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VIDA DE RIMBAUD<br />
vio la entrada <strong>de</strong>l navío al puerto <strong>de</strong> Marsella, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong><br />
"trece días <strong>de</strong> dolor".<br />
Pero, apenas hubo <strong>de</strong>sembarcado, fue "presa <strong>de</strong>l frío",<br />
y, como se sintiera <strong>de</strong>masiado débil para empren<strong>de</strong>r el viaje a<br />
las Ar<strong>de</strong>nas, <strong>de</strong>bió entrar al hospital <strong>de</strong> la Concepción. Su<br />
estado se había agravado, y los médicos que lo examinaron<br />
reconocieron un cáncer en los huesos. Para limitar los estragos<br />
<strong>de</strong> éste -y ocultándole el diagnóstico-, <strong>de</strong>cidieron amputare<br />
la pierna. Fue un <strong>de</strong>smoronamiento. Pero ya no era hora<br />
<strong>de</strong> discusiones: <strong>de</strong>bía someterse, resignarse. La familia fue<br />
advertida, y la señora <strong>Rimbaud</strong> llegó <strong>de</strong>s<strong>de</strong> Roche.<br />
¿Qué fue este volver a verse? Doce años <strong>de</strong> silencio y <strong>de</strong><br />
alejamiento la separaban <strong>de</strong> este hijo, que viera partir lleno<br />
<strong>de</strong> fuerzas y <strong>de</strong> audacia al que ahora volvía a encontrar mutilado<br />
en un lecho <strong>de</strong> hospital. ¡Ah!, si la hubiese escuchado<br />
tiempo atrás, todo esto no hubiese ocurrido. No pudo impedir<br />
los lamentos ni <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> sermonearlo. Pero, en fin, había<br />
ganado algún dinero. Pronto se habló <strong>de</strong> negocios. ¿Qué era<br />
lo que traía, exactamente, <strong>de</strong> aquellos funestos países? ¿Y<br />
aquellos haberes <strong>de</strong> 30.000 francos en el Comptoir d'escompte<br />
(Caja <strong>de</strong> Ahorros), <strong>de</strong> que hablara? Si <strong>de</strong>bía realizar<br />
gestiones en los bancos, que aprovechara su breve estadía en<br />
Marsella, pues ella no podía permanecer allí mucho tiempo.<br />
En efecto, Isabelle estaba enferma, y allá, en Roche, hacían<br />
falta brazos: pronto segarían, <strong>de</strong>bían secar el heno y la hierba<br />
<strong>de</strong> forraje, y en la chacra hacía falta gente. Después <strong>de</strong> algunos<br />
días, con gran disgusto <strong>de</strong> <strong>Rimbaud</strong>, su madre volvió a<br />
tomar la ruta <strong>de</strong> las Ar<strong>de</strong>nas : "En cuanto a mí, no hago sino<br />
llorar día y noche, soy hombre muerto, estoy estropeado<br />
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