verosímil,<br />

intrigante e interesante, el pasado<br />

de los pueblos. En este caso, el<br />

pasado latinoamericano a través de<br />

la ficcionalización y recreación de<br />

personajes y acontecimientos en escenarios<br />

“únicos”, cuya importancia<br />

mayor está dada a partir <strong>del</strong> imaginario<br />

y la fábula <strong>del</strong> escritor.<br />

De esta forma la propuesta estética<br />

de la nueva novela histórica prefigurada<br />

en los discursos ficcionales<br />

que parodian la historia, también<br />

procuran “la impugnación de la legitimidad<br />

de las versiones oficiales de<br />

la historia, una multiplicidad de<br />

perspectivas e interpretaciones y el<br />

rechazo de una sola verdad” (Aínsa,<br />

1997: p. 4), lo cual posibilita la reinvención<br />

y revisión crítica-comparativa<br />

de los géneros narrativos, especialmente<br />

la novela; un ejemplo de<br />

todo esto es el texto de Carpentier<br />

(1979), El arpa y la sombra.<br />

En el texto, el “efecto verosímil”<br />

(Kristeva, 1970) se ha planteado<br />

como problemática constante, hasta<br />

llegar a las observaciones de la crítica<br />

más reciente sobre la literatura<br />

hispanoamericana de mediados <strong>del</strong><br />

siglo XX, que pretende el análisis de<br />

la logicidad propia <strong>del</strong> texto a partir<br />

<strong>del</strong> imaginario <strong>del</strong> escritor/narrador,<br />

de la memoria histórica/ancestral y<br />

de la ficción que lo sustenta. Esto,<br />

en palabras de Todorov (1970), sería<br />

“seguir la verosimilitud <strong>del</strong> texto y<br />

no la ‘verdad´ <strong>del</strong> mundo evocado”<br />

(p. 175). Esta verosimilitud sería,<br />

precisamente, la instauración <strong>del</strong><br />

mundo posible. Cuestión que nos re-


Historia y literatura, los espacios vinculantes de la ficción 51<br />

mite, una vez más, a Hyden White, a<br />

su discernimiento sobre el valor de<br />

la narrativa en la representación<br />

(p. 23) de la realidad de la historia y<br />

en la ficción, narración en el marco<br />

de la creación propiamente literaria.<br />

Tanto en la “historia oficial”<br />

como en la historia ficcionalizada,<br />

existen marcas discursivas que hacen<br />

distintivas estas narraciones<br />

unas de otras. La crónica por ejemplo,<br />

según el autor, solo es comentario<br />

de ciertos acontecimientos mientras<br />

no se narrativice.<br />

Al narrativizar los acontecimientos<br />

-que la crónica solo comenta-,<br />

valiéndose de la farsa y las alegorías,<br />

se produce:<br />

Un desplazamiento de los hechos al terreno<br />

de las ficciones literarias o, lo que<br />

es lo mismo, mediante la proyección en<br />

los hechos de la estructura de la trama de<br />

uno de los géneros de figuración literaria.<br />

Por decirlo de otro modo, la transición se<br />

efectúa mediante un proceso de transcodificación,<br />

en el que los acontecimientos<br />

originalmente transcritos en el código de<br />

la crónica se retranscriben en el código<br />

literario de la farsa (White, 1992, p. 166).<br />

De esta manera, bajo el código literario<br />

de la ficción, la historia de<br />

los acontecimientos narrados supone<br />

una trama, lo cual a su vez también<br />

supone la configuración <strong>del</strong> texto<br />

narrativo que recrea todo un imaginario<br />

sobre un personaje o acontecimiento<br />

histórico reconocido por la<br />

“historia oficial” universal. Tal es el<br />

caso de El arpa y la sombra, –en<br />

medio de las discusiones sobre nueva<br />

novela histórica-, pues se ficcionaliza<br />

la figura <strong>del</strong> legendario Almirante<br />

Cristóbal Colón, mostrándolo<br />

como una pobre alma errante en<br />

busca de redención, perdón y reconocimiento<br />

por parte de la iglesia<br />

católica.<br />

La novela construye la trama con<br />

base en la singularidad de un sujeto<br />

real, figura divisoria de la historia<br />

en un antes y un después, mostrando<br />

a este personaje en sus facetas más<br />

humanas, cotidianas, desde la mirada<br />

de los “otros” jugando a romper<br />

la cronología, el ordenamiento sistemático<br />

de la historia, creando una<br />

temporalidad propia.<br />

Para Hyden White “la trama es lo<br />

que perfila la ‘historicidad’ de los<br />

acontecimientos: la trama nos sitúa<br />

en el punto de intersección de la temporalidad<br />

y la narratividad” (p. 177).<br />

En vista de esto, un elemento singular,<br />

único, reseñado como histórico<br />

se hace parte de una trama en tanto<br />

que contribuya a su desarrollo y permita<br />

crear y recrear nuevos y múltiples<br />

universos de sentido, establecido<br />

como una condición mucho más significante<br />

que el simple gusto <strong>del</strong> autor<br />

por ficcionalizarlo en el texto. Así<br />

lo señala Hyden White acercándose a<br />

Ricoeur:<br />

De acuerdo con esta concepción, un<br />

acontecimiento específicamente histórico


Vanessa A. Márquez Vargas<br />

52 Revista de Literatura Hispanoamericana No. <strong>65</strong>, 2012<br />

no es un acontecimiento que pueda introducirse<br />

en un relato cuando lo desee el<br />

escritor; más bien es un tipo de acontecimiento<br />

que puede «contribuir» al «desarrollo<br />

de una trama». Es como si la trama<br />

fuese una entidad en proceso de desarrollo<br />

antes <strong>del</strong> suceso de cualquier acontecimiento<br />

determinado, y cualquier acontecimiento<br />

determinado pudiera dotarse<br />

de historicidad sólo en la medida en que<br />

pudiera demostrarse que contribuye a<br />

este proceso. Y, en efecto, esto parece ser<br />

así, porque para Ricoeur, la historicidad<br />

es un modo estructural o nivel de la propia<br />

temporalidad (p. 178).<br />

De esta forma, el carácter narrativo<br />

de un texto ficcional como El<br />

arpa y la sombra, cuya trama se fundamente<br />

en un hecho o sujeto de la<br />

historia, se organiza estructuralmente<br />

en un nivel temporal propio, dando<br />

cuenta de lo que Ricoeur denomina<br />

la intratemporalidad de la historicidad,<br />

al momento de representar un<br />

universo de sentido en el cual, para<br />

Hyden White “la narrativa representa<br />

los aspectos <strong>del</strong> tiempo en los que los<br />

finales pueden considerarse ligados a<br />

los inicios para formar una continuidad<br />

diferencial” (p. 184).<br />

En El arpa y la sombra, desde la<br />

perspectiva de narradores múltiples<br />

que aparecen y desaparecen dando<br />

cuenta de una imagen absuelta y redentora<br />

<strong>del</strong> Almirante, se muestran<br />

los códigos literarios de nuestra cultura,<br />

la historia conocida a través de<br />

la farsa al momento de establecer<br />

paralelos entre las formas narrativas,<br />

tanto de la historia como de la ficción,<br />

con el propósito de desvanecer<br />

las barreras que han querido distancias<br />

ambos discursos.<br />

Las diferentes voces narrativas de<br />

la novela contribuyen a formar el<br />

carácter dialógico y polifónico de la<br />

narración bajo un marco estructural<br />

que puede ajustarse a las estructuras<br />

de representación temporal que evocan<br />

el pasado, el presente y hasta el<br />

futuro de los acontecimientos conformadores<br />

de la trama desde perspectivas<br />

diversas sobre un mismo<br />

sujeto/personaje. Con lo cual se logra,<br />

en la novela, crear un clima de<br />

ambigüedades y escepticismo desmitificador<br />

de la imagen de Colón<br />

que algunos capítulos de la “historia<br />

oficial” han querido resaltar.<br />

Del mismo modo, también se logra<br />

seguir avivando los cuestionamientos<br />

y las reflexiones que se suscitan<br />

en la narración de la historia y<br />

la ficcionalización de la historia oficial<br />

en el texto literario.<br />

El arpa y la sombra se corresponde,<br />

en su temática, con la producción<br />

narrativa que deja ver al lector<br />

la preocupación constante, de un<br />

gran número de escritores hispanoamericanos,<br />

sobre todo lo concerniente<br />

a la llegada de Colón a nuestras<br />

tierras, las costumbres <strong>del</strong> hombre<br />

europeo, la imposición de la re-


Historia y literatura, los espacios vinculantes de la ficción 53<br />

ligión católica, la estructura social<br />

también impuesta, y demás consecuencias<br />

históricas de tales sucesos.<br />

En la novela es posible, para el<br />

lector, reconocer la contraposición<br />

<strong>del</strong> imaginario, la ficción, la memoria,<br />

la historia <strong>del</strong> continente y sus<br />

personajes.<br />

Encarnado en la figura legendaria<br />

<strong>del</strong> Almirante Colón, el personaje<br />

intenta llenar los vacíos de la historia,<br />

a partir de un cuestionamiento<br />

implícito de las “verdades” aceptadas<br />

por el discurso historiográfico; y<br />

con esto demostrar que el discurso<br />

ficcional es capaz de transgredir los<br />

arquetipos, los mo<strong>del</strong>os de los grandes<br />

relatos históricos <strong>del</strong> continente;<br />

capaz de dejar huella y hacer memoria,<br />

al mostrar una historia “otra”,<br />

posible, e igualmente ambigua, con<br />

la que se pone a prueba la capacidad<br />

creativa y la documentación histórica<br />

tanto <strong>del</strong> autor como <strong>del</strong> lector.<br />

La novela plantea una “nueva” forma<br />

de interpretar la vida de Cristóbal<br />

Colón al trartar de develar, a través de<br />

la ficción, nuevas intenciones que la<br />

novela histórica tradicional no desarrolló.<br />

En esta novela, como en otras<br />

que hemos referido más arriba, el personaje<br />

se explica y se percibe desde<br />

una perspectiva más humana, incluso<br />

cotidiana, que permite juzgar o ensalzar<br />

sus acciones, sometiéndolo a la<br />

admiración o al desprecio tanto de<br />

quienes están dentro como fuera <strong>del</strong><br />

mundo ficcional.<br />

En la novela de Carpentier está imbricado<br />

lo histórico, lo documental, la<br />

ficción y el imaginario creador de la<br />

literatura, lo que permite estudiar el<br />

texto como producto de la estética<br />

que no solo se vale <strong>del</strong> discurso fundacional<br />

de la historia y sus personajes,<br />

sino también de recursos narrativos<br />

que están acorde con las necesidades<br />

estéticas de la novela latinoamericana<br />

<strong>del</strong> siglo XX.<br />

En El arpa y la sombra, el pasado<br />

histórico de un personaje como<br />

Cristóbal Colón y el propio pasado<br />

<strong>del</strong> continente, se cuentan, se mira<br />

de múltiples formas. Y se hacen posibles<br />

en la medida que la memoria<br />

juega con el paradigma de lo ficticio.<br />

Atribuyendo con ello relevancia<br />

a la intrincada relación que existe<br />

entre la historia, el imaginario, la<br />

memoria y la ficción narrativa.<br />

En este sentido, el complejo tejido<br />

narrativo de la novela forma parte<br />

de la narrativa que se vale <strong>del</strong><br />

propio discurso oficial para transgredir<br />

y sobrepasar los límites de la<br />

solemnidad de la historia enriqueciendo<br />

los imaginarios estéticos y literarios<br />

latinoamericanos a través<br />

<strong>del</strong> lenguaje de la ficción. Dejando<br />

en claro que un texto literario no es<br />

únicamente una fijación escrita de<br />

una idea, sino un espacio habitado.


Vanessa A. Márquez Vargas<br />

54 Revista de Literatura Hispanoamericana No. <strong>65</strong>, 2012<br />

A modo de conclusión<br />

La literatura latinoamericana está<br />

marcada por episodios claves reconocidos<br />

como parte de la historia universal;<br />

permitiendo que críticos, académicos<br />

y escritores, dentro y fuera<br />

<strong>del</strong> continente, centren su atención en<br />

las manifestaciones culturales de<br />

nuestros pueblos y su evolución.<br />

Los importantes estudios literarios<br />

realizados han demostrado que<br />

en la narrativa latinoamericana existe<br />

una notable recurrencia en los temas<br />

y motivos que refieren a los<br />

grandes mitos fundacionales y al<br />

proceso histórico gestado a partir de<br />

la llegada de Cristóbal Colón a<br />

nuestras tierras.<br />

La reinterpretación de documentos<br />

tan importantes como las Crónicas<br />

de Indias, cartas y diarios personales<br />

de almirantes y colonizadores<br />

europeos, durante todo el siglo XX,<br />

ha permitido detenerse a reflexionar<br />

sobre “la más reciente realidad latinoamericana”<br />

sobre todo en cuanto<br />

procesos de creación y estéticas narrativas;<br />

reconociendo que América<br />

Latina se reinventa una y otra vez,<br />

Bibliografía<br />

desde los discursos que la contienen<br />

y que “procuran entenderla, explicarla,<br />

cuestionarla, negarla, desconocerla<br />

o parodiarla” (Plata, 2004:<br />

p. 154).<br />

En este sentido América Latina,<br />

toda, es un complejo constructo<br />

discursivo capaz de sorprender y<br />

maravillar a quienes cuestionan y<br />

responden acerca de los procesos<br />

de reinvención histórica y literaria.<br />

Por tanto resulta altamente pertinente<br />

seguir revisando y cuestionando<br />

conceptos e interpretaciones<br />

sobre los discursos de la “Historia<br />

oficial” de Latinoamérica y la presencia<br />

de referentes y personajes<br />

históricos ficcionalizados en las novelas<br />

de autores latinoamericanos,<br />

como es el caso de El arpa y la<br />

sombra de Alejo Carpentier. Sin<br />

llegar a un conclusión definitiva, es<br />

imprescindible seguir indagando<br />

acerca de las relaciones entre el discurso<br />

historiográfico y el discurso<br />

literario, y entre historia y ficción,<br />

que reafirman el sentido de ver la<br />

historia y la literatura como un espacio<br />

o dimensión vinculante entre<br />

lo “real” y ficcional.<br />

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Vanessa A. Márquez Vargas<br />

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No. <strong>65</strong>, Julio-Diciembre, 2012: 57 - 66<br />

ISSN 0252-9017 ~ Dep. legal pp 197102ZU50<br />

Leer y escribir en el hogar y en la escuela<br />

Margarita Figueroa Rodríguez * y Romina De Rugeriis **<br />

*Escuela de Letras<br />

Facultad de Humanidades y Educación<br />

E–mail: figueroamar66@gmail.com<br />

**Facultad Experimental de Arte<br />

E–mail: rominaderugeriis@hotmail.com<br />

Universidad <strong>del</strong> Zulia.<br />

Maracaibo, Venezuela<br />

Resumen<br />

Leer y escribir en el hogar y en la escuela es el resultado de las experiencias<br />

obtenidas desde el proyecto ELEVO: Escuela para Lectores<br />

Voluntarios 1 ; el cual se inició en 2009 en la E. B. N. Ángel Álvarez Domínguez<br />

de la ciudad de Maracaibo y que fungió como proyecto de Servicio<br />

Comunitario para los estudiantes de la Escuela de Letras, de la Facultad<br />

de Humanidades y Educación de la Universidad <strong>del</strong> Zulia, durante<br />

el período 2009–2010. En esta oportunidad, se reflexiona sobre el Taller<br />

de Lectura y Escritura, realizado para los alumnos de 6to grado, en la U.<br />

E. Colegio San Francisco de Asís de la ciudad de Maracaibo, durante el<br />

período escolar 2010–2011. Los ejercicios de escritura que se incluyen<br />

son muestras que permitirán insistir en el llamado a sensibilizar y vivenciar<br />

significativamente el aprendizaje de la literatura, la lectura y la escri-<br />

Recibido: 22-10-12 Aceptado: 16-11-12<br />

1 ELEVO: Escuela para Lectores Voluntarios ha sido presentado en noviembre de 2012<br />

al Consejo de Desarrollo Científico y Humanístico (CONDES) con la finalidad de ser<br />

aprobado, adscrito y financiado como proyecto de investigación en dicha dependencia<br />

de la Universidad de Zulia.


Margarita Figueroa Rodríguez y Romina De Rugeriis<br />

58 Revista de Literatura Hispanoamericana No. <strong>65</strong>, 2012<br />

tura en el aula; así como la importancia de continuar y sostener la experiencia<br />

lectora y el estímulo a la producción escrita, más allá de las implicaciones<br />

valorativas de la evaluación académica. De la misma manera<br />

que leer y escribir posibilita en los seres humanos el compensar su<br />

necesidad de lograr objetivos y conquistar metas que comienzan por lo<br />

personal, y que en la urgencia de trascender, desemboca en la interacción<br />

con los otros. Se ha contado con los trabajos de Rupérez (2007);<br />

Chambers (2007); Hillman (2005), Cassany (2004), Echeverría (1998)<br />

y Lipman (1998) como referencia teórica de esta experiencia.<br />

Palabras clave: Leer y escribir, experiencia, literatura.<br />

Reading and Writing at Home and at School<br />

Abstract<br />

Reading and writing at home and at school is the result of lessons<br />

learned from the project ELEVO: Escuela para Lectores Voluntarios,<br />

which began in 2009 in the E. B. N. Angel Alvarez Dominguez, city of<br />

Maracaibo, and served as a community service project for students in<br />

the Department of Letters, School of Humanities and Education at the<br />

Universidad <strong>del</strong> Zulia, from 2009 to 2010. This study reflects on the<br />

Reading and Writing Workshop, held for 6th graders in the U. E.<br />

Colegio San Francisco de Asís, City of Maracaibo, during the period<br />

2010-2011. The writing exercises included are samples that will<br />

emphasize the call to raise awareness and experience significant<br />

learning about literature, reading and writing in the classroom, as well<br />

as the importance of continuing and sustaining the reading experience<br />

and encouraging written production, beyond the value implications of<br />

academic assessment, in the same way that reading and writing make it<br />

possible for humans to compensate for their need to achieve objectives<br />

and conquer goals that begin with what is personal, and the urgency to<br />

transcend, results in interaction with others. Works by Rupérez (2007),<br />

Chambers (2007), Hillman (2005), Cassany (2004), Echeverría (1998)<br />

and Lipman (1998) served as theoretical references for this experience.<br />

Key words: Reading and writing, experience, literature.


Leer y escribir en el hogar y en la escuela 59<br />

1. A modo de introducción<br />

El hogar es el primer espacio<br />

donde el individuo hace contacto<br />

con el lenguaje y su universo. El hogar<br />

es el punto de partida para asumir<br />

la lengua como una herramienta<br />

que nos posicionará como individualidad<br />

y como parte <strong>del</strong> conjunto<br />

en la sociedad. Esta apropiación empírica<br />

<strong>del</strong> lenguaje define la idea <strong>del</strong><br />

mundo –la lectura <strong>del</strong> mundo en palabras<br />

de Freire, (1999)–. Es en el<br />

hogar donde se configura, por vez<br />

primera, qué nos dice el mundo y<br />

sus alrededores. Es por medio <strong>del</strong><br />

lenguaje y su hilo de afectos y emociones<br />

que cobra vida el mundo interior<br />

de cada individuo, así como<br />

las experiencias que constituirán<br />

parte de la memoria y de las historias<br />

de vida personales: ese espacio<br />

que nadie puede tocar, ni mirar, ni<br />

saber pero que en la interacción con<br />

los otros se puede reconocer, descubrir<br />

e interpretar.<br />

Leer en el hogar comienza con la<br />

observación que hace el niño y la niña<br />

de su entorno: la madre que escribe<br />

una receta de cocina, el padre que lee<br />

el periódico, la hermana o el hermano<br />

que escriben y hacen la tarea, mientras<br />

él o ella, diminuto personaje de<br />

este escenario, intenta emular la imagen<br />

que estos actores inmediatos de<br />

su cotidianidad llevan a cabo y los<br />

distingue a uno de otros. Ese proceso<br />

de imitación es lo que concluye, mu-<br />

chas veces, en una pared rayada, un<br />

dibujo coloreado y colocado en la<br />

nevera como evidencia de que también<br />

el niño o la niña tiene una historia<br />

que contar y decir, a su manera<br />

o bien esta imitación concluye con<br />

historias y fantasías nocturnas que<br />

impiden al niño oalaniña dormir<br />

con la relajación y serenidad <strong>del</strong><br />

caso. En todo este asunto entra, por<br />

supuesto, la capacidad creadora e<br />

imaginativa <strong>del</strong> niño y la niña y su<br />

prematuro potencial recursivo.<br />

En este proceso de apropiación<br />

<strong>del</strong> lenguaje también aparece la escuela<br />

como autoridad que valida o<br />

no lo aprendido y aprehendido en la<br />

cotidianidad <strong>del</strong> hogar. Desde el<br />

acto de leer en la escuela se reconoce<br />

que, de manera consciente, hay<br />

dos procesos conjuntos: la comprensión<br />

y la producción <strong>del</strong> discurso;<br />

estos dos procesos indisolubles que<br />

se experimentan en la etapa de formación<br />

sistemática y académica<br />

propician un aporte significativo<br />

para el desarrollo <strong>del</strong> lenguaje y<br />

para el ejercicio de las habilidades<br />

<strong>del</strong> pensamiento.<br />

A partir de la experiencia ELE-<br />

VO, se viene sosteniendo que la lógica<br />

y necesaria exigencia de la escuela<br />

al niño y a la niña para que<br />

éste (a) demuestre sus capacidades<br />

lingüísticas como parte <strong>del</strong> proceso<br />

de aprendizaje deja de lado el sentimiento<br />

<strong>del</strong> individuo frente al acto<br />

de comprender y producir un texto.


Margarita Figueroa Rodríguez y Romina De Rugeriis<br />

60 Revista de Literatura Hispanoamericana No. <strong>65</strong>, 2012<br />

Por otra parte, la escuela histórica y<br />

tradicional, penosamente, se ha centrado<br />

casi de manera exclusiva en el<br />

acto de leer y escribir como herramientas<br />

comunicacionales para la<br />

adquisición de saberes, el logro de<br />

competencias y el logro de resultados<br />

tangibles (léase evaluaciones);<br />

cuando en realidad el acto de leer y<br />

escribir son experiencias contundentes<br />

de libertad, creatividad y personalidad<br />

que no deberían negociarse<br />

de ninguna manera con normativas<br />

académicas y docentes que casi<br />

siempre cumplen meros formalismos<br />

y requisitos que sólo satisfacen<br />

la estadística escolar.<br />

La idea de llevar a cabo el Taller<br />

de Lectura y Escritura en el aula responde<br />

a necesidades concretas que<br />

los niños, las niñas y los jóvenes<br />

muestran en la práctica diaria de clase;<br />

esto es: a) el diálogo y la conversación<br />

como modos de manifestar<br />

presencia en el aula a través de la<br />

expresión <strong>del</strong> mundo interior, de la<br />

identidad, de la personalidad, <strong>del</strong><br />

propio espacio y de la ciudadanía; b)<br />

el valor de la imaginación como recurso<br />

para desarrollar el lenguaje<br />

oral y escrito y c) la importancia <strong>del</strong><br />

juego como estrategia para aprender<br />

en la etapa escolar.<br />

A muy pocos les queda duda que<br />

quien más lee es justamente quien<br />

más escribe. Por consiguiente, quien<br />

más escribe es quien más ejercita el<br />

pensamiento. En este sentido, Echeverría<br />

(1998: 51) señala que: “no<br />

existe otro camino que el <strong>del</strong> lenguaje;<br />

fuera <strong>del</strong> lenguaje no existe<br />

un lugar en el que podamos apoyarnos.<br />

Los seres humanos vivimos en<br />

un mundo lingüístico”. En otras palabras,<br />

nacemos, vivimos y morimos<br />

desde el lenguaje.<br />

2. Necesidades diarias<br />

identificadas en la experiencia<br />

de lectura y escritura en el aula<br />

Hemos señalado anteriormente<br />

que en la práctica didáctica de la<br />

lectura y la escritura se ha podido<br />

identificar un conjunto de necesidades<br />

que los niños y las niñas manifiestan<br />

en el aula, esto es:<br />

a) el diálogo y la conversación<br />

como modos de manifestar presencia<br />

en el aula. Esto se traduce en<br />

la necesidad de hablar, contar y narrar<br />

<strong>del</strong> niño y la niña en el aula. Al<br />

respecto, Echeverría sostiene que<br />

“nuestra capacidad de reflexión nos<br />

permite especular, entablar conversaciones<br />

con los demás (y con nosotros<br />

mismos) acerca de nuevas posibilidades.<br />

Arriesgarnos e inventar<br />

–despojándonos de nuestras ataduras<br />

respecto de nosotros mismos y<br />

de nuestro medio social–” (1998:<br />

69). Es decir, darle sentido a la vida<br />

por medio de la interacción indivi-


Leer y escribir en el hogar y en la escuela 61<br />

dual y social. Por tanto, la narración<br />

oral, el relato permite a la persona<br />

interpretarse a sí misma e interpretar<br />

el mundo en el que interactúa. De tal<br />

manera, que cada individuo es lo<br />

que es a partir de las relaciones que<br />

establece con los demás, desde la<br />

palabra como fuente de identidad.<br />

La escuela es una de las instituciones<br />

sociales que proporciona los<br />

lineamientos para definir la manera<br />

de ser, de pensar y de actuar de<br />

cualquier comunidad. En cierta medida,<br />

la escuela “facilita” las normas<br />

de convivencia social; claro está<br />

ejerciendo su cuota de poder sobre<br />

los miembros de esa comunidad;<br />

igualmente se podría señalar que el<br />

docente, en gran medida, se ocupa<br />

más de la escuela como institución<br />

que <strong>del</strong> individuo como miembro<br />

fundamental de tal comunidad. El<br />

mérito mayor está en formar individuos<br />

que cumplan las normas, eviten<br />

las disidencias y entiendan la democracia<br />

como un sello de ser<br />

“iguales a” y jamás “diferentes a”.<br />

Vale decir los términos: libertad,<br />

crítica y democracia que se reconocen<br />

en la escuela son discutibles.<br />

Tal vez, uno de los graves problemas<br />

es que se trata de menores de<br />

edad que por sí mismos parecieran<br />

no tener la capacidad de saber cuáles<br />

son sus propias necesidades. Por<br />

tanto ¿hasta qué punto el individuo,<br />

menor de edad, puede experimentar<br />

la recursividad <strong>del</strong> lenguaje en la escuela?<br />

En este punto, respecto al diálogo<br />

se debe referir el programa de Filosofía<br />

para Niños (FpN), de Lipman<br />

(1998: 196), el cual considera justamente<br />

al diálogo como uno de sus<br />

principios fundamentales. Para<br />

Lipman el diálogo en el aula requiere<br />

el “desarrollo de hábitos de escucha<br />

y reflexión”; pero estos hábitos<br />

justamente ya no se practican de<br />

manera equitativa en el aula. El aula<br />

también es un escenario de poder.<br />

La FpN nos presenta el diálogo<br />

como un recurso que favorece la ciudadanía,<br />

al ser un principio propio de<br />

la democracia, es decir, darle la oportunidad<br />

de expresarse a todos, entender<br />

que cada persona tiene el derecho<br />

de decir lo que piensa y lo que considera<br />

pertinente; pero además, construir<br />

el conocimiento entre todos los<br />

miembros de un curso es un verdadero<br />

principio constructivista.<br />

Respecto de la conversación,<br />

igualmente se desea señalar que una<br />

experiencia similar a la de Lipman,<br />

aunque más literaria que filosófica,<br />

es la propuesta por Chambers (2005),<br />

en Inglaterra. Chambers creó y ejecutó<br />

el proyecto “Dime” (que “trata<br />

de cómo ayudar a hablar a los niños<br />

sobre los libros que han leído”). El<br />

punto de partida fue lo que él llamó<br />

“el ambiente de lectura” (guiado por<br />

los adultos) y “el círculo de lectura”


Margarita Figueroa Rodríguez y Romina De Rugeriis<br />

62 Revista de Literatura Hispanoamericana No. <strong>65</strong>, 2012<br />

(la experiencia de los niños). Este<br />

autor señala que “vivimos en la era<br />

de la conversación”. Para él nunca<br />

antes se habló más que en estos<br />

tiempos (el teléfono, la radio, el<br />

cine, la televisión, las grabaciones<br />

en audio y vídeo; agregamos los<br />

chat, internet, el twitter, etc.). Es decir,<br />

ya no se conversa sólo desde la<br />

cercanía sino también desde la distancia<br />

y el tiempo. No es coincidencia<br />

entonces que tanto Lipman como<br />

Chambers apunten hacia el tema de<br />

la expresión oral como una consecuencia<br />

<strong>del</strong> acto de leer.<br />

b) el valor de la imaginación<br />

como recurso para desarrollar el<br />

lenguaje oral y escrito. El español<br />

Rupérez (2007), diserta sobre la experiencia<br />

interior que promueve y<br />

estimula la creación, aunque específicamente<br />

de obras literarias. La literatura<br />

es un buen puente para la reflexión<br />

y el análisis. Así el ejercicio<br />

de pensamiento que puede iniciarse<br />

a partir de la lectura de un poema o<br />

un cuento y que estimula la práctica<br />

de un pensamiento crítico y reflexivo,<br />

bien puede concluir en la producción<br />

de textos. El autor también<br />

sostiene que todo artista (léase en<br />

nuestro caso, todo niño, toda niña o<br />

todo joven) pasa por un proceso<br />

creativo, que requiere de habilidades<br />

específicas y experiencias espirituales<br />

de considerable intensidad que<br />

representan lo humano desde su<br />

esencia. Sin embargo, estas particu-<br />

laridades parecieran no contar mucho<br />

en el aula, a menos que se pretenda<br />

definir y etiquetar a cada niño,<br />

según su comportamiento. Se trata<br />

de otro terreno que nada tiene que<br />

ver con lo literario.<br />

Igualmente, se debe decir que muchas<br />

de las veces que se lee en el aula<br />

no es con la finalidad de imaginar<br />

nuevos universos y de vivir el lenguaje<br />

desde la propia experiencia frente<br />

al texto, sino más bien de responder<br />

preguntas, sobreentendidas por demás,<br />

que coartan toda capacidad de<br />

reflexión, elucubración e intento de<br />

producir nuevos discursos. Por desgracia,<br />

nuestro sistema educativo ha<br />

sido diseñado más para responder<br />

preguntas que para formularlas.<br />

c) la importancia <strong>del</strong> juego<br />

como estrategia para aprender en<br />

la etapa escolar. Para los griegos la<br />

palabra “escuela” (sjolé) tuvo el<br />

sentido de ocio, de disfrute o de<br />

asueto. Digamos que aprender era<br />

una fiesta. En la actualidad, las nuevas<br />

tecnologías de la información y<br />

la comunicación (TIC) resultan, en<br />

un porcentaje significativo, un modo<br />

más divertido de aprender por la novedad<br />

y variedad de recursos y equipos<br />

con los que se cuenta: desde celulares,<br />

juegos, vídeos, hasta la asignación<br />

en los primeros años de estudio<br />

de minicomputadoras que han<br />

sido incorporadas como parte <strong>del</strong><br />

programa de gobierno. En todo<br />

caso, lo que se desea destacar es que


Leer y escribir en el hogar y en la escuela 63<br />

juego y libertad son sinónimos, aunque<br />

en el primer caso las reglas determinen<br />

la interacción.<br />

El juego como estrategia para<br />

aprender generalmente nos permite<br />

disfrutar, a pesar de la competencia<br />

implícita en él. A lo que se apela<br />

con el juego es a la capacidad de conexión<br />

y entrega que se logra por<br />

medio de él. En este sentido, se hace<br />

mención <strong>del</strong> trabajo de Hillman<br />

(2005) intitulado El pensamiento <strong>del</strong><br />

corazón, en el cual defiende la idea<br />

de que se debe recuperar una vida<br />

que parte <strong>del</strong> corazón y <strong>del</strong> alma. En<br />

este libro desecha ideas mecanicistas<br />

preconcebidas y pretende demostrar<br />

que el corazón es el lugar donde<br />

hace acto de presencia la imaginación.<br />

También señala que si se pretende<br />

recuperar lo imaginal para<br />

acercarse a la comprensión <strong>del</strong> mundo,<br />

se debe recuperar su órgano que<br />

es el corazón (metafóricamente hablando).<br />

Cabría preguntarse ¿por<br />

qué la escuela no termina de ser un<br />

lugar para que se asiente el corazón?<br />

O ¿por qué la escuela no termina de<br />

ser un lugar que convive, sinceramente,<br />

con la imaginación?<br />

3. Experiencias Literarias en el<br />

aula (U.E. Colegio San<br />

Francisco de Asís)<br />

Los textos que siguen a continuación<br />

fueron escritos a partir de activi-<br />

dades previas de lectura y discusión<br />

de ciertos temas en el aula. Aunque<br />

algunos integrantes <strong>del</strong> curso manifestaron<br />

temor e inseguridad al momento<br />

de escribir; estas primeras experiencias<br />

en el taller sólo pretendieron<br />

crear confianza en estos<br />

aprendices de escritores. Se debe decir<br />

que había un buen nivel recursivo<br />

en este grupo, a diferencia de<br />

otras experiencias. El grupo generó<br />

improvisaciones escénicas a partir<br />

de palabras, así como improvisaciones<br />

musicales en las que se evidenció<br />

la capacidad imaginativa y creadora<br />

de la que disponían. También<br />

fue evidente la influencia de la televisión<br />

en la construcción de personajes<br />

y de historias escritas. La urgente necesidad<br />

de ser escuchados fue uno de<br />

los aspectos que más llamó la atención.<br />

Lo valioso de esta experiencia<br />

fue la capacidad de entrega y compromiso<br />

<strong>del</strong> grupo al momento de realizar<br />

las distintas actividades <strong>del</strong> Taller.<br />

Uno de los propósitos de estas experiencias<br />

es la publicación de algunos<br />

textos escritos en el marco <strong>del</strong> Taller<br />

de Lectura y Escritura con la finalidad<br />

de seguir motivando y promoviendo<br />

la escritura en el aula. En esta<br />

primera fase la razón fundamental es<br />

estimular la escritura espontánea, libre<br />

y creativa. Que ellos descubran<br />

hasta dónde son capaces de transformar<br />

las palabras en historias que se<br />

puedan con tar.


