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Vida de Rimbaud

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VIDA DE RIMBAUD<br />

ye ha relatado la aventura: "Sin asilo, aquella primera noche,<br />

durmieron en el banco <strong>de</strong> un bulevar. Por la mañana, le exigió<br />

que se fuera, que tomara algunos cobres <strong>de</strong>l capital común,<br />

para ir hasta la estación <strong>de</strong>l Norte: allí, él pensaba, la<br />

acogerían unos parientes que ella tenía en un pueblito <strong>de</strong> los<br />

alre<strong>de</strong>dores <strong>de</strong> París.”<br />

Marcel Coulon no creía en esta fuga que perturbaba un<br />

poco su tesis referente a las relaciones <strong>de</strong> Verlaine y <strong>de</strong> <strong>Rimbaud</strong>.<br />

En cuanto a Paterne Berrichon, <strong>de</strong>fensor titular <strong>de</strong> la<br />

castidad <strong>de</strong>l adolescente, la silenció, postergando hasta 1873<br />

su iniciación amorosa.<br />

Los recuerdos <strong>de</strong> Louis Pierquin confirman el relato <strong>de</strong><br />

Ernest Delahaye: parece ser cierto que la amiga <strong>de</strong> <strong>Rimbaud</strong><br />

llegó a París.<br />

¿Sería ella la poseedora <strong>de</strong> aquellos, ayos, vetas cantados<br />

en el soneto <strong>de</strong> las Vocales? Por otra parte, es, enigmática<br />

aparición, sombra fugitiva imposible <strong>de</strong> captar, <strong>de</strong> <strong>de</strong>tener en<br />

su paso. ¿Quién era ella? ¿Qué fue <strong>de</strong> ella? El silencio <strong>de</strong> su<br />

amante ha protegido su misterio. "<strong>Rimbaud</strong>, dice Louis Pierquin,<br />

no quería que se hiciera alusión a este breve y doloroso<br />

amor. Varios años <strong>de</strong>spués, yo estaba con él frente a una<br />

mesa <strong>de</strong>l café Duterme, en la calle <strong>de</strong>l Petit-Bois en Charleville,<br />

café don<strong>de</strong>, excepto los domingos, los parroquianos no<br />

eran muy numerosos. Aquella noche permanecía en silencio,<br />

contestando apenas a mis preguntas. Bien sabía yo que su<br />

cerebro trabajaba penosamente. Para distraerlo, le dije: "¿Y<br />

bien, en qué andan tus amores? ¿Tienes noticias <strong>de</strong> la pequeña?"<br />

Me clavó los ojos, con un mirar <strong>de</strong> tal tristeza que me<br />

sentí turbado, y me dijo: "¡Te lo ruego, callaste!" Acodado<br />

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