Vida de Rimbaud

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12.05.2013 Views

JEAN-MARIE CARRÉ que pagase el tren. Así, pues, dijo adiós a Charleville, al Mosa estremecido bajo el arco del Viejo Molino, adiós a las murallas de Méziéres, enmohecidas y bañadas de agua verdosa, a los cafés de la plaza Ducal, ocultos como bodegas bajo los arcos de los altos pabellones Luis XIII de techos resbaladizos y azules. En la dorada bruma que cruzaba el tren, volando al crepúsculo hacia París, veía cómo se abrían, en una soñada Acrópolis, los pórticos y frontones del Temple de las Musas. "Ven, querida y gran alma, te espero, te deseo", había escrito Verlaine. A decir verdad no era en su casa, sino en la de sus suegros, en la calle Nicolet, Nº 14, junto a la Butte Montmartre, donde así le ofrecía su hospitalidad. El año anterior se había casado con la pequeña Matilde Mauté, hija de un antiguo notario alemán. La luna de miel fue corta. La Buena canción del noviazgo habíase extinguido rápidamente con el fragor de la guerra. Pronto llegaron los horrores del sitio de París, la vida irregular de la guardia nacional, las borracheras en las murallas de defensa, el enervamiento de la Comuna. La joven mujer se hartaba de las escenas de ebriedad, de los juramentos y de las brutalidades. Vous n'avez pas eu toute la douceur; Cela, par malheur, d'ailleurs; se comprend... 51 51 Tú no has tenido toda la dulzura; Esto por desgracia, además, lo comprendo... 80

VIDA DE RIMBAUD Y ahora su marido le imponía, en ausencia de su padre y en el departamento de la familia, la presencia de un desconocido, que se presentaba de manera muy poco atractiva. El mismo Verlaine se había quedado sorprendido. Esperaba ver a un hombre de unos treinta años, no lo reconoció en la estación del Este y sólo le encontró una hora después de la llegada del tren, cómodamente instalado en su casa. Era un muchacho flacucho e hirsuto, campesino desgarbado de grandes manos rojas, de torpe andar, "una verdadera cabeza de niño, regordeta y fresca -escribirá- sobre un cuerpazo huesudo y torpe como el de un adolescente que sigue creciendo". Tenía acento ardenés, aspecto muy provinciano y, como dijo Mallarmé, "un no sé qué acentuadamente altivo de muchacho de pueblo", pero atraía por el óvalo armonioso del rostro y sus ojos "como noche estival", ojos de acero salpicados de oro en el iris azul adornado de un anillo más obscuro, ojos "crueles" donde sin embargo deslumbraba y sonreía una especie de dulzura. Su tez habíase tostado, bajo su cabello castaño claro siempre desordenado, su expresión se había endurecido. Su boca fuerte, carnosa y roja, tenía un mohín amargo y malicioso. La primera comida en la calle Nicolet fue extraña. Estaban presentes la señora Mauté, suegra de Verlaine; su mujer, encinta de ocho meses v bastante enfermiza, y Carlos Cros, el físico poeta. invitado para la circunstancia. El padre Mauté estaba de viaje. Se sentaron a la mesa sin gran entusiasmo. Rimbaud comía golosamente, con la nariz metida en el plato sin decir palabra, lanzando de tanto en tanto, a hurtadillas, una mirada desconfiada. También él estaba ya decepcionado. 81

JEAN-MARIE CARRÉ<br />

que pagase el tren. Así, pues, dijo adiós a Charleville, al Mosa<br />

estremecido bajo el arco <strong>de</strong>l Viejo Molino, adiós a las murallas<br />

<strong>de</strong> Méziéres, enmohecidas y bañadas <strong>de</strong> agua verdosa, a<br />

los cafés <strong>de</strong> la plaza Ducal, ocultos como bo<strong>de</strong>gas bajo los<br />

arcos <strong>de</strong> los altos pabellones Luis XIII <strong>de</strong> techos resbaladizos<br />

y azules. En la dorada bruma que cruzaba el tren, volando<br />

al crepúsculo hacia París, veía cómo se abrían, en una<br />

soñada Acrópolis, los pórticos y frontones <strong>de</strong>l Temple <strong>de</strong> las<br />

Musas.<br />

"Ven, querida y gran alma, te espero, te <strong>de</strong>seo", había<br />

escrito Verlaine. A <strong>de</strong>cir verdad no era en su casa, sino en la<br />

<strong>de</strong> sus suegros, en la calle Nicolet, Nº 14, junto a la Butte<br />

Montmartre, don<strong>de</strong> así le ofrecía su hospitalidad. El año<br />

anterior se había casado con la pequeña Matil<strong>de</strong> Mauté, hija<br />

<strong>de</strong> un antiguo notario alemán. La luna <strong>de</strong> miel fue corta. La<br />

Buena canción <strong>de</strong>l noviazgo habíase extinguido rápidamente<br />

con el fragor <strong>de</strong> la guerra. Pronto llegaron los horrores <strong>de</strong>l<br />

sitio <strong>de</strong> París, la vida irregular <strong>de</strong> la guardia nacional, las borracheras<br />

en las murallas <strong>de</strong> <strong>de</strong>fensa, el enervamiento <strong>de</strong> la<br />

Comuna. La joven mujer se hartaba <strong>de</strong> las escenas <strong>de</strong> ebriedad,<br />

<strong>de</strong> los juramentos y <strong>de</strong> las brutalida<strong>de</strong>s.<br />

Vous n'avez pas eu toute la douceur;<br />

Cela, par malheur, d'ailleurs; se comprend... 51<br />

51 Tú no has tenido toda la dulzura;<br />

Esto por <strong>de</strong>sgracia, a<strong>de</strong>más, lo comprendo...<br />

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