Vida de Rimbaud

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12.05.2013 Views

JEAN-MARIE CARRÉ Goethe, dirá al instante que pasa y por vez primera en su vida: "¡Detente! ¡Eres tan hermoso!” Ciertamente, semejante interpretación sería poética: la progresión dramática y la lógica hallarían en esto su razón; el desenlace sería grandioso, iluminado por la celeste luz. Pero la realidad, al ser distinta, no es por ello menos lacerante. La caída es más emocionante que la apoteosis. En su lucha con el Destino, Rimbaud ha dejado tras de sí su genio y su grandeza. Su positivismo, cínicamente liberado de las exigencias del ideal, desembarazadas de toda ambición titánica, se ha resignado finalmente a mediocres conquistas. Antes renunció a la poesía, olvidado en Una temporada en el Infierno, ¡pero está pronto a colaborar en el' Courrier des Ardennes! Ya no piensa en agotar la vida como otrora pensara en agotar el pensamiento y la literatura, en ir hasta el último extremo de su sueño, en afrontar la suprema subida a la muerte, en una heroica necesidad de Divinidad. No, quiere "juntar plata" y casarse. Le escribe a su madre el 10 de agosto de 1890: "¿Podría ir a casarme entre ustedes en la próxima primavera...? ¿Cree usted que pueda yo encontrar alguien que consienta en seguirme en este viaje? Pero este modesto deseo no llegó a realizarse. Celoso, implacable, el Destino lo acecha vigilante. 218

VIDA DE RIMBAUD Tercera parte EL VENCIDO "Les femmes soignent ces féroces infirmes etour des pays chauds..." 94 Capítulo primero EL REGRESO 219 RIMBAUD En febrero de 1891, en plena prosperidad, Rimbaud se siente atacado, en la rodilla izquierda, por un dolor agudo y tenaz. Se le forma un tumor que aumenta rápidamente. Una anquilosis toma la pierna y la deseca. Pierde el apetito y el sueño. Un nuevo drama comienza. A1 comienzo se resiste y se hace fuerte. La enfermedad no ha de abatirlo: la enfrenta, la desprecia, la niega. Pero ella es más fuerte, lo desploma, lo clava en el lecho, le arranca la confesión de su impotencia y de su miseria. Entonces, emplea otra táctica, procura maniobrar, la acecha y trata de es- 94 Las mujeres cuidan a esos feroces enfermos que regresan de los países cálidos...

JEAN-MARIE CARRÉ<br />

Goethe, dirá al instante que pasa y por vez primera en su<br />

vida: "¡Detente! ¡Eres tan hermoso!”<br />

Ciertamente, semejante interpretación sería poética: la<br />

progresión dramática y la lógica hallarían en esto su razón; el<br />

<strong>de</strong>senlace sería grandioso, iluminado por la celeste luz. Pero<br />

la realidad, al ser distinta, no es por ello menos lacerante. La<br />

caída es más emocionante que la apoteosis. En su lucha con<br />

el Destino, <strong>Rimbaud</strong> ha <strong>de</strong>jado tras <strong>de</strong> sí su genio y su gran<strong>de</strong>za.<br />

Su positivismo, cínicamente liberado <strong>de</strong> las exigencias<br />

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resignado finalmente a mediocres conquistas. Antes renunció<br />

a la poesía, olvidado en Una temporada en el Infierno,<br />

¡pero está pronto a colaborar en el' Courrier <strong>de</strong>s Ar<strong>de</strong>nnes!<br />

Ya no piensa en agotar la vida como otrora pensara en agotar<br />

el pensamiento y la literatura, en ir hasta el último extremo<br />

<strong>de</strong> su sueño, en afrontar la suprema subida a la muerte,<br />

en una heroica necesidad <strong>de</strong> Divinidad. No, quiere "juntar<br />

plata" y casarse. Le escribe a su madre el 10 <strong>de</strong> agosto <strong>de</strong><br />

1890: "¿Podría ir a casarme entre uste<strong>de</strong>s en la próxima primavera...?<br />

¿Cree usted que pueda yo encontrar alguien que<br />

consienta en seguirme en este viaje?<br />

Pero este mo<strong>de</strong>sto <strong>de</strong>seo no llegó a realizarse. Celoso,<br />

implacable, el Destino lo acecha vigilante.<br />

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