Vida de Rimbaud
Vida de Rimbaud Vida de Rimbaud
JEAN-MARIE CARRÉ Las mujeres hicieron el gasto de la conversación: gestaba cansado?. ¿ había tenido un buen viaje?, y él a duras penas despegó los labios, respondiendo con tono exhausto. Entonces Carlos Pros lo interrogó sobre sus versos. Silencio insolente v obstinado. Con los codos sobre la mesa, encendió la pipa, chupo algunas bocanadas y se levantó a acostarse. Es fácil imaginar las reflexiones que de inmediato cambiaron los convidados: "No es divertido el mozo... Y al fin de cuentas... y ese total desenfado... Cuando regrese el suegro no lo soportará ni un minuto... ", etc. Verlaine procuró defenderlo un poco, pero al día subsiguiente y en los consecutivos, las cosas se malograron. Rimbaud se sentía de más en más molesto en este ambiente burgués que no difería sensiblemente del suyo. Volvía a encontrar allí el gusto y los modales de C'harleville, el estilo Luis Felipe, la mesita y el reloj del departamento de su madre, el envejecido cuadro al pastel del antepasado, en el dormitorio. Según su entender, un poeta debía vivir de manera muy diferente. Así se lo dijo crudamente a Verlaine, que deseaba convencerse de ello, distender los lazos que lo ataban a la vida doméstica, recupera- su libertad. Lo arrastró en largas borracheras por las terrazas de los cafés. Día tras día se los vio descender por la margen izquierda, ir y venir entre el café de Cluny y el de Tabourey, cerca del Odecín, donde se encontraban con indefinidos literatos, y siempre era muy tarde cuando abandonaban trabajosamente los cafés del barrio latino para subir a Montmartre. Regresaban, a menudo, ebrios: esto provocó entre Verlaine y su mujer nuevas escenas matrimoniales. Por otra parte, cl padre Mauté anunciaba su regreso y se temía su 82
VIDA DE RIMBAUD humor terco v cortante. ¿Vivirían una vida infernal? Felizmente, al cabo de quince días, Rimbaud abandonó la casa. ¿Qué fue, entonces, de él? No se sabe. Un día Verlaine lo encontró vagando solo por las calles, demacrado, medio muerto de hambre, con el traje manchado y destrozado y se fue a alegar su causa ante el buen maestro Théodore de Banville. Éste alquiló para el vagabundo, en la calle Buci, un cuarto de estudiante donde su mujer hizo llevar una cama. Apenas llegó Rimbaud, que había andado por algún asilo nocturno de donde saliera plagado de parásitos, se desvistió rápidamente, se quitó la mugrienta camisa y acercándose completamente desnudo a la ventana, con gran escándalo de los vecinos, hizo un paquete con todo y lo tiró a la calle. Quejas, explicaciones. "¡De ningún modo podía acostarme en una cama tan limpia -le dijo a BanviIle- con los harapos llenos de piojos!” De cualquier modo, unos días después ya se había mudado. La cama que le prestara la señora de Banville fue trasladada al laboratorio donde Charles Cros vivía con el pintor Michel de l'Hay. Y el músico Cabaner -el que Verlaine apodara sabrosamente "Jesucristo después de tres años de ajenjo"-lo acogió en su casa de la calle Racine. En fin, como quería ser independiente, sus protectores se cotizaron para asegurarle una renta... de tres francos por día y lo instalaron, con unos miserables muebles, mediante un alquiler de... veinticinco francos al año, en una buhardilla de la calle Campagne-Premiére. Allí se quedó tres meses, de enero a abril de 1872, y fue entonces cuando conoció a Forain. 83
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JEAN-MARIE CARRÉ<br />
Las mujeres hicieron el gasto <strong>de</strong> la conversación: gestaba<br />
cansado?. ¿ había tenido un buen viaje?, y él a duras penas<br />
<strong>de</strong>spegó los labios, respondiendo con tono exhausto. Entonces<br />
Carlos Pros lo interrogó sobre sus versos. Silencio insolente<br />
v obstinado. Con los codos sobre la mesa, encendió la<br />
pipa, chupo algunas bocanadas y se levantó a acostarse.<br />
Es fácil imaginar las reflexiones que <strong>de</strong> inmediato cambiaron<br />
los convidados: "No es divertido el mozo... Y al fin<br />
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no lo soportará ni un minuto... ", etc. Verlaine procuró<br />
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las cosas se malograron. <strong>Rimbaud</strong> se sentía <strong>de</strong> más<br />
en más molesto en este ambiente burgués que no difería<br />
sensiblemente <strong>de</strong>l suyo. Volvía a encontrar allí el gusto y los<br />
modales <strong>de</strong> C'harleville, el estilo Luis Felipe, la mesita y el<br />
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un poeta <strong>de</strong>bía vivir <strong>de</strong> manera muy diferente. Así se lo dijo<br />
crudamente a Verlaine, que <strong>de</strong>seaba convencerse <strong>de</strong> ello,<br />
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su libertad. Lo arrastró en largas borracheras por las terrazas<br />
<strong>de</strong> los cafés. Día tras día se los vio <strong>de</strong>scen<strong>de</strong>r por la<br />
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Tabourey, cerca <strong>de</strong>l O<strong>de</strong>cín, don<strong>de</strong> se encontraban con in<strong>de</strong>finidos<br />
literatos, y siempre era muy tar<strong>de</strong> cuando abandonaban<br />
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