Vida de Rimbaud
Vida de Rimbaud Vida de Rimbaud
JEAN-MARIE CARRÉ para el resto de mis días... ¡En fin, que nuestra vida es una miseria, una miseria interminable! ¿Para qué vivimos?” Pero lo esperaba una nueva prueba. Desde hacía años vivía con el temor de no haber regularizado su situación con las autoridades militares, con el obsesivo temor de un arresto, y ahora se entera, cuando apenas desembarca, de que el reclutamiento- lo busca por desertor. "¿De qué nuevo horror me hablan ustedes? -escribe a Roche el 24 de junio-. ¿Qué es esta nueva historia del servicio militar? En cuanto cumplí los veintiséis años, ¿no les envié a ustedes un certificado, desde Aden, probando que estaba empleado en una casa francesa, lo cual es motivo de excepción, y luego, cuando le pregunté a mamá, no me informó ella que todo estaba en regla y que no debía abrigar temor alguno?" -y agrega-: "¿La prisión, después de cuanto acabo de sufrir? Más vale la muerte.” Vive con el terror de ser descubierto: "Temo las celadas... Temo que averigüen mi dirección en el correo... No vayáis a traicionarme". Las cartas que le envía su hermana, deben ser llevadas a una oficina de una localidad cercana, la dirección no debe mencionar su nombre. Es necesario, a todo precio, despistar las persecuciones. Pero éstas son imaginarias. Isabelle realiza discretas averiguaciones. La noticia carece de fundamento. No es un desertor, sino beneficiario de un plazo renovable hasta su definitivo regreso a Francia. A partir de aquel momento, mutilado como está, ya sólo debe solicitar la conversión de este plazo en una baja por incapacidad. A principios de julio, trata de caminar con una pierna de madera "muy liviana, barnizada y acolchada (precio: 50 fran- 226
VIDA DE RIMBAUD cos)", pero sólo consigue que se le inflame y recaliente el muñón, siempre doloroso, y se ve reducido a caminar con muletas en su cuarto. Una emocionante queja, un patético lamento se desprende de sus cartas: "¡Qué fastidio! ¡Cuánto cansancio! ¡Qué tristeza al recordar mis viejos viajes, al pensar cuán activo era yo hace sólo cinco meses! ¿En qué quedaron mis correrías por montes, desiertos, ríos y mares, mis cabalgatas, mis paseos? ¡Y ahora este vivir lisiado! ¡Y pensar que yo había decidido, precisamente, regresar a Francia este verano para casarme! ¡Adiós, casamiento; adiós, familia; adiós, porvenir! ¡Mi vida ya ha concluido! ¡Sólo soy un tronco inmóvil!” - Tal como se ve, no está ni resignado, ni es estoico: es un desesperado. Es un vencido que llora su derrota. ¿Dónde está el audaz caballero de las altas mesetas etíopes? "La cabeza y los hombros caídos hacia adelante, encorvado como un jorobado... Se mofan de uno hasta hacerle saltar de rabia. Sentado, uno tiene movimientos nerviosos en las manos, las axilas cortadas y la expresión de un idiota." ¿Es posible imaginar destino más trágico, lágrimas más amargas? ¡Una inestabilidad tan andariega, tan prodigiosa movilidad, una pasión tan desesperada por los cambios, tanto empuje, tanto impulso, tanta vida, y ahora todo esto amurallado, petrificado por un espantoso sortilegio! Pareciera que la muerte ya lo ha rozado con su dedo helado, que ya ha echado sobre él una red de plomo. La anquilosis va ganando otros miembros. Su cuerpo vivo se entumece en una macabra osificación. La otra pierna, el hombro, el brazo, son tomados poco a poco. 227
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JEAN-MARIE CARRÉ<br />
para el resto <strong>de</strong> mis días... ¡En fin, que nuestra vida es una<br />
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Pero lo esperaba una nueva prueba. Des<strong>de</strong> hacía años<br />
vivía con el temor <strong>de</strong> no haber regularizado su situación con<br />
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y ahora se entera, cuando apenas <strong>de</strong>sembarca, <strong>de</strong> que el<br />
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esta nueva historia <strong>de</strong>l servicio militar? En cuanto cumplí los<br />
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lo cual es motivo <strong>de</strong> excepción, y luego, cuando le pregunté<br />
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Vive con el terror <strong>de</strong> ser <strong>de</strong>scubierto: "Temo las celadas...<br />
Temo que averigüen mi dirección en el correo... No<br />
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