Margarita Figueroa Rodríguez y Romina De Rugeriis<br />

64 Revista de Literatura Hispanoamericana No. <strong>65</strong>, 2012<br />

La melodía de un sueño<br />

Había una vez una niña que era prácticamente<br />

pobre, no sabía ni leer ni escribir.<br />

Tenía una especie de libreta toda arrugada<br />

y sucia donde escribía muchas notas<br />

musicales, porque le gustaban mucho los<br />

diferentes sonidos. Un día mientras caminaba<br />

por la calle, entró a una tienda de<br />

música y empezó a tocar improvisadamente<br />

la guitarra y el piano. En ese momento,<br />

el dueño de la tienda que era productor<br />

la escuchó tocar y la convirtió en<br />

cantante.<br />

Alejandra Urdaneta<br />

Los zapatos al revés<br />

Esta es la historia de un joven que vivía<br />

sin zapatos, porque desde que nació no se<br />

puso zapatos y se acostumbró a estar descalzo.<br />

Una vez de tanto andar en la calle<br />

le salió una vejiga.<br />

La vejiga no se le curaba, se le reventó y<br />

se le infectó. Y él estaba preocupado.<br />

Entonces fue al doctor y el doctor le dijo<br />

que debía amputarle la pierna y él no se<br />

la dejó amputar y se fue. Al año siguiente<br />

se le desapareció la vejiga.<br />

César David Prieto<br />

Esto fue lo que escribieron algunos<br />

integrantes <strong>del</strong> grupo cuando se<br />

les preguntó ¿Qué es leer para ti?:<br />

2 El subrayado es nuestro.<br />

Para mí leer es como un arte. Es lo que<br />

me permite descubrir las maravillas de<br />

otros mundos…<br />

Alejandra Urdaneta<br />

Para mí leer es saber lo que sienten o relatan<br />

las demás personas.<br />

Daniela Morillo<br />

Es adentrarnos en otro mundo…<br />

Gabriela Castellano<br />

Para mí leer es poder sentir las expresiones<br />

que el autor plantea en esa hoja de<br />

papel…<br />

Andrea Jiménez<br />

A partir de estos textos, hacemos<br />

un paréntesis para referirnos a la cita<br />

de Smith utilizada por Cassany<br />

(2004: 63), la cual indica lo siguiente:<br />

“Para convertirse en escritores los<br />

niños tienen que leer como escritores”.<br />

Asimismo, reflexiona sobre la<br />

complejidad de la escritura –por tanto<br />

también de la lectura 2 –; destaca<br />

sobre lo ineficiente que es aprender a<br />

escribir desde tantos formalismos,<br />

normativas y reglas que distancian al<br />

aprendiz de su posibilidad de conocer<br />

y aprender a escribir.<br />

Cassany retoma los planteamientos<br />

de Smith quien destacó que así<br />

como se aprende la lengua –sin saber<br />

que se está aprendiendo y sin es-


Leer y escribir en el hogar y en la escuela <strong>65</strong><br />

fuerzo–, de la misma manera, debería<br />

aprenderse a escribir. Es decir,<br />

aprender de manera inconsciente,<br />

espontánea, tal y como se aprende la<br />

lengua hablada. Lo que motiva a los<br />

niños a hablar y a escribir es la idea<br />

de “parecerse a” y “pertenecer a”.<br />

Por lo tanto, se aprende “un uso de<br />

la lengua porque nos interesa poder<br />

hacer lo que se consigue con ese<br />

uso” (Cassany, 2004: 67).<br />

Al mismo tiempo también se desea<br />

destacar la idea de Smith con relación<br />

a la escucha: “escuchar como<br />

un emisor” (comprender lo que se<br />

dice y querer aprender a utilizar el<br />

lenguaje de la misma forma) y “escuchar<br />

como un receptor” (comprender<br />

lo que se dice aunque no se<br />

desea aprender a decirlo). Este paralelismo<br />

puede transferirse al terreno<br />

de la lectura y la escritura: “leer<br />

como un emisor –escritor–” (cuando<br />

quien lee se compromete con el texto,<br />

participa, anticipa, infiere; en<br />

otras palabras es un lector activo); y<br />

“leer como un receptor” (quien sólo<br />

comprende la información y no hace<br />

otro empeño con el texto). En el<br />

caso de la escritura bien se podría<br />

continuar el juego de palabras y determinar<br />

que hay dos escritores: el<br />

escritor–emisor –aunque suene redundante–<br />

que es aquél que invita a<br />

la lectura a través de su discurso,<br />

pero además invita a reescribir y reinventar<br />

el texto que ofrece al lector.<br />

Y aquí se estaría hablando de los<br />

buenos escritores que casi siempre<br />

son también buenos lectores. Mientras<br />

que está la otra tendencia: el<br />

simple escritor, aquél que conoce la<br />

técnica y sabe cómo escribir, pero<br />

su trabajo es mera forma que no<br />

atrapa al lector; y que aunque posiblemente<br />

sea un buen lector, no necesariamente<br />

es un buen escritor.<br />

4. A modo de conclusión<br />

Leer y escribir es en principio<br />

una experiencia. Experiencia esta<br />

que no va acompañada de razonamientos<br />

ni teorías. Es estar en primera<br />

persona, presente, conectados<br />

y comprometidos con lo que se<br />

comprende y con lo que se recrea<br />

<strong>del</strong> texto. En la escuela, la experiencia<br />

de leer y escribir es casi una imposición;<br />

cuando se ha mencionado<br />

que tanto la “espontaneidad” como<br />

la “inconsciencia” forman parte de<br />

este aprendizaje.<br />

Penosamente la escuela no ha podido<br />

zafarse <strong>del</strong> doble discurso en el<br />

que se ha cobijado durante mucho<br />

tiempo y <strong>del</strong> que ha sido difícil salir.<br />

Sin embargo, promover la lectura y<br />

la escritura en el aula no debería ser<br />

una opción, puesto que en sí misma<br />

debería ser la realidad <strong>del</strong> aula. Verdaderamente<br />

las cosas no se dan de<br />

esta manera. Los deberes más que<br />

los derechos privan en la cotidianidad<br />

escolar. El sobrecogido mundo


Margarita Figueroa Rodríguez y Romina De Rugeriis<br />

66 Revista de Literatura Hispanoamericana No. <strong>65</strong>, 2012<br />

también traspasó las fronteras de la<br />

institución escolar. Parece que no<br />

hay mucho tiempo para enseñar ni<br />

para aprender con calidad. Peor aún<br />

no hay mucho tiempo para vivir plenamente<br />

la experiencia de aprender.<br />

Entonces, qué queda por hacer: continuar<br />

generando espacios para la<br />

creación. No hay más opciones. Con<br />

esta investigación más que conclusiones<br />

se pretende destacar, con subrayado<br />

y entre comillas, que la experiencia<br />

de leer y escribir requiere<br />

Bibliográfica<br />

de rescate; así como en los cuentos<br />

de hadas se necesitan corazones entregados,<br />

confiados y creativos que<br />

permitan el trabajo en libertad. Se<br />

requiere ser niños, otra vez. Se requiere<br />

recuperar la capacidad de disfrutar<br />

el texto literario sin prejuicios,<br />

ni formalidades; viviéndolo, sintiéndolo,<br />

reinventándolo, como niños; a<br />

partir <strong>del</strong> juego como motor y como<br />

esperanza que insta a recuperar la fe<br />

en lo que se enseña y en lo que se<br />

aprende.<br />

CASSANY, Daniel (2004). Describir el escribir. Cómo se aprende a escribir. Barcelona,<br />

España. Paidós.<br />

CHAMBERS, Aidan (2007). Dime. Los niños, la lectura y la conversación. México.<br />

Fondo de Cultura Económica. Espacios para la Lectura.<br />

ECHEVERRÍA, Rafael (1998). Ontología <strong>del</strong> lenguaje. Santiago, Chile. Dolmen<br />

Ediciones.<br />

FREIRE, Paulo (1999). La importancia <strong>del</strong> acto de leer. Caracas. Editorial Laboratorio<br />

Educativo.<br />

HILLMAN, James (2005). El pensamiento <strong>del</strong> corazón. Madrid, España. Biblioteca<br />

de ensayo. Siruela.<br />

LIPMAN, Matthew (1998). Pensamiento Complejo y Educación. Madrid, España.<br />

Proyecto Didáctico Quirón. Ediciones de la Torre.<br />

RUPÉREZ, Ángel (2007). Sentimiento y creación. Indagación sobre el origen de la<br />

literatura. Madrid, España. Editorial Trotta.


Revista de Literatura Hispanoamericana<br />

No. <strong>65</strong>, Julio-Diciembre, 2012: 67 - 85<br />

ISSN 0252-9017 ~ Dep. legal pp 197102ZU50<br />

El pachuco de Octavio Paz (1950): Una relectura<br />

en clave argumentativa y existencialista<br />

Eugenia Houvenaghel<br />

Universiteit Gent. Bélgica<br />

E-mail: Eugenia.Houvenaghel@ugent.be<br />

Resumen<br />

Frente a la dura crítica que considera el retrato <strong>del</strong> pachuco elaborado<br />

por Octavio Paz (1914-1998) en El laberinto de la soledad<br />

(1950) como “cruel” e “injusto”, proponemos una aproximación diferente.<br />

Aventuramos la hipótesis según la cual este perfil <strong>del</strong> pachuco no<br />

debe leerse como un retrato autónomo y descriptivo que intenta reflejar<br />

la realidad, sino como parte integrante de un conjunto textual más amplio<br />

y este solo puede entenderse dentro <strong>del</strong> marco de sus contextos argumentativo<br />

y filosófico. Retenemos, de nuestra lectura en clave argumentativa,<br />

que la negatividad <strong>del</strong> retrato posibilita su doble funcionamiento<br />

en el Laberinto de la soledad… como eje central de la argumentación<br />

desarrollada en la primera mitad <strong>del</strong> ensayo y como punto de<br />

arranque de la segunda parte. De nuestro análisis en clave existencialista,<br />

resulta que el pachuco linda con la figura <strong>del</strong> ‘hombre rebelado’ propuesta<br />

por Camus y adquiere, bajo esta perspectiva, un nuevo significado<br />

de dignidad humana. Concluimos que la descripción, primero, no es<br />

“cruel” ya que su estética desmesurada es funcional en el marco textual,<br />

y segundo, no es “injusta” puesto que su discordancia interna corresponde<br />

al acto de rebeldía realizado por el pachuco.<br />

Palabras clave: Ensayo, identidad mexicana, argumentación, rebeldía, existencialismo.<br />

Recibido: 18-10-12 Aceptado: 26-11-12


Eugenia Houvenaghel<br />

68 Revista de Literatura Hispanoamericana No. <strong>65</strong>, 2012<br />

The Pachuco of Octavio Paz (1950) : Re-Reading<br />

in an Argumentative and Existentialist Key<br />

Abstract<br />

Considering the harsh criticism of the portrait of the pachuco in<br />

Octavio Paz’s (1914-1998) El laberinto de la soledad (1950), which is<br />

seen as “cruel” and “unfair,” we proposes a different approach to this depiction<br />

we hypothesizes that Paz’s perspective should not be interpreted<br />

as an autonomous and realistic portrait that tries to reflect reality, but<br />

rather as a constituent part of a broader textual unit that can only be<br />

understood in its argumentative and philosophical context. According to<br />

this reading in an argumentative key, the authors maintain that the<br />

negativity of the depiction is highly functional as it makes the portrait of<br />

the pachuco the backbone of the Labyrinth’s first part and the starting<br />

point of its second part. The existentialist approach points out that the<br />

pachuco, in Paz’ description, is similar to the figure of the “rebel”<br />

proposed by Camus and acquires, in this light, a new meaning of human<br />

dignity. Conclusions are that the depiction is, first, not “cruel” because<br />

its excessive esthetics are functional in the textual framework, and<br />

secondly, not “unfair,” since its internal discordance corresponds to the<br />

act of rebellion realized by the pachuco.<br />

Key words: Essay, Mexican identity, argumentation, rebellion, existentialism.<br />

Introducción<br />

En el primer ensayo de El laberinto<br />

de la soledad (1950), titulado<br />

“El pachuco y otros extremos”, Octavio<br />

Paz (1914-1998) inserta una<br />

larga descripción <strong>del</strong> pachuco. No<br />

hay lugar a duda de que se trata de<br />

un retrato provocativo. Como es sabido,<br />

los pachucos 1 constituyen la<br />

segunda generación de jóvenes mexicano-americanos<br />

que vivía en los<br />

años de la Segunda Guerra Mundial<br />

en los barrios orientales de Los Ángeles.<br />

Eran rebeldes y expresaban su<br />

ser diferente a través de sus vestidos<br />

llamativos y de sus peinados extravagantes,<br />

su lengua híbrida, su propia<br />

música. Los pachucos, con su<br />

comportamiento degenerado y su<br />

1 El nombre pachuco es de origen incierto. Se cree que este término se deriva de la palabra<br />

“Pachuca,” una ciudad en el nordeste de México central, conocida por su mina de


El pachuco de Octavio Paz (1950): Una relectura en clave argumentativa<br />

y existencialista 69<br />

atención exagerada al vestimiento,<br />

no recibían la aprobación de la generación<br />

mayor de los padres mexicanos.<br />

La policía les consideraba<br />

como <strong>del</strong>incuentes y les echaba la<br />

culpa de la ola de crímenes juveniles<br />

que azotaba la ciudad de los Ángeles<br />

en aquella época. En una época<br />

de guerra, en la que la obediencia<br />

nacional y la disciplina <strong>del</strong> ejército<br />

significaban todo, los pachucos se<br />

comportaban como malos ciudadanos.<br />

“Pachuquismo” –o el estilo pachuco–<br />

era la contradicción radical<br />

de disciplina militar, órden y esfuerzo.<br />

En 1943 había desórdenes en las<br />

calles de los barrios orientales de<br />

Los Ángeles. Multitudes de marineros,<br />

en taxis, empezaban a buscar las<br />

calles en busca de pachucos –que<br />

atraían la atención por causa de sus<br />

vestidos y sus peinados exravagantes–<br />

para molerlos a palos. Les quitaban<br />

sus vestidos y les cortaban el<br />

pelo. Testigos afirman que los espectadores<br />

achuchaban a los marineros<br />

contra sus víctimas.<br />

Posteriormente, los pachucos,<br />

como grupo marginalizado, servirán<br />

de inspiración a los movimientos<br />

chicanos de fines de los años 60.<br />

Eran reivindicados como los primeros<br />

grupos mexicano-estadounidenses<br />

que adoptaban un estilo personal<br />

y que reaccionaron no sólo contra la<br />

corriente principal estadounidense<br />

sino también contra la tradición mexicana.<br />

Su mascarada se convierte,<br />

así, no en un fenómeno de pérdida<br />

de identidad, sino en una expresión<br />

afirmativa de una nueva identidad 2 .<br />

En otro texto posterior (1994:12-13)<br />

de la mano de Octavio Paz, texto que<br />

cumple una función muy distinta y se<br />

redacta en una época muy diferente<br />

que el Laberinto de la soledad, el<br />

propio ensayista vincula los pachucos<br />

con los chicanos y se muestra<br />

mucho más comprensivo y empático<br />

con el pachuco. El autor destaca sobre<br />

su época en Los Ángeles:<br />

Empecé a comprender lo que significaba<br />

ser mexicano porque me sentí solidario<br />

de los mexicanos maltratados, de los ‘pachucos’,<br />

de los que ahora llaman chicanos.<br />

Me sentí un chicano y pensé que el<br />

chicano era uno de los extremos <strong>del</strong> mexicano.<br />

Me di cuenta de que los mexica-<br />

plata. Según otra posible etimología, sería una alteración de la palabra hispanoamericana<br />

payuco, que viene de payo, rústico. Paz no explica la etimología de la palabra,<br />

sino que destaca que “el primer enigma es su nombre mismo : pachuco, vocable de incierta<br />

filiación, que dice nada y dice todo” (13).<br />

2 Se puede relacionar la subversividad <strong>del</strong> pachuco con la dimensión carnavalesca de su<br />

estilo de vestirse. De acuerdo con Mijaíl Bajtín (1974), el disfraz es uno de los motivos<br />

principales de lo carnavalesco. En efecto, el ritual carnavalesco permite cambiar la


Eugenia Houvenaghel<br />

70 Revista de Literatura Hispanoamericana No. <strong>65</strong>, 2012<br />

nos teníamos la posibilidad de convertirnos<br />

en ese ser oprimido, marginal que es<br />

el pachuco (1994: 12-13).<br />

Sin embargo, será difícil considerar<br />

el retrato <strong>del</strong> pachuco que<br />

Octavio Paz publica en 1950 como<br />

un precedente de esta revalorización<br />

como primera afirmación de<br />

una nueva identidad que anuncia el<br />

movimiento chicano posterior. Al<br />

contrario, en El laberinto de la soledad,<br />

Paz no valora positivamente<br />

la contribución de los pachucos a<br />

la nueva identidad <strong>del</strong> mexicano<br />

emigrado en los Estados Unidos.<br />

Para Paz, el pachuco es una figura<br />

triste, grotesca, trágica y, a la vez,<br />

ridícula, sin identidad; alguien que<br />

“ha perdido toda su herencia: lengua,<br />

religión, costumbres, creencias”<br />

(1976: 14). Y por no tener<br />

herencia o filiación histórica, vive<br />

de la imitación, la cual lo lleva a<br />

negarse a sí mismo, a humillarse y<br />

a suicidarse.<br />

Aunque en esta descripción está la<br />

base de la imagen más conocida de<br />

los pachucos, varios críticos han atacado<br />

el retrato esbozado por Paz,<br />

reaccionando contra su carácter duro,<br />

cruel e injusto. Para Katra (1986:<br />

11), por ejemplo, la ideología de El<br />

laberinto de la soledad refleja la visión<br />

de los grupos más privilegiados<br />

de México. Paz no tiene en cuenta<br />

que los pachucos formaban parte de<br />

la misma clase socio-económica<br />

baja, que no tenían nada que hacer y<br />

ningún lugar para irse, que estaban<br />

aprisionados en sus barrios. Medina<br />

(1988 : 69-78), por su parte, critica el<br />

esquema dualista y estático de Paz,<br />

que no le hace justicia ni al pachuco<br />

ni al hispano. Sánchez Tranquilino<br />

habla de una “representación errónea”<br />

(1987: 39) y censura la distancia<br />

académica y la falta de compromiso<br />

con el pachuco y con la subcultura<br />

norteamericana en los cuarenta.<br />

Gonzáles (1999:167) califica el retra-<br />

apariencia física mediante máscaras y disfraces, posibilitando así el ocultamiento de la<br />

identidad. Según Elzbieta Sklodowska (1991: 16), la recurrencia <strong>del</strong> concepto en la literatura<br />

hispanoamericana se debe al hecho de que lo carnavalesco constituye el mecanismo<br />

de defensa por excelencia contra el poder o el opresor. El carnaval, al disimular<br />

la identidad de las personas, efectúa una eliminación de las capas sociales y, consiguientemente,<br />

una desestabilización de la organización social. En el mismo sentido y<br />

destacando cómo lo carnavalesco pone en entredicho las convenciones tradicionales,<br />

Bajtín define lo carnavalesco como un fenómeno subversivo.La revalorización <strong>del</strong> pachuco<br />

se plantea ya en la primera novela chicana contemporána, Pocho, por Villarreal<br />

(1959). La crítica se ha adherido a esta concepción más positiva <strong>del</strong> Pachuco: véanse<br />

los trabajos de Madrid-Bareda (1976), Mazón (1984) y Grajeda (1997).


El pachuco de Octavio Paz (1950): Una relectura en clave argumentativa<br />

y existencialista 71<br />

to de “unfair” y “unflattering” pero<br />

matiza su juicio: por un lado, “Paz’s<br />

view of the pachucos themselves as<br />

deeply alienated and insecure is not<br />

far off the mark”, por otro lado “he<br />

might have been more sensitive to<br />

their plight” ya que “the pachuco<br />

youth were more deserving of pity<br />

than scorn” 3 destaca que no es correcta<br />

la idea de Paz según la que el<br />

pachuco quiere demostrar su voluntad<br />

personal de seguir siendo distinto:<br />

“What Paz does not seem to realize<br />

is the somewhat circular reasoning<br />

of his own argument there: The Pachuco’s<br />

will to remain different is the<br />

only recourse against, or response to,<br />

the very society that refuses to accept<br />

him in the first place.” No es de sorprender,<br />

entonces, que intelectuales<br />

chicanos como Juan Bruce-Novoa<br />

han atacado severamente la descripción<br />

de Octavio Paz (Stambaugh,<br />

2003:334).<br />

Todas estas críticas tienen en<br />

común la perspectiva realista bajo<br />

la cual consideran el retrato <strong>del</strong> pachuco.<br />

Su punto de partida es que<br />

Octavio Paz quiso describir fiel y<br />

verídicamente el mexicano emigrado<br />

a California. Argüiremos que, a<br />

lo mejor, los ataques de la crítica<br />

que acabamos de resumir no se hayan<br />

centrado en el propósito <strong>del</strong> Laberinto<br />

de la soledad… ni en la<br />

función que cumple el retrato en el<br />

libro. Aventuramos la hipótesis según<br />

la que el retrato <strong>del</strong> pachuco<br />

no debe leerse como un retrato<br />

descriptivo que intenta reflejar la<br />

realidad, sino como componente<br />

de un texto marcado por su contexto<br />

argumentativo, a través <strong>del</strong> cual<br />

el ensayista intenta convencer de<br />

su hipótesis en torno a la mexicanidad<br />

y por el contexto filosófico<br />

de la época, en la cual la corriente<br />

predominante es el existencialismo<br />

de Jean-Paul Sartre y Albert Camus.<br />

Nuestra contribución a esta<br />

discusión acerca <strong>del</strong> controvertido<br />

retrato consiste, pues, en proponer<br />

una relectura <strong>del</strong> retrato <strong>del</strong> pachuco<br />

en dos contextos que se complementan<br />

entre sí: uno argumentativo<br />

4 y otro filosófico.<br />

3 Koch (http://www.georgeaugustkoch.com/writings/destructorsPachuco.htm).<br />

4 El término ‘argumentación ‘ o ‘retórica’ se emplea aquí en su sentido clásico, esto es,<br />

el recuperado por Perelman (1983) como “arte de argumentar por medio <strong>del</strong> discurso”<br />

o “arte de persuadir por medio <strong>del</strong> discurso”. (No utilizaremos, pues, el término en el<br />

sentido restringido de estudio de las figuras estilísticas.) Entendemos la retórica como<br />

una teoría de argumentación, una teoría de la persuasión que proporciona un sistema<br />

de análisis especialmente adecuado para la explicación de textos de orientación argumentativa<br />

o persuasiva, como lo es el ensayo (Arenas Cruz, 1997).


Eugenia Houvenaghel<br />

72 Revista de Literatura Hispanoamericana No. <strong>65</strong>, 2012<br />

1. Relectura en clave<br />

argumentativa<br />

1.1. La vertiente argumentativa<br />

de El laberinto de la soledad<br />

La belleza poética, el carácter<br />

confesional y la variación formal<br />

<strong>del</strong> Laberinto de la soledad pueden<br />

considerarse como factores que<br />

cautivan al lector y que desvían la<br />

atención de la argumentación subyacente<br />

en el libro. Además, el<br />

propio autor orienta la definición<br />

de su libro hacia la vertiente imaginativa<br />

<strong>del</strong> texto, sosteniendo en<br />

Postdata que en El laberinto de la<br />

soledad no le interesa la definición<br />

ni el análisis de lo mexicano sino<br />

que considera su trabajo como “un<br />

ejercicio de la imaginación crítica”<br />

(2001: 263). Para el propio autor,<br />

el Laberinto de la soledad es una<br />

descripción fenomenológica. Sin<br />

embargo, privilegiamos en nuestro<br />

estudio la dimensión retórica o ar-<br />

gumentativa <strong>del</strong> ensayo: bajo nuestro<br />

enfoque, el texto gira en torno a<br />

una hipótesis propuesta acerca de<br />

la mexicanidad, hipótesis que se<br />

defiende con varios argumentos.<br />

Paz inicia su discurso ubicándose<br />

frente a la respuesta formulada por<br />

Samuel Ramos acerca de la misma<br />

pregunta por la mexicanidad<br />

(2001 : 11, 13) 5 . La tesis central<br />

<strong>del</strong> discurso de Octavio Paz la<br />

constituye la soledad <strong>del</strong> mexicano.<br />

En su entender, el mexicano no<br />

se caracteriza, en primer lugar, por<br />

la inferioridad, como lo propuso<br />

Ramos, sino por la soledad. Recurriendo<br />

a varias medios estilísticos,<br />

Paz opone una inferioridad<br />

que se tacha de “supuesta”, superficial<br />

e “ilusoria” a una soledad<br />

que se califica de más “vasta”,<br />

“profunda” y “verdadera”. Así es<br />

que Paz lanza, con fuerza considerable,<br />

su hipótesis central acerca<br />

de la mexicanidad:<br />

5 En efecto, Octavio Paz, en su recopilación de ensayos El laberinto de la soledad<br />

(1950), aunque, como dice Jaimes (2001: 267) “no comenta [Ramos] para superarlo (o<br />

para destruirlo), sino para asimilarlo”, sí propone una alternativa al complejo de inferioridad<br />

que Samuel Ramos había elaborado en su Perfil <strong>del</strong> hombre y la cultura en<br />

México (1934) como el primer rasgo caracterizador <strong>del</strong> mexicano. En “Vuelta a El Laberinto<br />

de la soledad”, que se compone de conversaciones con Claude Fell, y que complete<br />

la edición FCEde El laberinto de la soledad, Paz precisa: “Las observaciones de<br />

Ramos fueron sobre todo de orden psicológico. Estaba muy influido por Adler, el psicólogo<br />

alemán, discípulo más o menos heterodoxo de Freud. [...] Su explicación no era<br />

enteramente falsa pero era limitada y terriblemente dependiente de los mo<strong>del</strong>os psicológicos<br />

de Adler” (2001: 362).


