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Vida de Rimbaud

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JEAN-MARIE CARRÉ<br />

Después <strong>de</strong> haber cumplido estos 300 kilómetros en angarilla,<br />

<strong>Rimbaud</strong> llegó a Zeilah "<strong>de</strong>splomado, paralizado". Allí<br />

<strong>de</strong>scansó apenas cuatro horas, pues había un barco que salía<br />

para A<strong>de</strong>n.<br />

Junto con su parihuela, lo alzaron al puente y, tras <strong>de</strong><br />

tres días <strong>de</strong> sufrimiento y <strong>de</strong> ayuno, temblando por la fiebre<br />

y muerto <strong>de</strong> sed, fue recogido en un hospital <strong>de</strong> la ciudad.<br />

"Me convertí en un esqueleto -escribió entonces-; doy miedo.<br />

Tengo las espaldas en llaga, <strong>de</strong>bido al lecho; no duermo<br />

ni un minuto." El 9 <strong>de</strong> mayo, bajo el consejo <strong>de</strong>l médico<br />

inglés, impotente para mejorar su estado, apura su salida y se<br />

hace transportar a bordo <strong>de</strong> un barco <strong>de</strong> las Messagéries<br />

maritimes.<br />

Las rocas calcinadas <strong>de</strong> la costa pronto <strong>de</strong>saparecieron<br />

en medio <strong>de</strong> la bruma <strong>de</strong>l calor. Massaouah, Souakim, Djeddah,<br />

los puertos <strong>de</strong>l mar Rojo don<strong>de</strong>, diez años atrás, buscara<br />

trabajo; Alejandría, la ciudad cosmopolita y abigarrada,<br />

don<strong>de</strong> antes <strong>de</strong>sembarcara para dirigirse a Chipre y a sus<br />

canteras, y el radiante Mediterráneo, difusamente entrevisto<br />

a través <strong>de</strong> la roda y bañado por una dulzura primaveral, así<br />

todo su pasado se levantaba en surcos <strong>de</strong> plata, escoltándolo<br />

melancólica y figurativamente. Así, pues, tantos esfuerzos y<br />

miserias habían sido inútiles, y ahora regresaba, pobre enfermo,<br />

extendido en su colchón, presa <strong>de</strong> un mal implacable<br />

y <strong>de</strong> sombría <strong>de</strong>sesperación. El sol poniente, que rozando la<br />

superficie violeta <strong>de</strong> las aguas llegaba hasta él, incendiando<br />

su ojo <strong>de</strong> buey, le parecía una burla, un irónico adiós <strong>de</strong> la<br />

fortuna, y fue con el doble sentir <strong>de</strong> alivio y <strong>de</strong> angustia que<br />

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