Vida de Rimbaud

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12.05.2013 Views

JEAN-MARIE CARRÉ lo hubiese creído? "Sí, reza, él." ¡Él que sólo tenía injurias y desafíos en los labios! El sublevado se ha sometido, el maldito es ahora un elegido. Pero la batalla librada contra las fuerzas satánicas ha sido dura, se interpusieron alternativamente derrotas y victorias. A1 salir del cuarto, el sacerdote confíale a la temblorosa Isabelle, con misteriosa voz: "Su hermano posee la fe, hija mía, ¿qué era lo que usted decía? Tiene fe, y puedo agregar que nunca vi una fe semejante". En efecto, en Rimbaud ha vuelto a despertar aquel antiguo instinto devorador: su insobornable necesidad de infinito espiritual, de perfección, se ha afirmado; el apetito de lo absoluto que se había adormecido en la profundidad de su alma, se abalanzó tal como sobre el pasto, sobre las esperanzas católicas. Pero apenas se halla solo con su hermana, su adhesión vacila, ahora duda, tantea buscando un apoyo en ella: "¿Tú crees?, dime, ¿tú crees...? ¿En verdad crees?” En los días subsiguientes, la vida se aleja de él; el alma se desprende de la materia inerte en que se ha convertido su cuerpo. Entre aquél y éste no hay ya nada en común. Una masa de carne petrificada yace allí, sobre el lecho, roída por el cáncer enorme, el carcoma del fémur cuyo tumor se hincha, en monstruoso crecimiento, entre la cadera y el vientre: un tronco esquelético rodeado de miembros ya muertos. La morfina adormece este cuerpo que se diseca, se endurece, cruje por todas partes y se disuelve. Entonces se levanta una voz lejana como desde la profundidad de un sueño. El pensamiento del moribundo exhala una confidencia musical y obscura. ¿Tinieblas finales o suprema lucidez? Claudel halla en esto la prueba de que su genio no había expirado, sino 238

VIDA DE RIMBAUD que sólo estaba encadenado, mudo, y que, al romper las vallas de su largo silencio, recobraba la libertad en un vuelo sobrehumano hacia la muerte. "Despierto -dice Isabelleconcluye su vida en una especie de sueño continuo: dice cosas extrañas, muy dulcemente, con una voz que me encantaría si no me punzara el corazón. Cuanto dice, son sueños, y sin embargo no es lo mismo que cuando tenía fiebre. Pareciera, y lo creo, que lo hace expreso... Mezcla todo pero... con arte." ¿Será posible? ¿Quién descorrerá este misterio del letargo melodioso por donde se entrecruzan las caravanas etíopes y la sombra del fiel Djami? "Allah Kerim -grita-, ;Allah Kerim!" El exótico sueño parece revivir y dominar, con un rico y colorido timbre, la aspiración cristiana, y en estas visiones de un inasible Islam, se descubre más lirismo oriental que efusión católica. ¿Pero quién osará sacar conclusiones? ¿El genial compositor de las Iluminaciones, el simbolista de Una temporada en el Infierno, habrá, en una última transposición dicho adiós a la tierra y saludado la aurora eliseana? Por sobre este cadáver, en el claro obscuro de la agonía,. en los confines indecisos de la sombra y de la luz, se abre una flor extraña que me guardaré bien de deshojar. El 9 de noviembre, Arthur Rimbaud dictó a su hermana, sin duda para el director de una compañía de navegación, una carta breve e incoherente: "Dígame a qué hora debo ser transportado a bordo". A1 día siguiente la muerte venía a tomar de la mano a aquel que conduciría al fúnebre navío. Tenía treinta y siete años. 239

JEAN-MARIE CARRÉ<br />

lo hubiese creído? "Sí, reza, él." ¡Él que sólo tenía injurias y<br />

<strong>de</strong>safíos en los labios! El sublevado se ha sometido, el maldito<br />

es ahora un elegido. Pero la batalla librada contra las<br />

fuerzas satánicas ha sido dura, se interpusieron alternativamente<br />

<strong>de</strong>rrotas y victorias. A1 salir <strong>de</strong>l cuarto, el sacerdote<br />

confíale a la temblorosa Isabelle, con misteriosa voz: "Su<br />

hermano posee la fe, hija mía, ¿qué era lo que usted <strong>de</strong>cía?<br />

Tiene fe, y puedo agregar que nunca vi una fe semejante".<br />

En efecto, en <strong>Rimbaud</strong> ha vuelto a <strong>de</strong>spertar aquel antiguo<br />

instinto <strong>de</strong>vorador: su insobornable necesidad <strong>de</strong> infinito<br />

espiritual, <strong>de</strong> perfección, se ha afirmado; el apetito <strong>de</strong> lo absoluto<br />

que se había adormecido en la profundidad <strong>de</strong> su<br />

alma, se abalanzó tal como sobre el pasto, sobre las esperanzas<br />

católicas. Pero apenas se halla solo con su hermana, su<br />

adhesión vacila, ahora duda, tantea buscando un apoyo en<br />

ella: "¿Tú crees?, dime, ¿tú crees...? ¿En verdad crees?”<br />

En los días subsiguientes, la vida se aleja <strong>de</strong> él; el alma se<br />

<strong>de</strong>spren<strong>de</strong> <strong>de</strong> la materia inerte en que se ha convertido su<br />

cuerpo. Entre aquél y éste no hay ya nada en común. Una<br />

masa <strong>de</strong> carne petrificada yace allí, sobre el lecho, roída por<br />

el cáncer enorme, el carcoma <strong>de</strong>l fémur cuyo tumor se hincha,<br />

en monstruoso crecimiento, entre la ca<strong>de</strong>ra y el vientre:<br />

un tronco esquelético ro<strong>de</strong>ado <strong>de</strong> miembros ya muertos. La<br />

morfina adormece este cuerpo que se diseca, se endurece,<br />

cruje por todas partes y se disuelve. Entonces se levanta una<br />

voz lejana como <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la profundidad <strong>de</strong> un sueño. El pensamiento<br />

<strong>de</strong>l moribundo exhala una confi<strong>de</strong>ncia musical y<br />

obscura. ¿Tinieblas finales o suprema luci<strong>de</strong>z? Clau<strong>de</strong>l halla<br />

en esto la prueba <strong>de</strong> que su genio no había expirado, sino<br />

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