El pachuco de Octavio Paz (1950): Una relectura en clave argumentativa<br />

y existencialista 73<br />

La existencia de un sentimiento de real o<br />

supuesta inferioridad frente al mundo podría<br />

explicar, parcialmente al menos, la<br />

reserva con que el mexicano se presenta<br />

ante los demás y la violencia inesperada<br />

con que las fuerzas reprimidas rompen<br />

esa máscara impasible. Pero más vasta y<br />

profunda que el sentimiento de inferioridad,<br />

yace la soledad. Es imposible identificar<br />

ambas actitudes : sentirse solo no es<br />

sentirse inferior, sino distinto. El sentimiento<br />

de soledad, por otra parte, no es<br />

una ilusión – como a veces lo es el de la<br />

inferioridad – sino la expresión de un hecho<br />

real: somos de verdad, distintos. Y,<br />

de verdad, estamos solos (Paz, 2001: 18).<br />

Bajo esta perspectiva, “El pachuco<br />

y otros extremos” constituye<br />

la primera parte de una argumentación<br />

más extensa. En efecto, El laberinto<br />

de la soledad es una colección<br />

de ocho ensayos (o capítulos)<br />

autónomos y un apéndice que es a<br />

su vez un ensayo final. Utilizando<br />

la imagen de Amadou Ndoye<br />

(1981:245), podemos decir que si<br />

el libro en su conjunto es un laberinto,<br />

cada capítulo es un corredor<br />

o un pasillo <strong>del</strong> laberinto. Cada ensayo<br />

trata un aspecto distinto y<br />

puede leerse independientemente,<br />

pero la serie total de ensayos constituye<br />

una unidad argumentativa,<br />

dado que tiene un tema y una tesis<br />

en común: la de la soledad esencial<br />

<strong>del</strong> mexicano.<br />

1.2. La abertura de la<br />

argumentación<br />

El orden de los ensayos de El laberinto<br />

de la soledad no es arbitrario,<br />

sino que están dispuestos de este<br />

modo por la coherencia y la línea argumentativa<br />

interior que acabamos<br />

de presentar. “El pachuco y otros<br />

extremos” es el primer capítulo dentro<br />

de este conjunto argumentativo y<br />

desempeñará, por tanto determinadas<br />

funciones típicas de la abertura<br />

de una argumentación. Todos los<br />

elementos <strong>del</strong> primer capítulo deben<br />

entenderse como argumentos para<br />

que el lector no rechace la hipótesis<br />

central acerca de la soledad esencial<br />

<strong>del</strong> mexicano. Una vez establecida<br />

esta premisa, el autor podrá proseguir<br />

la argumentación en la que se<br />

esfuerza por obtener un acuerdo más<br />

profundo con su público, definiendo<br />

y describiendo la soledad <strong>del</strong> mexicano<br />

con más en detalle.<br />

Considerando el tipo de discurso<br />

que resalta en “El pachuco y otros<br />

extremos”, comprobamos que la exposición<br />

predomina grandes partes<br />

<strong>del</strong> texto. Lo interesante, desde un<br />

punto de vista formal, es que Paz alterna<br />

este tipo de discurso con otros<br />

modos discursivos, tales como la narración<br />

o la descripción, que se introducen<br />

como «interrupciones»<br />

dentro de su discurso expositivo.<br />

Muchas veces se trata de recuerdos,


Eugenia Houvenaghel<br />

74 Revista de Literatura Hispanoamericana No. <strong>65</strong>, 2012<br />

testimonios o experiencias personales,<br />

que se introducen por fórmulas<br />

en primera persona: “Recuerdo que<br />

… ” (2001 págs. 13 y 20), “al iniciar<br />

mi vida en los Estados Unidos residí…”<br />

(pág. 13), “Cuando llegué a<br />

los Estados Unidos” (pág. 24), “Recuerdo<br />

que en España …” (pág. 31),<br />

“cuando llegué en Francia…. ”<br />

(2001: 19) Estas pequeñas narraciones<br />

y descripciones no solo disminuyen<br />

la distancia entre el autor y el<br />

lector por su carácter personal, sino<br />

que también funcionan como ejemplos<br />

concretos, es decir, argumentos<br />

que corroboran la tesis de Paz según<br />

la cual el mexicano siempre adopta<br />

una actitud cerrada y distante y nunca<br />

una actitud de entrega.<br />

Pues bien, el testimonio personal<br />

que nos ocupa, el propio retrato <strong>del</strong><br />

pachuco, constituye precisamente<br />

una de estas interrupciones en el discurso<br />

expositivo. Igual que las otras<br />

interrupciones que acabamos de presentar,<br />

se inicia por una fórmula en<br />

primera persona: “Al iniciar mi vida<br />

en los Estados Unidos residí algún<br />

tiempo en Los Ángeles…” (pág.<br />

13). Sin embargo, el retrato se distingue<br />

de las demás descripciones y<br />

narraciones por varios motivos. En<br />

primer lugar, el retrato <strong>del</strong> pachuco<br />

ocupa 5 páginas (13-20), mientras<br />

que la mayoría de las interrupciones<br />

tienen una extensión de entre 5y10<br />

líneas. En segundo lugar, este retrato<br />

ocupa un lugar clave en el ensa-<br />

yo, dado que se inserta directamente<br />

después de la justificación <strong>del</strong> cambio<br />

de actitud <strong>del</strong> autor con respecto<br />

a la mexicanidad, pero antes de que<br />

el autor lance su hipótesis sobre la<br />

soledad <strong>del</strong> mexicano. “Al intentar<br />

explicarme algunos de los rasgos <strong>del</strong><br />

mexicano de nuestros días”, dice<br />

Paz al iniciar su discurso, “principio<br />

con esos para quienes serlo es<br />

un problema de verdad vital, un problema<br />

de vida o de muerte”<br />

(pág.13). El retrato no sólo se distingue<br />

formalmente de las demás interrupciones<br />

descriptivas o narrativas<br />

en el discurso expositivo por su extensión<br />

y su posición excepcionale,<br />

sino que también por su contenido.<br />

Es el único episodio intercalado que<br />

de verdad es “extremo”, como lo<br />

anuncia el título <strong>del</strong> ensayo. Finalmente,<br />

el carácter excéntrico <strong>del</strong> retrato<br />

se evidencia también en el nivel<br />

de la función argumentativa.<br />

Mientras que las demás interrupciones<br />

suelen funcionar como ejemplos,<br />

el retrato <strong>del</strong> pachuco cumple<br />

la función de una ilustración.<br />

Tanto el ejemplo como la ilustración<br />

concretan un enunciado abstracto.<br />

Hay situaciones en las cuales<br />

se puede dudar en cuanto a la función<br />

que cumple tal caso particular<br />

introducido en una argumentación.<br />

Sin embargo, la distinción entre<br />

ejemplo e ilustración es importante<br />

y significativa (Perelman, 1989:<br />

78-79). Mientras que el ejemplo


El pachuco de Octavio Paz (1950): Una relectura en clave argumentativa<br />

y existencialista 75<br />

proporciona un caso particular que<br />

fundamenta la regla, la ilustración<br />

proporciona un caso particular que<br />

muestra el interés de la cuestión,<br />

que refuerza y aumenta su presencia<br />

en la conciencia <strong>del</strong> lector. Por lo<br />

tanto, los criterios de elección <strong>del</strong><br />

ejemplo difieren fundamentalmente<br />

de los mismos de la ilustración.<br />

Ejemplos deben ser incuestionables,<br />

representativos, muchos y muy variados<br />

para permitir la generalización<br />

y la adhesión a la regla. La<br />

ilustración, en cambio, ha de impresionar<br />

vivamente la imaginación<br />

para captar toda la atención <strong>del</strong> lector.<br />

Por tanto, la ilustración puede e<br />

incluso debe contener detalles chocantes,<br />

concretos, llamativos. El<br />

ejemplo, por el contrario, es más<br />

breve y prescinde de estos elementos<br />

para evitar que el pensamiento se<br />

desvíe de la regla. Finalmente, podemos<br />

añadir que se elige la ilustración<br />

por la repercusión afectiva,<br />

emocional que puede provocar en el<br />

lector. En la ilustración, no se trata<br />

de reflejar fielmente la realidad. El<br />

objetivo de la ilustración estriba,<br />

más bien, en impresionar vivamente<br />

la imaginación <strong>del</strong> lector con un<br />

caso concreto para captar toda la<br />

atención <strong>del</strong> oyente. Así es que la<br />

fuerte reacción de la crítica que le<br />

reprocha a Paz su actitud despiadada<br />

para con el pachuco constituye quizás<br />

la mejor prueba de que el retrato<br />

reúne todas las condiciones de la<br />

ilustración, argumento retórico que<br />

se hace tanto más eficaz cuanto más<br />

llamativo, escandaloso, sorprendente,<br />

provocativo, extremo sea.<br />

Volviendo al retrato que Paz hace<br />

<strong>del</strong> pachuco, concluimos que esta<br />

descripción reúne todas las condiciones<br />

de una buena ilustración que,<br />

en combinación con varios ejemplos<br />

que fundamentan la imagen <strong>del</strong> mexicano<br />

solitario, se sitúa en los albores<br />

<strong>del</strong> Laberinto de la soledad.<br />

Tanto a través <strong>del</strong> uso <strong>del</strong> ejemplo<br />

como a través <strong>del</strong> uso de la ilustración,<br />

el libro procede, empíricamente,<br />

a partir de lo concreto. Al retrato<br />

<strong>del</strong> pachuco se puede conceder, bajo<br />

esta perspectiva, la función de piedra<br />

angular <strong>del</strong> razonamiento que se<br />

llevará a cabo en el Laberinto.<br />

1.3. Funciones argumentativas<br />

<strong>del</strong> retrato <strong>del</strong> pachuco<br />

A partir <strong>del</strong> perfil chocante <strong>del</strong><br />

pachuco se establece una red de relaciones<br />

con los tres capítulos siguientes<br />

de la serie de ensayos, a saber:<br />

“II. Máscaras mexicanas”, “III.<br />

Todos santos, días de muertos” y<br />

“IV. Los hijos de la Malinche”. El<br />

pachuco se caracteriza, en el retrato<br />

elaborado por Paz, por tres rasgos<br />

principales que forman una línea ascendente:<br />

la negación de sí mismo,<br />

la atracción por la destrucción y, finalmente,<br />

la humillación. Cada uno<br />

de estos rasgos, expuestos de manera<br />

provocativa en el primer ensayo,


Eugenia Houvenaghel<br />

76 Revista de Literatura Hispanoamericana No. <strong>65</strong>, 2012<br />

se explican con más detalle en los<br />

capítulos siguientes. Así es que la<br />

imagen <strong>del</strong> pachuco se convierte en<br />

la matriz de la primera parte <strong>del</strong> Laberinto<br />

de la soledad.<br />

La negación de sí mismo es el<br />

primer rasgo distintivo <strong>del</strong> pachuco:<br />

“todo en él es impulso que se niega<br />

a sí mismo” (pág. 15). En “II. Máscaras<br />

mexicanas”, el ensayista retoma<br />

esta idea de auto-negación y a la<br />

vez la desarrolla y la aclara en el<br />

marco de la soledad mexicana. Inicia<br />

su discurso destacando el carácter<br />

cerrado <strong>del</strong> mexicano para vincularlo<br />

con un estar “lejos de sí mismo”<br />

(pág. 14) y para llegar, así, a<br />

una tendencia a simular su propia<br />

identidad. Así llega a reanudar con<br />

la idea de la “negación” (pág. 15)<br />

cuando concluye que “simular es inventar<br />

o mejor aparentar y así eludir<br />

nuestra condición” (pág. 18). “El<br />

mexicano excede en el disímulo de<br />

sí mismo”; “el que disimula […]<br />

quiere hacer invisible, pasar desapercibido”<br />

(pág. 18). El ensayista<br />

cierra esta parte de la argumentación<br />

destacando que el mexicano se “ningunea”<br />

(pág. 18) y que “ninguneándose”,<br />

se reduce a una “omisión”<br />

(pág. 20) oaun“silencio” (pág. 20).<br />

Volviendo sobre el punto de partida<br />

<strong>del</strong> capítulo “II. Máscaras mexicanas”,<br />

se aproximan pues hermetismo,<br />

disimulación y auto-negación; a<br />

la luz de este discurso se entiende<br />

mejor la afirmación según la que “el<br />

pachuco no afirma nada, no defiende<br />

nada, excepto su exasperada voluntad<br />

de no-ser” (pág. 19).<br />

Segunda dimensión <strong>del</strong> pachuco<br />

que hemos retenido: su deseo de destruirse.<br />

La atracción que siente el pachuco,<br />

quien, en un “gesto suicida”<br />

(pág. 19) busca el “peligro”, se mueve<br />

por “caminos arriesgados” (pág. 19) y<br />

se siente atraído por la muerte queda<br />

patente en “I. El pachuco y otros extremos”<br />

cuando Paz compara el comportamiento<br />

suicida <strong>del</strong> pachuco con<br />

la actitud de “la presa que se adorna<br />

para llamar la atención de los cazadores”<br />

(pág. 19). La misma atracción<br />

por el final de la vida caracteriza al<br />

solitario mexicano y se esclarece en el<br />

capítulo “III. Todos santos, día de<br />

muertos”. Entre los rituales festivos<br />

típicos de la sociedad mexicana destaca<br />

el culto a la muerte: a través de<br />

esta fiesta se plasma el lugar especial<br />

que los mexicanos conceden tradicionalmente<br />

a la muerte como motor de<br />

la vida, como prolongación natural de<br />

la propia vida. El mexicano de hoy no<br />

rehuye la muerte, ni la silencia como<br />

los pueblos europeo y norteamericano,<br />

sino que la busca, la venera, se ríe<br />

de ella, la encuentra fascinante. Esta<br />

actitud <strong>del</strong> mexicano aterroriza al extranjero<br />

y de la misma manera, el pachuco<br />

aterroriza al norteamericano, es<br />

un hombre “siniestro”, una “figura<br />

portadora […] <strong>del</strong> horror y la abominación”<br />

(pág. 18).


El pachuco de Octavio Paz (1950): Una relectura en clave argumentativa<br />

y existencialista 77<br />

Tercer componente <strong>del</strong> pachuco<br />

–el rasgo que según Paz más define<br />

la figura– es la auto-humillación. El<br />

capítulo “IV. La Malinche” desarrolla<br />

el concepto de la humillación y<br />

lo aplica a la Malinche, la madre de<br />

todos los mexicanos, la “sufrida madre<br />

mexicana” (pág. 31). “Lo característico<br />

<strong>del</strong> mexicano reside”, así<br />

destaca Paz, “en la violenta, sarcástica<br />

humillación de la Madre y en la<br />

no menos violenta afirmación <strong>del</strong><br />

padre” (pág. 33). El verbo, según<br />

Paz, “denota violencia” (pág. 32) y<br />

corresponde a “humillar, castigar y<br />

ofender” (pág. 32). La cuestión central,<br />

para el mexicano, es la de<br />

“chingar” o “ser chingado”: lo chingado<br />

representa el polo femenino de<br />

pasividad, mientras que lo que chinga<br />

corresponde al papel activo, masculino,<br />

que se propone “humillar”<br />

(pág. 33).<br />

Al fusionar los rasgos de negación,<br />

destrucción y humillación de<br />

sí mismo, el pachuco se convierte<br />

en figura pivote o eje central de la<br />

argumentación en torno a la soledad<br />

<strong>del</strong> mexicano. Paz había empezado<br />

su discurso argumentativo por<br />

destacar los rasgos en la figura concreta<br />

<strong>del</strong> pachuco (pág. 13), “uno<br />

de los extremos a que puede llegar<br />

el mexicano” (pág. 15). Al final de<br />

la primera parte, el ensayista lleva<br />

al lector de la imagen particular a la<br />

mexicanidad en general: el retrato<br />

<strong>del</strong> mexicano se basa en las mismas<br />

características, atenuadas y reformuladas,<br />

que componen la imagen <strong>del</strong><br />

pachuco.<br />

En los cuatro capítulos recopilados<br />

en la segunda parte (“V. Conquista y<br />

colonia”, “VI. De la independencia a<br />

la revolución”, “VII. La inteligencia<br />

mexicana” y “VIII. Nuestros días”),<br />

Paz propone que el reanudamiento<br />

con la historia, actitud opuesta a la <strong>del</strong><br />

pachuco, ofrece la solución para el<br />

problema <strong>del</strong> mexicano. La “ruptura<br />

con la familia y el pasado” (pág. 106)<br />

es el rasgo esencial <strong>del</strong> pachuco que<br />

sirve indirectamente como punto de<br />

partida de esta segunda parte <strong>del</strong> libro.<br />

El pachuco “no quiere volver a<br />

sus orígenes” (pág. 15), “ha perdido<br />

toda su herencia” (pág. 16), y esta<br />

ruptura radical con el pasado lleva<br />

precisamente a la forma de ser extrema<br />

y no deseada por la comunidad<br />

norteamericana de la mexicanidad<br />

que encarna el pachuco. Así es que el<br />

fenómeno mismo <strong>del</strong> pachuco se interpreta<br />

como la consecuencia negativa<br />

<strong>del</strong> rechazo <strong>del</strong> pasado, como la<br />

“herida” (pág. 19) que es el resultado<br />

de esta separación <strong>del</strong> pasado, de “la<br />

gran Ruptura con la Madre” (pág.<br />

106). El pachuco adquiere, en el umbral<br />

de la segunda parte <strong>del</strong> Laberinto,<br />

otra función argumentativa, que de<br />

nuevo se nutre de las características<br />

negativas e indeseables <strong>del</strong> perfil trazado.<br />

El pachuco se convierte, en este


Eugenia Houvenaghel<br />

78 Revista de Literatura Hispanoamericana No. <strong>65</strong>, 2012<br />

segundo movimiento <strong>del</strong> volumen,<br />

en la base <strong>del</strong> argumento pragmático<br />

6 que apela a las consecuencias negativas<br />

de una determinada actitud<br />

frente a la historia. Se trata <strong>del</strong> control<br />

de la identidad mexicana en alguna<br />

dirección que se estima conveniente,<br />

y que corresponde a la dirección<br />

opuesta al comportamiento <strong>del</strong> pachuco.<br />

Ahora bien, la actitud <strong>del</strong> pachuco<br />

frente a su propia historia tiene consecuencias<br />

que espantan y que se deben<br />

evitar, con tal de que, en la segunda<br />

parte <strong>del</strong> ensayo, Paz nos propone<br />

descifrar el pasado mexicano para entender<br />

“cómo se realizó la ruptura” en<br />

el nivel histórico y “cuáles han sido<br />

nuestras tentativas para trascender la<br />

soledad” (pág. 107). En este mismo<br />

contexto, el ensayista destaca más<br />

a<strong>del</strong>ante que el Laberinto de la soledad<br />

“consiste en un movimiento tendiente<br />

a reconquistar nuestro pasado”<br />

(pág. 178), para que el mexicano moderno,<br />

contrariamente a la actitud<br />

adoptada por el pachuco, se reconcilie<br />

“con su Historia y con su origen”<br />

(pág. 179). Tras habernos guiado a<br />

través de diferentes momentos de ruptura<br />

en la historia mexicana –la conquista,<br />

la independencia, la revolución–,<br />

el ensayista destaca, en Posdata,<br />

una vez más la necesidad de optar<br />

por una actitud diferente frente a la<br />

historia: “Reconciliarse con ese tiempo<br />

perdido, ausente en el individuo<br />

moderno, es la superación de la soledad<br />

(pág. 360)”.<br />

2. Relectura en clave<br />

existencialista<br />

2.1. Contexto de una amistad<br />

En la década de los cuarenta, Paz<br />

residió no solo en los EEUU (1944-<br />

1945) sino también en Francia<br />

(1946-1951), país en el que desempeñaba<br />

un cargo diplomático mientras<br />

redactó, en los años 1948-49, El<br />

laberinto 7 . Aunque conoció la pobreza<br />

material, Paz describe en 1994<br />

los años de posguerra en París, durante<br />

los cuales el existencialismo<br />

estaba de moda, como un tejido de<br />

experiencias fructífero, como “un<br />

período de gran riqueza, no tanto en<br />

6 Perelman llama argumento pragmático “aquel que permite apreciar un acto con arreglo<br />

a sus consecuencias favorables o desfavorables” (Perelman, 1989: 409).<br />

7 Es de hecho el mismo Paz que vincula, en una nota de El Laberinto de la soledad, el<br />

contexto <strong>del</strong> pachuco en el Sur de California con el contexto de posguerra en Francia,<br />

cuando compara una moda francesa, que se caracteriza por su fantasía? que se opone a<br />

orden de los alemanes? con la estética de los pachucos? que va dirigida contra los norteamericanos?.<br />

Paz concluye: “Aunque no excluyo la posibilidad de una imitación más<br />

o menos indirecta, la coincidencia ma parece notable y significativa” (20).


El pachuco de Octavio Paz (1950): Una relectura en clave argumentativa<br />

y existencialista 79<br />

el dominio de la literatura propiamente<br />

dicha, como en el de las ideas<br />

y el ensayo” (pág. 12-13). Tras las<br />

experiencias traumáticas que vivió<br />

la humanidad durante la Primera<br />

Guerra Mundial y la Segunda Guerra<br />

Mundial, los pensadores franceses<br />

<strong>del</strong> existencialismo se hicieron<br />

preguntas en torno al sentido de la<br />

existencia humana. Reaccionando<br />

contra el racionalismo, Albert Camus<br />

y Jean-Paul Sartre propusieron<br />

temas más cercanos a la vida individual,<br />

tales como la libertad, la muerte,<br />

las posibilidades de la existencia,<br />

la responsabilidad. En este mismo<br />

contexto intelectual parisiense estimulante<br />

para la creación literaria,<br />

Octavio Paz conoció a Albert Camus<br />

(1913-1960) y se hizo amigo<br />

suyo. Aunque el entonces desconocido<br />

poeta Paz no se sitúa en la misma<br />

etapa de su carrera que el ya famoso<br />

ensayista, novelista y dramaturgo<br />

Albert Camus, ambos escritores<br />

tienen más de una característica<br />

en común: la defensa enérgica de la<br />

libertad <strong>del</strong> hombre, la conciencia<br />

crítica, el don de la imaginación, el<br />

sentido de la responsabilidad. Ambos<br />

se han empeñado en unir la idea<br />

filosófica y la creación literaria; am-<br />

bos escritores merecerán el premio<br />

Nobel de Literatura 8 . Paz, lleno de<br />

admiración por la filosofía y la obra<br />

literaria camusianas, destacaría posteriormente<br />

que “si la filosofía no es<br />

sólo un saber, sino una sabiduría,<br />

hay más sabiduría en los ensayos no<br />

filosóficos de Camus que en las disquisiciones<br />

de muchos filósofos”<br />

(Paz, 1994 : 12-13). Es en este ambiente<br />

amistoso y de respeto mutuo<br />

que Paz afirma (ídem) haber intercambiado<br />

ideas con Albert Camus<br />

acerca <strong>del</strong> tema central de su ensayo<br />

El hombre rebelde (1951) 9 . Este volumen<br />

describe las distintas formas<br />

de la rebelión que se han realizado<br />

en terrenos variados a través de la<br />

historia <strong>del</strong> mundo moderno desde<br />

la Revolución Francesa. El acto de<br />

rebeldía, que Camus no solo aborda<br />

a finales de la década de los cuarenta<br />

en el ensayo sino también en<br />

otros géneros en la novela La peste<br />

de 1947 y en la pieza teatral El estado<br />

de Sitio, de 1948 es al mismo<br />

tiempo el fundamento de la vida y<br />

un acto de plena libertad intelectual:<br />

el hombre crítico propone una visión<br />

diferente de la sociedad y para<br />

ello cuestiona la moral vigente, el<br />

poder establecido y los principios<br />

8 Albert Camus obtuvo el Premio Nobel de Literatura en 1957 y Paz lo recibirá en 1990.<br />

9 El ensayo se interpretó como una crítica al marxismo y fue la causa de una vehemente<br />

polémica entre Jean-Paul Sartre y Albert Camus que terminó con la rupture definitica<br />

entre ambos filósofos franceses.


Eugenia Houvenaghel<br />

80 Revista de Literatura Hispanoamericana No. <strong>65</strong>, 2012<br />

considerados como superiores e inmutables.<br />

Ahora bien, la “loca rebeldía contra<br />

su presente y su pasado” es una<br />

característica <strong>del</strong> pachuco que Paz<br />

no deja de retomar (1994 : 12-13). A<br />

nuestro modo de ver, el contexto filosófico<br />

parisiense en general, y los<br />

diálogos entre Paz y Camus en torno<br />

a la rebeldía en particular, influyeron<br />

en la creación <strong>del</strong> perfil <strong>del</strong> pachuco<br />

y nos ofrecen otra grilla de<br />

lectura válida <strong>del</strong> mismo.<br />

2.2. El pachuco: ¿un hombre<br />

rebelado?<br />

Cuando yuxtaponemos el hombre<br />

rebelado de Camus, el cual se plasma<br />

en la imagen <strong>del</strong> esclavo que se alza<br />

contra su opresor, y el pachuco, este<br />

“rebelde instintivo” descrito por Paz<br />

(pág. 15), resulta que ambas figuras<br />

guardan más de una semejanza. En el<br />

discurso camusiano (1986: 18) se<br />

maneja la idea de la protesta <strong>del</strong> esclavo<br />

contra un “orden superior” que<br />

le oprime, mientras que en el caso de<br />

Paz sobre el pachuco, este “orden” es<br />

entendido como la sociedad norteamericana<br />

que, incapaz de asimilarlos,<br />

los rechaza. En este contexto, es<br />

interesante el hecho de que el mismo<br />

Paz vincule, en una nota extensa de<br />

El Laberinto de la soledad, el fenómeno<br />

<strong>del</strong> pachuco en el Sur de California<br />

con un fenómeno parecido que<br />

conoció al llegar a la Francia de posguerra.<br />

En esta nota, Paz compara<br />

una moda francesa, especialmente<br />

divulgada entre estudiantes y artistas<br />

<strong>del</strong> París de 1945 con la propuesta<br />

singular de vestimenta y conducta<br />

de los pachucos. Lo que según Paz<br />

es una coincidencia “notable y significativa”<br />

(pág. 20), se halla en la<br />

oposición al régimen o al grupo social<br />

dominante. Ambas formas de<br />

rebeldía se oponen a una orden establecida:<br />

la estética barroca llena de<br />

fantasía de los jóvenes residentes en<br />

los barrios artísticos y estudiantiles<br />

de París se puede interpretar, según<br />

Paz, como una especie de pos-Resistencia<br />

que se opone al orden yala<br />

sistematicidad de los alemanes; la<br />

estética llamativa y exagerada <strong>del</strong><br />

pachuco va dirigida contra la comodidad<br />

y el carácter práctico <strong>del</strong> traje<br />

y <strong>del</strong> American way of life de los<br />

norteamericanos.<br />

Pero la oposición a un orden superior<br />

no es el único punto que el<br />

pachuco retratado por Paz y el hombre<br />

rebelado camusiano tienen en<br />

común. Otro rasgo que los entrelaza<br />

es la dualidad, que se encuentra de<br />

manera abundante tanto en el comportamiento<br />

<strong>del</strong> pachuco como en el<br />

modo de ser <strong>del</strong> hombre rebelado.<br />

Para Camus (1986: 17), un hombre<br />

rebelde es en primer lugar “un hombre<br />

que dice no”, “el que se vuelve o<br />

revuelve contra algo”. A los ojos de<br />

Paz (pág. 15), la oposición al presente<br />

y al pasado es la característica<br />

primordial <strong>del</strong> pachuco, quien “no


El pachuco de Octavio Paz (1950): Una relectura en clave argumentativa<br />

y existencialista 81<br />

quiere volver a su origen mexicano”<br />

pero “tampoco […] desea fundirse a<br />

la vida norteamericana”; “no reivindica<br />

su raza ni la nacionalidad de<br />

sus antepasados”. El ensayista destaca,<br />

en suma, el principio de la negación<br />

que rige la actitud <strong>del</strong> pachuco:<br />

“su voluntad personal de seguir<br />

siendo distinto” (pág. 16), su voluntad<br />

de “no ser como los otros que lo<br />

rodean” (pág. 15). Sin embargo, según<br />

la propuesta de Camus (1986:<br />

17), el rebelde a la vez dice no y<br />

dice sí ya que al mismo tiempo que<br />

se revuelve contra el poder establecido,<br />

“muestra, con obstinación, que<br />

hay en él algo que vale la pena”.<br />

Asimismo, Paz refiere al modo afirmativo<br />

como segundo rasgo central<br />

<strong>del</strong> pachuco que coexiste, contradictoriamente,<br />

con el modo negativo de<br />

su ser. El ensayista considera, en<br />

efecto, la “obstinada y casi fanática<br />

voluntad de ser” de los pachucos; su<br />

“obstinado querer ser distinto” que<br />

es a la vez una “exasperada afirmación<br />

de su personalidad” (pág. 15-<br />

16). La dinámica contrastiva entre<br />

los polos negativo y afirmativo califica,<br />

pues, tanto el perfil <strong>del</strong> rebelde<br />

camusiano como el retrato <strong>del</strong> pachuco.<br />

La misma discordancia interna<br />

se reconoce en la descripción que<br />

Camus ofrece de la rebelión <strong>del</strong> arte,<br />

“movimiento que exalta y niega al<br />

mismo tiempo” (1986: 235). Paz<br />

(pág. 17) retoma esta idea <strong>del</strong> contraste<br />

cuando advierte una “ambi-<br />

güedad” en el ropaje singular y estético<br />

<strong>del</strong> pachuco, ya que “por una<br />

parte, su ropa los aísla y los distingue;<br />

por la otra, esa misma ropa<br />

constituye un homenaje a la sociedad<br />

que pretenden negar.” En El laberinto<br />

de la soledad, el lector encuentra<br />

otra manifestación de la<br />

misma dualidad interior <strong>del</strong> pachuco<br />

que se describe como “un clown impasible<br />

y siniestro, que no intenta<br />

hacer reír y que procura aterrorizar”<br />

(pág. 17). A través de su discurso,<br />

Camus asimismo reitera la idea de<br />

lo contradictorio <strong>del</strong> acto de la rebelión,<br />

en el cual “rechazo y exaltación<br />

[…] se equilibren en la tensión<br />

más dura” (1986: 254).<br />

Otra peculiaridad que el rebelde<br />

tiene en común con el pachuco, finalmente,<br />

es la de actuar de manera<br />

fundamentalmente libre. El hombre<br />

rebelado de Camus parte de su propia<br />

libertad fundamental para luchar<br />

por una parte de la integridad<br />

de su ser. En función de la libertad<br />

de su propia existencia, se excluye<br />

de la comunidad y de la mayoría<br />

predominante. En su rebeldía, no<br />

cuenta con aliado alguno: su gesto<br />

de rechazo le arroja a la soledad.<br />

De una manera paralela, el pachuco<br />

de Paz “se aísla” (pág. 17) por su<br />

vestimenta y su conducta diferente,<br />

su libertad le lleva a la soledad, este<br />

rasgo esencial de la idiosincrasia<br />

<strong>del</strong> mexicano que atraviesa El laberinto<br />

como un hilo rojo. La socie-


Eugenia Houvenaghel<br />

82 Revista de Literatura Hispanoamericana No. <strong>65</strong>, 2012<br />

dad norteamericana, explica Paz, se<br />

irrita ante el pachuco porque ve en<br />

él el peligro de la “singularidad”<br />

(pag. 18). Y esta singularidad, este<br />

ser diferente hace que “el pachuco<br />

parece encarnar la libertad, el desorden,<br />

lo prohibido”, “algo, en suma,<br />

que debe ser oprimidio” (pág. 18).<br />

Durante el instante de su rebelión y<br />

a través de la manifestación de una<br />

autenticidad singular, el pachuco “se<br />

afirma como soledad” (pág. 19).<br />

2.3. Hacia una revalorización<br />

<strong>del</strong> pachuco<br />

A través de las características que<br />

acabamos de poner de relieve y que<br />

el pachuco comparte con el hombre<br />

rebelado analizado por Albert Camus,<br />

concluimos que aquel se podría<br />

interpretar como una de las encarnaciones<br />

<strong>del</strong> hombre crítico, libre y rebelado<br />

que el filósofo francés desarrolla<br />

en el marco <strong>del</strong> ambiente existencialista<br />

<strong>del</strong> París de posguerra. El<br />

pachuco también se opone a un orden<br />

superior, reúne polos opuestos y<br />

aprovecha al máximo su libertad humana.<br />

El pachuco se puede ver, pues,<br />

como un hombre rebelado que revalora<br />

su propia existencia, que dice no<br />

a la humillación y que lucha contra la<br />

condición que le imposibilita vivir.<br />

Reconsiderado a través de esta grilla<br />

de lectura, el pachuco gana en dignidad<br />

humana. Se respeta como un re-<br />

presentante <strong>del</strong> movimiento rebelde.<br />

Cuando partimos <strong>del</strong> paralelismo<br />

con la rebeldía que efectúa el esclavo<br />

contra su amo, la conducta <strong>del</strong><br />

pachuco no es despreciable, sino<br />

que puede describirse como la reacción<br />

profundamente humana de una<br />

figura que se alza contra una condición<br />

con la que no acepta vivir ni<br />

consigue realizar su proyecto existencial.<br />

El pachuco es, bajo esta<br />

perspectiva, uno de tantos rebeldes<br />

que, en diversas épocas y de diversas<br />

formas, han expresado un sentimiento<br />

de malestar y de disconformidad<br />

con el régimen vigente.<br />

3. A modo de conclusión<br />

Con la primera parte de nuestro<br />

estudio, en la que propusimos una<br />

lectura argumentativa <strong>del</strong> retrato <strong>del</strong><br />

pachuco, esperamos haber atribuido<br />

a la comprensión de uno de los esquemas<br />

argumentativos subyacentes<br />

al ensayo de Octavio Paz. Esta lectura<br />

en clave argumentativa puede<br />

resultar inesperada porque, como<br />

lectores, no nos damos fácilmente<br />

cuenta de la orientación argumentativa<br />

de El laberinto de la soledad en<br />

la que sobresaltan dimensiones poéticas<br />

y de reflexión personal y confesional<br />

más que las estructuras argumentativas.<br />

Sin embago, creemos<br />

haber destacado que el discurso de<br />

Paz se puede leer también en una


El pachuco de Octavio Paz (1950): Una relectura en clave argumentativa<br />

y existencialista 83<br />

clave distinta, más racional y analítica.<br />

El perfil <strong>del</strong> pachuco se torna,<br />

bajo esta perspectiva, más argumentativo<br />

que descriptivo-realista. El retrato<br />

que Octavio Paz hace <strong>del</strong> pachuco<br />

es duro, cruel, negativo, injusto<br />

y provocativo, sí, pero estas<br />

características no deben verse como<br />

defectos –como lo hicieron los críticos<br />

que hemos citado al iniciar este<br />

breve análisis– sino como cualidades<br />

retóricas. La negatividad <strong>del</strong> retrato<br />

posibilita el funcionamiento argumentativo<br />

<strong>del</strong> mismo en el Laberinto<br />

de la soledad. El pachuco se<br />

convierte en el eje central de la primera<br />

mitad <strong>del</strong> ensayo y cumple la<br />

función de una ilustración excesiva<br />

de la esencia <strong>del</strong> mexicano. El carácter<br />

extremo de sus características<br />

sirve al ensayista para chocar y llamar<br />

la atención en un primer momento,<br />

como punto de partida para<br />

explicar y elucidar cada una de las<br />

características comentadas en un segundo<br />

momento. A continuación, el<br />

carácter negativo y ahuyentador <strong>del</strong><br />

retrato <strong>del</strong> pachuco sirve indirectamente<br />

como punto de arranque de la<br />

segunda parte <strong>del</strong> ensayo, construida<br />

sobre el argumento pragmático según<br />

el que conviene evitar los efectos<br />

negativos de la actitud <strong>del</strong> pachuo<br />

que rompe con los orígenes<br />

históricos; la segunda parte <strong>del</strong> Laberinto<br />

de la soledad defiende, precisamente,<br />

la necesidad de un reanudamiento<br />

con el pasado.<br />

Hemos argüido, en fin, que el retrato<br />

<strong>del</strong> pachuco se convierte en el<br />

eje central de la organización bipartita<br />

<strong>del</strong> Laberinto de la soledad y<br />

que se construye en torno a una tensión<br />

recíproca entre las dos partes<br />

complementarias <strong>del</strong> conjunto. La<br />

combinación de las dos partes establece<br />

una dinámica entre el presente<br />

y el pasado: el pachuco, punto de<br />

partida de la primera parte, es un fenómeno<br />

actual en el momento mismo<br />

de la enunciación, mientras que<br />

el repaso a la historia de la segunda<br />

parte nos lleva a reanudar con los<br />

orígenes mismos de la sociedad mexicana.<br />

El laberinto de la soledad se<br />

interpreta en esta lectura como un<br />

alegato para que el mexicano no<br />

pierda el contacto con su pasado,<br />

pero antes de construir esta argumentación<br />

centrada en la historia,<br />

Paz ha tenido que recurrir a la descripción<br />

–doblemente argumentativo–<br />

de un fenómeno inspirado en el<br />

presente: el retrato chocante, provocativo<br />

y ahuyentador <strong>del</strong> tipo actual<br />

<strong>del</strong> pachuco.<br />

En la segunda etapa de nuestro<br />

estudio, hemos releído el retrato <strong>del</strong><br />

pachuco desde un enfoque existencialista.<br />

Esta perspectiva no debe<br />

sorprendernos si consideramos el<br />

contexto parisiense filosófico en el<br />

que Octavio Paz redactó El laberinto<br />

de la soledad a finales de la década<br />

de los cuarenta. Si bien es cierto<br />

que Paz trató la esencia de la indio-


Eugenia Houvenaghel<br />

84 Revista de Literatura Hispanoamericana No. <strong>65</strong>, 2012<br />

sincrasia mexicana en El laberinto<br />

de la soledad, también es verdad<br />

que lo hizo desde afuera, tras haber<br />

dejado ese México que en aquella<br />

época no le ofrecía ninguna perspectiva<br />

para desarrollar su carrera. Incluso<br />

si en el texto <strong>del</strong> Laberinto de<br />

la soledad se reconoce una red densa<br />

de referencias a textos de autoría<br />

mexicana, Paz a la vez se sintió absorbido<br />

y estimulado por el ambiente<br />

parisiense y vio los fenómenos relacionados<br />

con la identidad mexicana<br />

a través de otros ojos después de<br />

haber iniciado su carrera diplomática<br />

en Francia. A partir de este enfoque<br />

que privilegia el contexto de<br />

creación <strong>del</strong> Laberinto de la soledad,<br />

comprendemos hasta qué punto<br />

el pensamiento de Albert Camus<br />

acerca <strong>del</strong> hombre rebelado deja una<br />

fuerte impronta en la presentación<br />

de la figura <strong>del</strong> pachuco. Así es que<br />

Bibliografía<br />

descubrimos en el comportamiento<br />

<strong>del</strong> pachuco un nuevo camino por el<br />

que se encauza la rebeldía humana<br />

contra una condición de existencia<br />

inaceptable. La actitud contradictoria,<br />

extraña, marginal, grotesca,<br />

anárquica y difícil de justificar de<br />

los pachucos, se inserta, así, en una<br />

larga tradición revolucionaria en<br />

cuyo seno adquiere un nuevo significado<br />

profundamente humano y,<br />

además, gana en dignidad y en credibilidad.<br />

Lejos de burlarse <strong>del</strong> pachuco<br />

o de ridiculizar su comportamiento,<br />

como le ha reprochado la<br />

crítica, Octavio Paz construye una<br />

figura, a la que, acorde con el lema<br />

camusiano “me rebelo, luego existo”,<br />

es posible conceder un sentido<br />

más profundo, entroncado con el<br />

existencialismo.<br />

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No. <strong>65</strong>, Julio-Diciembre, 2012: 86 - 101<br />

ISSN 0252-9017 ~ Dep. legal pp 197102ZU50<br />

Luís Javier Hernández Carmona<br />

Universidad de los Andes<br />

E-mail: luish@ula.ve<br />

Gabriel García Márquez.<br />

La escritura comprometida 1<br />

Resumen<br />

A Gabriel García Márquez se le ha identificado preponderantemente<br />

con una corriente literaria llamada «realismo mágico» suponiendo,<br />

de esta manera, que el Premio Nobel de Literatura hace de su escritura<br />

un hecho meramente estético. Sin embargo, si revisamos la obra<br />

<strong>del</strong> autor colombiano, nos encontramos con una escritura comprometida<br />

en la búsqueda identitaria de América Latina que linda entre la utopía<br />

y la realidad asumida a manera de compromiso implícito dentro <strong>del</strong><br />

discurso narrativo y el ensayo periodístico. Por ello, en este artículo<br />

queremos destacar cómo, desde la ficción o el discurso ensayístico, se<br />

asume una posición dialéctica sobre la realidad <strong>del</strong> hombre y su circunstancialidad<br />

histórica, que el mismo autor encuadra dentro de los<br />

postulados socialistas a manera y razón de vía para lograr la participación<br />

colectiva y el balance de la humanidad en una posición más justa y<br />

equitativa.<br />

Palabras clave: Escritura, compromiso, historia, ficción.<br />

Recibido: 02-10-12 Aceptado: 12-11-12<br />

1 Este artículo forma parte <strong>del</strong> Proyecto de Investigación NURR-H-516-11-06-B, financiado<br />

por el CDCHTA de la Universidad de Los Andes. Venezuela.


Gabriel García Márquez. La escritura comprometida 87<br />

Gabriel García Márquez, Committed Writing<br />

Abstract<br />

Gabriel García Márquez has been identified preponderantly with<br />

a literary current called “magical realism,” thereby supposing that the<br />

Nobel Prize for Literature makes his writing a merely aesthetic fact.<br />

However, if we review the Colombian author’s work, we find writing<br />

committed to a search for identity in Latin America that borders<br />

between utopia and reality, taken as a commitment implicit in narrative<br />

discourse and journalistic essays. This article wishes to highlight how,<br />

whether in fiction or essayistic discourse, a dialectical position is<br />

assumed about the reality of man and his historical circumstances that<br />

the author himself frames within socialist postulates as a rationale and a<br />

way to achieve collective participation and the balance of humanity in a<br />

more fair and equitable position.<br />

Keywords: Writing, commitment, history, fiction.<br />

«Ningún ser humano tiene derecho a<br />

mirar desde<br />

arriba a otro, a menos que sea para ayudarlo<br />

a levantarse».<br />

Gabriel García Márquez<br />

Desde las Crónicas de Indias venimos<br />

buscando una explicación al<br />

imaginario americano que nace<br />

como memoria mítica y se convierte<br />

en verdadera pulsión subversiva.<br />

Este se muda incesantemente, acompañando<br />

los aires de la modernidad<br />

y su incorporación en “pos” dentro<br />

de la re-consumación de un barroco<br />

aletargado que siempre surge cuando<br />

intentamos hablar de identidad<br />

latinoamericana. Entonces, las teorías<br />

se sustentan en las dudas. ¿Qué<br />

nos hace latinoamericanos? Es el<br />

gran acertijo que se cierne sobre<br />

nuestra historia de la ideas. Por lo<br />

tanto, la categoría «realismo mágico»<br />

pareciera la respuesta más acertada.<br />

Es la que nos hace diferentes;<br />

prueba fehaciente de una imaginación<br />

mestiza que busca sus asideros<br />

estéticos. Es la historia que lucha<br />

contra la desmemoria impuesta por<br />

las glorias épicas y la cronología<br />

avasallante. O más bien, la yuxtaposición<br />

de historias; unas oficiales,<br />

otras, reincidentes en los capítulos<br />

de la subversión.<br />

A la suma, es lucha contra el olvido<br />

y la fundación de una identidad<br />

en la memoria. En palabras de<br />

García Márquez: «La historia de


Luís Javier Hernández Carmona<br />

88 Revista de Literatura Hispanoamericana No. <strong>65</strong>, 2012<br />

América Latina es también una<br />

suma de esfuerzos desmesurados e<br />

inútiles y de dramas condenados al<br />

olvido. La peste <strong>del</strong> olvido existe<br />

también entre nosotros» (Apuleyo,<br />

1982: 76). Entonces, escribimos<br />

para no olvidar, o quizás, para soñar<br />

una memoria auténtica que nos haga<br />

idénticos en un mar de sincretismos;<br />

porque “Los sueños tienen la ventaja<br />

de que nunca sabemos si son verdad<br />

o son mentira” (García Márquez,<br />

1995: 16). Bajo esa premisa,<br />

García Márquez asume la escritura<br />

de creación como representación<br />

adivinatoria de la realidad, “una especie<br />

de adivinanza <strong>del</strong> mundo”<br />

(Apuleyo, 1982: 36), donde azar y<br />

realidad se conjuntan en los relatos<br />

para construir mundos posibles, y<br />

así, “La vida cotidiana en América<br />

Latina nos demuestra que la realidad<br />

está llena de cosas extraordinarias”<br />

(Apuleyo, 1982: 36).<br />

Desde esta concepción, América<br />

Latina tiene para Gabriel García<br />

Márquez una significación primigenia<br />

que la hace peculiar y particular:<br />

“es un continente mágico, pues la<br />

realidad está marcada por un sello<br />

fantástico, estupendo y maravillo-<br />

so” 2 . Huelga referenciar la forma y<br />

manera como el escritor ha llevado<br />

esa concepción real maravillosa a<br />

sus textos que deambulan entre la<br />

realidad histórica y los espacios míticos<br />

latinoamericanos en un intento<br />

por conjurar la soledad <strong>del</strong> hombre<br />

en estas tierras que nacieron bajo el<br />

asombro y la novedad de los conquistadores<br />

europeos. En repetidas<br />

oportunidades, García Márquez ha<br />

manifestado su preocupación por:<br />

“la soledad <strong>del</strong> individuo latinoamericano,<br />

que es gente solitaria, con dificultades<br />

de comunicación. En Cien<br />

años... lo cuento. Conversando con<br />

Mario Vargas Llosa me dice que esa<br />

soledad se debe a su alienación 3 ”.<br />

Desde su nacimiento como entidad<br />

físico territorial, América Latina<br />

es sometida a un terrible proceso de<br />

alienación que, bajo las más inhumanas<br />

formas de imposición, constituye<br />

el gran dilema de la identidad<br />

latinoamericana sobre el que discurre<br />

con particular insistencia la historia<br />

de las ideas de nuestro continente.<br />

América Latina se ha convertido,<br />

desde siempre, en la caja chica<br />

de los países desarrollados y con<br />

ello, han plagado de hambre y mise-<br />

2 Estos extractos han sido tomados de una entrevista que apareció en el semanario Unidad,<br />

firmada bajo el seudónimo de Demetrio Manfredi, Nº 150, <strong>del</strong> 15/9/67 y en Altas<br />

voces de la literatura peruana y latinoamericana publicada por el autor –Maynor<br />

Freyre– en la Editorial San Marcos, Lima, 2000.<br />

3 Ídem.


Gabriel García Márquez. La escritura comprometida 89<br />

ria en nombre <strong>del</strong> progreso y la autodefinición<br />

de los pueblos. Alienado<br />

el hombre latinoamericano, intenta<br />

buscar sus reflejos identitarios<br />

en culturas foráneas que atentan<br />

contra el sentido originario de las<br />

manifestaciones culturales latinoamericanas;<br />

“a nadie se le ha hecho<br />

raro que hayamos tenido que atravesar<br />

el vasto Atlántico para encontrarnos<br />

en París con nosotros mismos”<br />

(García Márquez, 2010: 124).<br />

En base a esta determinante particularidad,<br />

García Márquez propone<br />

un reencuentro con nosotros mismos<br />

desde la región latinoamericana.<br />

Esta se convertirá en una territorialización<br />

4 de la sensibilidad para proveer<br />

una mirada desde las raíces<br />

mestizas: “No esperen nada <strong>del</strong> siglo<br />

XXI, que es el siglo XXI el que<br />

espera de ustedes. Un siglo que no<br />

viene hecho de fábrica sino listo<br />

para ser forjado por ustedes a nuestra<br />

imagen y semejanza, y que solo<br />

será tan pacífico y nuestro como ustedes<br />

sean capaces de imaginarlo”<br />

(García Márquez, 2010: 124). Y en<br />

esa combinatoria entre historia y ficción,<br />

memoria e imaginación, surge<br />

el compromiso como materialización<br />

de esa territorialización de la<br />

sensibilidad: “El desafío es para todos<br />

los escritores, todos los poetas,<br />

narradores y educadores de nuestra<br />

lengua, para alimentar esa sed y<br />

multiplicar esta muchedumbre, verdadera<br />

razón de ser de nuestro oficio<br />

y por supuesto de nosotros mismos”<br />

(Ídem: 132). Y allí se puede denotar<br />

el compromiso escritural como necesidad<br />

subjetiva <strong>del</strong> idioma que va<br />

más allá de la simple acción lingüística<br />

para convertirse en acción humana-trascendente<br />

que sirva de mediadora<br />

entre el autor y sus lectores<br />

por medio <strong>del</strong> texto.<br />

Así, el texto no es solo una expresión<br />

estética, sino más bien, un<br />

mecanismo de reflexión que usa diversas<br />

y disímiles formas expresivas<br />

para seducir a los lectores, y en<br />

el caso concreto de García Márquez,<br />

es a través <strong>del</strong> uso de la narrativa<br />

ficcional y el ejercicio <strong>del</strong><br />

periodismo, que el autor colombiano<br />

logra incorporar las magias y<br />

maravillas <strong>del</strong> continente latinoamericano<br />

como referentes temáticos<br />

para homologar una escritura<br />

4 Como territorialización de la sensibilidad quiero definir una posición <strong>del</strong> enunciante<br />

desde la afectivización de su entorno, que a la vez, crea una conciencia que interacciona<br />

como acción trascendente y de cambio a través de la acción humana. Son variados<br />

los intentos que se han hecho para establecer una relación óntica-telúrica, donde los individuos<br />

se vean reflejados con su espacio geográfico-cultural a partir de una necesidad<br />

subjetiva que contribuya a acendrar los sentidos de pertenencia latinoamericana.


Luís Javier Hernández Carmona<br />

90 Revista de Literatura Hispanoamericana No. <strong>65</strong>, 2012<br />

profundamente barroca 5 con contenidos<br />

cósmicos-telúricos, para lograr<br />

un desborde de la imaginación<br />

aleccionadora dentro de los perfiles<br />

identitarios.<br />

Ante las particulares circunstancias<br />

de América Latina, García Márquez<br />

cree que: “el destino no solo de<br />

Latinoamérica sino de la humanidad:<br />

es el socialismo”. Un socialismo<br />

como reinvención latinoamericana,<br />

sin copiar mo<strong>del</strong>os; un socialismo<br />

nacido de las circunstancias<br />

regionales 6 que intente conjugar las<br />

aspiraciones desde las perspectivas<br />

idiosincrásicas de la región:<br />

Mi convicción es que tenemos que inventar<br />

soluciones nuestras, en las cuales se<br />

aprovechen hasta donde sea posible las<br />

que otros continentes han logrado a través<br />

de una historia larga y accidentada,<br />

pero sin tratar de copiarlas de un modo<br />

mecánico, que es lo que hemos hecho<br />

hasta ahora, al final, sin remedio, esa será<br />

una forma propia de socialismo (Apuleyo,<br />

1982: 105).<br />

Al final, será la reinvención de la<br />

utopía latinoamericana de lograr a<br />

través de los sincretismos una unidad<br />

política que se base en la equidad<br />

y la justicia social.<br />

En su postura ideológica, García<br />

Márquez insiste en creer:<br />

Que el mundo debe ser socialista, va a serlo,<br />

y tenemos que ayudar para que lo sea lo<br />

más pronto posible. Pero estoy muy desilusionado<br />

con el socialismo de la Unión Soviética.<br />

Ellos llegaron a esa forma <strong>del</strong> socialismo<br />

por experiencias y condiciones<br />

particulares y tratan de imponer a otros<br />

países su propia burocratización, autoritarismo<br />

y falta de visión histórica. Eso no es<br />

socialismo y es el gran problema de este<br />

momento 7 .<br />

5 Esa acepción la sustento en la inclinación de García Márquez en las descripciones reiterativas<br />

que aparecen en su obra narrativa, y le dan al decurso narrativo, una singular<br />

traducción de la realidad cósmica latinoamericana que sirve de perfil identitario a una<br />

forma de narrar, y al mismo tiempo, a un continente que busca su definición a partir de<br />

un imaginario singular.<br />

6 Recordemos que esa visión la pregona Simón Rodríguez y sus postulados de inventar<br />

o errar, y se yergue como principio latinoamericano, donde la región es punto de partida<br />

y destino para lograr la emancipación de los pueblos. De igual manera, el Modernismo<br />

y el Liberalismo Romántico se oponen a las posiciones positivistas que surgen<br />

una vez alcanzada la independencia latinoamericana, vuelven sus ojos hacia la región<br />

como tesis primigenia para referir y soportar lo identitario, y allí, la conjunción de espacio<br />

geográfico autóctono e idiosincrasia se convierten en recurso temático para nuevas<br />

propuestas.<br />

7 Entrevista con Rita Guibert. Siete voces. México. Editorial Novaro. 1974.


Gabriel García Márquez. La escritura comprometida 91<br />

A pesar <strong>del</strong> desaliento que le causa<br />

la aplicación <strong>del</strong> mo<strong>del</strong>o socialista<br />

en algunos países sigue insistiendo:<br />

“Yo ambiciono que toda la América<br />

Latina sea socialista, pero ahora la<br />

gente está muy ilusionada con un socialismo<br />

pacífico, dentro de la constitución.<br />

Todo eso me parece muy bonito<br />

electoralmente, pero creo que es<br />

totalmente utópico” 8 .<br />

Para García Márquez, la noción<br />

de socialismo está asociada a un estado<br />

de conciencia que va más allá<br />

de la simple contienda electoral o<br />

proyecto político partidista, porque<br />

se convierte en acción humana-trascendente<br />

que haga de la justicia y la<br />

equidad, los horizontes de los gobiernos<br />

latinoamericanos. Por lo<br />

tanto, “cualquier gobierno que haga<br />

feliz a los pobres” (Apuleyo, 1982:<br />

109) se podrá catalogar como socialista<br />

para García Márquez. Lo cierto<br />

es que en el reino de la utopía que<br />

linda entre la aplicación política y la<br />

referencia literaria, García Márquez<br />

vislumbra el socialismo como la solución<br />

frente a los sistemas políticos<br />

actuales que para él: “son ridículos y<br />

prácticamente medievales”. Quizá<br />

porque cree en la cultura como recurso<br />

para el desarrollo de los pueblos,<br />

pero la cultura genuina y su<br />

vinculación con la acción humana,<br />

8 Ídem<br />

no la cultura burocratizada y convertida<br />

en discurso <strong>del</strong> poder; “No<br />

hay que simplificar. Lo que rechazo<br />

es la estructura ministerial, víctima<br />

fácil <strong>del</strong> clientelismo y la manipulación<br />

política” (García Márquez,<br />

2010: 95).<br />

Esa apreciación de García Márquez<br />

la llevaríamos más allá de la<br />

burocracia gubernamental y la ubicamos<br />

en la burocracia académica,<br />

en la que el conocimiento se hace<br />

discurso <strong>del</strong> poder que apunta hacia<br />

la sectorización y la exclusión. Por<br />

ello, el autor de Cien años de Soledad,<br />

apuesta por la masificación <strong>del</strong><br />

conocimiento y los saberes a partir<br />

de la educación:<br />

Hay quienes piensan que la masificación<br />

ha pervertido la educación, que las escuelas<br />

han tenido que seguir la línea viciada<br />

de lo informativo en vez de lo formativo,<br />

y que los talentos de ahora son<br />

esfuerzos individuales y dispersos que<br />

luchan contra las academias. Se piensa<br />

también que son escasos los profesores<br />

que trabajan con un énfasis en aptitudes<br />

y vocaciones. «Es difícil, porque comúnmente<br />

la docencia lleva a la repetidera de<br />

la repetición», ha replicado un maestro.<br />

«Es preferible la inexperiencia simple <strong>del</strong><br />

sedentarismo de un profesor que lleva<br />

más de veinte años con el mismo curso».<br />

El resultado es triste; los muchachos que


Luís Javier Hernández Carmona<br />

92 Revista de Literatura Hispanoamericana No. <strong>65</strong>, 2012<br />

salen ilusionados de las academias, con<br />

la vida por <strong>del</strong>ante, solo se hacen periodistas<br />

cuando tienen la oportunidad de<br />

reaprenderlo todo en la práctica dentro<br />

<strong>del</strong> medio mismo (García Márquez,<br />

2010: 111).<br />

Aunque García Márquez se refiere<br />

específicamente al periodismo,<br />

sus consideraciones sobre el divorcio<br />

entre educación y realidad son<br />

concomitantes para cualquier carrera<br />

universitaria. Cuántos profesionales<br />

no egresan divorciados de su realidad<br />

circundante, ajenos a un sistema<br />

cultural que sirve de base para el<br />

desempeño de las diferentes profesiones,<br />

donde la cultura es punto de<br />

partida y, al mismo tiempo, de llegada<br />

en el devenir de los hombres y<br />

las sociedades.<br />

Esa es la posición ideológica-personal<br />

de García Márquez sobre el<br />

socialismo como práctica reivindicativa<br />

de las sociedades; pero, ¿y el<br />

Gabriel García Márquez escritor qué<br />

opina de esa acepción política?:<br />

Hay algo que podría parecer dualidad,<br />

pero que no lo es. Primeramente está la<br />

ideología, la formación política <strong>del</strong> escritor.<br />

Que le da una aptitud frente a los hechos,<br />

que se refleja en su obra. Mas yo<br />

no creo que el escritor tenga que dar soluciones<br />

en sus libros; hay muchas gentes<br />

9 Ídem.<br />

que pueden hacerlo. Pero sí debe plantear<br />

la realidad, ponerla ante los ojos de la<br />

gente. Porque el poeta se diferencia en<br />

que puede ver el otro lado de las cosas y<br />

su función radica en dar a conocer su interpretación<br />

de la realidad 9 .<br />

Aquí se deslinda la literatura de<br />

creación <strong>del</strong> ensayo político. En la<br />

literatura de creación, el referente<br />

ideológico está entre líneas y hay<br />

que extrapolarlo <strong>del</strong> universo simbólico<br />

<strong>del</strong> autor. Porque, indudablemente,<br />

el factor ideológico no deja<br />

de moverse subyacentemente dentro<br />

de los espacios literarios como ejercicio<br />

recurrente de la imaginación<br />

que ayuda a vencer la muerte y la<br />

desmemoria:<br />

Entramos, pues, en la era de la América<br />

Latina, primer productor mundial de<br />

imaginación creadora, la materia básica<br />

más rica y necesaria <strong>del</strong> mundo nuevo, y<br />

<strong>del</strong> cual estos cien cuadros de cien pintores<br />

visionarios pueden ser mucho más<br />

que una muestra: la gran premonición de<br />

un continente todavía sin descubrir, en<br />

el cual la muerte ha de ser derrotada por<br />

la felicidad, y habrá más paz para siempre,<br />

más tiempo y mejor salud, más comida<br />

caliente, más rumbas sabrosas,<br />

más de todo lo bueno para todos. En dos<br />

palabras: más amor (García Márquez,<br />

2010: 60).


Gabriel García Márquez. La escritura comprometida 93<br />

En extraordinaria metáfora, la cotidianidad<br />

se transfigura en imaginación<br />

liberadora e identitaria que nos<br />

hace únicos. En ella, el sincretismo<br />

sigue siendo una gran fábrica de<br />

sueños y utopías. Elemento que no<br />

es nuevo y detalla su permanencia<br />

dentro de la historia de las ideas latinoamericanas<br />

a manera de factor<br />

impelente de perfiles identitarios<br />

que deben propiciar la empatía con<br />

los espacios latinoamericanos, tal y<br />

como lo propuso el Libertador de<br />

América:<br />

Bolívar no lo usó. Él decía América, sin<br />

adjetivos antes que los norteamericanos<br />

se apoderaran <strong>del</strong> nombre para ellos solos.<br />

Pero, en cambio, comprimió Bolívar<br />

en cinco palabras el caos de nuestra identidad<br />

para definirnos en la Carta de Jamaica:<br />

somos un pequeño género humano”<br />

(García Márquez, 2010: 92).<br />

Es la búsqueda de la autenticidad<br />

dentro de ese “pequeño género humano”<br />

<strong>del</strong> que habló el Libertador,<br />

de esa raza cósmica a la que hizo<br />

referencia Vasconcelos. Ellas indican<br />

las posibilidades ciertas de la<br />

América Mestiza a partir de la unidad<br />

de los pueblos alrededor <strong>del</strong><br />

sincretismo cultural, entendido este<br />

como las posibilidades de autenticidad<br />

cohabitadoras en el pasado de<br />

los pueblos, en la tradición heredada<br />

que pueda reasumir el futuro a<br />

través de los antagonismos y las<br />

conciliaciones:<br />

La peligrosa memoria de nuestros pueblos.<br />

Es un inmenso patrimonio cultural<br />

anterior a toda materia prima, una materia<br />

primaria de carácter múltiple que acompaña<br />

cada paso de nuestras vidas. Es una<br />

cultura de la resistencia que se expresa en<br />

los escondrijos <strong>del</strong> lenguaje, en las vírgenes<br />

mulatas –nuestras patronas artesanales–,<br />

verdaderos milagros <strong>del</strong> pueblo en<br />

contra <strong>del</strong> poder clerical colonizador. Es<br />

una cultura de la solidaridad, que se expresa<br />

ante los excesos criminales de nuestra<br />

naturaleza indómita, o en la insurgencia<br />

de los pueblos por su identidad y su<br />

soberanía. Es una cultura de protesta en<br />

los rostros indígenas de los ángeles artesanales<br />

de nuestros templos, o en la música<br />

de las nieves perpetuas que trata de conjurar<br />

con la nostalgia los sordos poderes de<br />

la muerte. Es una cultura de la vida cotidiana,<br />

que se expresa en la imaginación<br />

de la cocina, <strong>del</strong> modo de vestir, de la superstición<br />

creativa, de las liturgias íntimas<br />

<strong>del</strong> amor. Es una cultura de fiesta, de<br />

transgresión, de misterio que rompe la camisa<br />

de fuerza de la realidad y reconcilia<br />

por fin el raciocinio y la imaginación, la<br />

palabra y el gesto, y demuestra de hecho<br />

que no hay concepción que tarde o temprano<br />

no sea rebasada por la vida (García<br />

Márquez, 2010: 41).<br />

Una cultura metaforizada en diferentes<br />

facetas de la vida latinoamericana,<br />

sugerida desde el humano ser<br />

que la construye a diario, eslabonándola<br />

a lo largo de la historia como la<br />

suma de particularidades que se<br />

convierten en resistencia frente a la


Luís Javier Hernández Carmona<br />

94 Revista de Literatura Hispanoamericana No. <strong>65</strong>, 2012<br />

desmemoria y el olvido, para conjurarlos<br />

desde la constante renovación<br />

de la imaginación y los deseos de<br />

soñar:<br />

Esta es la fuerza de nuestro retraso. Una<br />

energía de novedad y belleza que nos pertenece<br />

por <strong>completo</strong> y con el cual nos<br />

bastamos nosotros mismos, que no podrá<br />

ser domesticada ni por la voracidad imperial,<br />

ni por la brutalidad <strong>del</strong> opresor interno,<br />

ni siquiera por nuestros propios miedos<br />

inmemoriales de traducir en palabras<br />

los sueños más recónditos. Hasta la revolución<br />

misma es una obra cultural, la expresión<br />

total de una vocación y una capacidad<br />

creadoras que justifican y exigen de<br />

todos nosotros una profunda confianza en<br />

el porvenir (García Márquez, 2010: 41).<br />

Y allí surge el discurso estético<br />

como el centro de integración de los<br />

pueblos y la cultura, particularidad<br />

que potencia a los escritores, poetas,<br />

cultores en función de: “El destino<br />

de la idea bolivariana de la integración<br />

parece cada vez más sembrado<br />

de dudas, salvo en las artes y las letras,<br />

que avanzan en la integración<br />

cultural por su cuenta y riesgo”<br />

(García Márquez, 2010: 94). Insistimos<br />

en interpretar el discurso estético<br />

como esa territorialización de la<br />

sensibilidad que la historia, como<br />

discurso <strong>del</strong> poder, ignora para hacer<br />

de la memoria conmemorativa el<br />

centro de sus referentes. Esto crea<br />

un sentido de exclusión que confina<br />

a la periferia todos aquellos contenidos<br />

discrepantes de sus intenciones<br />

laudatorias.<br />

Por ello, la realidad se abre como<br />

posibilidad para ser mostrada a través<br />

<strong>del</strong> discurso estético o la prosa<br />

periodística; dos formas de leer el<br />

mundo que García Márquez ha privilegiado<br />

en su labor de escritor y en<br />

su objetivo específico de recrear la<br />

memoria latinoamericana a través de<br />

un imaginario genesiaco que sirve de<br />

proyección identitaria, de identidad<br />

sensible que ayuda a sobrevivir las<br />

acechanzas de la aldea global;<br />

Con toda modestia, pero también con<br />

toda determinación <strong>del</strong> espíritu, propongo<br />

que hagamos ahora y aquí el compromiso<br />

de concebir y fabricar un arca de la<br />

memoria capaz de sobrevivir al diluvio<br />

atómico. Una botella de náufragos siderales<br />

arrojada a los océanos <strong>del</strong> tiempo<br />

para que la nueva humanidad de entonces<br />

sepa por nosotros lo que no han de contarle<br />

las cucarachas: que aquí existió la<br />

vida, que en ella, prevaleció el sufrimiento<br />

y predominó la injusticia, pero que<br />

también conocimos el amor y hasta fuimos<br />

capaces de imaginarnos la felicidad<br />

(García Márquez, 2010: 49).<br />

La cultura transfigurada en imaginario<br />

es el eje carretero que mueve<br />

las sociedades y permite la interacción<br />

desde diversos órdenes e índoles;<br />

es dinamia cultural que desborda<br />

las fronteras latinoamericanas y


Gabriel García Márquez. La escritura comprometida 95<br />

cautiva otras tierras, entre ellas, a<br />

los agentes más poderosos de la intervención<br />

cultural de la humanidad:<br />

Cuando la integración política y económica<br />

se cumplan, y así será, la integración<br />

cultural será un hecho irreversible<br />

desde tiempo atrás. Inclusive en los Estados<br />

Unidos, que se gastan enormes fortunas<br />

en la penetración cultural, mientras<br />

que nosotros, sin gastar un centavo, le estamos<br />

cambiando el idioma, la comida, la<br />

música, la educación, las formas de vida,<br />

el amor. Es decir, lo importante de la<br />

vida: la cultura (García Márquez, 2010:<br />

94-95).<br />

Una cultura que en principio fue<br />

considerada como bárbara y desde la<br />

extrañeza y ajenidad, cautivó a los<br />

conquistadores, se convierte, con el<br />

devenir de los tiempos, en instrumento<br />

de resistencia identitaria muy<br />

a pesar de los intentos positivistas de<br />

transformar esa particularidad en<br />

principio ideológico. Tal es el caso<br />

de Andrés Bello y Domingo Sarmiento.<br />

El primero con sus llamados<br />

a la culta Europa para que traiga el<br />

conocimiento y la cultura milenaria<br />

en pos <strong>del</strong> desarrollo de estas nóveles<br />

tierras. El segundo (Sarmiento) con<br />

sus categorías de “civilización” y<br />

“barbarie”, revela una interacción<br />

cultural que apuntaba hacia la ciudad<br />

como concepción salvífica de los estados<br />

originarios de los pueblos.<br />

Pero esa denominada “barbarie”<br />

sobrevive en la conciencia mítica de<br />

los pueblos, en la aldea cósmica que<br />

antagoniza con la ciudad europea<br />

que se expande por tierras americanas<br />

como el primer proceso de globalización<br />

que sufre nuestro continente,<br />

luego <strong>del</strong> encuentro de dos<br />

mundos. Y esa conciencia mítica se<br />

hace, para unos, realismo mágico;<br />

para otros, real maravilloso; pero<br />

para todos, una fuente identitaria<br />

que nos otorga autenticidad a través<br />

de la sensibilidad forjada más allá<br />

de la realidad histórica. Esto es, en<br />

una suprarealidad que sirve para ordenar<br />

el mundo a través <strong>del</strong> autoreconocimiento<br />

cósmico devenido de<br />

un sustancioso y sincrético proceso<br />

étnico-cultural:<br />

Fue así como se defendieron de los invasores<br />

con la leyenda vivencial de El Dorado,<br />

un imperio fantástico cuyo rey se<br />

sumergía en la laguna sagrada con el<br />

cuerpo cubierto con polvo de oro. Los invasores<br />

les preguntaban dónde estaba y<br />

ellos señalaban el rumbo con los cinco<br />

dedos extendidos. decían. Los caminos se multiplicaban,<br />

se confundían, cambiaban de<br />

sentido, siempre más lejos, siempre más<br />

allá, siempre un poquito más. Se volvían<br />

tan imposibles como fuera posible para<br />

que los buscadores enloquecidos por la<br />

codicia pasaran de largo y perdieran el<br />

rastro sin caminos de regreso. Nadie encontró<br />

nunca El Dorado, nadie lo vio,<br />

nunca existió, pero su nacimiento puso<br />

término a la Edad Media y abrió el camino<br />

para una de las grandes edades <strong>del</strong>


Luís Javier Hernández Carmona<br />

96 Revista de Literatura Hispanoamericana No. <strong>65</strong>, 2012<br />

mundo. Su solo nombre indicaba el tamaño<br />

cambio: el Renacimiento (García<br />

Márquez, 2010, 58-59).<br />

García Márquez metaforiza este<br />

proceso entre lo alucinado y el imaginario<br />

latinoamericano para fortalecer<br />

las bases constitutivas de un sistema<br />

cultural representado por la<br />

magia y la maravilla: “América Latina,<br />

esa patria inmensa de hombres<br />

alucinados y mujeres históricas,<br />

cuya terquedad sin fin se confunde<br />

con la leyenda” (García Márquez,<br />

2010: 23). De allí que el gran desafío<br />

se establece en buscar los mecanismos<br />

que permitan traducir esa<br />

desbordante imaginación en conciencia<br />

identitaria, en forma de resistencia<br />

cultural donde las utopías y<br />

las nostalgias se conviertan en el lugar<br />

común de las naciones latinoamericanas:<br />

“América Latina no<br />

quiere ni tiene por qué ser un alfil<br />

sin albedrío ni tiene nada de quimérico<br />

que sus designios de independencia<br />

y originalidad se conviertan<br />

en una aspiración universal” (García<br />

Márquez, 2010: 27).<br />

Esta es la voz que pregona la<br />

conciliación de los sincretismos latinoamericanos<br />

a través de la cultura<br />

y sus diásporas <strong>del</strong> pensamiento<br />

que en la historia de las ideas han<br />

transigido para formar una dicotómica<br />

cultura que se fundamenta en<br />

la sensibilidad <strong>del</strong> hombre, posibilidad<br />

que vence las limitantes entre<br />

ciencia y arte, ese eterno divorcio<br />

entre las actividades <strong>del</strong> hombre a<br />

partir <strong>del</strong> cercenamiento de la sensibilidad:<br />

Nos hemos atrevido a desafiar el contubernio<br />

tan temido de las ciencias y las artes;<br />

a mezclar en un mismo crisol a los<br />

que todavía confiamos en la clarividencia<br />

de los presagios y los que solo creen en<br />

las verdades verificables: la muy antigua<br />

adversidad entre la inspiración y la experiencia,<br />

entre el instinto y la razón (García<br />

Márquez, 2010: 38).<br />

El conocimiento transfigurado en<br />

sensibilidad se convierte en cultura;<br />

“la fuerza totalizadora de la creación:<br />

el aprovechamiento social de la inteligencia<br />

humana” (García Márquez,<br />

2010: 39), que forja la tradición de<br />

los pueblos en las quimeras de lo auténtico<br />

y lo propio, a manera y razón<br />

de alma de los pueblos que se convierten<br />

en reflejo de sus moradores y<br />

estos, a su vez, en simbiosis de los<br />

espacios geográficos que se prolongan<br />

en medio de la sensibilidad humana<br />

y su desdoblamiento en acción<br />

humana-trascedente para dejar de<br />

ser: “una aldea sin memoria, dejada<br />

de la mano de sus dioses en el último<br />

suburbio de la gran patria universal”<br />

(García Márquez, 2010: 47).<br />

Cultura y memoria se transforman<br />

en homología para crear conciencia<br />

liberadora de los pueblos,<br />

espacios de libertad para imaginar<br />

sin ataduras el pasado en su devenir<br />

en futuro, reinventar y reescribir la


Gabriel García Márquez. La escritura comprometida 97<br />

historia como imaginario fundante<br />

de autenticidades y no microfísicas<br />

<strong>del</strong> poder que justifiquen genocidios<br />

y atrocidades. La sensibilidad humana<br />

y su traducción en revuelta íntima<br />

genera una cultura centrada en el<br />

hombre como alfarero de su propio<br />

compromiso y sentido de pertenencia<br />

con respecto a los espacios de la<br />

sensibilidad que transforman los rigores<br />

científicos. Tal es el caso de la<br />

historia y demás ciencias sociales<br />

con un corte preocupantemente<br />

cientificista, donde los seres humanos<br />

se transforman en simples gráficos<br />

estadísticos.<br />

Por lo tanto, el discurso estético,<br />

además de ser prolongación <strong>del</strong> sujeto<br />

cultural se presenta en la particular<br />

dicotomía de traducir ese<br />

complejo y rico imaginario, al mismo<br />

tiempo representa el más puro<br />

acto de sinceridad, y esa es la perspectiva<br />

que tiene García Márquez<br />

de la labor <strong>del</strong> escritor:<br />

Escribir bien, no bonito, sino con absoluta<br />

sinceridad. Pero nosotros queremos resolver<br />

desde ahora un problema, ya que<br />

estamos seguros que viene eso (el socialismo).<br />

Es mi convencimiento de que un<br />

escritor no puede renunciar a la crítica,<br />

inclusive en la sociedad socialista, tratando<br />

de buscarle un perfeccionamiento<br />

10 Ídem.<br />

constante. Por eso los escritores que queremos<br />

al socialismo señalamos esto 10 .<br />

Ahora bien, ¿cómo aparece esa<br />

postura sobre el socialismo en la<br />

obra de García Márquez? Creo que<br />

de todas las maneras y de ninguna<br />

porque no hay una definición convencional<br />

sobre el socialismo, sino<br />

una reconstrucción de la historia latinoamericana<br />

a través de la conciencia<br />

mítica, de la inversión de la<br />

causalidad a partir <strong>del</strong> discurso ficcional,<br />

como maneras de mostrar<br />

una realidad paralela que corre a la<br />

par de la historia oficial, desde donde<br />

es posible mostrar a los sujetos<br />

migrantes y periféricos que deambulan<br />

como metáforas de la conversión<br />

humana, más allá de las intrincadas<br />

redes <strong>del</strong> poder político.<br />

La obra literaria de García Márquez<br />

es una reconstrucción de la<br />

utopía latinoamericana a través <strong>del</strong><br />

imaginario social que heredó de sus<br />

abuelos, esto es, un ejercicio de la<br />

memoria particular que trata de armar<br />

una lógica de sentido entre historia<br />

y ficción. Dentro de los imaginarios<br />

garciamarquianos existe una<br />

recurrencia a caricaturizar a los caudillos<br />

por medio de la decrepitud y<br />

la vejez. Son seres atropellados por<br />

la historia dinámica, pero a diferen-


Luís Javier Hernández Carmona<br />

98 Revista de Literatura Hispanoamericana No. <strong>65</strong>, 2012<br />

cia de la historia de bronce que<br />

han construido las posiciones positivistas,<br />

envejecen y se subsumen en<br />

mundos de la soledad y la congoja.<br />

Es una recurrente sustitución <strong>del</strong> patriarcado<br />

por el matriarcado, donde<br />

las mujeres asumen el rol protagónico,<br />

son las ductoras de la historia,<br />

tal es el caso de Úrsula Iguarán en<br />

Cien años de soledad.<br />

Y precisamente en Cien años de<br />

soledad aparecen una serie de indicios<br />

que nos llevan a pensar en una<br />

aproximación sociológica desde las<br />

perspectivas <strong>del</strong> socialismo. Macondo<br />

se transforma de una aldea de<br />

veinte casas de barro en una pujante<br />

comunidad que crece a la sombra de<br />

una compañía bananera que a la<br />

postre destruye el pueblo y lo sume<br />

en el más desastroso estado de abandono<br />

y postración. A los inicios,<br />

Macondo es el escenario <strong>del</strong> trabajo<br />

comunitario a través de la guía de la<br />

familia Buendía. Primero de la<br />

mano <strong>del</strong> Coronel Aureliano Buendía<br />

y, posteriormente, a través de las<br />

diligencias de Úrsula Iguarán.<br />

Recordemos que es ella quien encuentra<br />

la ruta de los mercaderes<br />

que llegan a Macondo e inician la<br />

transformación anterior a la llegada<br />

de la compañía bananera.<br />

El liderazgo de los Buendía es<br />

una dialéctica que fluye entre una<br />

realidad histórica y la conciencia<br />

mítica que llega con los gitanos. Es<br />

la acepción <strong>del</strong> mundo entre lo propio<br />

y lo ajeno que, dentro de la historia<br />

textual, configura el mundo socio-político<br />

sobre el cual se rige la<br />

ley de los hombres y la naturaleza<br />

en medio de un espacio donde las<br />

cosas no tienen nombre y todo está<br />

conformándose como espacio sígnico.<br />

Es la oportunidad de enmendar<br />

errores y construir las utopías latinoamericanas<br />

dentro <strong>del</strong> reino de la<br />

idiosincrasia. Y donde las estructuras<br />

<strong>del</strong> poder, y más aún, <strong>del</strong> poder<br />

militar, son desplazadas por las isotopías<br />

de la sensibilidad-afectividad<br />

de los personajes, que surgen al<br />

margen de la historia conmemorativa,<br />

acuñadas por la vejez y la soledad<br />

11 . Allí es donde las glorias militares<br />

se convierten en instrumentación<br />

mítica que construye un imaginario<br />

otro, a través <strong>del</strong> cual se reinventa<br />

la historia:<br />

El tema ha sido una constante de la literatura<br />

latinoamericana desde sus orígenes,<br />

y supongo que seguirá siendo. Es<br />

11 Tal es el caso de sus novelas: El coronel no tiene quien le escriba, El otoño <strong>del</strong> patriarca,<br />

El general en su laberinto. Y las de otros escritores latinoamericanos como: El señor<br />

presidente de Miguel Ángel Asturias, El recurso <strong>del</strong> método de Alejo Carpentier, Yo el<br />

supremo de Augusto Roa Bastos, y Oficio de Difuntos de Arturo Uslar Pietri.


Gabriel García Márquez. La escritura comprometida 99<br />

comprensible, pues el dictador es el único<br />

personaje mitológico que ha producido<br />

la América Latina, y su ciclo histórico<br />

está lejos de ser concluido (Apuleyo,<br />

1982: 89).<br />

Esa circunstancialidad histórica<br />

provee a García Márquez de una interesante<br />

isotopía para desarrollar su<br />

posición sobre la hegemonía <strong>del</strong> poder,<br />

porque siempre ha “creído que el<br />

poder absoluto es la realización más<br />

alta y compleja <strong>del</strong> ser humano, y que<br />

por eso resume a la vez toda su grandeza<br />

y miseria” (Apuleyo, 1982:<br />

89-90).<br />

A mi modo de entender, es en el<br />

cuento Los funerales de la Mamá<br />

Grande, donde la visión ideológica<br />

<strong>del</strong> escritor es el soporte de la realidad<br />

evocada dentro de esa historia<br />

textual. La parodia y la ironía son<br />

perspectivas desacralizadoras de una<br />

cultura establecida por siglos en<br />

América Latina, dentro <strong>del</strong> culto al<br />

poder y la adulancia de las instituciones<br />

<strong>del</strong> Estado. La Mamá Grande<br />

simboliza la oligarquía terrateniente,<br />

la oligarquía criolla que recibe toda<br />

la solidaridad de las demás instituciones<br />

<strong>del</strong> poder. Así queda demostrado<br />

con el viaje <strong>del</strong> Papa a Macondo<br />

para asistir a las exequias de tan<br />

importante difunta y en evidencia de<br />

la solidaridad de los poderes.<br />

Al tratarse de una representante<br />

<strong>del</strong> poder económico que en su<br />

muerte reúne todos los poderes;<br />

desde el Papa, el presidente hasta<br />

los dignatarios <strong>del</strong> Estado, pone en<br />

entredicho la notación caudillista y<br />

demuestra la sumisión de todos los<br />

poderes frente al económico. Es la<br />

manifestación de un anacronismo<br />

feudal que se burla de los individuos<br />

históricos, se burla de la historia<br />

épica y reafirma las potencialidades<br />

de la actividad comercial como el<br />

verdadero ejercicio <strong>del</strong> poder en<br />

América Latina. Pero aún más, el<br />

poder que se hereda y se comparte<br />

en la consanguinidad, las familias<br />

que se convierten en dueñas de las<br />

comunidades, e incestuosamente garantizan<br />

su reproducción y supervivencia.<br />

La muerte se convierte en el esplendor<br />

de la realización de los más<br />

fervientes deseos de grandeza de<br />

Mamá Grande en la formación de su<br />

imperio que se acaba con su muerte,<br />

ya que parientes y sobrinos comienzan<br />

a desbaratar la casa para repartírsela.<br />

La misma historia textual<br />

pronostica que “vendrán tiempos<br />

mejores”, invocando el desdoblamiento<br />

de la metáfora latinoamericana,<br />

de cómo los herederos de los<br />

terratenientes se multiplicaron en el<br />

ejercicio <strong>del</strong> poder. Modernizaron<br />

los sistemas productivos e instauraron<br />

sus riquezas en el capitalismo<br />

que surgió con la formación de las<br />

ciudades y los grandes centros industrializados.<br />

Irónicamente, mientras se celebran<br />

los funerales de la Mamá Gran-


Luís Javier Hernández Carmona<br />

100 Revista de Literatura Hispanoamericana No. <strong>65</strong>, 2012<br />

de, el pueblo se divierte en medio de<br />

la feria y las fritangas, un mundo alternativo<br />

al ejercicio <strong>del</strong> poder, donde<br />

la libertad y la imaginación asaltan<br />

la realidad racionalizada y la<br />

subvierten en mundos posibles. Es<br />

la cultura emergente que surge desde<br />

la periferia y amenaza los centros<br />

estatuidos por el poder. Es lo absurdo<br />

y lo grotesco, lo cándido e inocente<br />

que pone en entredicho la institucionalidad,<br />

tal es el caso de la<br />

novela El señor presidente de Miguel<br />

Ángel Asturias, donde un grupo<br />

de mendigos trastocan el poder<br />

<strong>del</strong> dictador.<br />

Visto o no con el nombre de socialismo,<br />

dentro de la obra literaria<br />

de Gabriel García Márquez, existe<br />

una cultura contestataria que cuestiona<br />

el ejercicio <strong>del</strong> poder en Latinoamérica;<br />

la memoria mítica se<br />

convierte en periferia que subvierte<br />

los cánones, desacraliza la institucionalidad<br />

burguesa y procura soñar<br />

en la utopía latinoamericana de reescribir<br />

la cultura como factor de esperanza.<br />

Porque la palabra socialismo<br />

siempre estará asociada a la utopía,<br />

al bien y la bondad, la justicia y<br />

la equidad, de pretender sustituir las<br />

hegemonías políticas y económicas,<br />

por sistemas sociales basados en el<br />

compartir comunitariamente los beneficios<br />

sociales, políticos, económicos<br />

y culturales.<br />

Y, lógicamente, esas miradas a la<br />

literatura de creación de García<br />

Márquez, o de cualquier otro escritor<br />

latinoamericano, desde esta perspectiva<br />

<strong>del</strong> socialismo siempre dependerán<br />

<strong>del</strong> lector que quiera interrogar<br />

los textos desde una mirada<br />

sociológica, pero eso sí, teniendo<br />

muy en cuenta que lo ideológico no<br />

atropelle lo simbólico, que las utopías<br />

no sean cercenadas en función<br />

<strong>del</strong> ensayo político. No se trata de<br />

buscar ropajes ideológicos para la<br />

soledad <strong>del</strong> hombre latinoamericano<br />

como atuendos <strong>del</strong> artificio, sino<br />

como indumentaria que lo proteja<br />

contra la intemperie de la historia o<br />

los acechos <strong>del</strong> olvido. Porque para<br />

García Márquez, la escritura es profunda<br />

y constante lucha contra el olvido,<br />

más aún, en América Latina,<br />

que constantemente reedita sus aspiraciones<br />

identitarias en la conciencia<br />

cósmica originaria que sigue despertando<br />

impacto y novedad entre propios<br />

y extraños. Entonces, recordar<br />

para los latinoamericanos será una<br />

cultura de la resistencia tejedora de<br />

nuestra memoria desde la sensibilidad<br />

que permita mirarnos en nuestros<br />

aciertos y desaciertos y sentirnos,<br />

desde allí, auténticamente latinoamericanos.<br />

Sin ser neoliberales o<br />

socialistas, de derecha o izquierda,<br />

sino auténticamente latinoamericanos;<br />

puesto que:<br />

Ante esta realidad sobrecogedora que a<br />

través de todo el tiempo humano debió<br />

de parecer una utopía, los inventores de<br />

fábulas que todo lo creemos nos sentimos


Gabriel García Márquez. La escritura comprometida 101<br />

con el derecho de creer que todavía no es<br />

demasiado tarde para emprender la creación<br />

de la utopía contraria. Una nueva y<br />

arrasadora utopía de la vida, donde nadie<br />

pueda decidir por otros hasta la forma de<br />

morir, donde de veras sea cierto el amor<br />

Bibliografía<br />

y sea posible la felicidad, y donde las estirpes<br />

condenadas a cien años de soledad<br />

tengan por fin y para siempre una segunda<br />

oportunidad sobre la Tierra (García<br />

Márquez, 2010: 29).<br />

APULEYO, Plinio (1982). El olor de la guayaba. Bogotá. Oveja Negra.<br />

GUIBERT, Rita (1974). Siete voces. México. Editorial Novaro.<br />

GARCÍA MÁRQUEZ, Gabriel (2010). Yo no vine a decir un discurso. Barcelona.<br />

Mondadori.<br />

___________ (2004). Me alquilo para soñar. Barcelona: Mondadori.<br />

FREYRE, Maynor (2000). Altas voces de la literatura peruana y latinoamericana.<br />

Lima. Editorial San Marcos.


Revista de Literatura Hispanoamericana<br />

No. <strong>65</strong>, Julio-Diciembre, 2012: 102 - 120<br />

ISSN 0252-9017 ~ Dep. legal pp 197102ZU50<br />

Aporte para la comprensión <strong>del</strong> discurso<br />

literario: la paradoja emocional<br />

Steven Bermúdez Antúnez<br />

Universidad <strong>del</strong> Zulia<br />

Maracaibo-Venezuela<br />

E-mail: sbermudez37@gmail.com<br />

Resumen<br />

El presente artículo pretende proponer una nueva paradoja al conjunto<br />

ya existente y relacionado con la ficcionalidad literaria. Esta nueva<br />

paradoja la denominamos emocional. Así, mediante un examen de<br />

las nociones de paradojas y de la categoría de paradoja ficcional, sesigue<br />

hacia la revisión de cómo la ficción produce efectos emocionales,<br />

lo cual se toma como fundamento para la formulación de esta nueva paradoja<br />

y las razones que sustentarían tal opción.<br />

Palabras clave: Discurso literario, teoría de la ficcionalidad, paradoja ficcional,<br />

paradoja emocional.<br />

Recibido: 01-10-12 Aceptado: 02-11-12


Aporte para la comprensión <strong>del</strong> discurso literario: la paradoja emocional 103<br />

A Contribution to Understanding Literary<br />

Discourse: The Emotional Paradox<br />

Abstract<br />

This article aims to propose a new paradox for the existing set<br />

related to literary fiction. This new paradox is called emotional. By<br />

examining the notions of paradox and the category of fictional paradox,<br />

one continues toward a review of how fiction produces emotional<br />

effects, taken as the basis for formulating this new paradox and the<br />

reasons that would support such an option.<br />

Keywords: Literary discourse, theory of fictionality, fictional paradox,<br />

emotional paradox.<br />

Preámbulo: La paradoja o lo<br />

que maravilla al entendimiento<br />

En 2009 iniciamos una investigación<br />

sobre los mundos ficcionales<br />

y la emoción, que nos produjo<br />

varias satisfacciones (Bermúdez<br />

Antúnez, 2009, 2010, 2011). De<br />

esa larga indagación fueron surgiendo<br />

datos que desconocíamos<br />

hasta ese entonces. Uno de ellos, y<br />

quizá el más atrayente, fue constatar<br />

que la emoción que se desencadena<br />

por los mundos ficcionales<br />

funciona como resultado de un circuito<br />

paradojal. Esto es: ¿cómo podía<br />

causar emoción algo que no reunía<br />

las condiciones empíricas<br />

para hacerlo? Expliquémonos.<br />

Sobre la base de nuestras investigaciones,<br />

nos acogimos a la propuesta<br />

de que las emociones (en general)<br />

son el resultado de poseer creencias<br />

(estados intencionales) determinadas.<br />

A su vez, las creencias son el<br />

desenlace ante la convicción de la<br />

existencia de un «objeto» que se<br />

presenta como garantía de su activación.<br />

Es así como el pathos tiene una<br />

direccionalidad. También, desde<br />

nuestro punto de vista, lo paradojal<br />

tiene su sustento en el hecho de que<br />

las emociones que sentimos requieren<br />

<strong>del</strong> convencimiento de la existencia de<br />

dicho objeto. En consecuencia, experimentar<br />

la emoción de la rabia o el<br />

cólera se produce debido a que el sujeto<br />

evalúa una situación (un hecho,<br />

un suceso, etc.) y cree que, efectivamente,<br />

le afecta de manera injusta<br />

(Izard, 1977; Frijda, 1986 y 1988; Casacuberta,<br />

2000; Oatley, 2002; Evans,


Steven Bermúdez Antúnez<br />

104 Revista de Literatura Hispanoamericana No. <strong>65</strong>, 2012<br />

2003; Ekman, 2007). Sin embargo,<br />

las ficciones literarias (los estados<br />

de cosas que en ellas se despliegan,<br />

los sucesos, los conflictos, los personajes,<br />

las relaciones, los eventos,<br />

etc.) no existen empíricamente hablando,<br />

pero nos trastornan sentimentalmente.<br />

Esto es una paradoja.<br />

1. Ahora bien, ¿qué es una<br />

paradoja?<br />

A lo primero que podemos acceder<br />

para favorecer una definición de paradoja<br />

es a revisar su etimología. La palabra<br />

paradoja proviene <strong>del</strong> griego<br />

para, «contra», y doxa, «opinión» en<br />

el sentido de saber común. Así, se entiende<br />

que paradoja aludiría a un juicio<br />

que va en contra de la opinión o el<br />

saber común. Lo que realmente encantaba<br />

a los griegos de las paradojas<br />

era que encendían el entendimiento en<br />

el sentido de que nos producen la apariencia<br />

de racional a lo inadmisible<br />

(<strong>del</strong> Teso Martín, 2007: 58, Sorensen,<br />

2003a: 5). Así, las paradojas son un<br />

buen vehículo para visibilizar la oscura<br />

complejidad de las posibilidades<br />

<strong>del</strong> mundo.<br />

Las paradojas se han constituido<br />

siempre como un punto atractivo<br />

para la especulación filosófica. Sorensen<br />

afirma que «Paradoxes are<br />

questions (or in some cases, pseudoquestion)<br />

that suspend us between<br />

too many good answers»<br />

(pad. xii). Así, Sainsbury (Sains-<br />

bury, 2009:1), al igual que para <strong>del</strong><br />

Teso Martín (ibídem), la paradoja es<br />

la consecuencia de la supuesta<br />

aceptabilidad de una conclusión<br />

derivada de un supuesto razonamiento<br />

aceptable, el cual se ha obtenido<br />

a partir de unas (aparentes)<br />

premisas, también aparentemente<br />

aceptables. Como puede notarse, la<br />

paradoja se afianza en este extraño<br />

juego de recursividades de lo aparente<br />

y<strong>del</strong>oaceptable. Tanto la<br />

noción de aparente como de aceptable<br />

se pueden interpretar como<br />

que la enunciación paradójica semejara,<br />

a primera vista y sin mayores<br />

controversias, cumplir requisitos<br />

de logicidad (cumple con el<br />

principio de no-contradicción).<br />

Así, la duda no aparece ante nuestro<br />

intelecto sino una vez que hemos<br />

mirado con detenimiento y,<br />

entonces, algo suena extraño en la<br />

secuencia de premisas o en la conclusión.<br />

Tanto las premisas como<br />

la conclusión, por separado (como<br />

afirma <strong>del</strong> Teso Martín) pueden resultar<br />

congruentes, admisibles y<br />

hasta difícilmente rechazables. No<br />

obstante, una vez que se reúnen,<br />

que conviven, se origina el desajuste<br />

lógico.<br />

Semejante también opina Pino<br />

León (Pino León, 2003). Él considera<br />

que el asunto se circunscribe a<br />

una problemática de tipo lógica: una<br />

paradoja es una elaboración proposicional<br />

sobre la cual no somos capa-


Aporte para la comprensión <strong>del</strong> discurso literario: la paradoja emocional 105<br />

ces de afirmar ni su veracidad ni su<br />

falsedad. Esto es debido al hecho de<br />

que interpretarla como verdadera<br />

conlleva a que sea falsa o interpretarla<br />

como falsa, la hace verdadera.<br />

En este ámbito, por ejemplo, se<br />

encuentran paradojas famosas<br />

como la antiquísima <strong>del</strong> mentiroso<br />

o la <strong>del</strong> barbero 1 . En definitiva,<br />

existe cierto consenso entre los filósofos<br />

para aceptar que las paradojas<br />

son un conjunto de proposiciones<br />

que, individualmente, pueden<br />

resultar plausibles; sin embargo,<br />

al reunirlas, producen una conclusión<br />

inaceptable (por contradictoria)<br />

o un profundo ruido en la razón.<br />

Todo lo anterior hace que sea<br />

plausible, tal como propone Sorensen<br />

(Sorensen, 2003:3) interpretarla<br />

como una especie de “acertijo”.<br />

En ellas permanecen esos vestigios<br />

y esa seducción que los juegos verbales<br />

han mostrado dentro de la<br />

tradición.<br />

La tesis que cobijaremos consiste<br />

en aceptar, en primer lugar, que<br />

la respuesta emocional a la literatura<br />

está estrechamente vinculada con<br />

la denominada paradoja ficcional,<br />

visión ya bastante debatida y aceptada<br />

en teoría de la ficcionalidad.<br />

No obstante, queremos ir más allá.<br />

En segundo lugar (y esta sería<br />

nuestra contribución) queremos<br />

proponer otra vuelta de tuercas en<br />

lo referente a esta paradoja: dentro<br />

de ella se realiza otra -que proponemos<br />

denominar paradoja emocional-,<br />

la cual es la responsable de<br />

que la primera se realice y perpetúe<br />

plenamente. La paradoja emocional,<br />

entonces, surgirá a partir de un<br />

aparente contrasentido en las consecuencias<br />

que se generan entre la<br />

relación de lectores, el efecto estético<br />

y el provecho humano de estas<br />

consecuencias. El propósito de este<br />

trabajo, al final, será el de elevar<br />

esta paradoja (la emocional) para<br />

que sea un nuevo habitante de esta<br />

región en la medida en que se constituye<br />

como un recurso relacional<br />

especialísimo con la literatura.<br />

1 La paradoja <strong>del</strong> mentiroso se resume en el siguiente enunciado: “Esto que digo es falso”.<br />

Si es verdad que lo que dice es falso, entonces es verdadero. Claro, acá sería un<br />

buen ejemplo para plantearnos la interpretación desde el enunciado y desde la enunciación.<br />

Seguro tendríamos consecuencias diferentes. La paradoja <strong>del</strong> barbero, propuesta<br />

por Bertrand Russell, dice como sigue: “En una barbería hay un cartel que dice<br />

lo siguiente: “Yo afeito a quienes no se afeitan a sí mismos, y solamente a estos. La<br />

pregunta es: ¿quién afeita al barbero?”.


Steven Bermúdez Antúnez<br />

106 Revista de Literatura Hispanoamericana No. <strong>65</strong>, 2012<br />

La paradoja ficcional como<br />

centro de especulación literaria<br />

La teoría de la ficcionalidad literaria<br />

ha recorrido, en las tres últimas<br />

décadas, un amplísimo abanico<br />

de propuestas con las que intenta<br />

darse una configuración idiosincrática.<br />

Como ya definíamos en<br />

2006 (Bermúdez Antúnez, 2006),<br />

el discurso ficcional (como forma<br />

de interrelación socio-semiótica)<br />

se especializaría en instaurarse a<br />

partir de la comunicación literaria.<br />

Esta propicia y acepta la creación,<br />

por parte de un autor, de entes imaginarios<br />

en un mundo ficcional que<br />

son recepcionados (e interpretados)<br />

por un lector dentro de las coordenadas<br />

que establece y demarca<br />

el pacto ficcional. La teoría de la<br />

ficcionalidad, entonces, como un<br />

aporte a la teoría de la literatura,<br />

ha tenido que concretar ciertas categorías<br />

claves para pensarse. Una<br />

de estas categorías, sin duda, ha<br />

sido trabajar sobre la que se ha<br />

dado por denominar la paradoja<br />

ficcional. Junto a la paradoja ficcional<br />

se localizan una serie de paradojas<br />

estéticas que entra y salen<br />

<strong>del</strong> territorio literario: la paradoja<br />

narrativa, la paradoja <strong>del</strong> suspense,<br />

la paradoja de la comedia y la paradoja<br />

de la tragedia.<br />

2 Al respecto, revisar bibliografía al final.<br />

La paradoja ficcional puede descomponerse<br />

de la siguiente manera:<br />

a) Los lectores sentimos emociones<br />

por las entidades y acontecimientos<br />

ficcionales sobre los que<br />

leemos en las obras, aunque sabemos<br />

que son eso: entidades ficticias.<br />

b) Desde el punto de vista psico-fisiológico,<br />

sentir una emoción<br />

por un objeto o un evento solamente<br />

es plausible si presuponemos que<br />

dicho objeto o evento existe u ocurre<br />

y que las características que se<br />

les adjudican efectivamente son<br />

existentes.<br />

c) Sin embargo, nadie tiene la<br />

creencia de que, efectivamente, los<br />

objetos o los eventos que las obras<br />

de ficción presentan existan independientemente<br />

<strong>del</strong> espacio ficcional<br />

en que se plasman. Por el contrario,<br />

sabemos que estos son ficcionales<br />

y, por tanto, inexistentes 2 .<br />

¿Dónde se encuentra el corazón<br />

de esta paradoja? En la aparente<br />

contracción de sentir emociones por<br />

entidades no existentes. Es decir, la<br />

contradicción está en el hecho de<br />

que algo inexistente pueda producir<br />

la creencia (el estado mental intencional)<br />

provocadora de una emoción.<br />

Dado este marco, se ha hecho<br />

necesario recurrir a una serie de explicaciones<br />

que den cuenta de por<br />

qué esto ocurre. No obstante, esta


Aporte para la comprensión <strong>del</strong> discurso literario: la paradoja emocional 107<br />

paradoja está anclada en una premisa<br />

previa: la aceptación de que las<br />

aserciones desplegadas desde el discurso<br />

ficcional literario sean interpretadas<br />

como aserciones con valor<br />

de verdad; de algún tipo de verdad,<br />

por lo menos.<br />

En esta dirección, Mikkonen<br />

(Mikkonen, 2010) examina el asunto<br />

de las proposiciones ficcionales<br />

y su relación con la verdad o la falsedad<br />

de sus contenidos. Para ello<br />

estudia, como antesala, el hecho de<br />

que este debate está fuertemente<br />

centrado en la estética analítica anglo-americana.<br />

Searle afirmó en<br />

1979 que autor real (como hablante<br />

y responsable real de las proposiciones<br />

ficcionales) hace como sí<br />

hablara, dado que en realidad se<br />

«esconde» detrás de otros enunciadores<br />

(narradores y personajes).<br />

Así y solo así se puede aceptar las<br />

afirmaciones en un discurso ficcional<br />

3 . Mikkonen asegura que de esta<br />

postura se desprende lo que podría<br />

denominarse posición anti-cognitivista<br />

de los asertos ficcionales. Ella<br />

asegura que las ficciones literarias<br />

no pueden ofrecer aserciones de<br />

verdad ni falsedad (ya que no van<br />

dirigidas al mundo) y, por tanto, su<br />

contribución al conocimiento proposicional<br />

es invalidado. Y es así<br />

debido a que el discurso ficcional<br />

lo producen hablantes ficticios; o<br />

en el mejor de los casos, tal como<br />

propone Searle, el autor real hace<br />

como que hace aserciones (al ponerlas<br />

en boca de otros), sin hacerlas<br />

realmente, y debido a esto, no<br />

pueden tomarse en serio.<br />

No obstante, frente a esta aparente<br />

certeza, nadie dudaría en<br />

aceptar que las ficciones literarias<br />

transmiten afirmaciones contentivas<br />

de saberes sobre el mundo o<br />

sobre puntos de vista de la realidad<br />

y que, perfectamente, pueden ser<br />

asumidas como afirmaciones valederas<br />

que pretenden afectar nuestro<br />

conocimiento sobre él. Esto<br />

puede rastrearse en esa manifiesta<br />

presencia de construcciones aforísticas<br />

en la red textual que constituyen<br />

a algunos mundos literarios.<br />

Considérese, a modo de ejemplos,<br />

las siguientes porciones textuales<br />

de diferentes cuentos. Empecemos<br />

con las líneas finales <strong>del</strong> cuento titulado<br />

“Álbum”, <strong>del</strong> escritor colombiano<br />

Héctor Abad:<br />

3 Esto determina, por ejemplo, que para Searle la noción de autor textual odenarrador,<br />

son puras estrategias de encubrimiento: el autor real es el único responsable de lo que<br />

dice en una obra ficcional.


Steven Bermúdez Antúnez<br />

108 Revista de Literatura Hispanoamericana No. <strong>65</strong>, 2012<br />

«A veces creo que el infierno, si existiera,<br />

consistiría en poder ver, en el preciso<br />

instante de nuestra muerte, lo que están<br />

haciendo en ese mismo momento las personas<br />

a quienes hemos querido».<br />

Pasemos ahora a las afirmaciones<br />

con que comienza el cuento de Doris<br />

Lessing, “La habitación diecinueve”:<br />

«Ésta es una historia, supongo, sobre el<br />

fracaso de la inteligencia: el matrimonio<br />

de los Rawling se había fundado en la<br />

inteligencia» 4 .<br />

En el primer ejemplo se nos estimula<br />

a considerar el hecho (como<br />

verdad empírica) de lo que supone<br />

experimentar esa dolorosa conciencia<br />

de la muerte (de que te vas, desapareces,<br />

dejas de ser) mientras<br />

esos a quien amas siguen sus vidas y<br />

que, en muchos casos, pueden estar<br />

experimentando una vivencia totalmente<br />

opuesta a tu desgraciado destino;<br />

como en el caso <strong>del</strong> cuento en<br />

cuestión: mientras la madre moría<br />

sola en un ancianato, el personaje<br />

central disfrutaba de un <strong>del</strong>icioso<br />

encuentro amoroso. En el segundo<br />

ejemplo, se nos invita a considerar<br />

el hecho de que la inteligencia no<br />

sea garantía de éxito y que, por el<br />

contrario, puede ser más bien la ruta<br />

perfecta para la desgracia. Esta pre-<br />

misa está presente como una amenaza<br />

a lo largo <strong>del</strong> cuento de Lessing.<br />

También serviría este último ejemplo,<br />

extraído de un cuento de la escritora<br />

mexicana Ángeles Mastreta,<br />

titulado “Ortografía”. La protagonista,<br />

después de sentirse derrotada<br />

porque su esposo «se hubiera sentido<br />

con tiempo para iniciar otra vida<br />

en otra parte», descubre, por una<br />

nota que había quedado abandonada<br />

entre los pliegues de su sofá, que la<br />

mujer por la que fue sustituida escribe<br />

con errores ortográficos. Entonces<br />

el narrador pone en la cabeza <strong>del</strong><br />

personaje el siguiente razonamiento<br />

conclusivo:<br />

«La ortografía es una forma sutil de la<br />

elegancia <strong>del</strong> alma, quien no la tiene<br />

puede vivir donde se le dé la gana. Según<br />

el pliego que debía firmar, la causa <strong>del</strong><br />

divorcio era incompatibilidad de caracteres.<br />

Nada más cierto, pensó ella. La ortografía<br />

es carácter. Firmó».<br />

Todos los ejemplos anteriores<br />

justifican a la llamada teoría proposicional<br />

moderada de la verdad literaria,<br />

la cual afirma que los mayores<br />

logros cognitivos de la ficción<br />

están bajo su superficie, esto es, en<br />

la idea de que las obras literarias no<br />

son aserciones literales, pero que de-<br />

4 Héctor Abad, «Álbum». En: 27 relatos colombianos. Editorial Planeta. Colombia.<br />

Pp. 7-10. Doris Lessing, «La habitación diecinueve». En: Doris Lessing, Un hombre y<br />

dos mujeres. Seix Barral España. 1998. Pp. 244-283.


Aporte para la comprensión <strong>del</strong> discurso literario: la paradoja emocional 109<br />

bajo de su espacio discursivo se invita<br />

al lector para que escuche dichas<br />

aserciones dado que pueden<br />

implicar o sugerir postulados que<br />

afecten su conocimiento <strong>del</strong> mundo<br />

(Mikkonen, 2010:314). Esto es lo<br />

que podría considerarse como el<br />

efecto perlocutivo de los actos de<br />

habla ilocutivos de ficcionalización,<br />

producidos por el discurso literario.<br />

Con todo esto, Mikkonen todavía reclama<br />

que se puede ir más allá:<br />

Many literary fictions imply assertions,<br />

or thematic claims or theses, by broad<br />

passages, such as events in the story or<br />

the work as a whole. Actually, there are<br />

even genres of literature in which making<br />

assertions in order to instruct, advice, or<br />

criticise, for example, is an essential part<br />

of a work’s design function, such as allegory<br />

(Everyman), parable (Steinbeck’s<br />

Pearl), satire (Orwell’s Animal Farm),<br />

thesis novel (Golding’s Lord of the<br />

Flies), and thesis play (Lessing’s Nathan<br />

der Weise), to mention some (Ídem.).<br />

Queda claro que para Mikkonen, el<br />

asunto de la intención autoral 5 es relevante<br />

en lo concerniente a examinar<br />

la validez de las aserciones ficcionales.<br />

Así, para él, si las obras literarias<br />

de ficción ofrecen afirmaciones y su-<br />

gerencias literarias, esto conlleva a<br />

distinguir ambas categorías.<br />

Las afirmaciones literarias se pueden<br />

considerar bastante <strong>del</strong>imitadas<br />

ya que se presentan a través de expresiones<br />

demarcadas, por ejemplo, en el<br />

habla de un personaje, el monólogo<br />

interior, el discurso explícito o el comentario.<br />

Esto las hace fácil de identificar<br />

y relativamente cómodas de interpretar.<br />

En el caso de las sugerencias<br />

literarias, es diferente. Ellas se<br />

presentan y son transmitidas por el<br />

entramado de recursos retórico-literarios<br />

que la obra despliega. De allí que<br />

las sugerencias literarias ofrezcan varias<br />

interpretaciones correctas o plausibles.<br />

De esto se desprende la implicación<br />

de que las afirmaciones que<br />

hacemos sobre la temática de una<br />

obra pueden ser parafraseadas en varias<br />

formas aceptables. Cuando el lector<br />

se interna en una obra literaria ficcional,<br />

establece conexiones entre<br />

ambos niveles y los utiliza en la construcción<br />

de su respuesta emocional.<br />

Esto ya, más o menos, lo sabíamos<br />

dado que lo señaló -sin desarrollarlo-<br />

Dolezel. Dolezel (1999:53) afirmó<br />

que en la textura de las ficciones literarias<br />

narrativas podemos encontrar<br />

dos tipos de proposiciones: las afir-<br />

5 Esto nos lleva a considerar que el autor y su intención tienen un valor para la interpretación<br />

de la obra ficcional. Visto así, habría que aceptar el hecho de que todo autor construye<br />

una obra ficcional y pone en su textura un propósito, una intención, la cual puede o<br />

no se acogida por el lector. Lejos estaría esto de una supuesta muerte <strong>del</strong> autor.


Steven Bermúdez Antúnez<br />

110 Revista de Literatura Hispanoamericana No. <strong>65</strong>, 2012<br />

maciones que expresan opiniones y<br />

creencias sobre el mundo real (digresiones<br />

reales), y las que incumben<br />

a las entidades <strong>del</strong> mundo ficcional<br />

(comentario ficcional). Estas últimas,<br />

construyen al mundo ficcional. En el<br />

caso de las primeras, tienen como<br />

propósito afectar nuestro conocimiento<br />

<strong>del</strong> mundo y generar una nueva mirada<br />

sobre él 6 .<br />

Por su parte, Levinson (Levinson,<br />

1997) acepta que responder emocionalmente<br />

a los productos artísticos es<br />

tan familiar que no puede llamarnos<br />

la atención. Lo que ocurre con la respuesta<br />

emocional está situado en los<br />

diferentes niveles que la activan; ya<br />

sea el trabajo en sí mismo o las vicisitudes<br />

que padecen los personajes.<br />

Este autor agrupa las posturas que se<br />

han ofrecido al debate sobre cómo se<br />

puede explicar que los mundos ficcionales<br />

desencadenen respuestas emocionales<br />

a sus receptores. Dado el interés<br />

que representa para la discusión,<br />

me permitiré corear (parafraseando)<br />

sus argumentos:<br />

a) La solución no intencional: las<br />

respuestas emocionales a las ficciones<br />

no son, realmente y a pesar de<br />

parecerlas, emociones genuinas. En<br />

tales casos, lo que estaría experimentado<br />

el sujeto es un estado afectivo<br />

menos complejo, tales como la<br />

alegría o reacciones espontáneas<br />

(como el shock). Este estado carece<br />

de intencionalidad y de evaluación<br />

cognitiva. No obstante, esta explicación<br />

apenas da cuenta y se ajusta<br />

con una pequeña porción de las respuestas<br />

desarrolladas a partir de la<br />

interrelación con las ficciones.<br />

b) La suspensión de la incredulidad:<br />

cuando se está interactuando<br />

con ficciones literarias, los participantes<br />

se permiten, temporalmente,<br />

aceptar la creencia de que las situaciones<br />

y personajes son auténticos.<br />

Invierten, así, las creencias de su<br />

inexistencia a medida que se sumergen<br />

en la ficción: a mayor inmersión<br />

ficcional, mayor receptividad a los<br />

estímulos <strong>del</strong> mundo ficcional y se<br />

tiene menos presentes las valoraciones<br />

<strong>del</strong> mundo empírico. Esto supone,<br />

sin embargo, una capacidad de<br />

control de la voluntad asombrosa y<br />

entrenada, la cual posibilite mantener<br />

la distinción entre realidad empírica<br />

y realidad ficcional.<br />

c) Aceptar la ficción como un<br />

sustituto de la realidad: las respues-<br />

6 Sobre las digresiones R, concluye Dolezel (1999:53): «El lector o interprete (quien habitualmente<br />

presiente que estas digresiones expresan opiniones <strong>del</strong> propio autor) tiene<br />

derecho a preguntar sin son verdaderas o falsas en el mundo real. Puesto que obedecen<br />

a condiciones de verdad diferentes <strong>del</strong> propio texto ficcional, las digresiones R no se<br />

pueden utilizar como una fuente para una semántica ficcional».


Aporte para la comprensión <strong>del</strong> discurso literario: la paradoja emocional 111<br />

tas emocionales a las ficciones toman<br />

como reales a objetos y acontecimientos<br />

que no existen empíricamente.<br />

Dada esta situación, esta respuesta<br />

puede sustentarse sobre tres<br />

posibilidades:<br />

1. Considerar que el objeto de la<br />

respuesta emocional sea la obra misma,<br />

la representación artística o parte<br />

de ella.<br />

2. Considerar que el objeto de la<br />

respuesta emocional es producto de<br />

las descripciones, las imágenes, las<br />

proposiciones o los pensamientos<br />

representados por la ficción.<br />

3. Considerar que las respuestas<br />

emocionales son reales o fenómenos<br />

de la experiencia <strong>del</strong> sujeto y que la<br />

ficción nos las activa y coloca, indirectamente,<br />

en la mente.<br />

d) La solución antienjuicialista:<br />

las respuestas emocionales a los objetos<br />

de la ficción son la evidencia<br />

de que no se requiere de la exigencia<br />

lógica de la existencia de la entidades.<br />

Basta con un conjunto de<br />

acciones cognitivas más sutiles, tales<br />

como verlas de cierto modo,<br />

concebirlas de cierta manera o vincularlas<br />

con algo. Entendidas así,<br />

no habría que categorizarlas de<br />

modo diferente a como se hace con<br />

las emociones reales ya que ambas<br />

demandan la intervención de cierto<br />

tipo de cognitivismo.<br />

e) La solución de la sustitución<br />

de la creencia: había que admitir<br />

que ciertas respuestas emocionales a<br />

las ficciones necesitan de la creencia<br />

de que, solo y exclusivamente, es en<br />

el mundo ficcional en donde los personajes<br />

existen y que únicamente es<br />

allí donde les sucede, efectivamente,<br />

vicisitudes. Esta solución impone<br />

recurrir a la noción de verdad ficcional,<br />

defendida, por ejemplo por Dolezel<br />

(Dolezel, 1999b).<br />

f) La solución irracionalista: esta<br />

solución propone que mientras estamos<br />

sumergidos en las ficciones literarias<br />

se produce una especie de<br />

cortocircuito cognitivo y nos hacemos<br />

irracionales. Por eso respondemos<br />

emocionalmente a los objetos<br />

que sabemos que no existen y que,<br />

por tanto, no poseen las características<br />

que se le adjudica en el mundo<br />

ficcional dado.<br />

g) La solución de «hacer-creer» o<br />

de la imaginación: la respuesta emocional<br />

a la ficción no puede entenderse,<br />

en sentido estricto, como ejemplares<br />

de las emociones ordinarias con<br />

cuyos nombres tendemos a etiquetarlas.<br />

Es decir, sentir «miedo» en la<br />

vida real (etiqueta lingüística para un<br />

tipo de emoción) no es lo mismo que<br />

sentir «miedo» por un acontecimiento<br />

o por un personaje de un mundo ficcional.<br />

Por el contrario, son solo casos<br />

imaginarios de hacer-creer las emociones.<br />

La idea central es que cuando<br />

interactuamos con productos ficcionales,<br />

nos hacemos-creer que experi-


Steven Bermúdez Antúnez<br />

112 Revista de Literatura Hispanoamericana No. <strong>65</strong>, 2012<br />

mentamos emociones por los objetos<br />

y acontecimientos que ocurren<br />

en el mundo ficcional.<br />

Quede claro, entonces, que el<br />

acercamiento teórico sobre el estatus<br />

que debe cumplir un texto ficcional<br />

para suscitar emociones,<br />

presenta una larga y amplia lista de<br />

controversias críticas. Aceptar un<br />

desenlace una u otra al respecto,<br />

dependerá <strong>del</strong> episteme desde el<br />

cual se desprenda la discusión. En<br />

nuestro caso, asumimos que la ficción<br />

literaria es un tipo de género<br />

enunciativo, condicionado así, por<br />

su finalidad (la socialización estética<br />

de experiencias intimas producidas<br />

por la imaginación autoral) y<br />

la situación o marco en que se desarrolla<br />

(el proceso de inmersión<br />

ficcional <strong>del</strong> lector que acepta el<br />

pacto ficcional) y que, como consecuencia,<br />

genera y proporciona a<br />

sus receptores, diversos tipos de<br />

experiencias humanas; entre ellas,<br />

las emocionales.<br />

Ahora bien: ¿Hay emociones<br />

únicas para apreciar el arte? O lo<br />

que es lo mismo, ¿existen emociones<br />

estéticas en sí misma que solo<br />

afloran cuando estamos inmerso en<br />

el prendamiento estético? El mismo<br />

Levinson afirma que, a pesar<br />

de admitir la dificultad teórica <strong>del</strong><br />

asunto, se podrían postular unas<br />

categorías básicas de afectos positivos<br />

concurrentes durante la experiencia<br />

estéticas. Aunque no sean<br />

exclusivas <strong>del</strong> arte, son distintivas<br />

de la apreciación de la obra y, creemos<br />

nosotros, también por su contenido.<br />

Las candidatas podrían ser la<br />

admiración para la habilidad <strong>del</strong><br />

trabajo artístico, la fascinación por<br />

la forma en que se presenta la<br />

obra, el placer por la belleza que<br />

inspira y la intimidación por la<br />

profundidad que lograría penetrar<br />

o expresar. Con todo y a nuestro<br />

parecer, alcanzarlas siempre supondrá<br />

que el apreciador posee o<br />

tiene a su favor cierto entrenamiento<br />

y cierta disposición que lo<br />

habilitan para experimentarlas.<br />

Susan Feagin (Feagin, 1997) concuerda<br />

en que las obras literarias de<br />

ficción producen (algunas) emociones.<br />

Es más, para ella esta facultad<br />

es relevante ya que las convierte (a<br />

las obras literarias) en un poderoso<br />

criterio para su apreciación. Feagin<br />

centra su trabajo en indagar cómo<br />

las emociones derivan de creencias<br />

que el sujeto debe tener. Para sentir<br />

emociones durante el proceso lector<br />

es necesario tener creencias sobre la<br />

validez de lo que ocurre en el mundo<br />

ficcional, aunque los lectores saben<br />

que dichos acontecimientos no<br />

afectan, realmente, su mundo empírico.<br />

¿Entonces? Para la autora esta<br />

experiencia se da, en ciertos casos,<br />

debido a un proceso de empatía o de<br />

sentimientos compartidos con los<br />

seres de ficción. Para la autora no es<br />

relevante la discusión de si la emo-


Aporte para la comprensión <strong>del</strong> discurso literario: la paradoja emocional 113<br />

ción empática que experimentamos<br />

por los objetos ficcionales es igual a<br />

la experimentada en la vida real.<br />

Más bien le interesa analizar lo que<br />

se siente al sentir empatía por un ser<br />

de ficción, sobre todo en relación<br />

con la variedad de actos mentales<br />

que contribuyen a imaginar (en el<br />

sentido de que lo que ocurre, ocurre<br />

en nuestras mentes) la experimentación<br />

de una emoción. Por ejemplo,<br />

imaginar tener miedo, estar enojado,<br />

sentir remordimiento, sentir asco o<br />

repugnancia, entre otros. Por tanto,<br />

el punto crucial para Feagin es el<br />

asunto de la empatía ficcional. Es a<br />

este mismo criterio al cual ha apelado<br />

el escritor mexicano Jorge Volpi<br />

(Volpi, 2011), en un trabajo reciente,<br />

cuando afirma:<br />

Leer una novela o un cuento no es una<br />

actividad inocua: desde el momento en<br />

que nuestras neuronas nos hacen reconocernos<br />

en los personajes de ficción –y<br />

apoderarnos así de sus conflictos, sus<br />

problemas, sus decisiones, su felicidad o<br />

su desgracia–, comenzamos a ser otros.<br />

Conforme más contagiosas –más aptas–<br />

sean las ideas que contiene una narración,<br />

sus secuelas quedarán más tiempo<br />

incrustadas en nuestra mente, como las<br />

secuelas de una enfermedad viral o de<br />

una fiebre terciaria. La única cura es, por<br />

supuesto, el olvido. Y la lectura de otras<br />

novelas (pág. 14).<br />

Todo lo anterior ha conducido a<br />

buscar explicaciones de cómo funciona<br />

nuestro cerebro en relación<br />

con la lectura literaria. Al respecto,<br />

Lisa Zunshine (Zunshine, 2006) ha<br />

propuesto acoger la teoría de la<br />

mente 7 para explicar nuestra permanente<br />

necesidad e interés en leer ficciones<br />

literarias.<br />

La teoría de la mente es, fundamentalmente,<br />

una categoría de análisis<br />

de los psicólogos cognitivos.<br />

Ellos la emplean para describir la<br />

capacidad que tenemos para aventurarnos<br />

a explicar, desde el comportamiento<br />

observable, los pensamientos,<br />

sentimientos, creencias y<br />

deseos de las otras personas. Esto<br />

quiere decir que, en general, los seres<br />

humanos nos atrevemos a emitir<br />

juicios de cómo piensan los otros<br />

(«leemos sus mentes») y les asignamos<br />

estados mentales específicos,<br />

usando como evidencia el escrutinio<br />

de su actuación. Sin embargo,<br />

en realidad, lo que hacemos es traducir<br />

la autoconciencia perceptiva<br />

que tenemos de nosotros mismos a<br />

estados mentales de los otros. En el<br />

caso de la literatura, la información<br />

de tales comportamientos nos viene<br />

7 No nos parece casual, entonces, que el libro de Jorge Volpi arriba citado lleve por título:<br />

“Leer la mente. El cerebro y el arte de la ficción”, 2011.


Steven Bermúdez Antúnez<br />

114 Revista de Literatura Hispanoamericana No. <strong>65</strong>, 2012<br />

dada a través <strong>del</strong> proceso lector. Los<br />

textos se nos ofrecen con un equipaje<br />

lingüístico limitado (el texto dice<br />

lo que dice) e inevitablemente, tal<br />

como lo señaló Román Ingarden<br />

(Ingarden, 1998), repletos de huecos<br />

e indeterminaciones. Esto conlleva<br />

a que potenciemos al máximo nuestro<br />

proceso de interpretación, a que<br />

correlacionemos acciones con pensamientos<br />

y creencias y a que, finalmente,<br />

construyamos hipótesis<br />

sobre los sentimientos, creencias y<br />

emociones que se despliegan en el<br />

mundo ficcional.<br />

2. Finalmente, un nuevo miembro:<br />

la paradoja emocional<br />

Si aceptamos, entonces, a los productos<br />

ficcionales como buenos<br />

ejemplares o como ejemplares prototípicos<br />

para la apreciación de la<br />

respuesta emocional humana, debemos<br />

considerar la posibilidad de elevar<br />

esta nueva paradoja. Esto sería<br />

posible dado que «Entendamos, por<br />

tanto, a partir de ahora la literatura<br />

como un producto mental que, si<br />

acaso, se dirige a un estado de ánimo,<br />

pero que no depende en puridad<br />

<strong>del</strong> mundo físico» (Moreno, 2010:<br />

79). En este sentido, el efecto lector<br />

no sólo se alcanza debido a los diversos<br />

lazos comunicantes <strong>del</strong> texto<br />

con el mundo, sino también debido<br />

a las complejas informaciones particulares<br />

que cada lector acumula de-<br />

bido a su experiencia lectora previa.<br />

De allí que consideremos al ámbito<br />

de la lectura de ficciones literarias<br />

como un buen candidato para evidenciar<br />

cómo las emociones son<br />

producidas por procesos de evaluación<br />

cognitiva de los sujetos que las<br />

disfrutan. Estamos seguros de que<br />

llegamos a sentir emociones durante<br />

las lecturas de los productos ficcionales<br />

solo al hallar suficientes índices<br />

textuales que estimulan la producción<br />

y relación de representaciones<br />

mentales. En otras palabras, únicamente<br />

se alcanza con éxito si se<br />

colocan en el texto las necesarias referencias<br />

para que dicha evaluación<br />

se geste desde el lector y él pueda<br />

«leer la mente» de aquellas entidades<br />

ficcionales con las cuales se<br />

identifica. Este proceso es el que reconoceríamos<br />

como construcción de<br />

la emoción literaria. Si las emociones,<br />

tal como afirma Casacuberta<br />

(2000:259) son percepciones que<br />

nos facultan para detectar eventos<br />

<strong>del</strong> mundo y evaluarlos en relación<br />

con nuestros planes y propósitos,<br />

cuando leemos, estas (las emociones)<br />

solo se activarían en la medida<br />

en que podamos reconocer, integrar<br />

y asumir (en cierto modo y en cierta<br />

medida) que las vicisitudes que ocurren<br />

en el mundo ficcional se equiparan<br />

con las que podrían ocurrir en<br />

el mundo real y, por tanto, sus efectos<br />

serían similares. No en el sentido<br />

de que cuando leemos el proceso de


Aporte para la comprensión <strong>del</strong> discurso literario: la paradoja emocional 115<br />

ejecución de un salvaje asesinato de<br />

un personaje, gritaríamos; sino en el<br />

sentido de que nuestra mente reacciona<br />

frente a las vicisitudes desplegadas<br />

en el mundo ficcional ya que<br />

las reconoce como trances provocadores<br />

de tal o cual emoción, y así y<br />

en cierto modo, las activa.<br />

Volvamos sobre la noción de la<br />

paradoja emocional. El asunto<br />

está en que las emociones son estados<br />

cognitivos-fisiológicos genuinos,<br />

reales. Ocurren como manifestación<br />

de nuestro sistema nervioso<br />

a la evaluación de situaciones<br />

reales, específica. Son el resultado<br />

ante eventos que se presentan<br />

para proporcionarnos información<br />

para nuestros planes y metas en el<br />

mundo empírico. Pongamos por<br />

caso, el placer, ya que tanto que se<br />

ha hablado <strong>del</strong> placer de la lectura.<br />

Esta es una emoción que se produce<br />

como resultado de la evaluación<br />

de una situación que excita al organismo<br />

debido a que concluye<br />

que el evento le es beneficioso y<br />

favorable de algún modo y, por<br />

tanto, no tiene por qué cambiar sus<br />

planes 8 . ¿Cómo puede una obra<br />

narrativa literaria producirla, entonces?<br />

La lectura de una obra lite-<br />

raria produce esta emoción (el placer)<br />

en tanto y en cuanto el lector<br />

tenga la meta de obtener algo de<br />

ella (conocimiento, aprendizaje,<br />

valores, visión de mundo, entrenamiento,<br />

regocijo, evasión, etc.), y<br />

la asuma (lea) como su plan para<br />

ese fin. Ahora bien, suponemos<br />

que las situaciones que nos ofrecen<br />

los productos ficcionales no son<br />

reales y que sus receptores lo saben,<br />

aunque para disfrutarlas las<br />

asuman como efectivamente reales<br />

(paradoja de la ficción). Sin embargo,<br />

de ellas es posibles generar<br />

respuestas emocionales equivalentes<br />

a las que se generan frente a situaciones<br />

reales, fácticas. Para que<br />

dichas respuestas emocionales<br />

efectivamente se gesten y sean experimentadas<br />

por los receptores, se<br />

hace necesario que el producto ficcional<br />

construya la situación que<br />

conlleva a la posterior evaluación<br />

y el lector pueda comprender en<br />

qué medida se relacionan con los<br />

planes y metas de las entidades ficcionales.<br />

De este modo, los productos<br />

ficcionales se presentan<br />

como efectivos y diáfanos espacios<br />

en los que se pueden contemplar<br />

cómo los sujetos experimentamos<br />

8 Sigmund Freud: Más allá <strong>del</strong> principio <strong>del</strong> placer (Jenseits des Lustprinzips, en alemán<br />

original). Fue publicada en 1920 por el Internationaler Psycho-analytischer Verlag (Leipzig,<br />

Viena, Zurich). Más tarde se incluye en el volumen VI de las Obras Completas, publicadas<br />

por la misma editorial.


Steven Bermúdez Antúnez<br />

116 Revista de Literatura Hispanoamericana No. <strong>65</strong>, 2012<br />

nuestras manifestaciones emocionales<br />

(en la medida en que plasman las<br />

infinitas situaciones que las generan),<br />

a pesar de que ellos (los productos<br />

ficcionales) no son situaciones<br />

genuinas, solo las representan.<br />

Y dado que los eventos presentados<br />

en las ficcionales literarias no<br />

ocurren en el mundo empírico de<br />

los lectores, sus estructuras retórica-textuales<br />

despliegan un montaje<br />

de mimemas 9 estéticos-discursivos<br />

para que los receptores logren experimentar<br />

la simulación como si<br />

lo fueran. He allí la paradoja emocional.<br />

Desde tal perspectiva, es indudable<br />

que esta paradoja resulta una<br />

consecuencia inmediata de la paradoja<br />

de la ficción, pero es más. Es<br />

su necesaria coronación dado que se<br />

presenta como una consecuencia <strong>del</strong><br />

proceso de inmersión ficcional, voluntariamente<br />

asumido por el lector<br />

a través <strong>del</strong> pacto ficcional 10 . Pon-<br />

gamos un ejemplo con el cuento<br />

«Circe», de Julio Cortázar. Casi al<br />

final nos horrorizamos con el plan<br />

que ha venido desarrollando Delia:<br />

envenena a sus novios para no irse<br />

nunca de la casa. También compartimos<br />

la desesperación yelmiedo de<br />

los Mañara (sus padres) cuando,<br />

agazapados en la cocina, esperan<br />

que, por fin, su actual novio la estrangule<br />

para de esa manera, verse<br />

librados de su maligna presencia.<br />

Sabemos que los Mañara sienten<br />

miedo de su hija (no amor) debido a<br />

que evaluamos la situación en que<br />

se encuentran: ellos saben que su<br />

hija ha estado envenenando a sus<br />

novios y llegados a este punto, ¿qué<br />

evitará que en un futuro lo haga con<br />

ellos? Si la hija supone un peligro<br />

para ellos, ¿cómo hacen para que su<br />

plan de seguir con vida no se frustre?<br />

Cambiando de planes: no enfrentándose<br />

a ella sino esperando<br />

que otro lo haga. De allí la sorpresa<br />

9 Esta categoría la ofrece Schaeffer para explicar cómo la imitación posee una presencia<br />

y un valor determinante en la comprensión y representación <strong>del</strong> mundo. Y aunque no<br />

ofrece una definición explícita, se logra inferir que son aquellos elementos seleccionados<br />

por el productor para gestionar el proceso de representación <strong>del</strong> objeto representado.<br />

Para él (2002:72), la «… imitación no es nunca un reflejo (pasivo) de la cosa imitada,<br />

sino la construcción de un mo<strong>del</strong>o de esa cosa, mo<strong>del</strong>o fundado en una parrilla<br />

selectiva de similitudes entre imitación y cosa imitada». Así, dado que los mimemas se<br />

producen por una «(…) relación de semejanza selectiva», según Sheaffer (ídem), en el<br />

caso de la literatura, se lograrían a través <strong>del</strong> despliegue de un esfuerzo discursivo dirigido<br />

a construir esa semejanza selectiva a través de la selección de situaciones consideradas<br />

por el autor como las más propicias para gestar la similitud.<br />

10 Como pacto ficcional entendemos (Moreno, 68) «el acuerdo establecido entre un texto<br />

ficcional y un lector de dicho texto, por el cual ese lector lee los sucesos ocurridos


Aporte para la comprensión <strong>del</strong> discurso literario: la paradoja emocional 117<br />

que se produce en el el el nivel <strong>del</strong> lector. lector. lector.<br />

Este cuento es una maravillosa<br />

muestra de de de cómo se edifican, desde<br />

el universo universo universo ficcional, una una una gama de<br />

emociones que tiene su coronación<br />

en la postrimerías <strong>del</strong> mundo narranarranarrativo y repercuten en las emociones<br />

en el nivel <strong>del</strong> lector. Sin Sin Sin embargo,<br />

ninguno de esos sucesos existe. No<br />

ocurren en el mundo empírico. empírico. empírico.<br />

La paradoja emocional, de índole<br />

semántica, quedaría, entonces, enunciada<br />

de la siguiente manera:<br />

1. La praxis emocional es esencial<br />

en la vida humana como especie.<br />

Ella se logra a través de la interacción<br />

empírica con otros sujetos<br />

y con el entorno, lo cual nos<br />

lleva a aprender, a conocer, a activar<br />

y diseñar nuestras capacidades<br />

y manifestaciones emocionales.<br />

Así se alimenta nuestro mapa psico-social.<br />

2. Tenemos experiencias emocionales<br />

al leer textos literarios, los cuales<br />

nos ponen en interacción con seres<br />

y situaciones irreales. Las experiencias<br />

emocionales derivadas de esta interacción<br />

son buenas candidatas para<br />

entrenarnos empíricamente, porque no<br />

nos pone en riesgo físico-emocional y<br />

son eficaces para afinar nuestra capacidad<br />

empática.<br />

Vista así, la paradoja emocional se<br />

sitúa en esa aparente incompatibilidad<br />

que supone aceptar que la emoción<br />

sea necesaria para nuestra conformación<br />

humana y que ella surja a<br />

partir de interactuar con hechos reales;<br />

mientras que sea también cierto<br />

que la literatura tenga la capacidad de<br />

producir emociones y que estas (las<br />

emociones generadas por la ficción literaria)<br />

sean, a su vez, buenas candidatas.<br />

Ellas nos entrenan en la acentuación<br />

y profundización de nuestra<br />

condición humana ya que nos hacen<br />

más complejos al ejercitarnos en la<br />

empatía, pero a su vez, menos dependientes<br />

de los estímulos externos, al<br />

liberarlos de los riesgos físicos que<br />

supone el interactuar en el mundo<br />

empírico. Todo esto es posible ya que<br />

las emociones suscitadas desde la literatura:<br />

(…) cumple (n) una tarea indispensable<br />

para nuestra especie: no sólo nos ayuda a<br />

predecir nuestras reacciones en situaciones<br />

hipotéticas, sino que nos obliga a representarlas<br />

en nuestra mente –a repetirlas<br />

y reconstruirlas- y, a partir de allí, a<br />

entrever qué sentiríamos si las experimentáramos<br />

de verdad (Volpi, 2011:12).<br />

Entonces, si comprendemos profundamente<br />

esta paradoja, podemos<br />

como si estuvieran de verdad ocurriendo ante él». Véase bibliografía.


Steven Bermúdez Antúnez<br />

118 Revista de Literatura Hispanoamericana No. <strong>65</strong>, 2012<br />

esgrimirla como un medio atrayente<br />

para la aceleración <strong>del</strong> gusto por la<br />

lectura de textos ficcionales. Los<br />

textos ficcionales se convertirían,<br />

así, en una valiosa vivencia con los<br />

que los seres humanos podemos<br />

ejercitar nuestro amplísimo espectro<br />

emocional y, por tanto, aumentar<br />

Bibliografía<br />

nuestra hondura empática. Los mundos<br />

ficcionales literarios nos dan la<br />

oportunidad de conocer la más variada<br />

gama de mundos íntimos y, en<br />

consecuencia, profundizar en nuestra<br />

humanización. Capacidad central<br />

para la supervivencia de nuestra especie<br />

11 .<br />

BERMÚDEZ ANTÚNEZ, S. (2006). «La teoría de la ficcionalidad como marco<br />

epistemológico para el estudio <strong>del</strong> discurso ficcional. Intereses y fronteras».<br />

Revista de Literatura Hispanoamericana (52).<br />

_________________________ (2009). «Mundos ficcionales, ficción y ficcionalidad<br />

como dispositivos de la respuesta emocional desde la literatura y el cine».<br />

Revista de Literatura Hispanoamericana. (59), 9-27.<br />

________________________ (2010). «Las emociones y la teoría literaria. Un encuentro<br />

enriquecedor para la comprensión <strong>del</strong> texto literario». En-Claves <strong>del</strong><br />

pensamiento, IV (8), 147-168.<br />

__________________________ (2011). «La respuesta emocional como consecuencia<br />

<strong>del</strong> impacto narrativo de los mundos ficcionales. La consolidación de la paradoja<br />

ficcional». Isla Flotante, III (3), 37-56.<br />

CASACUBERTA, D. (2000). ¿Qué es una emoción? Barcelona: Editorial Crítica.<br />

DEL TESO MARTÍN, E. (2007). Compendio y ejercicios de semántica II (Vol. 94).<br />

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communication and emotional life. New York: St. Martin’s Griffin.<br />

EVANS, D. (2003). Emotion: A very short introduction. Oxford Oxford University<br />

Press.<br />

11 Debo confesar que el libro de Volpi, acá citado en dos oportunidades, llegó a mis manos<br />

al momento en que ya había terminado de redactar este artículo. Por ello no dejó<br />

de sorprenderme el hecho de que dos mentes (la de él y la mía), en espacios y tiempos


Aporte para la comprensión <strong>del</strong> discurso literario: la paradoja emocional 119<br />

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SEARLE, J. (1979). The Logical Statutus of Ficctional Discourse. En: Expresision<br />

and Meaning Studies in the Theory of Speech Acts (pp. 58-75). Cambridge:<br />

Cambridge University.<br />

diferentes, hayan expresado ideas casi gemelas. Fijémonos cómo se corresponden de<br />

manera tan próxima las últimas afirmaciones de mi artículo y estas palabras de Volpi<br />

de su libro: “… el arte no puede sino perseguir una meta más ambiciosa. ¿Cuál? La<br />

obvia: ayudarnos a sobrevivir y, más aún, hacernos auténticamente humanos” (pág. 8).


Steven Bermúdez Antúnez<br />

120 Revista de Literatura Hispanoamericana No. <strong>65</strong>, 2012<br />

SORENSEN, R. (2003). A Brief History of the Paradox: Philosophy and the Labyrinths<br />

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VOLPI, J. (2011). Leer la mente. El cerebro y el arte de la ficción. México: Alfaguara.<br />

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The Ohio State University.


Revista de Literatura Hispanoamericana<br />

No. <strong>65</strong>, Julio-Diciembre, 2012: 121 - 123<br />

ISSN 0252-9017 ~ Dep. legal pp 197102ZU50<br />

Índice acumulado (2012)<br />

Bermúdez Antúnez, Steven<br />

Aporte para la comprensión <strong>del</strong> discurso literario: la paradoja emocional<br />

A Contribution to Understanding Literary Discourse: The Emotional<br />

Paradox<br />

(No. <strong>65</strong>, Julio-Diciembre. Pp. 102-120)<br />

De Rugeriis, Romina<br />

Leer y escribir en el hogar y en la escuela<br />

Reading and Writing at Home and at School<br />

(No. <strong>65</strong>, Julio-Diciembre. Pp. 57-66)<br />

Figueroa Rodríguez, Margarita<br />

Leer y escribir en el hogar y en la escuela<br />

Reading and Writing at Home and at School<br />

(No. <strong>65</strong>, Julio-Diciembre. Pp. 57-66)<br />

Guzmán Toro, Fernando<br />

La profecía y el destino trágico <strong>del</strong> héroe en “La luna de Fausto”<br />

de Francisco Herrera Luque<br />

Prophecy and the Hero’s Tragic Destiny in La luna de Fausto<br />

(The Moon of Faust) by Francisco Herrera Luque<br />

(No. 64, Enero-Junio. Pp. 9-17)<br />

Hernández Carmona, Luís Javier<br />

Gabriel García Márquez, La escritura comprometida<br />

Gabriel García Márquez, Committed Writing<br />

(No. <strong>65</strong>, Julio-Diciembre. Pp. 86-101)<br />

Houvenaghel, Eugenia<br />

El pachuco de Octavio Paz (1950): Una relectura en clave argumentativa<br />

y existencialista<br />

The Pachuco of Octavio Paz (1950) : Re-Reading in an Argumentative<br />

and Existentialist Key<br />

(No. <strong>65</strong>, Julio-Diciembre. Pp. 67-85)


122 Índice Acumulado (2012)<br />

Koczkas, Anca<br />

Recuerdos de identidad y reconstrucciones de infancia: Treinta años de<br />

Las batallas en el desierto<br />

Memories of Identity and Childhood Reconstructions: Thirty Years of Las<br />

batallas en el desierto<br />

(No. 64, Enero-Junio. Pp. 32-49)<br />

Márquez Vargas, Vanessa A.<br />

Historia y literatura, los espacios vinculantes de la ficción.<br />

Para una relectura de El Arpa y la Sombra<br />

History and Literature, Connecting Spaces for Fiction.<br />

For a Re-reading of El Arpa y la Sombra<br />

(No. <strong>65</strong>, Julio-Diciembre. Pp. 42-56)<br />

Montiel Spluga, Leisie<br />

El ciberespacio en la imaginación de Jorge Luis Borges y Julio Cortázar<br />

Cyberspace in the Imagination of Jorge Luis Borges and Julio Cortázar<br />

(No. 64, Enero-Junio. Pp. 90-102)<br />

Mora V., Delsy<br />

El Carnero: ¿Antecedente de la Narrativa Latinoamericana?<br />

El Carnero: Antecedent for the Latin American Narrative?<br />

(No. <strong>65</strong>, Julio-Diciembre. Pp. 9-20)<br />

Núñez, Ana Felicia<br />

Ciudad y Petróleo: Maracaibo a partir de Ciudades Nativas de Hesnor<br />

Rivera y Mezclaje de César Chirinos<br />

City and Oil: Maracaibo Seen from Ciudades Nativas by Hesnor Rivera<br />

and Mezclaje by César Chirinos<br />

(No. 64, Enero-Junio. Pp. 18-31)<br />

Pirela Morillo, Johann<br />

El ciberespacio en la imaginación de Jorge Luis Borges y Julio Cortázar<br />

Cyberspace in the Imagination of Jorge Luis Borges and Julio Cortázar<br />

(No. 64, Enero-Junio. Pp. 90-102)<br />

Robinson, Gregory A.<br />

Jornadas y otros cuentos y Mariana en la Tigrera: Una mirada histórica<br />

y contextual desde un espacio invisible en la postmodernidad<br />

Jornadas y otros cuentos y Mariana en la Tigrera: A Historical and<br />

Contextual View from an Invisible Space in Post-Modernity<br />

(No. 64, Enero-Junio. Pp. 50-64)


Índice Acumulado (2012) 123<br />

Romero P., Ana María<br />

La obsesión civilista en la novelística venezolana <strong>del</strong> último tercio <strong>del</strong><br />

siglo XIX: Caso Peonía<br />

The Civilist Obsession in Venezuelan Novels of the Final Third of the<br />

Nineteenth Century. The Case of Peonía<br />

(No. 64, Enero-Junio. Pp. 103-119)<br />

Tornero, Angélica<br />

“La parte de los crímenes”: Un mundo accidental en 2666 de Roberto<br />

Bolaño<br />

“La parte de los crímenes” (The Part of the Crimes): An Accidental World in<br />

2666 by Roberto Bolaño<br />

(No. 64, Enero-Junio. Pp. <strong>65</strong>-89)


Revista de Literatura Hispanoamericana<br />

No. <strong>65</strong>, Julio-Diciembre, 2012: 125-141<br />

ISSN 0252-9017 ~ Dep. legal pp 197102ZU50<br />

Acervo On-Line Midia Regional<br />

Universidad de Taubate, Brasil<br />

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Red Iberoamericana de Revistas<br />

de Comunicación y Cultura<br />

Actas y Comunicaciones <strong>del</strong> Instituto de Historia Antigua y Medieval<br />

Fecha de fundación: mayo 2005<br />

Director: Hugo Zurutuza (2009-continúa) - Carlos Astarita (2005-2009)<br />

Responsable Editorial: Nélida Vincent<br />

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Aires, Argentina<br />

Anagramas<br />

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Anales de Historia Antigua, Medieval y Moderna<br />

Fecha de fundación: marzo 1948<br />

Director: Hugo Zurutuza (2009-continúa) - Carlos Astarita (1991-2009)<br />

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Anàlisi<br />

Fecha de fundación: 1980<br />

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Página web: www.uab.es<br />

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126 Revista de Literatura Hispanoamericana No. <strong>65</strong>, 2012<br />

Anuario de Investigaciones<br />

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Publicación anual de la Secretaría de Investigaciones Científicas y Posgrado, de la Facultad de<br />

Periodismo y Comunicación Social de la UNLP.<br />

Anuario ININCO<br />

Instituto de Investigaciones de la Comunicación<br />

Facultad de Humanidades y Educación, Universidad Central de Venezuela, Venezuela<br />

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Anuario UNESCO/UMESP de Comunicación Regional<br />

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E-mail: UNESCO@metodista.br<br />

APORTES de la Comunicación y la cultura<br />

Fecha de fundación: Febrero 1993<br />

Directora: Ingrid Steinbach<br />

Responsable Editorial: Ingrid Steinbach<br />

Página web: www.upsa.edu.bo<br />

Dirección de correo electrónico: ingridsteinbach@upsa.edu.bo<br />

Teléfonos: 591-3-346400<br />

Fax: 591-3-4<strong>65</strong>757. Universidad Privada de Santa Cruz de la Sierra<br />

Arandu<br />

Brasil<br />

Teléfono: (67) 421-0801<br />

Fax: (16) 624-0603<br />

E-mail: arandu@menthor.com.br<br />

Arte Críticas<br />

Fecha de fundación: (on-line) 2010<br />

Director: Carlos Dámaso Martínez<br />

Responsable Editorial: Instituto Universitario Nacional <strong>del</strong> Arte - Área Transdepartamental de<br />

Crítica de Artes (Inés Ibarra)<br />

Página web: www.artecriticas.com.ar<br />

Teléfonos / fax: 4861 – 0324<br />

C+I Comunicación e Información<br />

Centro de Investigación de la Comunicación e Información<br />

Universidad <strong>del</strong> Zulia<br />

Venezuela<br />

Telefax: (58-61) 598085<br />

E-mail: cmasi@latinmail.com


Revista de Literatura Hispanoamericana No. <strong>65</strong>, 2012 127<br />

Chasqui<br />

Fecha de fundación: 1974<br />

Director: Fernando checa Montúfar<br />

Responsable Editorial: Pablo Escandón<br />

Página web: www.ciespal.net/chasqui. Ciespal, Ecuador<br />

Correo electrónico: chasqui@ciespal.net<br />

Confirmación de los teléfonos / fax: 593 2 2544624<br />

Comunicacao & Artes<br />

Escuela de Comunicaciones y Artes<br />

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Brasil<br />

Teléfono: (5511) 30914063<br />

E-mail: comueduc@edu.usp.br<br />

Revista Comunicação & Educação<br />

Fecha de fundación: setembro de 1994<br />

Responsable editorial: Profa. Dra. Maria Cristina Castilho Costa e Prof. Dr.Adilson Odair Citelli<br />

Página web: www.eca.usp.br/comueduc<br />

Dirección de correo electrónico: comueduc@edu.usp.br<br />

Teléfono / fax: (5511) 3091-4063. Escola de Comunicações e Artes Universidade de São Paulo,<br />

Brasil<br />

Comunicação & Inovação<br />

Fecha de fundación: 2000<br />

Director: Professora Regina Rossetti<br />

Responsable Editorial: Professora Regina Rossetti<br />

Página web: www.uscs.edu.br/revistasacademicas/<br />

Dirección de correo electrónico:rossetti.regina@uol.com.br<br />

Teléfonos / fax: 55 (11) 4239-3200. Universidade Municipal de São Caetano do Sul, Brasil<br />

Comunicacao & Sociedade<br />

Universidade Metodista de São Paulo<br />

Brasil<br />

Teléfono: (5511) 436<strong>65</strong>537<br />

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Comunicacao Pro<br />

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Comunicación UPB<br />

Responsable editorial: Mg. Margarita M. Llano G. y Mg. Federico Medina Cano<br />

Página web: www.upb.edu.co


128 Revista de Literatura Hispanoamericana No. <strong>65</strong>, 2012<br />

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Tel: +57(4)415 90 42 Ext. 9720. Facultad de Comunicación Social y Periodismo, Universidad<br />

Pontificia Bolivariana, Colombia<br />

Comunicación y Hombre<br />

Director: Humberto Martínez-Fresneda Osorio<br />

Responsable Editorial: Universidad Francisco de Vitoria<br />

Página web: http://www.comunicacionyhombre.com<br />

Dirección de correo electrónico: comunicacionyhombre@ufv.es<br />

Teléfonos / fax: 917091400 Ext. 1590<br />

Fax: 913511716. Universidad Francisco de Vitoria, España<br />

Comunicación y Medios<br />

Editor General: Hans Stange M.<br />

Página web: www.icei.uchile.cl/comunicacionymedios<br />

Dirección de correo electrónico: revista.cym@uchile.cl<br />

Teléfonos: (56 2) 978 79 49<br />

Fax: (56 2) 978 79 06. Instituto de la Comunicación e Imagen , Universidad de Chile, Chile<br />

Comunicación y Sociedad<br />

Responsable editorial: Dra. Gabriela Gómez Rodríguez<br />

Página web: www.comunicacionysociedad.cucsh.udg.mx<br />

Dirección de correo electrónico: comysoc@fuentes.csh.udg.mx<br />

Teléfono: (0133) 38237505<br />

Fax: (0133) 38268352. Departamento de Estudios de la Comunicación Social, Universidad de<br />

Guadalajara, México<br />

Comunicación y Sociedad<br />

Fecha de fundación: 1988<br />

Director: Ana Azurmendi<br />

Responsable Editorial: Servicio Publicaciones Universidad de Navarra<br />

Página web: www.comunicacionysociedad.com<br />

Teléfonos / fax: 34 48 425 600 / 34 48 425 636. Facultad de Comunicación , Universidad de<br />

Navarra, España<br />

Comunicación. Estudios venezolanos de comunicación<br />

Fecha de fundación: 1975<br />

Director: Marcelino Bisbal<br />

Página web: http://www.gumilla.org.ve<br />

Dirección de correo electrónico: comunicacion@gumilla.org.ve<br />

Teléfonos: 58-212-5649803<br />

Fax: 58-212-5647557. Centro Gumilla, Venezuela<br />

Comunicar. Revista Científica Iberoamericana de Comunicación y Educación<br />

Responsable editorial: Dr. José Ignacio Aguaded Gómez.<br />

Página web: www.revistacomunicar.com


Revista de Literatura Hispanoamericana No. <strong>65</strong>, 2012 129<br />

recyt.fecyt.es/index.php/comunicar/login/<br />

www.grupocomunicar.com<br />

Dirección de correo electrónico: info@grupocomunicar.com (Gestión comercial y pedidos)<br />

director@grupocomunicar.com (redacción)<br />

Telefax: (34) 959 248380. Grupo Comunicar, España<br />

Conexiones. Revista Iberoamericana de Comunicación<br />

Fecha de fundación: 2009<br />

Director: Marcial Murciano<br />

Responsable Editorial: Carmina Crusafon<br />

Página web: en proceso de construcción<br />

Teléfonos: 00 34 935811147<br />

Fax: 00 34 935812005. Observatorio Iberoamericano de la Comunicación, Red RIEC, Universitat<br />

Autónoma de Barcelona, España<br />

Constelaciones de la Comunicación<br />

Fundación Walter Benjamín<br />

Argentina<br />

Teléfono: (54-11) 49613764<br />

Fax: (54-11) 48<strong>65</strong>5773<br />

E-mail: aentel@ciudad.com.ar<br />

Contratexto<br />

Responsable editorial: Giancarlo Carbone<br />

Página web: www1.ulima.edu.pe/Revistas/contratexto/index.htm<br />

Dirección de correo electrónico: gcarbone@correo.ulima.edu.pe . Facultad de Comunicación,<br />

Universidad de Lima, Perú<br />

Convergencia. Revista de Ciencias Sociales<br />

Fecha de fundación: Enero de 1993<br />

Director: Jorge G. Arzate Salgado<br />

Responsable Editorial: Verónica Hernández Sánchez<br />

Página web: http://convergencia.uaemex.mx<br />

Correo electrónico: revistaconvergencia@yahoo.com.mx<br />

Teléfonos / fax: 52 72 22 15 04 94<br />

Centro de Investigación y Estudios Avanzados de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de<br />

la Universidad Autónoma <strong>del</strong> Estado de México.<br />

Criterio Libre<br />

Fecha de fundación: segundo semestre <strong>del</strong> año 2002<br />

Editor: Fernando Chavaro Miranda<br />

Editor Adjunto: Responsable Editorial: FERNANDO CHAVARRO MIRANDA<br />

Página web: http://www.unilibre.edu.co/CriterioLibre/<br />

Correo electrónico: revistacriteriolibre@unilibrebog.edu.co / revistacriteriolibre@gmail.com<br />

Teléfonos / fax: (57) 4232741 Universidad Libre, Colombia


130 Revista de Literatura Hispanoamericana No. <strong>65</strong>, 2012<br />

Crítica<br />

Fecha de fundación: (distribución electrónica) 2006<br />

Director: Raúl Barreiros<br />

Responsable Editorial: Instituto Universitario Nacional <strong>del</strong> Arte - Área Transdepartamental<br />

de Crítica de Artes<br />

Página web: www.iuna.edu.ar/institucional/publicaciones/revistas.php<br />

Dirección de correo electrónico: critica.revista@iuna.edu.ar<br />

Teléfonos / fax: 4861 – 0324. Instituto Universitario Nacional <strong>del</strong> Arte, Argentina<br />

Cuaderno de H Ideas<br />

Fecha de fundación: 2007<br />

Director: Lic. Guillermo O. Quinteros<br />

Responsable Editorial: Mgt. Mauricio Schuttenberg<br />

Página web: La publicación no tiene sitio web propio. La información sobre la misma se encuentra<br />

contenida en la página <strong>del</strong> Centro de Estudios en Comunicación, Política y Sociedad<br />

(http://www.perio.unlp.edu.ar/cps/index.html ). Para acceder directamente a contenidos de la<br />

revista: http://www.perio.unlp.edu.ar/cps/0003.html )<br />

Dirección de correo electrónico: cps@perio.unlp.edu.ar<br />

Teléfonos: 54-0221-4224090, interno 128. Centro de Estudios en Comunicación, Política y<br />

Sociedad, Facultad de Periodismo y Comunicación Social, Universidad Nacional de La Plata,<br />

Argentina<br />

Cuadernos de información<br />

Fecha de fundación: 1984<br />

Editora: María Olga Delpiano<br />

Responsable Editorial: Facultad de Comunicaciones Pontificia Universidad Católica de Chile<br />

Alameda 340, Santiago, Chile (C.P. 83331150)<br />

Página web: www.cuadernos.info<br />

Correo electrónico: cuadernos@uc.cl, pdpiano@uc.cl<br />

Teléfonos / fax: 562 3542035<br />

Dedica. Revista de Educação e Humanidades<br />

Fecha de fundación: Enero, 2011<br />

Directora: María Angustias Ortiz Molina<br />

Responsable Editorial: Fernando José Sadio Ramos<br />

Página web: http://hum742.ugr.es/seccion_libre/dedica-revista-de-educao-e-humanidades/<br />

o http://dialnet.unirioja.es/servlet/revista?codigo=15495<br />

Correo electrónico: sadioramos@gmail.com<br />

Teléfonos/ fax: +351916016735. Portugal<br />

Diálogos de la Comunicación<br />

Responsable editorial: Director: Walter Neira Bronttis<br />

Página web: www.dialogosfelafacs.net<br />

Dirección de correo electrónico: editor@dialogosfelafacs.net<br />

Telefax: +511 437 6767 anexo 35548. FELAFACS. Federación Latinoamericana de Facultades<br />

de Comunicación Social. Colombia


Revista de Literatura Hispanoamericana No. <strong>65</strong>, 2012 131<br />

Disertaciones<br />

Fecha de fundación: 4 de diciembre de 2008<br />

Director: Herly Quiñónez<br />

Responsable Editorial: Carlos Arcila Calderón<br />

Página web: http://erevistas.saber.ula.ve/index.php/Disertaciones<br />

Dirección de correo electrónico: arcila@ula.ve.<br />

Teléfonos / fax: Teléfono: 58 276 3405125. Universidad de Los Andes, Venezuela<br />

doxa.comunicación. Revista interdisciplinar de comunicación y ciencias sociales.<br />

Responsable Editorial: Director: Dr. Luis Núñez Ladevéze.<br />

Subdirector: Dr. Ignacio Blanco Alfonso.<br />

Página web: en construcción, pero por el momento accesible en:<br />

www.humanidades.uspceu.es/pages/investigacion/humanidades-investigacion-revista-doxa-I.html<br />

Dirección de correo electrónico: doxa.fhm@ceu.es. Fundación Universitaria CEU San Pablo.<br />

España<br />

Em Questão<br />

Faculdade de Biblioteconomia e Comunicação<br />

Universidade Federal do Rio Grande do Sul<br />

Brasil<br />

Telefone: (55) 51 3308.5263<br />

E-mail: emquestão@ufrgs.br<br />

www.ufrgs.br/revistaemquestao<br />

Escribania<br />

Facultad de Comunicación Social y Periodismo<br />

Universidad de Manizales<br />

Colombia<br />

Teléfono: 8 84 14 50<br />

E-mail: escriba@um.umanizales.edu.co<br />

Espacios Públicos<br />

Fecha de inicio: Enero 1998<br />

Director: Leobardo Ruiz Alanís<br />

Responsable Editorial: Zoila Román Espinal<br />

Página web: http://politicas.uaemex.mx/espacios<br />

Correo electrónico: revistaespaciospublicos@yahoo.com.mx<br />

Teléfonos: (01 722) 2 13 16 07, 2 15 92 80. Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la<br />

UAEMÉX<br />

Estudios de Periodismo y Relaciones Públicas<br />

Escuela de Comunicaciones<br />

Universidad de Viña <strong>del</strong> Mar<br />

Chile<br />

Teléfono: (56 32) 2462620<br />

E-mail: esc.comunicaciones@uvm.cl


132 Revista de Literatura Hispanoamericana No. <strong>65</strong>, 2012<br />

Estudios sobre las Culturas Contemporáneas<br />

Fecha de fundación: 1986<br />

Director: Jorge A. González Sánchez<br />

Responsable Editorial: Genaro Zenteno Bórquez<br />

Página web: www.culturascontemporaneas.com<br />

Dirección de correo electrónico:<br />

Teléfonos / fax: +52(312) 31 6 11 27 (telfax). Programa Cultura – CUIS<br />

Universidad de Colima. México<br />

Exedra. Revista Científica<br />

Fecha de fundación: Enero, 2009<br />

Directora: Ana Maria Sarmento Coelho<br />

Comité Editorial: Pedro Balaus Custódio; Cláudia Perdigão Andrade; Francisco Moutinho Rúbio<br />

Página web: http://www.exedrajournal.com/<br />

Correo electrónico: exedra@esec.pt<br />

Tel: +351239793120<br />

Fax: +351 239 401461. Escola Superior de Educaçao de Coimbra, Portugal<br />

Extensión en Red<br />

Fecha de fundación: 2010<br />

Director: Lic. Jimena Espinoza<br />

Responsable Editorial: María Juliana Franceschi<br />

Página web: http://perio.unlp.edu.ar/sistemas/ojs/index.php/extensionenred/index<br />

Teléfonos / fax: (00-54) 0221- 4250133 - 0221-4223770<br />

E-mail: revistaextensionenred@perio.unlp.edu.ar. Facultad de Periodismo y Comunicación Social.<br />

Universidad Nacional de La Plata. Argentina<br />

Figuraciones<br />

Fecha de fundación: (on-line) 2009<br />

Director: Oscar Steimberg, Oscar Traversa<br />

Responsable Editorial: Instituto Universitario Nacional <strong>del</strong> Arte - Área Transdepartamental<br />

de Crítica de Artes (Daniela Koldobsky)<br />

Página web: www.revistafiguraciones.com.ar<br />

Teléfonos / fax: 4861 – 0324. Instituto Universitario Nacional <strong>del</strong> Arte<br />

Argentina<br />

Global Media Journal<br />

Fecha de fundación: Primavera 2004<br />

Director: Dr. José Carlos Lozano Rendón<br />

Responsable Editorial: Dr. Francisco Javier Martínez<br />

Página web: http://www.gmjei.com/<br />

Teléfono: (81) 83582000 Ext. 4<strong>65</strong>4<br />

Correo-e: globalmedia_enespanol@hotmail.com. Centro de Investigación en Comunicación<br />

e Información Tecnológico de Monterrey. México


Revista de Literatura Hispanoamericana No. <strong>65</strong>, 2012 133<br />

ICONO 14<br />

Fecha de fundación: 2003<br />

Director: Francisco García García<br />

Página web: www.icono14.net<br />

Teléfonos / fax: (34) 649186701<br />

E-mail: info@icono14.net. Asociación Científica de Investigación en Comunicación y Nuevas<br />

Tecnologías España<br />

Imagofagia<br />

Fecha de fundación: Abril 2010<br />

Director: Ana Laura Lusnich<br />

Responsable Editorial: ASAECA- Asociación Argentina de Estudios sobre Cine y Audiovisual<br />

Página web: http://www.asaeca.org/imagofagia<br />

Correo electrónico: com_publicaciones@asaeca.org (consultas); imagofagia@asaeca.org (entrega<br />

de trabajos)<br />

Teléfonos: 54-11-15-6296-7294. Asociación Argentina de Estudios de Cine y Audiovisual<br />

Argentina<br />

In-mediaciones de la Comunicación<br />

Facultad de Comunicación y Diseño<br />

Universidad ORT Uruguay<br />

Uruguay<br />

Teléfono: (59-82) 9080677<br />

Fax: (59-82) 9080680<br />

E-mail: silva_v@ort.edu.uy<br />

Interacao<br />

Universidad Estatal de Minas Gerais<br />

Brasil<br />

Teléfono: (55-35) 32195000<br />

Fax: (55-35) 32195251<br />

E-mail: comunicacao@fepesming.br. CEDAL. Centro de Comunicación Educativa Audiovisual.<br />

Colombia<br />

Intercom - Revista Brasilera de Comunicación<br />

Sociedad Brasilera de Estudios Interdisciplinarios de la Comunicación<br />

Brasil<br />

Telefax: (55-11) 8184088<br />

E-mail: intecom@usjp.org<br />

Interlenguajes<br />

Facultad de Comunicación y Lenguaje<br />

Pontificia Universidad Javeriana<br />

Colombia<br />

E-mail: signoyp@javeriana.edu.co


134 Revista de Literatura Hispanoamericana No. <strong>65</strong>, 2012<br />

Intersecciones en comunicación<br />

Responsable editorial: Editora Dra.María Teresa Sansèau.<br />

Co editora: Mag. Mónica Cohendoz<br />

Dirección de correo electrónico: intercom@soc.unicen.edu.ar<br />

Teléfono: (02284) 450115/331<br />

Fax: (02284) 451197. Facultad de Ciencias Sociales Universidad Nacional <strong>del</strong> Centro<br />

de la Provincia de Buenos Aires, Argentina<br />

Isla Flotante<br />

Fecha de fundación: Octubre 2008<br />

Director: Juanita Rojas Cisternas<br />

Responsable Editorial: Patricia Poblete Alday<br />

Dirección de correo electrónico: jrojas@academia.cl, ppoblete@academia.cl<br />

Teléfonos: (+562) 7878250/8035<br />

Fax: (+562) 7878000. Escuela de Periodismo, Universidad Academia de Humanismo Cristiano.<br />

Chile<br />

Izquierdas<br />

Fecha de fundación: 2008<br />

Director: Dra. Olga Ulianova<br />

Responsable Editorial: Dr. Manuel Loyola<br />

Página web: www.izquierdas.cl<br />

Correo electrónico: manuel.loyola@gmail.com<br />

Teléfonos / fax: 56-2-8854660. Universidad de Santiago de Chile. Chile<br />

Líbero<br />

Responsable Editorial: Prof.ª Dr.ª Dulcília Helena Schroeder Buitoni<br />

Página web: www.facasper.com.br/libero<br />

Dirección de correo electrónico: libero@facasper.com.br<br />

Teléfonos: (11) 3170-5969 e (11) 3170-5841<br />

Fax: (11) 3170-5485. Facultad de Comunicación Social Cásper Líbero<br />

Brasil<br />

LIS. Letra. Imagen. Sonido. La Ciudad Mediatizada<br />

Fecha de fundación: marzo 2008<br />

Director: José Luis Fernández<br />

Responsable Editorial: José Luis Fernández y Equipo S094<br />

Página web: http://semioticafernandez.com.ar/revista-lis/<br />

Correo electrónico: revistalis@semioticafernandez.com.ar<br />

Teléfonos / fax: 5411 48548487. Universidad de Buenos Aires, Argentina<br />

Lumina: Revista do Programa de Pós-Graduação em Comunicação da Universidade Federal<br />

de Juiz de Fora (PPGCOM/UFJF)<br />

Responsable editorial: Potiguara Mendes da Silveira Jr.<br />

Página web: www.ppgcomufjf.bem-vindo.net/lumina/index.php?journal=edicao<br />

Dirección de correo electrónico: revista.lumina@ufjf.edu.br


Revista de Literatura Hispanoamericana No. <strong>65</strong>, 2012 135<br />

Teléfono: (55-32) 32293601<br />

Fax: (55-32) 32293600. PPGCOM/UFJF - Programa de Pós-graduação. Universidade Federal<br />

de Juiz de Fora. Brasil<br />

Mediaciones<br />

Director: César Rocha Torres<br />

Responsable Editorial: Ibeth Molina Molina<br />

Página web: portal.uniminuto.edu/mediaciones<br />

Dirección de correo electrónico: revistamediaciones@yahoo.es<br />

Teléfonos: 051-291<strong>65</strong>20 ext. 6728- 6735<br />

Fax: (57-1) 436 2446. Facultad de Ciencias de la Comunicación Corporación Universitaria Minuto<br />

de Dios. Colombia<br />

Medios y Enteros<br />

Fecha de fundación: 1era época 1991, 2da. época formato digital 2009<br />

Directores: Edgardo Toledo y Silvana Comba<br />

Responsable Editorial: Dirección de la carrera de Comunicación Social de la UNR<br />

Página web: www.mediosyenteros.org.ar<br />

Dirección de correo electrónico: seminariociber@yahoo.com.ar<br />

Teléfonos / fax: 0341 4808521 / 0341 155474777. Universidad Nacional de Rosario, Argentina<br />

MiRatón<br />

Fecha de fundación: Inicia con el número uno, publicado en Junio <strong>del</strong> año 2001<br />

Director: Gonzaga Castro Arboleda<br />

Responsabilidad Editorial: Como una dinámica de trabajo, el Comité Editorial ha acordado que el<br />

editor de cada número sea un profesor invitado, que temporalmente forma parte <strong>del</strong> Comité y se<br />

encarga <strong>del</strong> proceso correspondiente. En este caso, los miembros <strong>del</strong> Comité podrán cumplir<br />

funciones de editores en alguno de los números.<br />

Página web: www.utp.edu.co/educacion/raton/<br />

Dirección de correo electrónico: gonca@utp.edu.co<br />

Teléfonos: (57) (6) 3137234<br />

Fax: 3213206. Universidad Tecnológica de Pereira, Colombia<br />

Newsletter<br />

Responsable editorial: Editor Lic. Maximiliano A. Perèt.<br />

Cuerpo Editorial:<br />

Editora: Lic. Carolina D. Ferrer<br />

Facultad de Ciencias Sociales, Universidad Nacional <strong>del</strong> Centro de la Provincia de Buenos Aires<br />

Co-editores<br />

Lic. Manuel P. Carrera Aizpitarte<br />

ANPCYT / Facultad de Ciencias Sociales, Universidad Nacional <strong>del</strong> Centro <strong>del</strong>a Provincia<br />

de Buenos Aires / Museo Etnográfico J. B Ambrosetti, Facultad de Filosofía y Letras, UBA.<br />

Lic. María Eugenia Conforti<br />

CONICET / Facultad de Ciencias Sociales, Universidad Nacional <strong>del</strong> Centro de la Provincia<br />

de Buenos Aires<br />

Lic. Nélida Pal. CONICET / Facultad de Ciencias Sociales, Universidad Nacional <strong>del</strong> Centro


136 Revista de Literatura Hispanoamericana No. <strong>65</strong>, 2012<br />

de la Provincia de Buenos Aires / Centro Austral de Investigaciones Científicas CADIC).<br />

Página web: www.soc.unicen.edu.ar/newsletter<br />

Dirección de correo electrónico: comunica@soc.unicen.edu.ar. Facultad de Ciencias Sociales.<br />

Universidad Nacional <strong>del</strong> Centro. Argentina<br />

Oficios Terrestres<br />

Director: Florencia Saintout<br />

Responsable Editorial: Natalia Ferrante, Paula Pe<strong>del</strong>aborde<br />

Página web: www.perio.unlp.edu.ar/oficios<br />

Dirección de correo electrónico: oficiost@perio.unlp.edu.ar<br />

Telefax: (54-221) 4221015. Facultad de Periodismo y Comunicación Social<br />

Universidad Nacional de La Plata, Argentina<br />

Ojos de Buey<br />

ARCOS - Instituto Profesional de Arte y Comunicación<br />

Chile<br />

Teléfono: 2044985<br />

Fax: 2252540<br />

E-mail: arcos@aarcos.cl<br />

Ojo de Buey. Revista digital de cine<br />

Fecha de fundación: Febrero 2010<br />

Director: Ramón Besonías Román<br />

Responsable Editorial: Ramón Besonías Román<br />

Página web: http://ojodbuey.blogspot.com<br />

Confirmación de los teléfonos: 924 263552 / 6006 77739. España.<br />

Palabra Clave<br />

Fecha de fundación: Noviembre de 1996<br />

Editor: Jerónimo Rivera Betancur<br />

Institución Editora: Universidad de La Sabana<br />

Responsable Editorial: Elsa Cristina Robayo Cruz, jefe editorial de revistas científicas<br />

Página web: http://palabraclave.unisabana.edu.co<br />

Dirección de correo electrónico: palabra.clave@unisabana.edu.co<br />

Teléfonos: (57-1) 8615555 – 8616666 exts. 1413 – 1474<br />

Fax: (57-1) 8615555 – 8616666 exts. 1412. Universidad de la Sabana<br />

Colombia<br />

Papeles de trabajo<br />

Fecha de fundación: 1991<br />

Director: Dr. Héctor Vázquez hectorcvazquez@hotmail.com<br />

Dra. Margot Bigot- apbigot@citynet,net.ar<br />

Responsable Editorial: Centro Interdisciplinario de Ciencias Etnolingüísticas y<br />

Antropológico-Sociales- Facultad de Humanidades y Artes – Universidad Nacional de Rosario<br />

-Argentina<br />

Web: http://www.scielo.org.ar/scielo.php?script=sci_serial&pid=1852-4508&lng=es&nrm=iso


Revista de Literatura Hispanoamericana No. <strong>65</strong>, 2012 137<br />

Correo-e: hectorcvazquez@hotmail.com, apbigot@citynet,net.ar. Centro de Estudios<br />

Interdisciplinarios en Etnolingüística y Antropología Socio-Cultural<br />

Universidad Nacional de Rosario, Argentina<br />

Pedagogía Social. Revista Interuniversitaria<br />

Fecha de fundación: 1986<br />

Directora: Gloria Pérez Serrano<br />

Responsable Editorial: Calamar Ediciones y Diseño<br />

E- mail: pedagogiasocialrevista@upo.es<br />

Página web: www.uned.es/pedagogiasocial.revistainteruniversitaria<br />

Teléfono: +34954978009 / FAX: +34954349878. Sociedad Iberoamericana de Pedagogía Social.<br />

España<br />

Perspectivas de la Comunicación<br />

Responsable editorial: Dr. Carlos <strong>del</strong> Valle Rojas (Director)<br />

Página web: www.perspectivas<strong>del</strong>acomunicacion.cl/<br />

Dirección de correo electrónico: perspectivas@ufro.cl, <strong>del</strong>valle@ufro.cl<br />

Teléfono: (56-45) 325387<br />

Fax: (56-45) 325362. Programa de Magíster en Ciencias de la Comunicación<br />

Departamento de Lenguas, Literatura y Comunicación, Facultad de Educación y Humanidades,<br />

Universidad de la Frontera. Chile<br />

Pixel-Bit. Revista de Medios y Educación<br />

Fecha de fundación: 1994<br />

Director: Dr. Julio Cabero Almenara<br />

Responsable Editorial: Ana Isabel Vázquez Martínez<br />

Página web: http://www.sav.us.es/pixelbit/<br />

Correo electrónico: secretariapixelbit@us.es<br />

Teléfonos / fax: 954487462/ 954487467. Secretariado de Recursos Audiovisuales y Nuevas<br />

Tecnologías. Universidad de Sevilla, España<br />

Poliantea<br />

Fecha de fundación: mayo de 2004<br />

Director: Sebastián Romero Buj<br />

Responsable Editorial: Eduardo Norman Acevedo<br />

Página web: www.poligran.edu.co/editorial y<br />

http://www.lalibreria<strong>del</strong>au.com/catalog/pageflip/revista_poliantea_11/flash.html<br />

(edición más reciente)<br />

Correo electrónico: poliantea@poli.edu.co; ednorman@poligran.edu.co<br />

Teléfonos / fax: (57-1) 3468800, extensión 808. Universitaria Politécnico Grancolombiano,<br />

Colombia<br />

Prisma social<br />

Fecha de fundación: 2008<br />

Directora: María Jesús Rosado Millán<br />

Responsable Editorial: Fundación iS+D para la Investigación Social Avanzada


138 Revista de Literatura Hispanoamericana No. <strong>65</strong>, 2012<br />

Página web: http://www.isdfundacion.org/publicaciones/revista/index.html<br />

Correo electrónico: arodriguez@isdfundacion.org; editorial@isdfundacion.org<br />

Teléfonos / fax: 0034916302544. Fundación iS+D para la Investigación Social Avanzada, España<br />

Punto Cero<br />

Director: Antonio Gómez Mallea<br />

Responsable editorial: Carrera de Comunicación Social de la Universidad Católica Boliviana –<br />

Regional Cochabamba<br />

Página web: www.ucbcba.edu.bo<br />

E-mail: puntocero@ucbcba.edu.bo. Departamento de Comunicación Social<br />

Universidad Católica Boliviana, Bolivia<br />

Question<br />

Director: María Silvina Souza<br />

Editor: Alejandro Verano<br />

Url: www.perio.unlp.edu.ar/question<br />

Correo electrónico: question@perio.unlp.edu.ar<br />

Telefax: 54-221-4236778 INTERNO 116. Facultad de Periodismo y Comunicación Social,<br />

Universidad Nacional de La Plata, Argentina<br />

Quórum Académico<br />

Responsable Editorial: Dr. Orlando Villalobos Finol<br />

Direcciones de correo electrónico: quorum_academico@yahoo.com, ciciluz1@gmail.com<br />

Teléfonos: (58) 0261-4127927<br />

Quórum Académico está disponible en las siguientes direcciones electrónicas:<br />

http://www.revistas.luz.edu.ve/index.php/quac<br />

http://www.redalyc.org/src/inicioHomRevRed.jsp?iCveEntRev=1990. Centro de Investigación<br />

de la Comunicación e Información, Universidad <strong>del</strong> Zulia. Venezuela<br />

Razón y Palabra<br />

Fecha de fundación: Enero de 1996<br />

Director: Dr. Octavio Islas<br />

Responsable Editorial: Dr. Octavio Islas<br />

Página web: http://www.razonypalabra.org.mx<br />

Correo electrónico: octavio.islas@itesm.mx<br />

Teléfonos / fax: 52 55 558645613 y 52 55 58645308. Proyecto Internet <strong>del</strong> Tecnológico<br />

de Monterrey, Campus Estado de México, México<br />

Revista Científica Digital Pensamiento Comunicacional Latinoamericano [revista discontinuada]<br />

Dirección de correo electrónico: mcgobbi.unesco@metodista.br<br />

Teléfonos: (5511) 4366-5819<br />

Fax: (5511) 4366-5817. Universidad Metodista de Sao Paulo, Brasil<br />

Revista de Educación Inclusiva<br />

Fecha de fundación: Noviembre 2008<br />

Director: José Antonio Torres González.


Revista de Literatura Hispanoamericana No. <strong>65</strong>, 2012 139<br />

Responsable Editorial: Editorial MAD. MAD-Eduforma - Editorial MAD - Apartado 8910 - 41080<br />

Sevilla<br />

Página web: http://www.ujaen.es/revista/rei/index.htm<br />

Correo electrónico: rei@ujaen.es<br />

Teléfonos / fax: 953 211807. Universidad de Jaén, España<br />

Revista de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales<br />

Universidad Nacional <strong>del</strong> Comahue<br />

Argentina<br />

E-mail: publifadecs@hotmail.com<br />

Revista Electrónica de Investigación y Docencia (REID)<br />

Fecha de fundación: 2008<br />

Director: Dr. Antonio Pantoja Vallejo<br />

Responsable: Dr. Antonio Pantoja Vallejo<br />

Editorial: Servicio de Publicaciones de la Universidad de Jaén<br />

Página web: www.revistareid.net<br />

E-mail: reid@ujaen.es<br />

Teléfonos / fax: 953212358 / 953211809. Servicio de Publicaciones, Universidad de Jaén, España<br />

Revista Electrónica Nodos de la Comunicación<br />

Centro de Comunicación y Educación<br />

Facultad de Periodismo y Comunicación Social, Universidad Nacional de La Plata, Argentina<br />

E-mail: jahuergo@perio.unlp.edu.ar www.perio.unlp.edu.ar/nodos/<br />

REVISTA FAMECOS: mídia, cultura e tecnologia<br />

Fecha de fundación: Setembro de 1994, com circulação por via impressa e, desde 2000,<br />

eletrônica.<br />

Director: Cristiane Freitas Gutfreind<br />

Cristiane Freitas Gutfreind<br />

Página web: http://revistaseletronicas.pucrs.br/ojs/index.php/revistafamecos<br />

Teléfonos/ fax: +55 51 3320-3<strong>65</strong>8. Programa de Pós-Graduação em Comunicação Social,<br />

Pontifícia Universidade Católica do Rio Grande do Sul, Brasil<br />

Revista Interamericana de Nuevas Tecnologías de la Información<br />

Facultad de Comunicación y Lenguaje<br />

Pontificia Universidad Javeriana<br />

Colombia<br />

E-mail: ariasj@javeriana.edu.co<br />

Revista Internacional de Folkcomunicação - Revista Folkcom (on line)<br />

Directora Geral da Revista: Betania Maciel, Presidente da Rede Folkcom<br />

Responsable Editorial: Sérgio Luiz Gadini<br />

Página web: www.revistas.uepg.br/index.php?journal=folkcom<br />

E-mail: sergiogadini@yahoo.com.br, agenciadejornalismo@uepg.br, revistafolkcom@uepg.br


140 Revista de Literatura Hispanoamericana No. <strong>65</strong>, 2012<br />

Teléfonos/fax: (42) 3220 3361 e 3220 3291. Rede de Pesquisadores de Folkcomunicação -<br />

Agência de Jornalismo da UEPG - Cátedra Unesco de Comunicação<br />

Brasil<br />

Revista latina de Comunicación Social<br />

Fecha de fundación: 1998<br />

Página web: .revistalatinacs.org<br />

Dirección de correo electrónico: rlatina@ull.es. Universidad de La Laguna, España<br />

Revista Mexicana de Comunicación<br />

Fecha de fundación: septiembre de 1988.<br />

Director: Omar Raúl Martínez Sánchez<br />

Responsable Editorial: Omar Raúl Martínez Sánchez<br />

Página web: www.mexicanadecomunicacion.com.mx<br />

Teléfonos / fax: 52 08 42 61 / 52 07 1857 / 52 08 7756<br />

E-mail: fundacionbuendia@prodigy.net.mx. Fundación Manuel Buendía, AC, México<br />

Signo y Pensamiento<br />

Facultad de Comunicación y Lenguaje<br />

Pontificia Universidad Javeriana<br />

Colombia.<br />

Teléfono: (57-1) 3208320 ext. 4587/4563. Fax: (57-1) 2878974<br />

E-mail: signoyp@javeriana.edu.co<br />

www.javeriana.edu.co/signoyp/<br />

Sinergia<br />

Colegio de Periodistas de Costa Rica<br />

Costa Rica<br />

Teléfono: (50-6) 2215119<br />

E-mail: medios@sol.racsa.co.cr<br />

Tecnología y Comunicación Educativas<br />

Instituto Latinoamericano de la Comunicación Educativa<br />

México<br />

Teléfono: 5255 5671 70<strong>65</strong>. Fax: 728<strong>65</strong>54<br />

E-mail: tvce@ilce.edu.mx, investigación@ilce.edu.mx<br />

Telos en la red<br />

Fecha de fundación: 1 Enero 1985. Editada hasta 1997 por FUNDESCO. Nueva etapa desde<br />

Enero de 2002 hasta la actualidad, editada por la Fundación Telefónica.<br />

Editor: Javier Nadal;<br />

Editor Adjunto: José Beaumont<br />

Responsable Editorial: Coordinador científico de contenidos: Enrique Bustamante<br />

Página web: www.telos.es; fundaciontelefonica.es<br />

Correo electrónico: fundacion-telefonica@telefonica.es<br />

Teléfonos / fax: 900110707. Fundación Telefónica, España


Revista de Literatura Hispanoamericana No. <strong>65</strong>, 2012 141<br />

Temas de comunicación<br />

Director: Andrés Cañizález<br />

Página web: http://www.ucab.edu.ve/revista.html<br />

Dirección de correo electrónico: acanizal@ucab.edu.ve<br />

Teléfonos: 58-212-4074405<br />

Fax: 58-212-4074404. Escuela de Comunicación Social, Universidad Católica Andrés Bello,<br />

Venezuela<br />

Temas y Problemas de Comunicación<br />

Centro de Investigación en Comunicación - CICOM<br />

Universidad Nacional de Río Cuarto, Argentina<br />

Teléfono: (0054-358) 4676181<br />

Fax: (0054-358) 4676314<br />

E-mail: temasyproblemas@hum.unrc.edu.ar<br />

www.unrc.edu.ar/insti/05/comu/temasyproblemas/<br />

Trama<br />

Universidade Estácio de Sá<br />

Comunicacao Social – Jornalismo, Brasil<br />

E-mail: eliane@comunic.unitau.br<br />

Tram[p]as de la Comunicación y la Cultura<br />

Director: Leonardo Julio González<br />

Responsable Editorial: Anabel Manasanch y María Cecilia Mainini<br />

Página web: www.perio.unlp.edu.ar/trampas (no está en funcionamiento)<br />

Dirección de correo electrónico: trampas@perio.unlp.edu.ar<br />

Teléfonos: 0221 422 4090/4015 interno 105. Facultad de Periodismo y Comunicación Social,<br />

Universidad Nacional de La Plata, Argentina<br />

Ventana Indiscreta<br />

Fecha de fundación: 2009<br />

Director: Giancarlo Carbone<br />

Responsable Editorial: Jose Carlos Cabrejo<br />

Dirección de correo electrónico: fondoeditorial@ulima.edu.pe, lourdeschangm@yahoo.com<br />

Teléfonos / Fax: (511)4361426. Universidad de Lima, Perú<br />

Versión. Estudios de Comunicación y Política<br />

Director: Ramón Alvarado Jiménez<br />

Responsable Editorial: Virginia Méndez<br />

Página web: version.xoc.uam.mx<br />

Dirección de correo electrónico: version@correo.xoc.uam.mx<br />

Teléfonos: (55) 94 50 88, (54) 83 70 80 y (54) 83 74 44<br />

Fax: (54) 83 71 49. Universidad Autónoma Metropolitana, Departamento de Educación<br />

y Comunicación, México


Información general<br />

La Revista de Literatura Hispanoamericana es una publicación<br />

auspiciada por el Instituto de Investigaciones Literarias y Lingüísticas<br />

de la Universidad <strong>del</strong> Zulia y financiada por el Consejo de Desarrollo<br />

Científico y Humanístico (CONDES); aparece semestralmente<br />

y tiene carácter unidisciplinario.<br />

Los objetivos de esta publicación son los siguientes:<br />

- Estimular la investigación en el campo de la literatura hispanoamericana<br />

y divulgar sus resultados.<br />

- Afianzarse como espacio editorial donde puedan confrontarse,<br />

discutirse y analizarse las más avanzadas ideas en el área de la<br />

literatura y la crítica literaria hispanoamericanas.


Instrucciones y normas<br />

para el envío de trabajos<br />

La Revista de Literatura Hispanoamericana recibe trabajos en español<br />

y portugués de investigadores nacionales y extranjeros. Los artículos son<br />

arbitrados por parte de un comité de especialistas de reconocido prestigio, a<br />

fin de mantener un elevado nivel académico. El Comité Editorial se reserva<br />

el derecho de sugerir modificaciones formales a los que sean aceptados<br />

para su publicación, así como también publicar los trabajos aceptados en el<br />

número que estime más conveniente.<br />

Los investigadores interesados en publicar sus artículos en la Revista<br />

de Literatura Hispanoamericana deben seguir las siguientes instrucciones:<br />

1. Enviar los trabajos al Instituto de Investigaciones Literarias y Lingüísticas<br />

de la Facultad de Humanidades y Educación de la Universidad<br />

<strong>del</strong> Zulia. Revista de Literatura Hispanoamericana. Bloque Q,<br />

204. Maracaibo. Estado Zulia. Venezuela.<br />

2. Los trabajos deben ser originales, inéditos, no publicados ni total ni<br />

parcialmente con anterioridad, ni haber sido propuestos simultáneamente<br />

a otras publicaciones (sin antes haber sido notificado a este comité).<br />

3. El autor debe enviar un original y tres copias de su trabajo con las<br />

siguientes especificaciones: (a) extensión entre 14 y 25 cuartillas, en<br />

papel carta, mecanografiado a doble espacio y por una sola cara;<br />

(b) enviar un CD, grabado, sin editar, en Word; (c) resumen no mayor<br />

de 250 palabras en español e inglés, con la indicación de 3 a 5<br />

palabras clave también en español e inglés.<br />

4. Las referencias bibliográficas se ubicarán al final <strong>del</strong> trabajo. Las referencias<br />

hechas en el texto deben incluir entre paréntesis el apellido<br />

<strong>del</strong> autor, el año de publicación y el número de página (Montejo,<br />

1986:79). El resto de los datos será incluido en las referencias bibliográficas<br />

de acuerdo con el siguiente orden: Autor. Año de publicación.<br />

Título. Ciudad. Editorial. <strong>Número</strong> de páginas.<br />

5. Todo trabajo deberá estar acompañado por un breve currículum vitae<br />

<strong>del</strong> autor.<br />

6. Para comunicarse con la Revista de Literatura Hispanoamericana se<br />

deberá enviar sus mensajes al siguiente E-mail: revliteraturahispanoamericana@gmail.com


No. <strong>65</strong>, Julio-Diciembre, 2012<br />

ISSN 0252-9017 ~ Dep. legal pp 197102ZU50<br />

Ficha de suscripción<br />

Institución: ..................................................................................................<br />

Apellidos: ....................................................................................................<br />

Nombres:.....................................................................................................<br />

Dirección:....................................................................................................<br />

Lugar de Trabajo:........................................................................................<br />

Teléfono:. ............... Suscripción <strong>del</strong> número: ..........................<br />

al número ............... Fecha: ......................................................<br />

Correo electrónico:......................................................................................<br />

FIRMA<br />

Tarifas: Europa, Estados Unidos y América Latina: US$ 60 (por año)


No. 64, Enero-Junio, 2012<br />

ISSN 0252-9017 ~ Dep. legal pp 197102ZU50<br />

Ficha de convenio de canje<br />

Institución: ..................................................................................................<br />

Apellidos: ....................................................................................................<br />

Nombres:.....................................................................................................<br />

Dirección:....................................................................................................<br />

Telf. o Fax: ..................................................................................................<br />

Correo electrónico:......................................................................................<br />

Canje con la Revista:...................................................................................<br />

Editada por: .................................................................................................<br />

Fecha de convenio:......................................................................................<br />

Firma: _____________________


Universidad <strong>del</strong> Zulia<br />

Rector<br />

Jorge Palencia<br />

Vice-Rectora Académica<br />

Judith Aular de Durán<br />

Vice-Rectora Administrativa<br />

María Guadalupe Núñez<br />

Secretaria<br />

Marlene Primera<br />

Coordinador Secretario <strong>del</strong> CONDES<br />

Gilberto Vizcaíno<br />

Decana Facultad de Humanidades y Educación<br />

Doris Salas de Molina<br />

Directora <strong>del</strong> Instituto de Investigaciones<br />

Literarias y Lingüísticas<br />

Fátima Celis


Revista de Literatura Hispanoamericana No. <strong>65</strong><br />

en tiraje de 1000 ejemplares, se terminó de imprimir<br />

en Diciembre de 2012, en los talleres de<br />

Ediciones Astro Data, S.A.<br />

Telf.: 0261 7511905 ~ Fax: 0261-7831345<br />

Maracaibo - Venezuela

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